Señor Millonario
Por Sonia Silva-Rosas El señor millonario despierta, como todas las mañanas, en su cama estilo Luis XV traída desde Francia. Abre los ojos y percibe ese olor de su habitación y se incorpora. El señor millonario se pone sus chanclas costosas traídas desde la mismísima Arabia; se frota los ojos y su lengua ensaliva ese sabor pastoso en su boca; se pone su bata de seda y se encamina lento a su lujoso baño. No decide si meterse a la tina y sumergirse en las sales traídas desde el Mediterráneo, y las esencias de oriente, o darse un baño “normal” con alguno de sus shampoos costosos que esperan la decisión del señor millonario, enfiladitos en el mueble traído especialmente de España para ese su cuarto de baño con jacuzzi integrado. El señor millonario decide por el shampoo energetizante. Será un día movidito, se dice, y siente cómo cae el agua de golpe sobre su cabeza. Le gusta el agua caliente, le fascina que el vapor invada ese espacio; es una forma rápida de quitarse el frío, se dice, y piensa en el traje que se pondrá el día de hoy. Es una ocasión especial, se dice ahora en voz alta, noticias desde Nueva York, desde la Bolsa y, según palabras de su secretario, serían noticias bastante buenas, noticias que hablaban de dinero, de mucho dinero a su favor. Al señor millonario le encanta llegar a la oficina y encontrarse con su secretario. Le da gracia ver la envidia reflejada en el rostro de ése que debe soportar su arrogancia a cambio de unos cuantos pesos. El señor millonario sonríe al ver en su memoria la estampita de la jeta del secretario envidioso; talla su cuerpo y disfruta ese aroma a cítricos. Recuerda entonces la cara de su secretario el día que lo descubrió cogiéndose a la secretaria de Olvera, ésa que tanto le gusta a su secretario, ésa a la que llevaba meses conquistando. Al muy cabrón del señor millonario se le había ocurrido citar a reunión a su secretario, justo a la hora en que tenía empinada a la secretaria de Olvera. Al señor millonario nunca se le olvidará la cara de sorpresa y despecho que se le pintó a su secretario; todavía le hizo la seña de que esperara, de que no se fuera, de que ya estaba por eyacular… Y después de terminar y sacudirse la verga ante el atónito secretario, el señor millonario le propinó una nalgada sonante a la secretaria de Olvera que, sin levantar la cara del escritorio, sólo atinó a bajar del mueble con cuidado, bajarse la falda, buscar su tanga y salir de la oficina esquivando la mirada decepcionada del secretario. El señor millonario sonríe por tanto triunfo, le fortalece saberse invencible, un conquistador, un poderoso. El señor millonario es eso, alguien a quien nada le falta, nada le atormenta, nadie le detiene. Cierra el chorro del agua, respira hondo, satisfecho. Sale y da un primer paso fuera del área de la regadera y, justamente al dar el segundo paso, el señor millonario resbala y espantado busca a qué asirse, sus ojos miran hacia todos lados, sus manos buscan a qué aferrarse; y el cuerpo del señor millonario cae estrepitosamente y su cabeza se estrella contra el suelo, y él siente cómo algo en su cabeza revienta, y cómo el olor a cerebro reventado le llega a la nariz mientras sus ojos buscan grabar alguna última escena y queda ahí, encuerado y tendido, muerto, esperando a que ese secretario al que le embarraba su éxito y sus millones, fuera a buscarlo y hallara su cuerpo. © Sonia Silva-Rosas
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Ojos de rata
Sonia Silva-Rosas El semáforo se puso en rojo. Ella, de leggins azules y blusa entallada se acerca al microbús para lanzar agua y lavarle el parabrisas. A lo lejos, él la observa; callado, aguzando sus ojillos de rata sin perder detalle. En una ciudad tan grande como ésta, las pasiones se dan el gusto de salir a la hora que se les hincha la gana, y las ganas de ese hombre de ojos de rata habían sido convocadas en ese momento. Por la cabeza del hombre comienzan a correr un sin fin de imágenes... Una tras otra, sin tregua... El tiempo que dura en rojo un semáforo es demasiado corto, justo para cogerse mentalmente a una drogadicta y darle rienda suelta a las pasiones más oscuras de un hombre de ojos de rata. Él recorre esas nalgas con la mirada, sus pupilas llevan a su estúpido cerebro la imagen de su boca besando esa carne que, no por dejarse llevar por el vicio, se le antoja. Oh, qué vasta puede llegar a ser la imaginación cuando de proveer imágenes de cogedera se trata! El hombre con ojos de ratón ha logrado, incluso, fantasear con el olor que pudieran tener esos dos trozos de carne bien torneada que ahora se sientan sobre el cofre de un Tsuru para limpiar el parabrisas. Entonces el hombre da una segunda, tercera mordida y mete su lengua en el ano de la viciosa. Ella, agradecida, gime de placer mientras absorbe el olor de su mona; luego le da un beso largo, largo como el minuto y medio que duró ese semáforo que ahora cambia a verde y que obliga al hombre de ojos de rata a alejar su lengua del ano de la drogadicta para meter primera y avanzar. Más tarde vengo, se dice, igual por unos cuantos pinches pesos la convenzo y me la llevo al motel. © Sonia Silva-Rosas Para Amparo Dávila
