Por Saúl Holguín Cuevas
Cine italiano 1 La producción mundial de cine está tan agigantada que sólo una micronada se puede disfrutar. En particular para un aficionado como yo que amo con locura el cine, pero vivo alejado de la oferta. Algunas películas ya vieron pasar el tiempo, su estreno pasó desapercibido, quizá ninguneadas por el público y la crítica pero, a pesar de todo, como por arte de magia, ojos nuevos revelan su valor y persisten. ¿Por qué no las apreciamos? Acaso se perdieron en el huracán propagandístico que oferta cintas estrepitosas, con bufones y encueratrices de moda. Sea lo que fuere, la colección Criterion nos acerca, gracias a la magia del Internet, a obras de otras latitudes, de otros tiempos, desdeñadas, vituperadas, algunas perdidas u olvidadas y vueltas a encontrar. Gracias Criterion. Ermanno Olmi, no se considera neorrealista, pero lo es. Monta la cámara en tripié, no usa actores profesionales, ni estudios, ni iluminación artificial, ni filtros. De su factura ya había visto la prenda, El árbol de los zuecos, donde enjuicia la esclavitud del campesino a manos de terrateniente. Es un poema al campo y a las buenas gentes que viven, laboran, pasan y sueñan (Machado). Le tocó competir con los gigantes: el barroco Visconti, el circo de Fellini, el existencialismo de Antonioni, la inspiración de Passolini, inclusive, con un emergente Bertolucci. Perdura su visión, sin pretensiones, ni prima donas, [*] ni malabarismos técnicos, ni cámara desafiante, ni alta costura, ni maquillaje esplendoroso, ni banda sonora rimbombante. No hay duelos de armados, ni persecuciones, ni afiebrados choques de cuerpos encuerados, hay miradas sugerentes, un baile, una sonrisa. Es cine sencillo, proletario, auténtico. El destino que juega varias cartas a la vez me reservó la mejor butaca (en casita) y me brindó dos films breves que tratan de la prole moderna que se adentra en el largo túnel. IL POSTO (el puesto, 61) es la mejor. Es la historia de un joven, recién emigrado a Milán desde la campiña, busca un puesto que es más bien castigo. Una oda al trabajador que entrega cuerpo y alma a las grandes compañías. Queda un asomo de consuelo, los ojos de una mujer, la esperanza de un noviazgo, un tacita de café en un local repleto, un paseo por la metrópolis que se agiganta. I FIDANZATI (Los novios, 63) no le va a la zaga. Ahora el trabajador ya tiene tiempo en una constructora, sus obligaciones lo obligan abandonar a su anciano padre y lo alejan de su novia, que ya lleva largo esperando el anillo. En el calorón de Sicilia, el obrero escapa por las salinas, el campo, la playa, en una existencia solitaria y mediocre. Lo que uno tiene que hacer para comer. * Se habla mucho de los actores no profesionales de Rosselini en el himno al neorrealismo, Roma ciudad abierta. No olvidar que sólo actúan Ana Magnani, a quien la crítica bautizo de feroz, volcánica, apasionada, intrépida y excitante, con casi 30 años de experiencia sobre las tablas y Aldo Fabrizi, con 14 años de experiencia en el teatro. Por lo tanto, cuidado con lo que por ahí se dice.
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Saúl Holguín CuevasBrevis kurrikulum vitæ Archives
February 2023
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