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​Reseñas desde España

“Jugar con la noche”: redescubriendo la pasión lírica del mundo romano

5/27/2025

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Por Violant Muñoz i Genovés

La antología “Jugar con la noche”, editada por Alba y traducida por Dalia Alonso, no es solo una compilación de poesía latina, es una invitación a encontrarse cara a cara con los poetas que modelaron el alma emocional de Occidente. Una obra monumental que consigue revitalizar voces milenarias y trasladarlas al lector contemporáneo con una frescura sorprendente.
I. Un canto coral en la penumbra de RomaEl título Jugar con la noche alude no solo al tiempo propicio para la introspección, el amor y el deseo, sino también a la dimensión simbólica de lo nocturno en la poesía latina: un espacio de confidencias, juegos eróticos, embriaguez y hechizos. En esta antología, el lector se adentra en las profundidades del alma romana a través de siete autores fundamentales: Catulo, Horacio, Tibulo, Propercio, Sulpicia, Ovidio y Marcial.
No se trata de una simple recolección de textos. Dalia Alonso, joven filóloga clásica y poeta, ha logrado con su trabajo de traducción en verso castellano un equilibrio excepcional entre fidelidad filológica y sensibilidad poética. Su voz, joven pero erudita, se entrelaza con las de los antiguos para devolvernos su latido sin traicionar su ritmo.
II. La Roma del verso: amor, poder y carneLa selección abarca desde la Roma republicana hasta la consolidación del Imperio. Un periodo convulso políticamente, pero riquísimo desde el punto de vista literario. Estos poetas no solo cantan al amor, sino que lo politizan, lo espiritualizan, lo degradan y lo idealizan. El amor se convierte en escenario de lucha, espejo del alma y campo de batalla retórico.
  • Catulo, el más antiguo de la antología, irrumpe con una voz apasionada, desgarrada, intensamente personal. Su relación con Lesbia marca algunos de los poemas amorosos más conmovedores de la literatura universal. El capítulo no oculta ni suaviza: ama, odia, súplica, insulta. En su poesía, el corazón romano se presenta en carne viva.
  • Horacio ofrece una serenidad contrapuesta. Su ideal de aurea mediocritas (la dorada medianía) resuena en odas equilibradas, donde la armonía vital se convierte en aspiración suprema. En él, la poesía es una forma de educación sentimental y filosófica.
  • Tibulo y Propercio exploran el amor desde la devoción casi religiosa y desde la turbulencia obsesiva, respectivamente. Si el primero canta a Delia con ternura y melancolía, el segundo se sumerge en los celos y la posesión, haciendo de su amada Cintia una figura casi mitológica.
  • Sulpicia, la única voz femenina de la antología y del canon lírico latino, irrumpe con breves pero poderosos poemas donde la mujer no es objeto, sino sujeto del deseo. Su aparición, rara y valiosa, permite entrever una perspectiva femenina que rompe los moldes patriarcales del corpus latino.
  • Ovidio, el más lúdico y sofisticado, despliega una maquinaria poética que combina técnica, erotismo y juego intelectual. En él, el amor es estrategia y seducción, pero también condena y exilio. Su voz moderna seduce desde el ingenio.
  • Marcial, finalmente, ofrece un contrapunto satírico y urbano. Su poesía epigramática, más breve pero afilada, capta la Roma real: vulgar, vital, sarcástica. Su inclusión cierra el volumen con un guiño al lector: la poesía también puede morder.
III. Una traducción con almaUno de los grandes logros de Jugar con la noche es la traducción. Alonso no se limita a trasladar palabras; interpreta, transpone, reinventa dentro de unos márgenes éticos y estéticos rigurosos. Mantiene el verso, algo que exige una pericia técnica notable, y logra que cada autor conserve su tono.
Su labor demuestra que el latín no es una lengua muerta, sino una lengua dormida que puede despertar con las palabras adecuadas. Al leer los poemas en paralelo —original y versión— el lector curioso puede apreciar la delicada danza entre fidelidad y libertad, entre forma y sentido.
IV. Una edición que invita al goceEl libro, editado por Alba en su colección ALBA POESÍA, se presenta con una cuidada maquetación de 456 páginas. Cada poema viene acompañado de su versión original latina, un recurso excelente tanto para el especialista como para el lector culto. La antología es también una obra de referencia: permite un primer acercamiento global a la lírica latina, sin perder profundidad.
Las introducciones a cada autor, así como las notas al pie, no abruman, sino que contextualizan con elegancia. La edición se convierte así en un objeto que invita a ser explorado, subrayado, vuelto a leer.
V. La vigencia de lo antiguo¿Qué nos dice esta antología sobre nosotros? ¿Por qué leer poesía de hace más de dos mil años?
La respuesta está en los propios versos: porque hablan de lo mismo que hoy nos desvela. El amor, el deseo, el dolor, la fugacidad del tiempo, la muerte. Temas universales, sí, pero con una concreción que solo la buena poesía puede alcanzar. La lírica romana nos devuelve una humanidad reconocible, doliente, sensual. Nos habla de nosotros con palabras antiguas que siguen resonando.
Al mismo tiempo, Jugar con la noche nos recuerda que Europa es hija de Roma no solo en derecho y arquitectura, sino también en sensibilidad. Que el yo lírico occidental, introspectivo y apasionado, nace en estos versos.
VI. Conclusión: un acto de amor por la poesíaJugar con la noche es más que una antología. Es un acto de amor por la poesía. Una reivindicación de la belleza antigua como alimento para el presente. Un recordatorio de que los romanos no solo construyeron caminos y acueductos, sino también pasajes hacia el alma.
La edición de Dalia Alonso no solo rescata voces, sino que les da una nueva vida. Y lo hace desde el respeto, el estudio y la pasión. Quien se acerque a este volumen con el corazón abierto, saldrá transformado.
En una época donde la inmediatez amenaza con devorar la reflexión, esta obra se erige como un refugio, un jardín lírico donde habitan las voces de quienes también amaron, temieron y soñaron bajo la misma luna que nosotros.