Por Sonia Silva-Rosas Un pequeño homenaje Si vieras qué chulas se veían las sandías ahí, atrás de la camioneta. Josefina las acomodó rebien, hasta parecía que había agarrado una regla y había medido el espacio entre una y otra. El mantel verde se confundía con la cáscara y resaltaba el rojo de la fruta que se veía fresca, rebosante de jugo. Con el calor hasta se antojaba detenerse y darle de mordidas a uno de los trozos que se asomaban coquetos entre vasos de plástico, cuchillos, saleros y chile piquín. No había mucho viento pero el poquito que hacía llevaba el olor a sandía a la nariz de quienes por ahí pasaban. Nomás de oler la sandía me acordé de los labios de la Ceci, carnositos y rojos, pa colmo se pone brillito sabor sandía, así que ya te imaginarás, pa pronto se me vino a la cabeza aquella tarde, ándale, esa, en el estanquillo, cuando le robé ese beso. Ella nomás cerró los ojitos y yo ni de Josefina me acordé, me dejé llevar y mis dientes mordían y mordían sus labios carnositos, carnositos te digo, y por mi nariz entraba su olor a carne joven, a sandía fresca. Ahí me quedé parado, debajo de uno de esos árboles grandotes y frondosos que están en uno de los camellones de Paseos, con la mirada fija en los carros que pasaban y con la memoria perdida en los pocitos que se le pintan a la Ceci en sus mejillas cuando se sonríe. Te juro que no me di cuenta cuando llegó ese güey al puesto. Antes de quedar en trance, con el olor de la sandía y los labios de la Ceci prendidos en mis recuerdos, sólo vi mucha gente que esperaba el RTP y a esos camiones que van a San Ángel, Copilco y Viveros. Algo tronó cerca de nosotros, igualito a los cuetes que lanzan en las fiestas a nuestra Señora de Santa Lucía allá, en el pueblo. Pa pronto todo mundo se lanzó al suelo, la calle se llenó de cuerpos regados por todas partes y se escuchaban gritos de susto, de pánico. El viento ya no jugaba entonces con el aroma de las sandías sino que comenzó a regar olor a pólvora. Cuando abrí los ojos vi de cerquita el pasto, hasta vi un caracol que, imagino, trataba de entender qué jodidos hacía yo allá abajo, mirándolo de cerquita. Levanté los ojos y busqué pa pronto a la Josefina. No la vi y la verdad me asusté. Poco a poco me fui levantando, miraba pa todos lados, no fuera a ser que de nuevo comenzara la tronadera y, cuando vi que los demás ya estaban de pie, me entró la confianza y crucé la calle. Cuando llegué a la camioneta, ahí, justo debajo de las sandías, estaba el cuerpo de ese güey, con un buen de agujeros en el pecho y en la cara. Corrí pa delante de la camioneta a buscar a la Josefina y estaba ahí dentro, llorando, tirada debajo del volante, azorrillada entre los pedales de la camioneta. Abrí la puerta y le pregunté que había sucedido. Salió como pudo y se abrazó a mí. Me dijo que un carro gris, de esos grandotes, lujosos, se había parado a preguntar cuánto costaban las sandías y que de pronto unos fulanos habían abierto el cristal trasero del carro y comenzaron a dispararle al güey. Ella nomás atinó a correr pa dentro de la camioneta y se había puesto a rezar en voz alta. La gente comenzó a llegar a la camioneta. Todo mundo gritaba, las viejas lloraban y algunos güeyes le llamaban a la patrulla y a la ambulancia. Mucha, mucha gente, no sé de dónde sale tanta gente cuando hay una desgracia, es como si alguien moviera cada pedacito de tierra y de ellos brotaran las personas. Yo pa pronto pensé, bueno fuera que todos me compraran una rebanada de sandía, con eso salvaríamos la venta… pero no, nadie se iba a ocupar en ese rato de tragar sandía en medio de tanta sangre, ni por mucho que fuera el calor, ni por mucha que fuera el hambre. Nadie se iba a tragar una rebanada de muerte. Ahí se quedaron todas las sandías, bien acomodaditas, una detrás de otra, observando desde la camioneta y su exacta simetría como la muerte jugaba con el viento de la tarde, como el miedo llenaba a la gente y le espantaba calor y sed. Todos, con el hocico seco, mirábamos el cuerpo de ese güey tirado mitad en la banqueta, mitad en la avenida, con los ojos clavados en el cielo azul, un azul como no es costumbre ver en esta ciudad. Ya no vendimos nada, todo lo tiramos a la basura, todo, todo se había quedado, salado por la muerte. © Sonia Silva-Rosas Rebeca
Sonia Silva-Rosas Le gustaba sentir cómo caía el chorro de agua en su espalda. Cerró los ojos y respiró profundo. Comenzaba el invierno y bañarse con agua caliente hacía, de alguna manera, que se suavizara la rudeza cotidiana. Se quedó ahí, sintiendo cómo, ahora su cabeza, recibía el agua caliente para hacerla sentir viva. Eran cerca de las doce del día y la Landin entró por la ventanita del baño. Fue un juego y yo perdí, ésa es mi suerte, y pago porque soy buen jugador. Tú vives más feliz, ésa es tu suerte, qué más puede decirte un trovador… Como era ya costumbre en Rebeca, levantó su cara hacia la regadera y confundió con el agua caliente el correr de sus lágrimas. No le gustaba aceptar que le habían avisado lo que iba a pasar. Se engañaba, se culpaba. Desde un inicio le dijeron lo que se le vendría encima en caso de continuar en su empeño de no ver la realidad; y es que cómo puede uno llegar a pensar en una relación seria con alguien veinte años menor. Suspiró de nuevo, profundo, y contuvo la respiración un momento para calmarse, así como aquella tarde, cuando el accidente. Ese día algo le decía que no subiera a la moto de Román, que mejor se quedara en casa, que no valía la pena pasar por esa aventura. Todo iba muy bien hasta que, ya encaminados y a toda velocidad, justo antes de tomar La Pera, Román se enteró de que nada le había dejado el recién fallecido esposo a Rebeca. No estoy herido, y por mi madre que no te aborrezco ni guardo rencor, por el contrario, junto contigo le doy un aplauso al placer y al amor. Qué viva el placer, qué viva el amor, ahora soy libre, quiero a quien me