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Escritor/a Invitado/a

Mi artista

9/16/2020

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El elemento reflexivo es la mitad de Tamayo, la otra mitad es la pasión que nunca se degrada      

Octavio Paz

Por Laura Elena Ponce

Admiras a Rufino Tamayo, oaxaqueño fortaleciendo tu vocación de artista que confirma tus raíces rebeldes, mexicanas, estableciendo un carácter propositivo e impetuoso, mezclando un cierto espíritu primitivo y rompiendo con la ortodoxia de las técnicas clásicas. Este sello caracterizado en la obra pictórica que embellecen los muros de nuestra casa.

Eres seguidor de Pablo Picasso porque inspira tu pasión por el color. Líneas caprichosas que embellecen el lienzo al pintar. La modernidad aflora tu inclinación por Zaha Hadid, Luis Barragán resaltando la mexicanidad. Frank Lloyd Wright mezclando naturaleza y arquitectura –sin olvidar de mencionar The Rolling Stones, Led Zeppelin, The Creedence –algunos hay que mencionar pues la lista es larga de cita. La música es otra de tus   inclinaciones que practicas con exacerbación.

Cuando tomas la guitarra por un atardecer, las copas de tinto, el queso, ¡No pueden faltar! Esas tardes inolvidables, gratas, cálidas, conversaciones amenas. Tienes muchos temas para departir: arquitectura, cultura, cine, música. Eres fascinante, pegar la hebra contigo es fácil. Me pregunto, ¿Qué momentos nos faltan por compartir?  ¡Si siento que cada día aprendo a vivir! A tu lado es fácil. Eres la pareja ideal. Siempre atento, caballeroso.

 Son contadas las veces que has perdido el juicio sin razón. En estos treinta y dos años que llevamos de conspirar contra el mundo, hemos estado dispuestos a desafiar a esos que no son felices en este caminar inspirados por el magnetismo terrestre de nuestro inmune Kuchumá.
Elegiste nacer un 24 de marzo de 1960, exigiendo atención pues tu llanto de inmediato de manera puntual hizo el llamado a tus padres: Brígido Huerta Hernández y Estela Chávez Corona; y a tus cuatro hermanos mayores. Fuiste el quinto en llegar a una familia oriunda de Magdalena Jalisco que decide emigrar a Tecate Baja California en el año de 1963.

Poblado que tiene la característica de albergar a los inmigrantes en busca del sueño americano que en un alto porcentaje deciden quedarse a vivir en el corazón de la Baja California, por el encanto y la magia que se respira gracias a la compañía del príncipe Kuchumá. Territorio mítico dividido entre México y Estados Unidos.

Para entender la magnitud de esta montaña, Walter Yeeling Evanz-Wentz describe en su libro titulado Kuchuma’ and Sacred Mountains “una de las más sagradas montañas de la tierra, dadas las grandes influencias magnéticas y psíquicas, concentradas en la misma”.

La montaña de la creación que ha sido comparada con el monte Omei en China y Kailas en el Tibet. Encantamiento que inspiró la creación de nuestro hogar. Donde cuidaste la orientación para aprovechar la luz natural. Siendo esto fuente de inspiración, en esas tardes de vino y guitarra con Serrat, Joaquín y Milanés. –nuestros favoritos en el   jardín – sin olvidar a The Beatles, The Doors.
En este ambiente de sensibilidad nacieron nuestros hijos: Víctor, Martin, Laura y dos nietos: Marla y Bruno quienes irradian la fuerza del mismo Kuchumá –considerado un santuario espiritual – con su seducción natural, inocente y cautivadora. Esto fue el aderezo principal de la vehemencia para formar a nuestros hijos. Siendo tú el pilar y un ejemplo a seguir. Excelente padre, marido y amante excepcional. No me queda más que decir.

