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Por Violant Muñoz i Genovés
Para comprender completamente la magnitud de Venganza, conviene recordar que esta novela es el cierre de una trilogía cuidadosamente articulada por Carme Chaparro. Desde Delito (2023), pasando por Castigo (2024) y culminando ahora con Venganza (2025), la autora ha tejido una narrativa que explora las relaciones entre justicia, moral y manipulación mediática. En Delito, se nos introduce al universo de Ana Arén, la inspectora de homicidios que marcó la pauta con un caso que, ya entonces, hablaba de silencios sociales y víctimas invisibles. La novela sembraba una crítica soterrada a los medios y a cómo estos construyen —o destruyen— reputaciones con una imagen, un titular, un silencio. Castigo amplió el enfoque, indagando más en las consecuencias de los actos de poder y en la cultura de la impunidad. El lector comenzaba a atisbar que lo que se juega no es solo la resolución de un crimen, sino el derecho mismo a la verdad. Finalmente, Venganza no solo cierra tramas, sino que las estalla: la televisión, las redes, la política, los algoritmos, los abusos de poder… todo colapsa en una novela tan frenética como lúcida. Esta progresión de lo íntimo a lo sistémico convierte a la trilogía Delito en una obra mayor: no es solo entretenimiento, sino también una alegoría sobre el poder contemporáneo. España como escenario: entre la crónica negra y el reality Chaparro no escribe desde la fantasía. Lo que hay en Venganza es un espejo —quizás deformado, pero reconocible— de la sociedad española actual. Y ese es uno de los grandes aciertos de la novela. Desde la corrupción sistémica hasta el uso del escándalo como mercancía, pasando por la complicidad entre poder mediático y político, la autora disecciona con bisturí un sistema donde la verdad no es un valor, sino un obstáculo. La escena inicial —Carlos Manso colgado del cartel de Schweppes— tiene algo de performance, de suicidio simbólico en directo. Es como si la novela dijera: “esto no es ficción, esto pasa frente a ti, en prime time”. Esa Gran Vía, ese Madrid mediático, son más que escenarios: son parte activa del crimen. Chaparro convierte los lugares en metáforas. El Museo del Prado, por ejemplo, es descrito como un templo de belleza que contrasta con la podredumbre que esconden los despachos a su alrededor. Los personajes tampoco son arquetipos: son rostros reconocibles, moldeados con inteligencia para recordarnos a figuras reales de la televisión, la política o el espectáculo. Pero nunca hay una acusación directa. Lo que hay es algo más inquietante: una verdad estructural que no necesita nombres propios para denunciar. El thriller como denuncia y como propuesta literariaTradicionalmente, el thriller ha sido un género asociado al puro entretenimiento. Sin embargo, en las últimas décadas, muchos autores han encontrado en él un canal privilegiado para hablar de realidades incómodas. Chaparro se inserta con firmeza en esa tradición: su thriller no es evasión, sino confrontación. Lo que hace de Venganza una novela destacada dentro del panorama español actual es su capacidad de fundir tensión narrativa con discurso crítico. Y lo hace sin perder ritmo. Chaparro escribe con la precisión de quien ha contado muchas veces noticias en directo, con la conciencia de que cada palabra cuenta. En este sentido, su estilo recuerda a autoras como Rosa Montero en su vertiente más crónica, o incluso a Almudena Grandes en cuanto al afán de retratar una España moralmente fracturada. Pero con una voz propia: más directa, más televisiva, más pegada al nervio del presente. La narración alterna voces, incorpora flashbacks, intercala informes, mensajes, diálogos tensos y descripciones cargadas de simbolismo. Esa estructura fragmentaria no solo refleja la complejidad del caso, sino también la imposibilidad de acceder a una única verdad en la era del ruido digital. Inteligencia artificial y el relato póstumo: la gran novedad temáticaUna de las aportaciones más originales de Venganza es la inclusión de la inteligencia artificial como dispositivo narrativo. No hablamos de un futuro lejano ni de ciencia ficción, sino de una tecnología que ya moldea lo que recordamos, lo que creemos y lo que olvidamos. Carlos Manso, incluso muerto, continúa controlando su legado gracias a herramientas digitales que manipulan su imagen, sepultan escándalos y fabrican homenajes. Esta capacidad de reescribir la memoria plantea una inquietante pregunta: ¿Qué ocurre con la verdad cuando el relato se convierte en producto moldeable? Chaparro no da respuestas fáciles. Pero plantea un debate crucial: en una sociedad donde los algoritmos seleccionan qué leer, qué ver y qué pensar, ¿es posible saber qué es real? Esa dimensión filosófica convierte a Venganza en mucho más que un thriller. Es, también, una novela de ideas. Recepción crítica y diálogo con el lector La crítica literaria ha acogido la trilogía Delito con entusiasmo creciente. Desde No soy un monstruo hasta Castigo, Carme Chaparro ha ido consolidando una voz que, si bien arranca desde el periodismo, ha sabido dotarse de recursos literarios de gran solidez. Con Venganza, según varios críticos especializados, logra su novela más ambiciosa y afilada. No solo por la tensión del argumento, sino por la madurez de su mirada: hay en ella una comprensión profunda de cómo funciona el poder, y también de cómo se quiebra la resistencia de quienes lo enfrentan. Para el lector, esto se traduce en una experiencia intensa. La novela obliga a posicionarse, a cuestionar lo que uno consume, comparte, cree. Obliga, también, a mirar con nuevos ojos esos informativos de sobremesa, esas entrevistas complacientes, esos silencios que pesan más que mil palabras. El lector como cómplice o testigo Una de las preguntas que atraviesa Venganza —y que la hace especialmente poderosa— es: ¿Qué papel jugamos nosotros, los espectadores? Porque no basta con indignarse. Chaparro insinúa, sin sermonear, que todos somos parte del engranaje: cuando aceptamos titulares sin preguntar; cuando compartimos rumores sin contrastar; cuando glorificamos a quien controla la narrativa. La novela, en ese sentido, invita a una lectura crítica, activa, incómoda. Nos convierte en testigos, sí, pero también en cómplices potenciales. No hay escapatoria fácil. Y eso es lo que hace que Venganza trascienda su género y se inscriba como una de las novelas más reveladoras de los últimos años. Conclusión: una novela necesaria Venganza no es solo una novela negra. Es una radiografía. Un grito. Un espejo que nos devuelve una imagen distorsionada pero inquietantemente familiar. Es también un homenaje a quienes luchan por contar la verdad en un mundo donde todo puede ser comprado, ocultado o editado. Carme Chaparro ha demostrado que se puede hacer literatura de calidad desde la urgencia del presente. Que el thriller no tiene por qué ser evasión. Y que, a veces, las historias más verdaderas se esconden precisamente detrás del decorado televisivo. Para lectores que busquen tensión, inteligencia y compromiso, Venganza es una lectura ineludible. Un cierre perfecto para una trilogía que se quedará, sin duda, entre lo más valioso del thriller contemporáneo español.
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