MENUDENCIAS EN EL MARISCOS SINALOA
Saúl Holguín Cuevas Dedico al Tito aka Trey CON fuego en las cañerías producto de los excesos en la víspera, arrancamos con Tito en busca del Menudo. Menuda decepción. En nuestro desierto finiquero (Phoenix) abundan los locales mexicanos que venden mariscos con la frescura de rocas volcánicas, por lo tanto, los evito. Conste, con los salados (mares) contaminados, los hijos de la mar, de existencia comprometida, se cultivan en el artificio. Langosta y abulón son tan preciados como diamantes, por lo tanto, alejados de mi bolsillo. Mas al Sinaloa no fuimos en busca de pez, nos llevó el ansia de pata y panalillo vacuno: Menudo, el todopoderoso bálsamo. Por el camino me llega un grato recuerdo de un menudo verde (blanco), sazonado con hierbabuena, consumido con satisfacción, tiempo ha, en el mismo Sinaloa. Entonces el local era una casucha donde nos apretujábamos media docena de paisas. Clausuraron la casucha y a un costado levantaron, de la noche a la mañana, un pomposo restorán. Auténtica Venus otoñal, teñida, fofa, que bien hiciese en limitar sus escapadas a noches sin luna: las mismas flores de plástico, la misma pintura regada en sillas y paredes, los mismos adornos y curiositos pintarrajeados por un borracho, las mismas incómodas sillas bajas, la misma ambivalente atención al cliente del típico mesero simpaticón, torpe e inoportuno, de los aborrecidos Fine Mexican Foods, esos impostores que pululan por estos pedregales. ¿Y la comida? Los chips, tortillas duras del Sam’s, casi rancias, acompañadas de una salsa aguada sin espíritu. Dos dolarotes por las azucaradas Mexican sodas; y el fuego de tan apreciado y bravucón chiltepín[1], obligado adorno de toda mesa sinaloense, ausente. Cuando reclamé me aventaron uno sin duda cosechado décadas atrás. Aún hay más: Apenas tibiezón el menudo blanco, mal encarado, sin sal, sin sabor y, para colmo de tantos males, el medio ambiente glacial por el chillante aire polar, innecesario en una mañana otoñal. Al menos la cebolla fue picada con propiedad, no a mordidas como suelen. En fin, amigos, pagué seis con cincuenta por tres tortillas de maíz confeccionadas a mano, lo único memorable de la jornada. Nota posterior: Mariscos Sinaloa cerró sus puertas. Enrequetebuenahora. FOTO: © José Reyes García. Placa tomada en Patagonia, Arizona. La imponente lechera frisona (Holstein) desciende de la región frisosajona (Alemania, Países Bajos) [1] Los expertos proponen que el Chile amachito, chile chiltepín, chile chipotle, chile verde, mata de chilar chiltepé. En Oaxaca: tzon tz a kitza; En Puebla: acxispin (en tepehua, idioma que hablan algunas diez mil personas en la región del centro de México); akgrsispin, pin en totonaco (hablado por unas quince mil personas en el área de Veracruz); también Veracruz: stilampin; En Yucatán: chakik, ya’ax ik; En San Luis Potosí: its (tenek, también huasteco hablado por algunas doscientas mil personas en la región huasteca o Tierra Caliente del Golfo). Por otros conocido como chilpitza, nguisa, chile tepín, chile mosquito, chile de pájaro, chile silvestre tecpintle (capsicum annum en su versión: glabriusculum) es quizá el chile original del que descienden los otros. Las aves gustan comerlo y así lo han esparcido por muchos rumbos. Dr. Hernández: El segundo genero de chile, llaman CHILTECPIN, por causa de los mosquitos a quien parece que ymita (asemeja).
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Saúl Holguín CuevasBrevis kurrikulum vitæ Archives
February 2023
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