 Agradecida estoy por haber encontrado a la persona ideal, uniendo mi luz y tu creatividad, Theo Huerta Chávez: Gracias por aceptar el reto de vivir a mi lado entre arrebatos y pasión a los pies del príncipe Kuchumá







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Laura Elena Ponce
Soy mujer de 60 años, nací en Aguascalientes el 20 de septiembre de 1959, mis padres, Martin Ponce Serna y Carmen Martínez Gallardo oriundos del Estado de Jalisco y Aguascalientes respectivamente, llegan a Tecate en el año de 1953. Mis estudios elementales los realice en Tecate, al terminar la secundaria decido irme a vivir a Mexicali, Baja California a la edad de 20 años para ingresar a la Escuela Normal Fronteriza. En 1980 egreso como Profesora de Educación Primaria, me envían al estado de Chihuahua, Chih. A la Sierra Tarahumara, donde permanezco cuatro años, esas experiencias en territorios chihuahuenses me llenan de satisfacción pues aprendí a valorar mi tierra, mi pueblo que tanto añoraba.
Uno de mis proyectos como profesora fue echar andar una biblioteca, organizando la feria del libro, el kilómetro del libro, logrando interesar a la comunidad educativa en la participación activa de cada evento, empezamos desempolvando los libros mediante préstamos a domicilio, lecturas en voz alta, la mochila viajera, diario de grupo y personal, recreos en la biblioteca, círculo de lectores, motivando a los alumnos con lecturas cortas en las conmemoraciones cívicas, realizando breves redacciones de lo leído, incluyendo el teatro y las representaciones.
Actualmente la biblioteca cuenta su propia historia, escrita y narrada por cada alumno que la visita, fue un sueño hecho realidad.

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Regalo del cielo

9/9/2020

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Por José Ángel Vega

Recuerdo con gozo el día de tu llegada como espera la tierra las primeras gotas de lluvia. Suave como silbido del viento fue tenerte en los brazos. Sin que nada denotara que el día de tu llegada aconteciera algo completamente diferente a lo esperado.  Súbitamente, un sinfín de emociones invade mi ser al recibir la noticia amarga de la existencia de lesión cerebral irreversible. Agolpándose tanto dolor en mi corazón que me duele hasta el alma.

Al pasar los días tus padres notamos que tu desarrollo físico y mental no correspondían a tu edad cronológica, presentando tu lenguaje serias limitaciones por lo que fue un ir y venir a los centros hospitalarios. Aún recuerdo tus sonrisas de oreja a oreja cuando no alcanzábamos a tomar el camión del transporte público y emprendíamos la carrera para llegar a la siguiente parada.

Después de la tempestad vino la calma, gracias a ello valoré la vulnerabilidad del ser humano ante las circunstancias de la vida. Estamos sujetos a incidentes inesperados, contradictorios que doblegan nuestros propósitos la mayor de las veces. 

Adquirí paulatinamente gracias a Dios la fortaleza para sobreponerme a los sobresaltos representados en la interrogante ¿ por qué precisamente a nosotros tenía que pasarnos esto? A pesar de todo, aprendimos en familia a disfrutar de tu compañía; compartimos muchas experiencias en tu infancia hiperactiva. Por ejemplo,  tu hermano mayor aún recuerda la cita con el dentista para reconstrucción de una pieza dental que perdió gracias a tu buena puntería con el balón de juego; esa mirada angelical, tu gusto por el deporte – especialmente el fútbol-. Te distingues por ser siempre servicial y poseer un instinto protector para los que consideras indefensos. Sabes del cotidiano devenir del hogar y cómo integrarte, participando en las actividades diarias y encargándote principalmente del cuidado de tu mascota sin que tu sonrisa y energía se desvanezcan.

Jamás había cruzado por mi mente tener la gracia de convivir con el ser maravilloso con capacidades diferentes que el cielo me ha regalado, recibir de ti el beso diario de buenos días. El hecho de que me colmes de atenciones me place enormemente; eres y serás siempre mi bebé de 35 años.



Sobre José Ángel Vega

Mi vida profesional ha estado llena de retos debido a los cambios en planes y programas de estudio, a partir de 1993 los cambios han sido más dinámicos lo que de alguna manera me estimuló a la actualización académica.


     Algunas de las carencias superadas son la resistencia presentada a ciertos cambios en mi quehacer docente sobre todo ahora que las nuevas tecnologías han cambiado la manera de interactuar en el espacio educativo lo que me a llevado a interiorizarme en el conocimiento y  aplicación de las mismas e integrarlas a estrategias innovadoras para coadyuvar en la construcción de aprendizajes significativo.

     Exhorto a quienes sientan tener la vocación del magisterio a que luchen por su sueño ya que bien vale la pena el esfuerzo. A los que ya lo son  a seguir sirviendo y amando a sus alumnos. Si me preguntaran ¿ Qué te gustaría ser si volvieras  a nacer? Sin vacilar contestaría ¡docente!