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Y sobre el ancla una estrella: La Eternidad Poética de Rafael Alberti

5/21/2025

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Por Violant Muñoz i Genovés

En una obra que atraviesa casi un siglo de creación poética, "Y sobre el ancla una estrella" reúne dos momentos esenciales de la obra de Rafael Alberti: su primer poemario "Marinero en tierra" (1925) y su último "Canciones para Altair" (1989). Esta edición, publicada en el centenario de su debut literario, no es solo una celebración de su legado, sino una exploración de su evolución como poeta, de su constante diálogo entre el mar, el amor y la vida.

El mar de Andalucía, que vio nacer a Alberti, se convierte en el eje central de "Marinero en tierra", un poemario impregnado de nostalgia y de la frescura de la infancia. En sus versos, el mar no es solo un paisaje, sino un símbolo de libertad, un eco de la memoria que regresa siempre, como las olas que tocan la orilla. La mirada del joven poeta es luminosa, llena de imágenes que cantan a la naturaleza, a la luz y al viento.

Sin embargo, este mismo mar que es sinónimo de vida en su juventud se transforma en un reflejo de la melancolía en "Canciones para Altair", donde el amor y el deseo marcan el ritmo de sus versos. Aquí, la figura de Altair, la estrella brillante que desciende al alcance del poeta, simboliza no solo la pasión, sino también la búsqueda de lo inalcanzable. Los poemas de esta última etapa son intensos, sensuales y profundamente humanos.

La unión de estos dos poemarios en "Y sobre el ancla una estrella" permite al lector viajar desde la esperanza juvenil de Alberti hasta su madurez poética, marcada por la reflexión, la memoria y el amor. Es un arco luminoso que refleja la evolución de un poeta que supo abrazar la vida en todas sus formas, desde la euforia de la juventud hasta la serenidad de la vejez.

El estudio preliminar de Remedios Sánchez y las notas de Manuel Francisco Reina enriquecen esta edición, proporcionando un contexto histórico y literario que permite al lector comprender mejor la dimensión de Alberti como parte esencial de la Generación del 27. Alberti no solo fue un poeta, sino también un testigo de su tiempo, un hombre comprometido con la justicia social, con una visión crítica del mundo.

Explorando los poemas de "Marinero en tierra"
En "Marinero en tierra", Alberti canta al mar, pero también a la infancia, a la libertad perdida y al deseo de regresar siempre al origen. Sus versos están impregnados de una musicalidad que los hace casi canciones. En poemas como "Sueño del marinero" y "La sirena del campo", el mar se convierte en una metáfora de la vida, de lo desconocido, pero también de lo soñado.
La nostalgia atraviesa cada línea de este poemario, pero es una nostalgia luminosa, llena de imágenes que evocan la alegría de la niñez. Sin embargo, para el lector moderno, es imposible ignorar que estos poemas también anticipan el exilio, la pérdida y la melancolía que marcarían la vida de Alberti.

