Por Daniel Vargas Minerbi Jueves 8 al sábado 17 de agosto Este jueves y viernes de mi séptima y última semana de estancia en Italia me despido de Génova, este sábado voy a Milán, para pasar mis últimos 5 días de este magnífico y más largo (en tiempo) viaje de mi vida. Aunque el miércoles me despido también de Turín y de mis tíos, hasta el próximo verano, por fortuna. El jueves, ya sin la desvelada de los podcast, un poco triste debido a esto ello, por la mañana empiezo caminando al Mediterráneo. Todo llega a su fin. Este jueves de mi séptima y última semana de estancia en Italia me despido de Génova, mañana sábado me voy a Milán, para pasar mis últimos 6 días de este magnífico y más largo (en tiempo) viaje de mi vida. Inicio mi caminata matutina, esta vez para despedirme primero del Mediterráneo, temprano me encamino al Corso de Italia en Foce. Veo el mar con su quietud característica, escucho a las gaviotas y veo las embarcaciones que lo cruzan. Me desayuno mi acostumbrado cuernito con café y un litro de agua en la terraza del Bar Atlántico. De regreso a mi apartamento paso por el mercado comunitario. Al mediodía tomo un buen almuerzo en las alturas del barrio de Castelletto con dos rebanadas de pizza, la dependienta me pregunta si hay otra persona que come. Le respondo solo yo. Se queda sonriendo. También pido café y postre. Después de otra parada obligada en la gelatería, me acerco a la terraza del este que ofrece una vista panorámica de la ciudad. Me siento a terminar mi gelato y a escuchar a las cigarras, es una vista preciosa y tranquila. Decido asomarme también a otra de las terrazas, la del sur, veo y escucho la música de dos artistas callejeros, están tocando “Stairway to Heaven”, una canción perfecta para estas alturas. Les pongo dos monedas en su charola y me lo agradecen. Uno de ellos nota mi camiseta de los Rolling Stones del tour de 1975 y empieza a tocar “Satisfaction”, me elogia mi camiseta y yo noto algo de acento argentino en su voz. Le contesto en español y se hace la conexión mágica latinoamericana. Alan viene del norte de Argentina cerca y Javier es de Punta Arenas en Chile. Los tres conversamos sobre música, Latinoamérica y ser inmigrantes. Por una hora me quedo a escucharlos y a conversar. Luego los acompaño, bajamos por el elevador. Los tres nos dirigimos al centro, ellos para seguir tocando en su trabajo en las calles de Génova y yo para despedirme del centro. Les invito un trago en un bar para sellar nuestro encuentro. Me despido de ellos que hacen un break para tomar el almuerzo que les lleva la esposa genovesa de Javier. Se despiden de mí tocando de nuevo “Stairway to Heaven”. Espero volver a verlos el próximo año. Me despido de los callejones céntricos de Génova, de mi edificio y me retiro a descansar para preparar mi viaje por la mañana a Milán. El sábado, como despedida, la compañía ferroviaria italiana me juega un truco y cancela mi tren. Pero como ya estoy avezado en estos menesteres cambio mi boleto para un tren que sale unos 30 minutos más tarde. Me doy cuenta que mi nivel de hablar italiano ha mejorado bastante. Viajo cómodamente en un tren ultramoderno hasta Milán y después de tomar el metro en Stazione Centrale mi primo me recoje en la estación de Romolo. Esa noche damos un paseo por los canales de Milán, Navigli. Contrastado con las calles que están desoladas por la temporada del Ferragosto, hay bullicio turístico, restaurantes y bares abiertos con centenas de personas caminando y cruzando los puentes peatonales luminosos. Pasamos por un bar donde hay un anuncio que se lee como la destilería más pequeña del mundo. De regreso pasamos por una pequeña fuente de agua y mi primo me enseña un truco. Duermo muy a gusto en la buhardilla de la casa de mis primos en mi primera noche en Milán. Por la mañana correo un aire fresco por la casa entre las ventanas de la cocina y la sala. Mi primo es un buen cocinero y le gusta agasajar a sus invitados. Disfruto