Plan para darle chicharrón a Arpaio
Saúl Cuevas Rabiando llegó a casa un vecino, mantendré su nombre en el anonimato, aunque pronto, con toda certeza, lo delatarán los diarios a ocho columnas. Llegó rabiando. Apenas se medio tranquilizó tras aventarse un six. El, que caminó con la Muerte al costado, que había matado niños y mujeres y un montón de gooks en Vietnam, que su castigado muslo recibió un par de balas, se quejaba con amargura. Fue víctima de la peor degradación en su vida. Por una infracción insignificante lo encerraron en una choza candente como chimenea, lo alimentaron con comida para perros y lo condenaron a ponerse calzones color rosita. Había caído en una de las mazmorras del cherife mayor, Joe Arpaio. La cosa se aclaró tres días después, recobró su libertad. Por ser un veterano de la guerra no las trae todas consigo. Venía a pedir mi académica opinión acerca de la mejor manera de vengar el insulto. Su meta, darle chicharrón (asesinar) a Arpaio. Por culpa de un tick nervioso, al hablar pronunciaba Arpillo o algo parecido. Intenté disuadirlo. Insistió de la peor manera. Para darle paso, enumeré probables asesinos profesionales: la CIA, la Mossad, los federales, los mujahiddin, los hassasin, los sicarios, los kaibiles, los ninjas. Descartados, sus pretensiones económicas están lejos de su presupuesto. Entonces, propuse el uso de una cerbatana (especie de tubo de madera) y un dardo cargado con veneno de ranas de Amazonas, ya sea la arlequín, tintórea o jergón. Buena idea, ya el Popol Vuh documenta la efectividad de la cerbatana, inclusive en el Amazonas se usa para matar changos. Descartada por peligrosa y difícil de conseguir. Después propuse cuatro asesinos profesionales, un tal Simpson, un tal Condit y un dúo, los Ramsey. A pesar de sus torpes métodos, gozan de letal fama. Descartados, se especializan en eliminar mujeres, meseros chulos y muchachillas. Entonces, como buen aficionado del detective, Sherlock Holmes, propuse varios métodos: un áspid venenoso, un perro rabioso, un virus tropical, un potentísimo veneno africano extraído de la raíz de una planta conocida como, Pezuña del Diablo, al parecer produce la locura y la muerte. Descontados por conocidos, tomando en cuenta la fama de Holmes. ¿Qué tal una seductora? Imposible, el cherife mayor es un misógino. En eso estábamos cuando entró mi vecina, doña Chonita: Güenos días les dé Dios, siñores. A pesar de su apariencia de abuelita bonachona, en el barrio nadie la puede ver, carga fama siniestra y de frecuentar malandros. El vulgo (las malas lenguas) le atribuyen poderes sobrenaturales, la acusan de bruja y de que congeló a su primer esposo para casarse con un chavalón. Esa medianoche nos encontró en el panteón, en una bolsita pusimos tierra del camposanto, unos huesos robados de una tumba y sal. Al día siguiente un vecino, que trabaja de yardero en la casa del cherife, plantó el paquete. Y para rematarlo, tolvache[1]. Para culminar el crimen perfecto quedamos en invitar al Arpaio a una fingida conferencia de prensa, un día caluroso, cualquiera en Fénix, colocaríamos, entre cámaras y micrófonos, un estratégico vaso de agua repleto con hielo y su dosis de toloache. Para hacer más auténtica la artimaña, planeamos contratar la complicidad de una de nuestras chulas de la pantalla, vestirla con el acostumbrado uniforme arremangado, instarla que despliegue sonrisa y sex appeal latino y haga entrar en confianza al cherife, adicto a los reflectores. ¡Adiós Arpaio! Ahora si te cargó Pifas. © Saúl Cuevas [1] Toloache, toloachi, toloatzin, tolvache, flor de muerto, yerba del diablo (del azt. toloa, inclinar la cabeza y tzin, reverencia: Una de las mujeres de la finca, mestiza de Zacualtipán, diagnosticó un envenenamiento con toloache” (Santamaría; cita de Magdaleno.).
0 Comments
Leave a Reply. |
Saúl Holguín CuevasBrevis kurrikulum vitæ Archives
February 2023
|