quiera, qué viva el amor. Román no era tan bueno para andar en motocicleta a toda velocidad. Después de voltear a reclamarle a Rebeca y echarle en cara su “sacrificio”, Román perdió el control y derrapó. El cuerpo de Rebeca salió disparado y cayó en seco sobre el asfalto. Tres días le tomó a Rebeca regresar a este mundo; tres minutos le tomaron en ese momento para recordar que estaba debajo de la regadera. Cerró el paso de agua, tomó la toalla y comenzó a secar su cuerpo: su cabello, el torso… Debía secar bien, que no quedara húmedo. Después de la Landin, llegó Toña la Negra: Ya no podré ni perdonar ni darte lo que tú me diste, haz de saber que en un cariño muerto no existe el rencor, y si pretendes remover las ruinas que tú mismo hiciste, sólo cenizas hallarás de todo lo que fue mi amor… Rebeca puso con mucho cuidado la prótesis en lo que había quedado de su pierna izquierda y, también con mucho cuidado, se levantó de la silla de ruedas. Aún no se acostumbraba a esa parte de su cuerpo. Cada uno de sus movimientos era lento, se concentraba antes de dar cada paso. Así salió del baño, con mucho cuidado. Cerró tras de sí la puerta, y sólo alcanzó a escuchar como un murmullo lo que Toña repetía “sólo cenizas hallarás de todo lo que fue mi amor”… © Sonia Silva-Rosas Amaranto Arizona
Sonia Silva-Rosas Carmela Carmela, entiéndelo. Mira que venir a hacer lo que se te da la gana, hacer conmigo lo que se te antoja y luego hacerte pendeja, no, en serio, no te pases. Mira, Carmela, fíjate bien: fea no eres, en serio, mírate bien… ¿Ves?, mira tus ojos redondos, bonitos… Pispiretos; y qué me dices de tu boca, así, carnudita, sabrosa. Imagino que los hombres que te besan deben pensar que muerden un durazno cada que sienten tus labios. Carmela, Carmela, mira, la vida no es así como tú dices y, en serio, ya estoy llegando al límite del fastidio contigo. No me das mi lugar, Carmela, y también te faltas al respeto. Tiro por viaje, Carmela, te acuestas con cuanto cabrón se te atraviesa, eso no está bien; y vienes aquí a presumirme tus quejidos y tus desfiguros, justo aquí, en donde sabes, Carmela, que también vivo. No, no me des la espalda. Deja de jugar con el agua que cae de la regadera, Carmela, ponme atención, carajo. Siempre haces lo mismo. Después de las cogidas que te dan, simulas que todo está bien y te engañas pensando que el cabrón que se fuma un cigarro en tu cama, esperando a que termines de lavarte su semen, te ama y vivirá contigo toda la vida. Carmela, no seas ingenua, mira: la vida no es lo que tú pretendes imaginar… Si vieras todo lo que veo a diario, no creas que permanezco aquí, esperándote a que regreses, Carmela. Cuando tú llegas a esta casa yo ya fui y vine y, en serio, regreso con el cansancio a cuestas porque recorro la ciudad, literal, Carmela, recorro toda esta ciudad y si vieras todo lo que veo y escucho, te sorprenderías, Carmela, te irías para atrás nomás de escuchar tanta porquería y de ver tantas cochinadas; sí, sí, ya sé que me dirás que yo me alimento de esas cochinadas pero, vaya, me refiero a porquerías mayores, Carmela, actos que sólo ustedes son capaces de llevar a efecto. Carmela… Carmela… Mírame, luego te enjuagas… Mira, Carmela, ese fulano no te quiere, no sabe de amor verdadero; ¿qué no escuchas su tono de voz?, ésos que son muy dados a la mentira tienen una forma peculiar de entonar sus frases y expresiones. Te hará un hijo, Carmela, y nada podrás hacer cuando quedes panzona. Dime, qué sabes hacer… ¡Nada!, y no creo que con el sueldito de la maquiladora te alcance para mantener a un chamaco, Carmela, mira cómo está la situación, mira cómo todo está de caro; hasta yo le batallo, ¡en serio!, la situación está de la chingada, Carmela, que se ponga un condón ese grandísimo cabrón, o tú tómate algo… Carmela, Carmela, ¿me estás oyendo, Carmela? ¡Me lleva la chingada contigo!, siempre haces lo mismo, siempre me das la espalda y sólo veo cómo te enjuagas las nalgas y la vagina, preparándote para otra cogida. ¡Allá tú, Carmela, allá tú! Luego no digas que no te advertí, luego no te andes quejando, lloriqueando como la vecina del nueve o batallando como la chavita que salió embarazada, sí, ésa que vive en la vecindad de la calle de Mina. No te quejes, Carmela, no te quejes que yo te advertí y tú, como siempre de mal agradecida, ignorándome, que mira que no sabes aprovechar los dones, la forma y las habilidades que como mosca Dios me dio y, sabes qué, ahí te ves, voy a echar carrera porque es la hora en la que sacan la basura del mercado y no quiero que las demás se lleven lo mejor del desperdicio de este día. Hasta más tarde, Carmela… © Sonia Silva Rosas Sonia Silva-Rosas
La Escalera Los techos se ven distintos cuando las tardes comienzan a caer. Ahí se reúnen poco a poco las sombras para saborear los recuerdos que se han grabado en ellos y así, lentamente, después de morder cada recuerdo, lo eructan hasta pintar de oscuro no solamente los techos, sino la habitación entera. Desde hace cuatro años Ofelia ha sido fiel testigo de este banquete. Y es que es muy distinto contemplar los techos cuando uno descansa, piensa, reflexiona o, en su caso, recuerda. Observar los techos debajo de una escalera significa no sólo participar de alguna manera en la comedera de las sombras, sino también sentirse relegada, abandonada, expuesta, pues mientras las sombras devoran sus recuerdos, el tiempo la devora a ella. Cuatro años han sido suficientes para que Ofelia acepte que ya no es la misma de antes. Su cuerpo ya no funciona como cuando tenía