Reflexiones sobre "Canciones para Altair"
Si "Marinero en tierra" es el canto a la juventud y al origen, "Canciones para Altair" es la obra de un poeta maduro, consciente del paso del tiempo y del poder del amor. Altair, la estrella que desciende, es una metáfora del amor sublime, del deseo y de la pasión.

En estos poemas, Alberti celebra el amor físico y espiritual, pero también reflexiona sobre la fugacidad de la vida. Los versos son intensos, a veces dolorosos, pero siempre vibrantes. El poeta se muestra aquí en su faceta más humana, más vulnerable.

El Legado de Rafael Alberti y su Lugar en la Generación del 27
Rafael Alberti no solo es uno de los poetas más importantes de la Generación del 27, sino que es una figura clave de la literatura española del siglo XX. Su obra abarca desde la poesía lírica hasta el teatro, la prosa y las memorias, pero es en su poesía donde su voz resuena con más fuerza.

A lo largo de su vida, Alberti fue un hombre comprometido políticamente, exiliado tras la Guerra Civil Española y siempre defensor de la justicia social. Su poesía, sin embargo, nunca perdió la frescura, la musicalidad y la capacidad de emocionar.

El impacto de su obra se extiende más allá de su generación, y su influencia se puede ver en poetas contemporáneos que encuentran en sus versos un modelo de libertad creativa y compromiso ético.

Conclusión: Un Viaje Poético Inolvidable
"Y sobre el ancla una estrella" es mucho más que una antología poética. Es un testimonio de la vida y el arte de Rafael Alberti, una celebración de su capacidad para transformar las palabras en luz. Desde la alegría juvenil de "Marinero en tierra" hasta la pasión madura de "Canciones para Altair", este volumen ofrece al lector un viaje inolvidable por la obra de uno de los más grandes poetas españoles.
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En un mundo donde la poesía parece estar relegada al olvido, la voz de Alberti sigue resonando, recordándonos que la verdadera poesía es aquella que toca el alma, que ilumina incluso las noches más oscuras, como una estrella sobre el ancla.

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El escritor y la espía: Secretos, literatura y traiciones en una trama de espionaje literario

5/14/2025

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Por Violant Muñoz i Genovés

En el vasto universo de las novelas de espionaje, El escritor y la espía, de Jorge Corrales, se alza como una propuesta singular y magnética. En sus páginas, el autor combina una intriga digna de los mejores thrillers con una profunda reflexión sobre la escritura, la memoria y la traición. Ambientada en el Berlín de la Guerra Fría y en la Alemania reunificada, esta novela es un viaje literario y emocional que invita al lector a cuestionar qué es la verdad y quiénes somos realmente cuando nadie nos observa.

Un cuadernillo rojo y un misterio literario
La historia arranca con un hallazgo inquietante: un cuadernillo rojo encontrado en el cuartel general de la Stasi, la temida policía política de la extinta Alemania del Este. En sus páginas aparecen textos de diversos autores, pero Daniel Medina, el protagonista, descubre con asombro que uno de esos textos coincide palabra por palabra con un párrafo de su propia novela, una obra que jamás fue publicada. ¿Cómo es posible?

El manuscrito lleva a Daniel, un traductor y escritor frustrado, a un laberinto de secretos, manipulación y traiciones. Su vida da un giro cuando Hans Hellman, un editor alemán de carácter sombrío y misterioso, lo invita a viajar a Berlín para investigar el origen del cuadernillo. A regañadientes, Daniel acepta, y pronto se ve inmerso en una red de espías, escritores y dobles identidades.

Los escritores chequistas: Literatura y espionaje 
El núcleo de la novela gira en torno al Círculo de Escritores Chequistas, un grupo de autores que, bajo la tutela de la Stasi, se convirtieron en agentes secretos. Estos escritores, a la vez que creaban poesía o narrativas, eran entrenados para espiar, manipular y controlar. Aquí, Corrales despliega una trama fascinante donde el arte literario se entrelaza con las artes oscuras del espionaje.

El personaje de Laura Berger, una escritora introducida en el grupo para enseñar técnicas literarias, se convierte en una figura clave. Sus ejercicios de escritura, que parecen inocentes, son en realidad métodos para que los agentes revelen sus pensamientos más íntimos, convirtiendo la literatura en una forma de vigilancia emocional. En este sentido, El escritor y la espía plantea una pregunta inquietante: ¿Es la escritura una forma de espionaje del alma?

Berlín: una ciudad de sombras y secretos
La ciudad de Berlín es mucho más que un escenario en esta novela: es un personaje en sí misma. Desde las calles grises y lluviosas hasta los bares clandestinos y los pasillos oscuros de la antigua sede de la Stasi, la ciudad palpita como un espacio lleno de historias no contadas. Corrales, que ha vivido en Berlín y la conoce profundamente, captura su atmósfera única, su mezcla de pasado y presente, de cicatrices y promesas.