mucho su café, el desayuno, el almuerzo y la cena. También sus paseos por las calles, canales y parques aledaños, caminamos dos a tres veces al día. La vista desde su terraza es excepcional. En los días venideros disfruto de su hospitalidad y atenciones, luego llega mi sobrina y la paso también muy bien con los dos. Nuestras actividades están limitadas a preparar comida, dar paseos y buscar gelaterias. Dos noches antes de mi partida, hago un simulacro de empacar todas mis pertenencias y me doy cuenta que debo comprar otra mochila. Al siguiente día, tengo una misión, pasear por el centro de Milán y comprar una mochila. Temprano tomo el metro en Romolo y me bajo en Cardona. Camino a ver la iglesia que aloja la Última Cena de Leonardo, al llegar veo un letrero y una larga fila mayormente integrada por turistas asiáticos. Decido rápidamente que puede esperar para mi próximo viaje en mayo de 2025. Veo que la tienda que me ha recomendado mi primo La Rinascente, está al lado del Duomo, así que me enfilo caminando para allá disfrutando de los edificios, monumentos y gente (turistas en su mayoría) que pasa por las calles. Al llegar al Duomo, disfruto de las multitudes y la magnificencia de los edificios, pasajes, portales, con sus cafés y tiendas. Milán es un centro mundial de la moda y sus atractivos arquitectónicos también la colocan como una de las ciudades elite para visitar. En el 7o piso de La Rinascente encuentro también un atractivo de productos comestibles italianos muy espectacular. Ya me lo había recomendado mi primo. Está a la misma altura o más de la tienda del Corte Inglés en la Plaza Callao en Madrid, España. Un día antes de mi planeada partida, el jueves, el miércoles viajamos los tres primos a Turín a despedirnos de mis tíos. Ahora puedo disfrutar mejor de la Stazione Centrale de Milano como edificio. Me recuerda a Union Station en Chicago y a Grand Central Station en Nueva York. En el camino, pasamos por Novara, que me trae tantos recuerdos de mi madre, ella vivió allí de los 5 a los 12 años y muchas veces escuché sus historias con sus hermanas y sus primos. Con mis tíos disfrutamos de su compañía y comimos juntos, les dije que les dejaba la tarea de volver a verlos sanos y salvos para mayo de 2025. Ellos se alegraron de esa promesa. Turín nos despide con un aguacero placentero, ya se me ha olvidado que se siente sentir las gotas de la lluvia caer sobre mi rostro y cuerpo. De regreso, en Milán, aprovecho el tiempo y mis primos me dan un último tour del centro, esta vez por la zona de la estación de Garibaldi y Cardona, la parte más moderna de Milán con varios rascacielos modernos. Por la mañana del jueves, mis primos me acompañan a Cardona para tomar el tren que va al aeropuerto de Malpensa, pero una vez más, el destino no me permite irme de Italia. A los pocos minutos de llegar a la terminal correspondiente, mi vuelo para Nueva York está cancelado, me ponen en un vuelo para el día siguiente. Por suerte mis primos me recibieron con mucho gusto en su casa de nuevo por un día más. Me doy un último paseo por la zona de los canales y disfruto de mi último gelato, una copa con dos bolas, una de pistache y otra de nuez. Una combinación perfecta. Al día siguiente tomo mi vuelo, esta vez sin ningún contratiempo hacia Nueva York, solo que no me da tiempo como en el vuelo de ida, de ir al centro de la ciudad ya que solo tengo 4 horas de espera. A lo lejos del aeropuerto puedo ver la silueta de Manhattan. Celebro mi regreso con la última comida en un restaurante italiano en el aeropuerto, los platillos son similares pero no tienen la frescura de Italia, solo el agua es auténtica. Aquí les dejo la crónica de este gran viaje de 48 días, que deja una gran experiencia en mi cuerpo y alma. Ahora solo pienso en volver en mayo de 2025 para continuar esta historia.
Fin.
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August 2024
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