2. ¿Libertad?
Freedom (Libertad, 2010) novela de Jonathan Franzen: “The dull throbbing anxiety of the liberal left (El angustioso y tedioso trepidar de la izquierda liberal)”. Dicen los enterados que el equivalente gringo de Don Quijote, o sea, The Great American Novel (la gran novela estadounidense) está por escribirse. And that is the question. mi estimado lector. El Gabo dijo que ya se escribió y se llama, Moby Dick (La ballena, con casi 200 mil palabras). Otros presuponen, con aparente seriedad, que en realidad el novelón es una novelita de apenas 50 mil palabras: El gran Gatsby. Recordé esta polémica mientras disfrutaba una apertura prodigiosa y un hilado fino y activo del escritor de Illinois. Crea personajes liberalones de ambivalente proceder: se atraen y se rechazan, medio se entregan y huyen, con el sol se aceleran con estimulantes, con analgésicos toleran el curso del día y con somníferos cierran las cortinas al caer las tinieblas; aunque puritanos ceden ante el lucro y la lasciva, hablan de amor y paz mas no dudan en usar métodos violentos, se desplazan por un ambiente donde no digamos que se engañan, pero con inocencia casi infantil creen en la mantra de freedom, truculenta carnada que disfraza un potente anzuelo de consumismo y conformismo. Los encamina por el ombligo (Minnesota), el intestino (New York) o el cerebro (Washington), del Imperio. Infiernillo disfrazado de Edén donde el carnero vive engañado, cree vivir en el mejor de los mundos y el país más libérrimo del planeta. Vuela un ejemplo. Se nos ofrecen cervezas light por docenas. Nos sentimos con la libertad de elegir entre ellas sin reparar que se trata de la cebada más aguada y despreciable. Eso no es libertad, es consumismo cegato y torpe. Es una imposición impuesta por la tele y la falta de criterio del ciudadano que se cree educado por haber tenido la suerte de pisar los corredores universitarios de donde emergió ya domesticado y endeudado hasta el fundillo, pero, eso sí, con un papel en la mano. Lo digo por ardido, pues yo mismo mordí tal anzuelo. Por estas estepas, cual aguilucho alado planea el autor: captura la mediocridad de unos proletarios que se la pasan entre cerveza y fútbol y sudores; la angustia de la familia yuppie de idealismo pronto fracturado; la degradación del planeta, la hipocresía de políticos, la rapiña de potentados y la truculenta avalancha tech. Todo encapsulo en un óleo de magníficas tintas (palabrerío), con encanto blockbuster Hollywood style; ensalzado con diálogo jovial, charlatán, macerado con ardorosos alcobazos, lo cual le resta potencia al potente andamiaje; aparte de férreo alegato en defensa de las canoras y contra los felinos que diezman la especie: el autor es un apasionado turista ornitológico. Pero, como solía decirse, ya embadurné dos cuartillas y todavía no he dicho esta boca es mía, ¡válgame san Cuilmas el orejón!, para allá me dirijo. Y ahora la pregunta, tan pospuesta: ¿Estamos frente a la gran novela? Por un lado, no lo creo. Por otro los altisonantes hosannas al libro reclaman un lugarcito para el autor: entre Hawthorne, Melville, Twain, Hemingway, Faulkner, Pynchon, DeLillo. ¿Lo merece? Mejor me desafano[1] y, como aconsejan los salomónicos, dejarlo en manos del juez supremo: don Tiempo. © Saúl Cuevas [1] En el sentido de desentenderse, como se dice en el Barrio.
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Saúl Holguín CuevasBrevis kurrikulum vitæ Archives
February 2023
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