Por Violant Muñoz i Genovés Un pequeño pueblo en las montañas. Unos vecinos con actitudes extrañas. Unos ruidos desconcertantes. ¿Quién es, en realidad, la mujer del piso de arriba? Una novela de intriga repleta de giros y suspense, con juegos de desdoblamientos y un magistral doppelgänger en el que nada es lo que parece. El germen de esta novela fue la imagen mental de un lago junto a un pequeño pueblo en el que se comete un crimen. Sin embargo, a medida que avanzaba en la historia a la autora le surgieron algunos interrogantes que no había previsto: ¿Qué podemos esperar de una persona perturbada? ¿Existe una realidad objetiva más allá de nuestra propia percepción? «Pronto, todo el mundo sabría que una extraña había llegado al pueblo. En luga- res tan pequeños, la gente es desconfiada, ahora quizá aún más, porque ellos ya lo habían sufrido todo, perdido todo y no iban a ponérselo fácil a ningún oportunista que llegara a aprovecharse del trabajo ajeno. Sin embargo, me aferré a la esperan- za de que en poco tiempo se aburrirían de imaginar la vida privada de una persona tan insulsa como yo. Me equivocaba. Y de qué manera». La muerte de Dorotea y el deseo de desaparecer propician el regreso de su nieta a la pequeña localidad de Lanuza, en Huesca. El ambiente que la recibe dista mucho de la paz que venía buscando: los vecinos la tratan con recelo y la inquilina de su abuela, una escritora de renombre con fama de rehuir la sociedad, ha dejado atrás todas sus pertenencias y ha desaparecido. Poco a poco, la curiosidad y el deseo de ahuyentar sus fantasmas despiertan en ella el impulso de apropiarse de la vida de la inquilina en una fusión de identidades que parece haber comenzado antes de su llegada al pueblo. «Un golpe seco en el piso de arriba me devolvió al presente. Me incorporé en el sofá y agucé el oído. El dolor de cabeza se había convertido en una incómoda pesadez. Subí una vez más las escaleras y golpeé la puerta con los nudillos, nerviosa ante la expectativa de conocer por fin a mi infame inquilina. Pero, de nuevo, nadie respondió. Acerqué el oído a la puerta y un estrépito al otro lado me hizo apartar- me, sobresaltada. Volví a llamar con el corazón latiendo de forma frenética, pero por más que golpeé la puerta y vociferé advirtiendo de mi presencia, nadie salió a abrir. Inquieta y malhumorada, volví abajo. Traté de justificarla aduciendo que era libre de abrir su casa a quien le diera la gana y yo no era más que una desconocida, pero mis argumentos no me parecieron convincentes. Aquella noche me acosté con la turbadora certeza de que la relación con mi inquilina iba a ser algo más que difícil, y no me equivocaba». ¿Quién es realmente la mujer que ocupa el piso de arriba? ¿Se trata de la nieta de Dorotea o de la famosa escritora? ¿Será cierto que alguien observa todos sus movimientos? «Después de tanto repetirlas en mi cabeza, las cuatro sílabas perdieron el sentido. Me repetí que debía de tratarse de la broma pesada de un adolescente aburrido. Quizá el repartidor del supermercado. Yo misma había hecho ese tipo de llamadas de niña sin otra finalidad que pasar un rato divertido junto a mis amigas. Sin embargo, aunque intenté convencerme, era consciente de que ese último mensaje no era una simple chiquillada. Un mensaje así dirigido a una mujer que vivía sola en un pueblo casi deshabitado era para echarse a temblar». En palabras de la propia autora: “...Escribir La mujer del pantano ha sido un viaje impresionante y confío en que su lectura también lo sea. Las preguntas y sus respuestas están ahora en vuestras manos...”
© Violant Muñoz © Mediâtica: agencia cultural
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