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"Ahora", "Entre el polvo negro" y "Caer"

9/2/2020

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Fotografía © Bernartbé
Por Joel Bernabé

Ahora


Ahora no estoy,
no pienso,
no soy.
                                                      
No siento mi piel,
no encuentro mis ojos,

no escucho mi voz.

O tal vez soy un sueño
de alguien que sueña,

¡y yo quisiera despertarlo! ...,
pero nada,
sigo así, aquí buscándole
forma a las cosas que no tienen
sentido.  

No sé si soy despojo 
de carne,

de huesos
u olvido.

Pareciera
que estoy cubierto

de frío,
de espinas
y polvo.

¡Apesto a ausencias,
a melancolías

y a nostalgias!

Y mientras nada soy,
escupo blasfemias

a los transeúntes
por las ventanas. 

Sé que no estoy,
que no pienso,           

que no soy
y, sin embargo, entre
las paredes
le susurro
a la muerte:
–Sabes, ahora solo 
quisiera
recogerme,
dormir,
olvidar… dormir, olvidar. 


Entre el polvo negro

Voy a cubrirme de noches,
ahogarme en el polvo negro

hasta reventar de olvido.

Dormiré saturado
de vacío.

Lo que tuve,
no lo supe mío.


Pero antes pondré un caracol
en mi frente
para que con su baba de sal                        
evitar, mi cuerpo se vuelva polvo.

Los caracoles son eternos
lo sé, los he visto,

quizás porque son lentos.

Pasarán los siglos,
y nada habrá cambiado.


Seguiré ahí
solo, ausente,

cubierto de sal,
cubierto de muerte.


Caer

Extraño, disociado, ausente de todo,
no sé qué pensar, no pienso.


Estoy harto,
cansado de no ser,
de no estar.

Me pesa la nada,
me aplasta.


Me dejo caer y caigo,
y mientras caiga

veo siluetas sin rostros
que van, que vienen, llevando consigo
el peso de la nada.

Entonces, siento la monstruosidad
del vacío,

en el que estoy, en el que estamos,
profundo, infinito.

Me ahoga este mar de hastío,
lleno de peces sombríos

que escupen burbujas de sal
y no escucho palabra alguna
donde pueda posar mi boca,
mi lengua, mi razón.

Y mientras voy cayendo,
el tiempo, ave de rapiña,
observa mi decadencia,
listo para  hacerme polvo
y después escupirme al olvido. 

Qué más da,
uno nunca es nadie,

y ser nada es inescapable.

A decir verdad,
soy, como todos, una masa

que va, que viene, que duerme,
que va, que viene, que duerme,
producto de lo absurdo,
alimentando solamente el vacío.  


Nota biográfica

Fui esculpido en Terecuato, Michoacán. Aterricé de forma brusca aquí en los Estados Unidos hace veinte años. Nunca aprendí el idioma purépecha, mi lengua madre y el español ahí medio lo hablaba.

 En la “tierra de las oportunidades” supe que el Inglés es necesario. Gracias al esfuerzo por aprenderlo en varios colegios de California, descubrí que la filosofía es mi otra mitad. Leyendo un texto en inglés me encontré un fragmento filosófico con la sentencia: “yo solo sé, que nada sé,” de Sócrates. Esta frase me sacudió hasta los huesos y, desde entonces, ya no fui el mismo. No saber nada se ha vuelto mi bandera y punto de partida para estudiar filosofía.

De las corrientes filosóficas el existencialismo me ha llamado la atención: Nietzsche, Sartre y Camus han influenciado mi escritura. Lo absurdo, la nada, el vacío y la muerte son temas recurrentes en mis escritos. 

41 años ya en este mundo haciendo caminos que no van a ningún lado, pero los últimos 6 han sido los más satisfactorios. Desde entonces me he dedicado a empuñar el lápiz y a llenar el cesto de papel, hasta que algunas líneas logren convertirse en un poema. 

Son años llenos de caos y sin sentido. Disculpen mi pesimismo, pero sin este ingrediente no podría escribir poesía. 

Entrada editada por Saúl Holguín Cuevas.



