Por Saú Holguín Cuevas
Saúl Holguín Cuevas se enclaustra a ver cine Por lo general me encargo de tres película de un tema o de un director. El encierro, provocada por la peste blanca* me permitió ver cuatro cintas del director japonés Shindo. No recuerdo si ya había visto su trabajo o si es la primera vez, me queda un consuelo, nunca es tarde, dicen los que llegan al bar cuando está por cerrar. Gracias a mi hermano Amador vi la primera, NIÑOS DE HIROSHIMA (1952), filmada cinco años después de la tragedia. Poco se puede agregar al relato de la gran barbarie. El director, nativo de Hiroshima, regresa a capturar los estragos que causó la bomba en los niños sobrevivientes y en algunos adultos. Casi todas las crónicas de la cinta dicen que la historia se cuenta sin amargura. Solo puedo decir esto: No lloro en las salas de cine, inclusive me cuesta adentrarme en lo que pasa en la pantalla y dejar de pensar que todo es una ficción. Con esto les digo todo: Al ver NIÑOS se me vinieron las de cocodrilo (lágrimas). ¿Será que ya soy un viejo sentimentalón? o ¿será que es un film potente? Satisfecho por la sensibilidad de Niños, me lancé tras la casi muda, LA ISLA DESNUDA (1960) es el mito griego de Sísifo. Por si no lo conocen, es el malo condenado a empujar una roca cuesta arriba, cuando está por darle cima, se le cae e inicia de nuevo con el mismo resultado. En una entrevista dice el director que se propuso honrar, en lo particular, el trabajo de sus padres campesinos y, en general, la labor de todo campesino. Me recordó la vida dura en San Juan, Zacatecas cuando en las secas apenas había agua para tomar, juntas la pobreza y la ignorancia arrojan vida miserable. Se soportaba gracias a la ausencia de máquinas y de luz eléctrica. Montar un burro, el silencio celestial interrumpido por los ladridos de los perros, la luna llena, y otras cositas sublimaban la experiencia y por momentos se olvidaba la estrechez. ONIBABA (El pozo, 1964), En tiempos caóticos nos encontramos en donde el pasto suzuki, mecido por los vientos, se alza dos metros de altura. En este laberinto viven dos mujeres–buitres, matan y despojan samuráis para poder comer. El deseo y la lujuria se apodera de ambas y las destruye. KURONEKO (El gato negro del bosquecillo; 1968) es una leyenda negra. En tiempos violentos, en un bosque de bambú, una pandilla de samuráis sedientos y hambreados violan y matan dos mujeres. El espíritu de las muertas, vertido en gato negro–vampiro se venga atrayendo, embriagando, seduciendo y matando guerreros. El encargado de aniquilar los espíritus es un recién ascendido samurái, hijo de una de ellas y esposo de la otra. Aunque su fama no alcanzó a Ozu, Mizoguchi ni a Kurosawa, la obra de Shindo es una agradable sorpresa para el aficionado que desea expandir sus horizontes. *¿Peste blanca? En efecto, en EE. UU., los grandes culpables por la propagación de la peste del 20 son los trogloditas que mal gobiernan desde la Casa Blanca por fuera.
2 Comments
Guillermo S.
1/8/2021 00:29:06
Gracias, mi buen amigo Saúl. . .
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Theresa Velazquez
1/10/2021 22:07:01
Maestro, muchas gracias por hacer esta reseña tan fresca sobre el trabajo de Shindo. Me das la agradable tarea de conocer a Shindo.
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Saúl Holguín CuevasBrevis kurrikulum vitæ Archives
February 2023
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