cuarenta; se niega a hablar, no la dejan caminar y su estómago le ocasiona demasiados problemas. Así pasa Ofelia los días y las noches en la inmensidad de aquella casa, debajo de la escalera; buscando la manera de soportar el frío y de aguantar el hambre para que su estómago no actúe en su contra; contemplando el paso del tiempo a través del ventanal que mira hacia las otras colonias, escuchando el canto de los pájaros que ya no cuida y las voces que ha logrado guardar en su cabeza... Su cabeza... Esa parte del cuerpo que en ella se ha transformado en una sala de cine de principios del siglo veinte pues así pasan los recuerdos por su memoria, como película en blanco y negro: su esposo y las amantes, sus hijos, sus nietos y biznietos, su despertar a las cinco de la mañana, la cocina y la rutina, una rutina que extraña, que añora, porque no es lo mismo el trajín cotidiano del que todos nos quejamos, a permanecer debajo de esas escaleras con la vista clavada en el techo, con la vista y el corazón clavados como mariposas y sí, Ofelia quisiera ser mariposa y volar lejos, muy lejos, allá donde todo fuera como antes; levantarse y caminar, bajar las otras escaleras, salir a la calle y sentir... Sentir... Porque Ofelia ya no siente desde hace cuatro años. Permitió que clavaran su corazón bajo la escalera, una escalera que sólo baja hasta lo más profundo de sus recuerdos, estos que busca defender de las sombras. Una escalera que, sabe, sólo tiene dirección de bajada. Para ella ya no existe nada más allá de la escalera, los caminos se reunieron de golpe y se le cerraron. Y mira hacia el pasillo que lleva a la salida, mira el ventanal que le restriega en la cara el paso de la vida, una vida que poco a poco la lanza hacia el otro lado, ése al que ninguno quiere llegar, al que todo mundo se resiste pero al que todo mundo llega por diversos caminos. A ella le tocó una caída, perder el control de su cuerpo y finalmente, esta cama debajo de la escalera, una cama de la que no puede moverse, de la cual no puede escapar... La cama, la escalera, el techo y los recuerdos, las sombras... Sombras... Es que no es posible que a uno lo dejen abandonado a sus sombras, sin una luz que ilumine siquiera la llegada de ese otro lado, con los zapatos abandonados al pie de una cama esperando que el dueño los calce. No, no es posible – piensa - y Ofelia intenta incorporarse, lo logra, se marea y regresa al colchón que intenta tranquilizarla...Ya Ofelia, ya, éste es tu lugar, no intentes nada nuevo. Resígnate a contemplar cómo cae la noche, cómo llegan de nuevo las sombras, así, así, quietecita… Mira, de nuevo comenzó tu película en blanco y negro. Recuerda Ofelia, recuerda, que de recuerdos vive el hombre, de recuerdos y de resignación. Y Ofelia se aferra al trapo que le sirve de cobija y observa de nuevo su película, ésa que parece todo mundo olvidó, para transformarla de primera actriz a habitante de las sombras. Ofelia, Ofelia... Tan atenta estás a tu película que tu estómago se ha olvidado de lo que tiene prohibido, le dice el colchón y, seguido, se escuchan voces en las otras escaleras, ésas que llevan a la calle. Las luces se encienden. Por fin la luz que ahuyenta las sombras... ¡Ay, qué feo huele! Gritan quienes llegan... ¡Me lleva la chingada! Ésta ya se cagoneó toda... ¿Qué, no entiende? --- Grita la mujer mayor--- Mire nomás. ¡Es una puerca! Y la mujer mayor levanta a Ofelia, estruja su cuerpo, castiga su desobediencia mientras Ofelia sólo cierra los ojos. ¡Es una puerca! Mire nomás, ya batió todo de cagada ¡Ay, no! Ándele, la voy a meter a bañar... ¡No, cuidado, se va a salir del pañal! --- Y la saca de la cama a empujones mientras el resto huye a la planta alta para evitar los malos olores de Ofelia. Ofelia se incorpora, se marea, se recupera y camina lentamente hacia el baño. Detrás de ella la mujer mayor insulta, ofende, empuja. Antes de entrar al baño, Ofelia mira el colchón y el lado opuesto de la escalera, con la esperanza de que, a su regreso, su película no haya terminado. © Sonia Silva Rosas *Del libro Cuentos para entristecer al payaso (2009). C&F Ediciones. Guadalajara, Jalisco. México. Amaranto Arizona
Sonia Silva-Rosas Gota a Gota II Detrás del velo gota a gota el tiempo se desmenuza, lento, agonizante. Al viento horas vacías y los mismos pasos de ayer recorridos, triste camino que me abre sus polvos y me obliga a cruzar el pecho cada mañana. Gota a gota, en mis labios, éstos que buscan besar los instantes que pasan hasta transformarlos en notas de alguna canción de Madredeus, hasta dejarlos secos de su néctar de vida… De ella la daga en este mi corazón de ella el silencio como enjambre en las noches de ella la ausencia, la soledad, el hastío… En ella me desmenuzo: lenta, agonizante, es ella quien me lanza al tiempo como hoja seca. Pizca de sal Entonces el tiempo de golpe en la garganta, en los ojos que arañan cada ángulo de esta habitación que en pizca de sal se convierte. De tajo Cut cut cut cut ¡Al diablo! cortar de tajo la mañana. © Sonia Silva-Rosas Sonia Silva-Rosas