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El perro

8/26/2020

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Por Víctor Hugo Preciado

    Esa noche, el Chencho venía muy amuinado por lo pasado en el Salsipuedes, la cantina-pulquería en donde el Chencho cuando tenía ganas de tomar, se reunía con algunos amigos o parroquianos del pueblo a departir y a echarse sus alipuses ya fuera de mezcal, tequila o su tlachique (pulque).
      Al Chencho se le habían pasado las “cucharadas” y había discutido con el Chon y a punto estuvieron de llegar a las armas y darse de plomazos afuera del Salsipuedes. Si no hubiera sido por el Gorgonio, quien sabe si la estaría contando, porque el Chon tenía fama de tener buen tino. No jerraba tiro. El estar tuerto era en esos menesteres una ventaja. Además, él sabía que ya había despenado a muchos durante las escaramuzas en donde participaron. Esa noche el Chencho se escapó de pelos gracias al Gorgonio que fue quien los había separado, diciéndoles a gritos:  
           —Si son amigos, pa’ que andan con pleitos. Pa’ que se van a quitar la vida. Mañana, si alguno queda vivo, les va a pesar haber matado a un amigo. Nos conocemos desde escuincles y por una borrachera se van a matar.  
          —Pos yo estoy muy amuinado —decía el Chencho mientras el Chon gritaba.  
          —Pos fíjate lo que dices. Yo tampoco le tengo miedo a la muerte.  
          —Ni a mí me arrisca pelos el diablo —le contestó el Chencho. 
Pero al fin el Gorgonio, que era amigo de los dos, le dijo al Chon.   
          —Chon, tú’stas más sobrio que el Chencho. No lo vayas a matar. Mejor vete pa’dentro. Yo te voy a invitar una botella de mezcal. No le hagas caso al Chencho. Espérame adentro. Déjame despacharlo pa’ su jacal. 
Tal pareció que el Chon entendió. Dándose media vuelta, entró de nuevo a la cantina. No sin antes gritar:
—Otro día nos arreglamos, Chencho.
Por su parte, el Gorgonio hizo entender al Chencho que mejor se fuera para su jacal, que la Inés y sus chilpayates lo estaban esperando y que ya era muy noche, que él no vivía en el pueblo, que todavía tenía un largo camino por delante y que ya estaba muy borracho, que ya mañana sería otro día. Hasta le ayudó a subirse al Palomo. De lo borracho que estaba no se podía subir, pero al fin se subió.
       El Palomo empezó a llevarlo. Ya conocía el camino de regreso. Solo que para llegar a su jacal, tenía que caminar un buen rato, como cinco o seis kilómetros. En el trayecto, tenía que pasar por un lado del casco de la hacienda abandonada. Dicha hacienda había estado desocupada desde la época de la guerra de invasión yanqui, cuando el dueño de la hacienda murió fusilado ahí mismo por una de las facciones en disputa. Su familia había huido al norte, dejando aquel lugar abandonado. La vegetación, como es natural, reclamó su espacio y empezó a crecer aceleradamente. Ya que había ahí unas enormes nopaleras y el monte se empezó a tupir de mezquites y huizaches, haciendo de aquello un espinal. 
Esa noche de sábado, venía el Chencho en su Palomo. La muina ya se le había pasado porque había recorrido ya más de la mitad del camino. Silbaba alegremente el Cielito lindo. La luna estaba tan brillante y tan grande que parecía de día. Era un plenilunio de septiembre. A ambos lados del camino había unos peñones que parecían gemelos, y que  los lugareños llamaban Los Cuates. 
El camino pasaba entre estas dos enormes rocas entre las cuales había una separación como de unos diez metros. En el día, daban la apariencia de cristianos de pie. Por eso eran conocidos como Los Cuates. 
El Chencho recorrió el camino hacia un pequeño recodo que bajaba hacia donde había un puente de piedra. El camino estaba empedrado.