El lector recorre con Daniel los rincones de esta ciudad cargada de historia: el río Spree, la Puerta de Brandeburgo, los callejones donde las sombras parecen tener vida propia. Pero más allá de su geografía, Berlín es un símbolo de la memoria y el olvido, de los secretos enterrados que siempre encuentran una forma de salir a la luz.

Espías, escritores y la banalidad del mal
Jorge Corrales construye una galería de personajes complejos y ambiguos. Los miembros del Círculo de Escritores Chequistas no son simples villanos, sino seres atrapados en un sistema que los convierte en verdugos y víctimas a la vez. A través de sus historias, la novela plantea preguntas profundas sobre la moralidad, la responsabilidad y la capacidad del ser humano para justificar sus actos más oscuros.

El personaje de Hans Hellman, el editor manipulador y carismático, refleja el poder del control y la manipulación. Pero también es una figura trágica, atrapada por su propia obsesión con los secretos. Sarah, su hija, es otra figura ambigua, que oscila entre el amor y la traición, entre la búsqueda de la verdad y su miedo a descubrirla.

El poder de la memoria y la escritura
Uno de los grandes aciertos de El escritor y la espía es su capacidad para explorar el poder de la memoria. La novela no solo narra una historia de espionaje, sino que también reflexiona sobre cómo recordamos y cómo olvidamos. La destrucción de documentos por parte de la Stasi y el intento de reconstruirlos décadas después es una metáfora poderosa de la lucha por preservar la verdad.

Daniel Medina, el protagonista, no solo investiga un misterio externo, sino que también se enfrenta a sus propios fantasmas. Como escritor frustrado, su viaje a Berlín es también una búsqueda de sentido, un intento por recuperar su voz perdida. En este sentido, la novela es también una meditación sobre el proceso creativo y la identidad del escritor.

La escritura como espejo y máscara
Jorge Corrales juega magistralmente con la idea de que escribir es espiar y ser espiado. Como señala uno de los personajes, “El lector siempre es un espía”. Esta frase resuena a lo largo de la novela, donde las palabras son tanto una herramienta para revelar como para ocultar.

El juego literario se intensifica con los fragmentos del cuaderno de Alexander Steinbach, el único verdadero escritor del Círculo de Escritores Chequistas. Sus memorias, que aparecen intercaladas en la historia, son a la vez una confesión y una trampa, un intento de explicar y de confundir.

Una historia de amor y traición
En medio del laberinto de espionaje y literatura, El escritor y la espía es también una historia de amor. La relación entre Daniel y Sarah, marcada por la desconfianza y el deseo, refleja la tensión entre verdad y mentira que atraviesa toda la novela. ¿Se puede amar a alguien de quien no se sabe si dice la verdad? ¿Es posible confiar en un mundo donde todos ocultan algo?

Conclusión: Una obra ambiciosa y fascinante
El escritor y la espía es una novela que desafía al lector a cuestionar sus propias percepciones. Con una prosa elegante y una estructura compleja pero fluida, Jorge Corrales nos invita a recorrer los oscuros pasadizos de la mente humana, donde la verdad y la mentira se entrelazan en un juego interminable.

Más que una novela de espías, esta obra es una exploración sobre la naturaleza de la escritura, la memoria y la traición. Una lectura imprescindible para quienes disfrutan de las tramas de intriga, pero también para quienes buscan una reflexión profunda sobre el poder de las palabras y la fragilidad de la verdad.
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Reseña “Los colmillos del lince: La furia del norte, el grito de Lisbeth

5/6/2025

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Por Violant Muñoz i Genovés

I. El regreso al universo Millennium
Pocos nombres en la literatura contemporánea despiertan una reacción tan inmediata como el de Millennium. Lo que comenzó como una trilogía concebida por un periodista sueco con hambre de justicia y una fe inquebrantable en el poder de la palabra, se convirtió —tras su muerte— en un símbolo: una saga noir que abrazó la denuncia social, el feminismo combativo y el suspense informático con la precisión de un disparo. Stieg Larsson dejó el mundo antes de ver cómo sus novelas vendían millones de ejemplares y quizá también antes de imaginar hasta qué punto su criatura —la hacker Lisbeth Salander— se convertiría en una figura icónica.

