Vaporosos
Saúl Cuevas Fue en la Tijuana de algunos 44 años atrás. Una taquería en la calle Constitución fue mi perdición: me adicté a los tacos de cabeza, al vapor. Desde entonces, en feroz y hambreada búsqueda, lo he andado persiguiendo sin éxito. Con el vertiginoso paso de los calendarios, para evitarme trastornos digestivos, me alejé de los antojitos callejeros. El otro día, girando por callejuelas tapatías, atraído por las campanas y el carrillón del magnífico Expiatorio. Me acerqué a un carrito ambulante, Tacos Santo Goyote. Contra toda lógica y rogando mil disculpas a mis amigos veganos, a pesar de ya haber cenado, poseído empalme tres: cabeza, cachete y labio, con todo; servidos por el veloz Francisco. La noche siguiente fueron cinco, el jueves cuatro, el viernes cinco. ¡Bendito vicio! Olvidando la dieta y la razón, regresé el sábado por seis. Quitado de toda pena comía mis tacos cuando, desde el templo, surcaron las sacras notas de Mozart, esculpidas por un coro, varios instrumentos y el órgano. Por unos instantes me creí en la misma Gloria. © Saúl Cuevas
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Saúl Holguín CuevasBrevis kurrikulum vitæ Archives
February 2023
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