        Este puente de piedra había sido construido para pasar por encima de la acequia que pasaba bordeando por un lado y que separaba la edificación de donde empezaban las tierras de cultivo.  La acequia había alimentado de agua a aquella hacienda que en sus tiempos de esplendor había sido una de las más grandes de la región. Todo ese camino próximo a la construcción había sido empedrado desde la época de la colonia. El trabajo había sido tan bueno que, a pesar del tiempo transcurrido, se conservaba en buen estado. 
Por ahí iba el Chencho en su Palomo, silbando alegremente, al habérsele pasado la muina. Iba pensando en el regaño que le daría su mujer al llegar a su jacal.  Sabía que todavía estaría despierta por el pendiente de que no llegaba.
         El Chencho iba muy tranquilo. Los ruidos de la noche, es decir, algunas ranas de la acequia, grillos y un tecolote que ululaba, un ligero viento que hacía sonar los breñales al moverlos  y su silbido amenizaban el ambiente. Repentinamente, todo quedó en silencio. Solo su silbido se escuchaba. Esto le causó extrañeza; algo raro sucedía. Cuando de repente, oyó unos chasquidos.  Dejó de silbar, se quedó callado y atento a cualquier cosa. Volteó para todos lados y no vio nada. El Palomo seguía caminando, pero iba un tanto inquieto. 
Después de unos segundos de tensión, el Chencho olvidó todo y empezó de nuevo a silbar. Recién comenzaba a tararear la canción “ De la sierra morena Cielito Lindo  vienen bajando…” cuando otra vez oyó los chasquidos, ahora más cerca. Guardó silencio nuevamente para escuchar mejor. De pronto, el Palomo se empezó a encabritar. Justo en ese momento, el Chencho lo vio. Era un perro al que le brillaban los ojos como si fueran tizones, así como cuando las brasas del fogón de la Inés se avivaban con el soplador. No era un perro muy grande, era un perro blanco que parecía tener fierro en las patas por el sonido que producía. Estaba detrás de él, como si lo siguiera. A cada paso que daba, sonaba como si arrastrara cadenas. Pero no eran cadenas, eran las patas del perro las que producían aquel ruido aterrador al caminar sobre las piedras. Tal parecía que el perro llevase herraduras. 
El Chencho estaba en medio del puente de la acequia. El Palomo se encabritó aún más y lo tiró al suelo.  Salió a galope tendido muy espantado. Corría sin ningún control. El Chencho quería seguirlo, pero no pudo. El miedo lo paralizaba de tal forma que no podía ponerse de pie porque temblaba de pies a cabeza. Sus cabellos se erizaron y una sensación de rigidez le invadió la espalda. Cuando consiguió pararse, quiso correr, pero sentía como si sus huaraches tuvieran melcocha en la suela. Solo daba pasos muy pesados y torpes, como si se moviera en cámara lenta, en su apuro, cayó de nuevo. 
Cuando por fin consiguió cruzar el puente, casi a gatas, el perro pasaba a su lado, haciendo aquel chirrido, a pesar de que el perro no tocaba el suelo, pues parecía flotar en el aire a cada paso que daba. Nomás se oía el chir, chir, chir metálico en el empedrado del camino. 
Cuando el perro pasó a su lado, lo volteó a ver. El Chencho sintió la mirada de aquellos tizones rojos en sus ojos como si fueran espinas de maguey heladas que penetraron hasta lo más recóndito de su alma. Después sintió en su cuerpo una tibieza que lo inundaba. Su rostro estaba descompuesto por el terror y no atinaba a hacer nada. Quería correr, pero no podía. Aquello era superior a su voluntad. 
El perro siguió caminando, produciendo aquel infernal  ruido metálico a pesar de haber salido del camino empedrado. Se alejó del Chencho y se aproximó a una enorme nopalera que daba las tunas rojas, cerca de una gran pared, la única que tenía un pedazo de tejado de lo que quedaba del casco de la hacienda. Fue ahí precisamente, ante los incrédulos ojos del Chencho que de pronto apareció una gran llamarada que salía de la tierra. Era una lumbrera grande como si tuviera leña de palo fierro, pero de color azul con blanco. El Chencho no podía dar crédito a lo que sus ojos veían. Al llegar el perro a ese lugar donde aquel fuego brotaba de la tierra, en lugar de darle la vuelta, se metió a la lumbrera. Cuando el perro entró en la fogata se desvaneció repentinamente, y esta desapareció de la misma forma como había aparecido, de la nada. 