Con el tiempo, el testigo pasó a David Lagercrantz, quien aportó oficio y sobriedad, aunque no sin controversia entre los fieles al espíritu original. Y ahora, tras una década de continuidad editorial, la serie renace de nuevo bajo la voz de Karin Smirnoff. No es una decisión menor: cambiar de pluma en una saga tan célebre es como sustituir el motor de un avión en pleno vuelo. Pero Los colmillos del lince, segunda entrega firmada por Smirnoff tras Las garras del águila, demuestra que no solo hay vida después de Larsson, sino también nuevos mundos que explorar, nuevas heridas que narrar y un eco narrativo que resuena con furia propia.

Smirnoff ha comprendido que continuar una saga no implica mimetizarse con ella. Su mérito no está en imitar el estilo de Larsson —de hecho, no lo hace—, sino en conectar con su espíritu: la voluntad de denuncia, el pulso periodístico, el retrato social afilado. Y sobre todo, el personaje de Salander, ese torbellino de genio y trauma, de venganza y justicia, que se mantiene como núcleo moral de un universo cada vez más convulso.

II. Karin Smirnoff, la heredera inesperada
Karin Smirnoff no es una autora cualquiera. Con una carrera tardía en la literatura, marcada por una entrada fulgurante con su novela Jeg tog ned til bror en 2018, Smirnoff llega al universo Millennium con el perfil perfecto: una mirada feminista, experiencia en la crónica rural, sensibilidad social y una voz capaz de oscilar entre la dureza y la ternura. La elección de los herederos de Larsson no fue casual: buscaban una continuidad ideológica y literaria, no solo comercial. Smirnoff, a su modo, es una outsider como lo fue Larsson: sin grandes aparatos de marketing tras ella, sin intenciones de domesticar su escritura ni de rendirse al molde del thriller formulista.

Su trayectoria no es común en el mundo literario escandinavo. De formación fotógrafa y periodista, dirigía una empresa maderera familiar antes de dedicarse por completo a la escritura. Su debut la catapultó como una de las voces más personales de la narrativa sueca, con una prosa desnuda y emocional, profundamente enraizada en el territorio. No sorprende, por tanto, que Los colmillos del lince esté impregnado de geografía: no solo en el paisaje físico del norte de Suecia, sino también en la topografía social de sus personajes, marcados por el aislamiento, la precariedad y la desconfianza hacia el poder central.

Con Los colmillos del lince, Smirnoff firma su consolidación como narradora dentro del universo larssoniano. Pero lo hace con identidad propia, sin renunciar a sus obsesiones temáticas: la tensión entre naturaleza y capital, la fragilidad del vínculo comunitario, la violencia soterrada en los márgenes del mundo. Aquí, la escritora vuelve a situar la acción en el norte más áspero de Suecia —el mismo paisaje que ha alimentado sus obras anteriores— y convierte ese entorno hostil en el verdadero corazón narrativo de su historia.

La fuerza de Smirnoff no radica solo en el desarrollo de la acción, sino en su capacidad para dotar de profundidad moral a sus relatos. Su Millennium no es solo un lugar de crímenes y conspiraciones, sino un espejo de los nuevos dilemas éticos del presente. ¿Qué significa luchar contra el sistema cuando el sistema ha mutado? ¿Qué se oculta bajo el barniz ecológico del capitalismo verde? ¿Y quiénes son hoy los verdaderos enemigos de la justicia?

III. Un nuevo escenario para viejos fantasmas
La historia arranca con la llegada de la primavera a Gasskas, un remoto pueblo del norte de Suecia. Pero en este paisaje donde el hielo se retira, lo que aflora no es esperanza sino tensión. La reapertura de una antigua mina amenaza con modificar el ecosistema y la vida del pueblo, trayendo consigo no solo promesas de trabajo sino también desplazamientos, especulación, contaminación y corrupción. Lo que parece un clásico conflicto rural pronto se convierte en un espejo de luchas mucho más amplias: desarrollo frente a ecología, poder corporativo frente a derechos comunitarios, progreso frente a dignidad.

En medio de ese conflicto, emerge Svala, sobrina adolescente de Lisbeth Salander. Atraída por la causa de los activistas que se oponen al proyecto minero, Svala se convierte en una figura clave del relato. Smirnoff introduce con ella una nueva generación dentro del universo Millennium, pero no como mero relevo: su juventud está marcada por una mezcla de idealismo y rebeldía que dialoga —y a veces choca— con el escepticismo curtido de su tía.