Tantas neuronas como estrellas en el universo “Como es arriba, es abajo” Hermes Trimegisto Si partimos de esta premisa podemos entender que el Universo y el Ser se encuentran íntimamente conectados. Sería un error pensar que el Ser no posee semejanza con el Universo, e inútil sería abordar este tema ignorando dicha relación con el microcosmos y el macrocosmos; ya lo decía Pitágoras, quien construyó una teoría de armonía universal entre las matemáticas, la música y los astros, cada uno una expresión a diferente nivel de un mismo código universal: el mundo es una sinfonía entre el Gran Hombre (el Universo) y el Pequeño Hombre (el Ser Humano). Jay Alfred afirma que el universo es una especie de inmenso cerebro que trasmite información entre cada una de sus partes, y el cerebro humano es un reflejo de este cerebro cósmico al cual se conecta en perpetua retroalimentación. “Las galaxias visibles en el universo no están aisladas ni desconectadas, sino que están entretejidas por una estructura o red de filamentos que es la materia oscura que sirve como andamiaje del universo. Esta estructura en forma de red es una característica tanto de la materia oscura como del plasma magnético. La apariencia de esta red tiene un asombroso parecido con una disección del cerebro”, afirma. Asimismo, Jay Alfred añade que no sólo es la morfología de la estructura del universo a grandes escalas la que es similar al cerebro humano, sino también la fisiología (las funciones). Estos filamentos transportan corrientes de partículas cargadas (iones) a lo largo de grandes distancias que generan campos magnéticos, al igual que una fibra nerviosa, y forman circuitos, al igual que los circuitos neuronales en el cerebro. “El alto grado de conectividad es lo que distingue al cerebro de una computadora ordinaria. La conectividad también es notable en la red cósmica. Las galaxias se forman cuando estos filamentos se cruzan entre sí. Un cúmulo (nexus) de filamentos provee la conectividad para transferir no sólo energía sino información de un núcleo galáctico a otro”, explica Jay Alfred y añade que, si en realidad estamos conectados al cerebro de la Tierra, que está conectado al cerebro del universo, esto significa que compartimos un cerebro universal que puede tener contacto con el cerebro de otros planetas (o sistemas estelares) que generan sus propias memorias. Las formas de vida inteligente pueden mandar información (con o sin intención) vía el cerebro universal directamente a nuestro cerebro. Si ponemos atención en cada una de estas observaciones, nos daremos cuenta de que –por tanto- cada uno de los procesos que se producen en el Universo se presenta, de igual manera, en el cerebro del Ser Humano. El cerebro es un espejo del Universo. Ambos, desde su perspectiva de macro y microestructura, están diseñados para procesar información. De esta manera, cada una de las estrellas del universo se representa en nuestro cerebro a manera de neuronas, y cada uno de nuestros cerebros pueden ser todas las galaxias que componen al universo, todas ellas conectadas entre sí, de ahí que se afirme que, en realidad, todos somos uno y, ese uno, conectado de una forma u otra con el universo. Jay Alfred comenta al respecto que las galaxias no están desconectadas ni aisladas, sino que están conectadas por una estructura o red de filamentos que es la materia oscura que sirve como andamiaje del universo. “Esta estructura en forma de red es una característica tanto de la materia oscura como del plasma magnético. La apariencia de esta red tiene un asombroso parecido con una disección del cerebro, pero no sólo es la morfología (aspectos estructurales) de la estructura del universo a grandes escalas la que es similar al cerebro humano, sino también la fisiología (las funciones). Estos filamentos transportan corrientes de partículas cargadas (iones) a lo largo de distancias que generan campos magnéticos, al igual que una fibra nerviosa. Y forman circuitos, al igual que los circuitos neuronales del cerebro”. Timothy Leary, psicólogo y escritor estadounidense, afirmaba que tenemos tantas neuronas como estrellas en el universo. ¿Qué son los conectores neuronales en nuestro cerebro?, formas caprichosas, miles de tubos de luz cuidadosamente conectados para permitir el funcionamiento de ese universo, de ese cerebro… De nuestros mundos, porque sí, cada uno de nosotros es un mundo que pertenece a un universo que, a su vez, se desenvuelve en ese otro universo más grande aún, con tantas puertas y posibilidades infinitas. David Jou afirma: “Aquí tratamos cerebro y universo en paralelo: sus estructuras, sus métodos de investigación, sus expansiones y crecimiento, el procesamiento de información, el posible papel de la física cuántica en uno y otro, las perspectivas de su futuro”. Nos leemos la próxima semana. © Sonia Silva-Rosas Sígueme en Facebook: Sonia Silva-Rosas (Escritora) Sígueme en Twitter: @magaoscuratempo www.soniasilva-rosas.blogspot.com dsoniasilva@hotmail.com Entre la humanidad, su violencia y el Ser Humano
Sonia Silva-Rosas Al momento de iniciar este escrito surgió una duda: a partir de qué idea abordar esta entrega: ¿A partir de la insensibilidad? ¿A partir del humanismo? Dirán que es erróneo abordar el tema de humanismo a la par de la insensibilidad, pues cuando hablamos de humanismo de inmediato visualizamos al Ser como humano y sensible. Abordemos, pues, esta entrega tomando como punto de referencia al humano que, a final de cuentas, es el motiv que origina este interés. ¿Podemos sostener el argumento de que aún existe sensibilidad en el hombre? Estudios e investigaciones alertan –desde hace años- sobre el desmedido aumento en los índices de violencia y crueldad en el hombre. Día a día encontramos en los medios de comunicación noticias que nos informan sobre asesinatos, torturas, suicidios; dan cuenta de personas expuestas no sólo al dolor y al crimen, sino también a los desajustes emocionales de seres que, de alguna u otra manera y en distintas situaciones, padecieron en carne propia