El Chencho pensó que aquella llamarada quemaría la nopalera porque la abrazaba, además de que estaba cerca de otros breñales donde había aparecido, pero no, desapareció sin dejar ninguna huella o rastro de quemadura .
El Chencho no sabía si aquello era un sueño, realidad o producto de la borrachera, pero no había duda, la noche estaba muy bien iluminada y ni nublado estaba. Tenía la certeza de haberlo visto todo muy bien, no tenía la menor duda.
         Cuando la lumbrada se extinguió, el Chencho recuperó la movilidad y empezó a correr. No le importó correr por entre los breñales de mezquites, huizaches y nopales. No paró hasta llegar a su jacal. 
Cuando llegó a la choza, ya la guarapeta se le había bajado. Tocó la puerta a la vez que le gritaba a la Inés que le abriera, porque estaba atrancada. La Inés, asustada, abrió rápidamente y, al verlo todo rasguñado y con la cara desfigurada por el miedo, se asustó también. Le preguntó:
           —¿Qué tienes, Chencho? ¿Qué te pasó? ¿De ‘ónde vienes? ¡Mira cómo estás! ¡Vienes todo rasguñado! ¡Apenas puedes resollar!  
—El perro, el perro, el perro. 
Era lo único que el Chencho atinaba a decir. Temblaba de pies a cabeza. Sentía que el corazón se le salía por la boca. Su respiración entrecortada no lo dejaba articular palabra. 
            —¿Cuál perro? ¿De qué estás hablando? ¡Cálmate, Chencho! Ya estás en el jacal. Cuéntame qué te pasó. 
Poco a poco, el Chencho se fue recobrando del susto y, tomando un jarro de agua de un cántaro de barro que estaba junto a una de las paredes de su jacal, empezó a beber desesperadamente. Lo volvió a llenar para tomar más. Ya un poco más calmado, empezó a relatarle a la Inés lo que le había pasado. 
            —Inés, te lo juro por esta —le dijo el Chencho mientras hacía la señal de la cruz, besándola, a la vez que se santiguaba, —que lo vide con mis propios ojos, con estos ojos que se han de comer los gusanos que no te echo mentiras.  
—¿Pero qué jue lo que vites, Chencho? 
—Un perro Inés, un perro.  
—Pero ¿qué tiene de malo un perro?
           —Es que ese perro, Inés, tenía los ojos como ascuas, así como las brasas de tu hornilla cuando le atizas al carbón, rojos como con fuego, muy brillantes. Cuando caminaba, a cada paso que daba sonaba como si trajera herraduras en las patas. Pero no tentaba el suelo. Iba flotando en el aire.
—¿Pero en dónde jue eso, Chencho?
           —Cuando venía del pueblo, al pasar cerca del casco de la hacienda abandonada.  
           —¡Chencho, apestas mucho a mezcal! ¡Todavía vienes borracho!  
 --¡No, Inés, ya te dije! Es la puritita verdá. Hasta la borrachera se me bajó.   
            —Chencho, te creo nomás porque hace rato que llegó el Palomo y se me hizo raro que no llegaras tú. Empecé a rezar porque estaba con el pendiente. 
—Yo ya había oído hablar a la gente de ese perro ques’que ya se le ha aparecido a algunos.  
—¿Y qué pasó, pues, Chencho? 
           --Pos yo venía del pueblo cuando oí el ruido de los fierros que hacía el perro. No era un perro muy grande, era un perro blanco, pero muy feo. Hasta se me afiguró que era el mismísimo diablo. El Palomo se espantó y me tiró al suelo y salió corriendo por el puente de la acequia. Cuando me pude parar, vide al perro meterse en medio de una lumbrada de llamaradas azules con blanco, así como las de las estufas de los ricos del pueblo. Pos allí mismito se metió el perro y desapareció con todo y llamarada, como si se los hubiera tragado la tierra.  
—¿Y tú vites todo eso, Chencho?  
         —Como te lo estoy platicando, Inés. Te lo juro por esta —decía el Chencho y se ponía más pálido que una tortilla dura. Esta vez se santiguaron los dos, mientras la Inés decía:
         — Jesús, María y José y la virgen de Guadalupe nos amparen. 