Las protestas inicialmente pacíficas se tiñen de sangre cuando aparece muerta una periodista que investigaba el proyecto. El asesinato reactiva viejas dinámicas: Lisbeth, reacia a involucrarse, se ve arrastrada por la lealtad hacia Svala y la necesidad de confrontar una red de intereses turbios. Mikael Blomkvist, ahora trabajando en un pequeño diario local, retoma también su papel de sabueso con principios, y juntos se embarcan en una investigación que vuelve a colocarles en la mira del poder.

A la historia se suma otro elemento perturbador: la desaparición del hacker Plague, antiguo aliado de Salander. Su paradero se convierte en una pieza clave del rompecabezas, no solo como misterio técnico sino como señal de que lo que se esconde en las entrañas del norte es más peligroso de lo que parece.

IV. Ecología, poder y codicia: el nuevo rostro del crimen
Uno de los grandes aciertos de Los colmillos del lince es la manera en que Smirnoff traslada el foco de los antiguos enemigos —multinacionales tecnológicas, redes de espionaje, clanes familiares corruptos— hacia nuevas formas de criminalidad: las que se camuflan bajo la retórica del progreso sostenible. La reapertura de la mina no es solo un telón de fondo; es el eje moral de una novela que indaga en la ambigüedad del desarrollo verde y en las estructuras de poder que lo legitiman.

Smirnoff no cae en el panfleto. Lejos de escribir una fábula ecologista, construye una red de personajes complejos: empresarios que creen estar haciendo lo correcto, políticos atrapados en la lógica del beneficio inmediato, periodistas que pagan con su vida el precio de la verdad. Incluso los activistas no son retratados como héroes puros, sino como personas que a veces bordean la ilegalidad en su desesperación.

La autora consigue así lo que pocas novelas de género logran: tejer un relato de intriga con una lectura política afilada. Las escenas en la mina, los testimonios de los desplazados, los informes filtrados, las campañas de desinformación en redes, todo compone un fresco inquietante del presente. El crimen, en Los colmillos del lince, ya no es solo el acto violento: es el sistema que lo permite.

V. Los viejos protagonistas: Salander y Blomkvist, un equilibrio renovado
Uno de los mayores desafíos para cualquier autor que tome el relevo de una saga es mantener la integridad de los personajes sin convertirlos en parodias de sí mismos. Smirnoff lo consigue, especialmente con Lisbeth Salander, a quien no idealiza ni repite. Su Salander es una figura aún más solitaria, más reservada, incluso más cínica. Ha envejecido, no en cuerpo, pero sí en mirada. Su pasado la ha alcanzado, sus cicatrices pesan, y aunque sigue siendo una fuerza indomable, ya no busca el enfrentamiento frontal sino que actúa como una sombra que emerge solo cuando es estrictamente necesario.

Y sin embargo, sigue siendo el corazón de la saga. Su sentido de la justicia es feroz, instintivo. Su inteligencia informática sigue desbordando cualquier sistema. Pero lo más interesante es que Smirnoff la humaniza sin debilitarla: la muestra agotada, frustrada, pero no vencida. Su relación con Svala —ambigua, áspera, sin sentimentalismos— revela una dimensión nueva de la hacker. Hay en ella una voluntad de proteger, aunque sea a regañadientes, que marca un pequeño pero significativo cambio de rumbo.

Mikael Blomkvist, por su parte, aparece más contenido. Ya no es el periodista estrella de Millennium, sino un profesional veterano que ha bajado un escalón, pero no ha perdido su olfato ni su dignidad. En esta entrega, actúa casi como contrapunto emocional y narrativo de Salander. Su papel como motor de la investigación es fundamental, pero también su figura humana: cansado, más vulnerable, pero todavía comprometido. El vínculo entre ambos se presenta con sobriedad, como dos satélites que giran en órbitas diferentes pero se siguen reconociendo.

Lo más interesante es cómo Smirnoff distribuye los focos. No hay protagonismo excluyente: Salander, Blomkvist y Svala comparten el peso narrativo. La autora entiende que esta saga ya no pertenece solo a sus creadores, sino a un universo que puede ampliarse sin perder su esencia. Ese equilibrio entre continuidad y renovación es, sin duda, uno de los logros más notables del libro.
VI. La irrupción de Svala: la nueva generación de SalanderSvala podría haber sido un simple remedo juvenil de Lisbeth, una imitación rebelde para atraer a nuevos lectores. Pero no lo es. Smirnoff la construye con una voz propia, con dudas, con contradicciones. No tiene la destreza de su tía, ni su capacidad de análisis, pero posee una energía nueva, una mirada distinta. Representa una generación que ha crecido bajo la hiperconectividad, la crisis ecológica, la precariedad emocional. Su compromiso con la causa ambientalista no es solo ideológico: es una forma de buscar sentido en un mundo que parece colapsar.