la violencia y la crueldad. La violencia ha existido desde el inicio de los tiempos y de la historia del hombre sobre la Tierra; es tan vieja como la humanidad. El maestro Adolfo Sánchez Vázquez afirmaba que el primer hecho violento registrado en la historia es la expulsión del hombre del Paraíso. “Y si reparamos en ese duro y largo caminar a través del tiempo, que llamamos historia, vemos que la violencia no sólo persiste en ella de una a otra época, y de una a otra sociedad, sino que su presencia se vuelve avasallante en esas conmociones, guerras o revoluciones”, comenta el maestro Sánchez Vázquez. Desde Aristóteles hasta Marx, desde el Marqués de Sade, Hobbes y hasta Sorel, se ha alimentado la idea de que la violencia es uno de los destinos inexorables del hombre: el hombre está condenado a ser violento y, por ello, a no ser libre, ya que todo acto de violencia “entraña una exclusión o merma de nuestra libertad”. La violencia busca doblegar la voluntad del otro y excluye valores como la igualdad, la libertad, la tolerancia, el respeto a la dignidad y autonomía del otro. Ya en 1998 el maestro Sánchez Vázquez nos prevenía: la violencia no se controlará, sino que, al contrario, aumentará e incluso se presentará de una manera extrema. Ella, la violencia, y los medios a partir de los cuales se genera se tornarán aún más crueles y perversos. El hombre es un hipócrita que juega con un doble discurso: afirma que se empeña en erradicar la violencia y, al mismo tiempo, algo en él se deleita y goza el placer al ejecutarla. El hombre: pequeño vouyerista que se priva de placer al ver desde un resquicio de la puerta de la realidad esos actos violentos y crueles, para luego salir de ese clóset y afirmar que él lucha por erradicar actos que inducen el terror y el odio, que generan dolor y rechazo. El hombre, el ser más frío que puede existir. Es por ello que al iniciar este texto me preguntaba cuál tema abordar, pues la mayoría de las veces se define al hombre como un ser sensible cuando, en realidad, se deleita ante actos violentos, crueles y perversos. Así como la violencia, el hombre tiene un doble rostro y sus acciones tienen que ver con cada uno de ellos; lamentablemente –y por nuestra desgracia- también la mayoría de las veces la actitud que toma el hombre es la de generar violencia y orillar a la crueldad. El hombre para nada es un ser sensible y, si logra serlo, será por tan sólo un momento, pues erróneamente considera que ser sensible es sinónimo de debilidad. Y de esta insensibilidad saltamos con mucha facilidad a la crueldad. Para el hombre contemporáneo la crueldad es un tema de todos los días; hay quienes hasta se toman el tiempo y detienen su marcha para observar gráficas de personas ensangrentadas o ver en el televisor actos en los que se golpea, se mata, se viola o se lastima. Hace no mucho, un hombre murió cerca del gimnasio al que acudo, el hombre cayó de una escalera y falleció al instante… Minutos después, ya que habían levantado el infortunado cadáver, testigos y transeúntes pasaban por ahí como si nada hubiese sucedido. La frialdad ante hechos de dolor aumenta, es tan común y cotidiano recibir noticias de violencia que ya la vemos como un integrante más de nuestra vida. Hombre o Ser Humano, he ahí el dilema. Unamuno comentó en Del sentimiento trágico de la vida que el adjetivo humanus le era tan sospechoso como su sustantivo abstracto, humanitas, la humanidad. Para él, para Unamuno, no era válido ni lo humano ni la humanidad, ni el adjetivo simple ni el sustantivado, sino el sustantivo concreto: el hombre, sí, ese hombre de carne y hueso. Ese hombre de carne y hueso, como lo llamó Unamuno, avanza a pasos agigantados hacia la completa insensibilidad. El egoísmo y el individualismo son también pajes de su quehacer cotidiano. Tal parece que la gran mayoría de los hombres apuesta por aparentar, por sobajar, por intimidar. Humanizar… ¿Es realmente Humano el Ser Humano? ¿Cómo podemos afirmar que en el Hombre existe algo de humanidad y sensibilidad cuando la historia nos dice lo contrario? © Sonia Silva-Rosas Sonia Silva-Rosas
Nuevo sistema de justicia Laboral en México: contra los trabajadores El 30 de noviembre del 2012 se publicó en el Diario Oficial de la Federación la reforma a la Ley Federal de Trabajo que, según las instancias gubernamentales, es una de las adecuaciones más importantes al marco normativo de uno de los motores más importantes e indispensables no sólo en la economía y desarrollo de nuestro país, sino también para la realización personal, social y modo de vida. Pero, ¿será suficiente la reforma laboral para dar solución a la problemática que se viene arrastrando en el entorno laboral de nuestro país?, por supuesto que no. Debemos tomar en cuenta que son varios los factores que influyen en el ámbito laboral de México: el social, el educativo, el económico (nacional e internacional), el político y el cultural, éstos sin olvidar la carga ideológica que se deja ver durante las iniciativas y los debates en ambas Cámaras. Pero antes de continuar debemos saber qué es la reforma laboral, qué significa, cuáles son sus implicaciones, qué se modificó. La reforma laboral realizó 363 modificaciones a la Ley Federal del Trabajo: se realizaron reformas a 226 artículos; se incluyeron 57 nuevas disposiciones; 43 preceptos se enriquecieron con nuevos párrafos o fracciones, y se derogaron 37 artículos en forma total o parcial. Hay quienes observan esta Reforma Laboral como un acto propositivo, progresista, multidisciplinario y bastante reflexionado, sin embargo, hay también quienes señalan que esta reforma es: 1.