Por Saúll Holguín Cuevas
Cine italiano 3 EL auteur italiano Roberto Rossellini medita sus glorias y sus miserias en cinco cintas con protagonismo de la incandescente musa Ingrid Bergman. Criterion rescata tres: STROMBOLI (50), EUROPA 51 (52), y VIAJE A ITALIA (54). Suficiente para aclarar porqué se ha reevaluado la labor creativa del italiano, un grande de la pantalla, un atrevido. En eso andaba cuando me topé con ANGUSTIA (La paura [Angst], 54). La historia es conocida por todos. La Musa escandinava abandonó los reflectores de Hollywood, abandonó esposo e hija para entregarse, cuerpo y alma a las proletarias veladoras del neorrealismo y al maestro. Rosellini largó, no solo a su amante, la actriz, Anna Magnani, sino también a su esposa. Pero el inquieto director, dio un giro, dejó el neorrealismo y se adentró en meditaciones existencialistas sobre la mujer moderna, el matrimonio y, de paso, enjuicia el cine mecanizado, glamoroso, maquillado, de donde venía la Diosa. Propone el cine de autor con sello original, improvisado en la marcha. La Musa las pasó desabridas, su vida se vería reflejada en la pantalla en cintas que no convencieron a nadie, pero, con el paso del tiempo, idos los protagonistas, cobraron valor y aprecio. En Stromboli una mujer elegante, arrastrada por los estragos de la guerra, intenta sobrevivir en una isla de miserias. Brillantes tomas de una violenta pesca de atuneros y del volcán y de la playa rocosa y de los sobrevivientes que ahí perduran. En Europa 51 una mujer burguesa conoce la vida de los fregaos y se entrega a ayudarlos, La tildan de desviada y la encierren en el manicomio, en donde los pobres la veneran como al de Asís. En Viaje, una pareja rica y elegante bebe y riñe. Brillantes tomas de las catacumbas, de las fumarolas del Vesubio, de la cueva de la Sibila de Cumas (según el mito, la que profetiza y, aunque envejece, como las famosas del cine, alcanza a vivir mil años). Joyas arqueológicas de la Italia eterna apreciadas por la sensible mujer. El caballero se dedica al placer de socializar y a medio seducir. Angustia es la menor de las aquí expuestas. Diez años después de la guerra, Rossellini retorna a Alemania (Múnich). Se ha superado la destrucción y la ciudad vibra una vez más, pero las profundas heridas de la guerra y de los campos de concentración persisten. El matrimonio del rico y la bella intenta autodestruirse a pesar de tenerlo todo: dinero, criados, dos hijos güeritos, niño y niña desde luego, una nana querendona. La cinta pierde potencia con el final rosa. El existencialismo y esa maldita angustia ó angst no es tema para ponerse a reír. El espectador sale de la sala confundido, meditabundo, intentando entender la vida. El tema alcanza la cumbre con la trilogía de Antonioni, jugoso hueso para roerlo con paciencia y extraerle todas las delicias. En la Europa de después de la Guerra Grande, el matrimonio casi caducó. Y con razón, lo afirma la misma raíz de la palabra cónyuges: unidos por un yugo. Pero no todo está perdido, el director nos invita a consolarnos con lo espiritual, con el arte y la naturaleza únicos consuelos en este remolino irracional. Así lo apunta el sacerdote que aconseja al personaje de Ingrid en Stromboli: Contrólate, sé humilde, reza. No hay diotra.
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Saúl Holguín CuevasBrevis kurrikulum vitæ Archives
February 2023
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