Lo notable es que Svala no busca admiración ni compasión. Es testaruda, irónica, a veces molesta. Pero tiene algo que Salander reconoce: un instinto feroz de no dejarse doblegar. La relación entre ambas es áspera, sin abrazos ni consejos, pero profundamente significativa. La presencia de Svala no solo rejuvenece la serie, sino que plantea nuevas preguntas sobre legado, protección y lucha. ¿Puede alguien como Salander transmitir algo más que su rabia? ¿Es posible enseñar a pelear sin repetir los mismos errores?

Smirnoff no responde directamente, pero deja pistas: en el silencio, en los gestos, en las decisiones que ambas toman. Lo que sí queda claro es que Svala no es un personaje de paso. Ha llegado para quedarse, y con ella se abre un nuevo ciclo dentro del universo Millennium.

VII. Estilo, lenguaje y tono: el sello SmirnoffEl estilo de Karin Smirnoff no es el de Larsson, ni el de Lagercrantz. Es más contenido, menos periodístico, más atmosférico. Hay en su prosa una economía precisa, un ritmo pausado que se acelera solo cuando la historia lo exige. Las descripciones son sobrias pero efectivas, los diálogos secos, con una tensión soterrada. El narrador se mantiene en tercera persona, pero siempre cerca del pulso emocional de los personajes.

Donde más se nota su mano es en el uso del paisaje. El norte sueco no es solo un escenario: es una presencia constante, a veces opresiva, a veces casi mítica. El frío, el silencio, la distancia, el viento: todo influye en la manera en que los personajes piensan, sienten y actúan. Hay un realismo casi geológico en su escritura, una dureza mineral que se traslada a la estructura misma de la novela.

El lenguaje también revela otra cualidad: una especie de contención poética. Smirnoff no necesita alardes. Sus frases son directas, pero cargadas de resonancia. Cuando describe el miedo, lo hace sin melodrama; cuando retrata la injusticia, lo hace sin moralina. La narración avanza como una corriente subterránea: firme, sin estridencias, pero imposible de ignorar.

VIII. El universo Millennium en 2025: actualidad, legado y futuro
Millennium nació en un momento en que la sociedad necesitaba un tipo específico de literatura: comprometida, incómoda, con una heroína fuera de todo molde, y una mirada crítica al poder en todas sus formas. La obra de Stieg Larsson conectó con una época de transición digital, de indignación social, de lucha por los derechos de las mujeres, y lo hizo sin renunciar al suspense ni a la acción.

Veinte años después, el mundo ha cambiado. La violencia de género ya no es un tabú, sino una urgencia visible. Las grandes conspiraciones de la era analógica han sido sustituidas por estructuras más difusas, menos espectaculares pero igual de destructivas: algoritmos, especulación verde, minería de datos, manipulación informativa. En ese contexto, la continuidad de la saga Millennium necesitaba algo más que nostalgia: necesitaba renovarse sin perder el pulso moral que la fundó.

Karin Smirnoff ha comprendido este reto y lo ha asumido con valentía. Su aporte no consiste en repetir las fórmulas de éxito anteriores, sino en redirigir el foco hacia los conflictos actuales. Los colmillos del lince no habla solo de un crimen, sino de un sistema. No denuncia solo a los culpables visibles, sino a las estructuras que lo permiten. Y todo ello sin perder el componente narrativo: hay tensión, giros, amenazas reales, pero también preguntas abiertas que quedan flotando en el aire.

En este nuevo ciclo, Millennium se convierte en una saga que no solo resiste el paso del tiempo, sino que dialoga con él. Salander sigue siendo un referente, pero ya no es la única voz. Blomkvist aporta experiencia, pero no liderazgo. Y Svala representa esa juventud que no pide permiso, pero sí exige verdad. La serie ha pasado de ser una trilogía de denuncia a convertirse en un universo ético-literario en expansión.

IX. Conclusión: la herencia viva de Stieg Larsson
Hay algo profundamente conmovedor en este nuevo volumen de la saga. No porque busque emocionar, sino porque logra hacerlo sin artificios. Los colmillos del lince es una novela que respira en varios niveles: como thriller bien construido, como crítica al modelo económico contemporáneo, como exploración de la herencia familiar y como meditación sobre el desgaste de la lucha cuando parece no tener fin.