- Es la más agresiva, históricamente, en contra del trabajador. 2.- Se pierde el contrato colectivo al momento que se dará la contratación individual y temporal pago por horas laboradas. 3.- Por lógica, se modifica la ley del ISSSTE y la del seguro social. 4.- Se hace imposible de alcanzar la jubilación o pensión, pues el trabajador tendría que trabajar 50 años para alcanzarla. 5.- Se pierde la autonomía sindical, al entenderse directamente el patrón con el trabajador, podrá despedirlo sin avisarle cada seis meses y sin responsabilidad para el patrón. 6.- Adiós a los contratos de planta. 7.- Se degrada a mercancía el trabajador, el trabajo deja de ser un derecho humano. 8.- Prevalecerán los intereses patronales ante los de los trabajadores. 9.- Establece contratos a prueba por seis meses si es técnico o profesionista y por un mes si es obrero. 10.- Capacitación inicial de tres a seis meses si es técnico o profesionista. 11.- Desaparece el salario mínimo porque era lo mínimo que se le debería pagar al trabajador. Ahora queda al gusto del patrón, puede ser menos. 12.- El patrón podrá facilitar despido, el aviso no es obligatorio, el juicio ya no contempla salarios caídos. 13.- También a los que tengan 20 años de trabajo se les podrá despedir. 14.- La estabilidad del trabajo tiene derechos y con esta reforma los perdemos. La regla de oro que hoy tenemos: con que tengas 6 meses continuos laborados tienes derecho a la planta. Y es que la Reforma Laboral implica cambios en la regulación de las relaciones obrero patronales. La publicación en el Diario Oficial de la Federación del decreto de reforma a los artículos 107 y 123 de la Constitución se establecen bases para regular las relaciones de trabajo que tienen a eliminar los derechos colectivos e individuales del trabajo, mismos que fueron creados durante el siglo pasado. Desde mi punto de vista, el reto principal de la reforma laboral es garantizar los derechos de los trabajadores con base en los derechos humanos reconocidos en nuestra Carta Magna y en los tratados internacionales. Asimismo, se deben garantizar los derechos de los trabajadores en las Juntas de Conciliación y Arbitraje, y determinar procedimientos para la inclusión a partir de la capacitación y evaluación de estos trabajadores en este nuevo sistema. La Reforma Laboral es sinónimo ya de la regulación del Contrato Colectivo, mismo que se ha visto como una manera de proteger la estabilidad laboral de los trabajadores. De igual manera, el nuevo sistema exige la revisión de la “afiliación voluntaria” de los trabajadores a las organizaciones sindicales, con ello se regula la cláusula de exclusión con la cual el sindicato decide el ingreso o separación de los trabajadores a la empresa. ¿Cuáles son algunos factores políticos, económicos, sociales y de producción que justifican la elaboración de la Reforma Laboral? Al respecto, Rafael Adrián Avante Juárez, Subsecretario del Trabajo y Previsión Social argumenta que el 9 de agosto del 2009 fue presentado por parte del Ejecutivo Federal un conjunto de propuestas que, respetando los derechos fundamentales de los trabajadores contenidos en el artículo 123 de nuestra Constitución, pudieran:
Edgar Belmont Cortés, profesor-investigador de la Facultad de Filosofía de la Universidad Autónoma de Querétaro, comenta que los ajustes en la legislación laboral se inscriben en la lógica de corto plazo al anteponer la ganancia inmediata, imperativo del capitalismo financiero; y segundo, que dichos ajustes se inscriben en una dimensión histórica al articularse con cambios en los procesos productivos y en las relaciones sociales que se construyen en el trabajo. En la producción de la ideología dominante –acota Belmont Cortés en su ensayo- Borudieu y Boltanski (2008) señalan que quienes dominan están obligados a justificar la dominación, es decir, a transmitir esquemas narrativos y categóricos que orientan la percepción y las prácticas de los actores que detentan el poder económico, político y simbólico (empresarios, funcionarios de instituciones públicas y privadas, académicos, intelectuales, etc) con el objetivo de construir una hegemonía más o menos. En esta misma tesitura, los ajustes en los modelos productivos (Linhart, 2011) se acompañan de cambios en las representaciones sociales, reorientando el sentido del trabajo (1). “A partir de estos planteamientos hemos desarrollado el interés por comprender los ajustes estructurales y la reconstrucción de los acuerdos socio-productivos en México, en el marco de un modelo productivo que mitifica a la empresa y se apoya en la continuidad de prácticas de control social y político sobre el sector laboral; es así que nos proponemos analizar la reforma laboral más allá de los cambios en la legislación laboral e identificar los cambios estructurales de la economía mexicana, algunos componentes de la transformación de los procesos productivos y de los ajustes ideológicos que intervienen en la reconfiguración del sindicalismo y el desmantelamiento de los mecanismos de protección social asociados al empleo estable y protegido”, enfatiza Belmont Cortés. Belmont añade que para comprender el significado de la reforma laboral aprobada en noviembre del 2012 se debe considerar, por lo menos, tres aspectos relevantes:
Desde esta perspectiva, la reforma laboral descompone el vínculo jurídico que se tenía, entre trabajadores y patrón, vínculo heredado de la Revolución mexicana y, de igual manera trastoca los logros en materia laboral que se ganaron durante el siglo pasado, tal es como la estabilidad y seguridad en el empleo, la protección al trabajador asalariado y el derecho a la negociación colectiva, así como al sindicalismo mexicano. Las razones que argumentó el Poder Ejecutivo para justificar la reforma laboral son las siguientes: • El marco jurídico laboral ha quedado rebasado ante las nuevas circunstancias demográficas, económicas y sociales. • La legislación actual no responde a la urgencia de incrementar la productividad de las empresas y la competitividad del país, ni tampoco a la necesidad de generación de empleos. • Subsisten condiciones que dificultan que en las relaciones de trabajo prevalezcan los principios de equidad, igualdad y no discriminación. • El anacronismo de las disposiciones procesales constituye un factor que propicia rezagos e impide la modernización de la justicia laboral. La reforma laboral se encuentra muy lejos de ser una reforma que beneficie al trabajador. Su esencia fortalece el esquema de individualización de las relaciones laborales, esto es, se responsabiliza al individuo de su condición social. El tema de la igualdad de oportunidades ve ya su fin con esta reforma y, con ello, se concreta un proceso neoliberal de la economía que actualmente pervive en nuestro país: flexibilidad de los procesos de trabajo, individualización de las relaciones laborales y la precarización de los empleos. De igual manera, Belmont comenta que aun cuando es posible sostener que la reforma laboral se acompaña de la reforma política que revitalice las dinámicas internas de las organizaciones sindicales y acote las prácticas de control político corporativo, resulta evidente que los cambios en las relaciones de trabajo y en el espacio productivo colocan a los individuos en una condición de mayor fragilidad (Ségal, 2005). Bajo esta lógica, las formas en que se enmarcan las relaciones sociales en el trabajo implican reconocer que los individuos se encuentran estructuralmente sumergidos en relaciones de poder y de dominación por y en el trabajo (Renault, 2011; Deranty, 2011). Con esta reforma laboral se protege a las empresas y al patrón, los arropa bajo el argumento de que México necesita ser competitivo, que necesita crear certeza jurídica para atraer la inversión extranjera. Políticos y empresarios trabajando en equipo por y para asegurar la permanencia de las empresas. El Estado será quien regule el mercado laboral y tendrá un control sobre el comportamiento de las dirigencias sindicales. La reforma laboral no es sino mera simulación de paz laboral y de respeto al rol de los sindicatos. Frente a la paulatina nulificación de los sindicatos, el sector laboral organizado bajo un corporativo. La reforma laboral asegura la continuidad de las empresas: Para garantizar la paz laboral a largo plazo, conviene olvidar las concepciones que ubican a las relaciones laborales, como una sociedad de suma cero, en donde los derechos de unos son pérdidas para los otros, dado que patrones y trabajadores comparten en los mismos términos los objetivos estratégicos del desarrollo nacional. Por ello, el análisis y la propuesta de reformas a la Ley Federal del Trabajo debe buscar lograr una mejor productividad y competitividad como país, pero en términos de cooperación y equilibrio entre los factores productivos, pues todos formamos parte de un solo proyecto y los costos y beneficios deben ser compartidos (Partido Revolucionario Institucional, 2011) Redefinir estrategias, ésa es una de las conclusiones a las que se llega después de la reforma laboral. Redefinir la relación entre los sindicatos y las empresas, para comprender que la competitividad no debe dejar de lado la estabilidad y seguridad laboral del trabajador, para incentivar la formación de recursos humanos y una sana cooperación entre los actores de la producción de nuestro país. Lamentablemente, esta reforma laboral sólo confirma que se apuntala el neoliberalismo y flexibiliza el mercado. En este escenario, el trabajador es tan sólo eso, pieza que sirve a los intereses de patrones y empresarios, mano de obra que se puede adquirir a bajo costo y bajo las condiciones del patrón. Regresamos al siglo XVIII. Bienvenidos. © Sonia Silva-Rosas Notas al pie: [1] Belmont Cortés, Edgar (2014). La reforma laboral en México: la mitificación de la empresa y los ajustes en las relaciones laborales. Nueva Antropología. Vol. 27. México. [2] Ibid. Bibliografía Romero Tenorio, Juan (2017). Reforma en justicia laboral: ¿Revolución silenciosa? Retomado de https://www.sdpnoticias.com/nacional/2017/07/18/reforma-en-justicia-laboral-revolucion-silenciosa Reforma laboral, derecho del trabajo y justicia social en México (2013). Secretaría de Gobernación. Retomado de http://ordenjuridico.gob.mx/Publicaciones/Libros2013/laboral-2013-web.pdf Weller, Jürgen (2009), "Avances y retos para el perfeccionamiento de la institucionalidad laboral en América Latina", en J. Weller (coord.), El nuevo escenario laboral latinoaméricano, Buenos Aires, Siglo XXI/CEPAL. Sánchez, Sergio (2011), Diálogos desde la subalternidad, la resistencia y la resiliencia. Cultura obrera en las maquiladoras de Ciudad Juárez, México, EÓN/UAM. Poder Ejecutivo (2012), "Iniciativa preferente: Proyecto de Decreto que reforma, adiciona y deroga diversas disposiciones de la Ley Federal del Trabajo", 1 de septiembre de 2012. Retomado de http://www.diputados.gob.mx/iniciativa_preferente.html |
Sonia Silva-Rosas
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