FRONTERA y MUROS (bueno, cercas, bardas, murallas virtuales.... what?) Por María Dolores Bolívar I. OBELISCOS COMO FALOS. Las primeras marcas que sirvieron para trazar la frontera entre EEUU y México, ideadas luego de la guerra del 47, fueron Obeliscos y piedras (las mojoneras). Se mandaron a hacer muy lejos (algunas en Boston) así que viajaron, como inmensos falos que recorrían el mar, costeando "América" (la real). Luego el tiempo los destruyó o algunos se los llevaron de recuerdo o se cambiaron de lugar como los ríos y la gente. O los pulverizó la erosión en un terreno agreste donde hasta los huesos de los mamuts se desintegran. Un día se les ocurrió poner esas planchas de metal acanalado, tomadas de las barricadas de la primera guerra de Irak. El simbolismo era además de ofensivo deprimente. Cuando esas barreras todavía no estaban empezó la operación guardián en la frontera que divide a los estados de California y Baja California, alguna vez unidos por virtud de su geografía y de su historia. Los seguidores de Guardián aluzaban desde camionetas y autos, según decían, para ayudar a la patrulla fronteriza. Hoy esos viejos guardianes aluzan a las focas de La Jolla aplicándoles la misma filosofía. Las indocumentadas focas duermen plácidas en las caletas ajenas al rechazo perturbador de los luminosos promotores del odio. II. RODADORAS. A principios del siglo surgieron Los Minute Men... que se apostaron en el este de California, buscando la afinidad de sus vecinos arizonenses. El calor de Campo y Tierra del Sol y las víboras de cascabel influyeron en la disminución de sus filas. Por mucho tiempo actuaban como Trump, acudiendo al poder de la palabra. La organización Minute Men decía contar con miles y miles de seguidores. Yo, que los busqué constante, llegué a entrevistar a dos de ellos. Eran viejos y parecían enojados con el mundo. Su misión se adelgazó y optaron por una actividad más lucrativa, llevar a corte a sus opositores a quienes provocaban para luego acusar. Cuando por fin ganaron su única batalla legal adoptaron un tramo de Free Way al norte de San Onofre para jugar a los soldados. Todavía se los ve con sus carteles y banderas, aparecer aquí y allá, como llevados por su furia. Pero ante la inmensidad de la frontera, su actividad se vuelve irrelevante. En 2010 recorrí la frontera. El trazo de la cerca denota la tozudez irracional de los seres urbanos. Construir un muro en uno de los desiertos más inclementes de la tierra parece más una broma de mal gusto que una medida política inteligente. Ya se ha intentado. La primera mentira de Trump es la de que él llegó primero al club de los empecinados en la tarea. El muro virtual de Boeing, construido en partes, fue fácilmente derrotado, pero no por las hordas de migrantes procedentes de otras partes y en pos de invadir a Estados Unidos... ¡no! Los invasores furtivos que asediaban de día y de noche eran bolas de ramas de los arbustos secos conocidas como "rodadoras" (en inglés Tumbleweed). II. TRAMPAS MORTALES. De hecho, el factor que más ha influido en el descenso de la migración desde México es, precisamente, la construcción de esas cercas que obligaron a los migrantes a optar por esa vía. Cruzar el desierto, con calor o con frío es una trampa mortal. Muchos muertos son testimonio trágico de esa práctica. Ya de por último están los ríos. Esos ríos secos que cuando se levantan arrasan con todo lo que está a su paso. Las presas, resultado de acuerdos binacionales, jamás han servido a los intereses de México y sí a los de EEUU. Cuando se llenan las presas, el desagüe se hace hacia el sur. Justo en el 2010, en un verano de tormentas, me tocó ver la evacuación de las colonias ribereñas. En EEUU el saldo material palidecía frente al de México. Y mientras México se paralizaba hasta tan lejos como Nuevo León y Saltillo, en las ciudades