Karin Smirnoff ha tomado un universo con millones de lectores, con expectativas altísimas y sombras alargadas, y ha sabido transformarlo sin traicionarlo. Ha creado una historia suya, con voz propia, pero conectada íntimamente con la raíz ética de la saga. Ha mostrado que Lisbeth Salander puede seguir siendo relevante, no como icono congelado, sino como personaje vivo, contradictorio, y profundamente humano.

Con esta novela, Smirnoff no solo legitima su papel como heredera literaria, sino que abre una nueva etapa en Millennium. Una etapa menos espectacular quizás, pero más honda. Más conectada con los dilemas reales de nuestro tiempo. Una etapa donde la venganza da paso a la resistencia, y el castigo al compromiso.

Quizá no haya mejor homenaje a Stieg Larsson que este: seguir haciendo preguntas. Sobre el poder, sobre la justicia, sobre la violencia, sobre el precio de decir la verdad. Y sobre todo, mantener viva la llama de personajes que no se conforman, que no callan, que no se rinden.

Porque en un mundo que cambia constantemente de rostro, la rebeldía lúcida de Lisbeth Salander sigue siendo necesaria. Y gracias a Karin Smirnoff, también sigue siendo literatura.

(c) Violant Muñoz
(c) Mediâtica: agencia cultural
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Reseña | “La bailarina de Auschwitz” de Edith Eger, publicada por Planeta

5/6/2025

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Por Violant Muñoz i Gonovés

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La bailarina de Auschwitz es mucho más que una novela histórica juvenil: es un testimonio de resiliencia, esperanza y redención. Esta edición Young Adult adapta con sensibilidad y cercanía la vida de Edith Eger, una joven judía húngara cuya pasión por la danza y la gimnasia se ve truncada por los horrores del Holocausto. A través de una narrativa profundamente emocional, el libro consigue que los lectores más jóvenes comprendan una parte crucial de la historia sin perder la fuerza del mensaje original.

La historia de Edie, como se presenta en esta versión adaptada, es una puerta abierta para que nuevas generaciones se enfrenten a las grandes preguntas de la vida: ¿cómo mantener la esperanza cuando todo está perdido?, ¿cómo elegir el amor y la vida tras una tragedia inimaginable? En plena Hungría de 1943, Edie vive una existencia dividida entre sus sueños olímpicos y su intento por encajar en una familia que no siempre sabe verla. Pero su mundo da un giro abrupto cuando ella y su familia son deportados a Auschwitz.

La narración no edulcora los horrores del campo de concentración, pero los presenta desde una perspectiva accesible y formativa para lectores adolescentes. El personaje de Eric, su primer amor, representa un hilo de luz en la oscuridad más absoluta, y sus palabras —“Nunca olvidaré tus ojos”— resuenan como símbolo de esperanza a lo largo de la obra. Junto a su hermana Magda, Edie sobrevive gracias a la fuerza del vínculo familiar y a una determinación casi inquebrantable.

Uno de los mayores aciertos de esta edición es la forma en que muestra la reconstrucción posterior a la tragedia. Cuando Edie regresa, lo que encuentra no es alivio, sino una profunda culpa de superviviente. Pero su viaje no termina allí: comienza una nueva etapa de autoconocimiento, sanación y amor. El libro transmite un mensaje universal y atemporal: no podemos cambiar el pasado, pero sí decidir cómo queremos vivir el presente y el futuro.

El relato se enriquece con la voz directa de la autora, que con 96 años ha decidido compartir su historia con una nueva generación marcada por otros desafíos: ansiedad, violencia, crisis climática, y pérdida de sentido. Su carta al lector es profundamente emotiva y sirve como un puente entre su experiencia vital y la de los jóvenes de hoy. Es un mensaje de empoderamiento y un recordatorio de que cada vida, incluso la más herida, puede encontrar libertad y propósito.

Las palabras de figuras como Oprah Winfrey, Desmond Tutu y Bill Gates avalan el impacto de este libro. No es solo una historia de supervivencia, sino un regalo para el alma, una guía para afrontar la adversidad y un testimonio de que la compasión y el amor propio pueden transformar incluso las experiencias más devastadoras.

La edición Young Adult de La bailarina de Auschwitz logra equilibrar el dolor de la historia con un tono esperanzador. Es ideal tanto para adolescentes como para educadores que deseen abordar la Segunda Guerra Mundial desde una perspectiva humana y cercana. Es un libro que invita a pensar, a sentir y a no olvidar.

En definitiva, La bailarina de Auschwitz es una lectura imprescindible. Con una prosa sencilla pero profundamente conmovedora, Edith Eger ha creado una obra que trasciende generaciones y que ayudará a los jóvenes a descubrir su fuerza interior.

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