El deportado
Por Saúl Cuevas La rabia cegaba mi pluma. Pero, a pesar del odio reinante, me negaba a escribir panfletos. Pasó el tiempo. Tras el último homicidio cotidiano de un paisano, a manos de la policía, escribí una nota y la mandé a mi amigo Muñoz para que la publicara a su página web: Peregrinos y sus letras. Tenemos años colaborando y en cuestiones de política nunca hemos diferido. Por eso me extrañó cuando recibí su respuesta: ¿Estás seguro que quieres que publique este artículo? Te puedes perjudicar. Adelante. Llegaron a mi casa de noche, intenté calmarme al ver a los agentes, respetuoso los saludé. Me identificaron. Se quedaron con mis documentos y me arrestaron tras leerme deberes y derechos. Fui a parar al corralón donde me consolé compartiendo desgracias con paisanos, mujeres, niños. Clareaba el día cuando me llamaron dos fornidos. Me condujeron a un cuarto a media luz. Dos tinterillos al otro lado de una mesa me señalaron el banquillo: Saúl Cuevas, alias, Saúl Holguín Cuevas. Yo soy. ¿Eres ciudadano de los Estados Unidos de América? Lo soy. ¿Desde cuándo? Desde el 1979, julio, quizá agosto. ¿Eres patriota? Inquirió el segundo que estaba frente a una pantalla. Veo que has citado a un tal Johnson muchas veces: Patriotism is the last refuge of a scoundrel. De acuerdo al diccionario, scoundrel equivale a bribón. Bueno, eso lo dijo el Dr. Johnson, yo lo cité. ¿Estás de acuerdo con él? ¿Crees que un patriota es un bribón? No necesariamente. Pero, ¿por qué citas tanto al doctorcillo ese? Veamos, esto lo escribiste tú: La policía son los perros rabiosos encargados de cuidar a los ricos y poderosos. Si no eres como ellos, y tienes suerte, te muerden; si andan de malas, te matan ¿Lo escribiste? Imposible negarlo. Sellaron mi pasaporte, CANCELADO, lo rompieron. Serás deportado en el próximo tren. Esa misma tarde nos transportaron en un tren de carga hasta San Ysidro. Crucé la Línea a través de una valla resguardada por militares armados. BIENVENIDO A MEXICO Sopesé a quien buscar para que me ayudara. Antes tenía tantos cuates, pero dejé de cruzar la frontera y los fui extraviando. Alguien me dará un taco: La Cuata, no traía su dirección; La poeta Oralia, nunca me acordé de preguntarle en donde vivía ni en la escuela donde trabajaba; Tendría que ir hasta San Luis a pedir asilo a Meneses; quizá hasta Mexicali para refugiarme con Elvis, pero no traía dinero. Me sentí abandonado entre la enorme tristeza de mi gente. Busqué refugio en una pared y me desplomé. Lloré lágrimas desesperadas al pensar que en mi patria empecé mi vida mendingando un pan y ahora la concluía en las mismas condiciones. Ganas me dieron de escaparme por la Puerta Falsa. En esas estaba cuando noté que una señora, ya entrada en años, no me quitaba la vista. Me entristeció pues me recordó a una persona querida. Se acercó, nos reconocimos. Me postré para recibir su bendición, me incorporé y le di un beso en la frente. Saulito, estamos en el mismo barco. © Saúl Cuevas
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Saúl Holguín CuevasBrevis kurrikulum vitæ Archives
February 2023
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