fronterizas la vida transcurría como si nada. ¿Salir del TLC? Pero si México jamás debió de entrar, así de simple. El TLC destruyó al campo mexicano, llenándolo de maquiladoras que producen bienes de consumo que ni siquiera tocan el país y sí dejan muchos desperdicios. El mejor ejemplo es León, donde mucha maquila de zapato involucra la manufactura para el extranjero. Antes, León era la capital del calzado de excelente calidad. Hoy, como el resto del mundo, sólo aporta los cueros y la mano de obra para que se produzca, en partes, el calzado que uniforma los pies de todos los consumidores. III. VECINAS OBLIGADAS El dato más interesante que me quedó de mi viaje por la frontera, que luego se repitió una y otra vez, en segmentos más cortos, fue descubrir su enorme diversidad horizontal. En año de campañas (2010) sólo me topé con gente local, subrayaría que localísima. Los de Nogales jamás van a Brownsville; los de San Ysidro desconocen que una San Isidro, en un brazo del Bravo, se llama igual, pero sin la "Y Griega". Las relaciones fronterizas se efectúan en espejo. Viajar de un punto a otro de la frontera es a veces tan lejano e innecesario como hacerlo de un país latinoamericano al otro. La interdependencia es tal que a las ciudades se las percibe más como espejos o ciudades gemelas. Es absurdo creer que el colocar un muro entre ellas activará la economía de este lado, o disminuirá la carga de la globalidad en el lado americano, o que asemejará un tiempo ido sin computadoras ni teléfonos celulares. Entorpecerá, eso sí, los cruces locales, tan numerosos o escasos como las poblaciones que los realizan. He intentado viajar a Sonora por avión, en un trayecto que debería ser de menos de una hora, pero los vuelos llegan a rebasar el costo de un vuelo a Nueva York o Chicago. La carretera a Tecate, de Tijuana, una que muchos recorren diario, para trabajar o realizar sus compras, es más moderna del lado mexicano. Y todavía hoy, en la era de las comunicaciones instantáneas, cruzar La Rumorosa por el lado estadounidense, hace pensar en los tiempos del caballo y las carretas. Entre Tijuana y San Diego, los cruces diarios equivalen a millones. La población ha crecido sin que varíen sus prácticas ancestrales. En Sásabe, el mismo ir y venir transcurre de modo que quienes cruzan se conocen y saludan. Solía bromear con mis alumnas de Nogales cuyos pueblos, vecinos, no sobrepasan unas cuantas cuadras habitadas. IV. TRABAS A VENCER. Los que piensan que un muro modificará la vida de las fronteras denotan ignorancia, sobre todo. ¡Qué lástima! Yo que nací entre los cálidos matorrales del desierto sonorense creo que se han perdido de mucho. Las complicaciones, pocas o muchas, se convierten en retos que uno toma a según vaya el día. Recuerdo cuando entré por primera vez a Agua Prieta, procedente de Douglas, la vuelta que formaba una rechoncha B, diseñada para controlar el tráfico, era una ridícula previsión para un futuro hipotético en el que más de diez vehículos realicen el trayecto. En el mismo pasaje los mitos que proliferan son los que hablan de pasajes subterráneos insólitos, de tan bien construidos. También en esa franja me tocó presenciar la diligencia con que las máquinas construían un tercer refuerzo fronterizo. En ese punto “el muro” no es uno sino tres, divididos por canales profundos. De broma, un conocido mío mencionó que no tardaríamos en ver esos canales llenos de cocodrilos como nos cuentan que sucedía en las murallas que rodeaban a las ciudades medievales. El caso es que Obeliscos y mojoneras, tierra, tablas, lámina o cemento, esto de construir un muro parece una obsesión irracional. Por ahora, sólo me pregunto si opinar no dependería, vayamos a lo básico, de saber bien a bien de qué se habla. [Continuará...] © María Dolores Bolívar
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