—Además, la noche estaba clarita. La luna, así como la ves que parece un quesote y ni nublado estaba. No me engañaron mis ojos.  En cuantito se apagó la lumbre, pegué la carrera hasta llegar aquí. No me importó correr entre el breñal de los mezquites, huizaches y nopales. Mírame como vengo, todo espinado y rasguñado. ¿Tú crees que te iba a estar echando mentiras? No, Inés, con eso no se juega. Cúrame, Inés. Nomás déjame tomarme otro jarro de agua. 
La Inés también estaba asustada al ver a su viejo en el estado que había llegado. Ella sabía que el Chencho no era mentiroso. Tomó unas hierbas que tenía en una estera que colgaba del techo del jacal, empezó a arrancar las espinas que todavía tenía el Chencho en el cuerpo y comenzó a ponerle algunos fomentos en las heridas más grandes mientras le decía:
            —Ya ves lo que te pasa por irte de briago pa’l pueblo en vez de quedarte aquí en el jacal.
            —Ya, vieja. Ya no me digas nada que ya tengo mucho con lo que me pasó. Ya ves que yo soy muy macho y te juro que no era la borrachera. Si dicen que ya varios han visto a ese chucho. Si mi apá decía que a él también se le apareció. Yo creo que mi apá se quedó espantado y por eso se murió. ¿No te acuerdas que un día nos platicó de eso y que al poco tiempo se fue enfermando y se murió? Además, a otros también se les ha aparecido y hasta dicen que también se aparece el ánima de don Pedro, el dueño de la hacienda, al que fusilaron los del ejército que defendía la patria en contra de los gringos.  Pos dicen que ese don Pedro ayudaba a los gringos y que por eso lo fusilaron.  Pa’llá pa’l lado de la tapia grande, la que da pa’l potrero, ques’que porque no quiso entregarles los doblones de oro que tenía. Porque ése sí que tenía reteharta lana. Pos si era el dueño de la hacienda y tenía tantísima gente a su servicio. Era dueño de haciendas y vidas.
          —Sí, Chencho. Dicen que era muy malo, que cuando una muchacha se iba a casar, primero tenía que estar con él y a luego ya se podía casar.  Ques’que la gente no lo quería porque casi que eran sus esclavos, que era muy déspota.
          --Pos dicen que cuando supo que venía la bola pa’la hacienda, enterró todo el oro que tenía y mandó matar a los que lo enterraron pa’que no jueran a hablar. Dicen que los envenenó un nahualli muy malo. Don Pedro le pagó pa’que los enyerbara con una bebida cuando terminaron de enterrar el dinero.
          —Ha de haber pensado que lo iban a perdonar. Sí cómo no. Y a luego cuando lo iban a fusilar, dicen que lloraba pidiendo perdón. Pero ya debía muchas y se lo tronaron y ni así habló. Ha de haber pensado que su oro se lo iba a llevar al más allá.
           —La cosa jue que por más que buscaron, nunca lo encontraron.  
—Ave María Purísima, Chencho. Son almas en pena.
          —Tu no sabes mucho de esto que te estoy contando porque no eres de por aquí. Ya ves que yo te truje de allá del otro lado de las montañas cuando mi apá todavía vivía.
          --Pos será el sereno, Chencho, pero a mí no me ha pasado nada. Aunque allá en el rancho donde yo nací, decían que a veces se aparecía el nahual. Dizque es como un lobo pero, más grande. Mataba a los brujos maloras que le hacían mal de ojo a otros y la gente les tenía miedo por dañistas que eran. Y hasta dicen que se convertían en animales pa’que la gente no los reconociera.
        —Ya te dije, Inés. Tú ya me conoces cuando ando briago y sabes que no soy embustero. Sabes que no le tengo miedo a nada. Pero lo que te acabo de decir es la puritita verdá.

          —Hasta dicen que ha pasado que la gente, perdiendo el miedo y armada, hasta los ha matado en la noche siendo animales y que en la mañana el cuerpo que está tirado es el de un cristiano. ¡Ay, ay! Despacio —se quejaba el Chencho cuando su mujer retiraba algunas de las espinas.

          —Bueno, pos ya terminé de quitarte las espinas y de curarte. Ya vamos a dormirnos, Chencho, ya es muy noche.  Mañana temprano tienes que traerme leña antes de que te vayas a la labor pa’ poder echarte las gordas y te lleves tu itacate pa’ que almuerces allá.  

—Sí, Inés. Ya vamos a dormirnos que estoy muy cansado y me siento muy adisgusto.

          Por más que quiso dormir, esa noche el Chencho no pudo pegar los ojos, a pesar del cansancio y lo maltratado que estaba. Primero, platicándole a la Inés lo que le había pasado y después, cuando ya la Inés estaba dormida y todo en el jacal estaba en silencio, seguía mirando aquellos ojos rojos y brillantes que penetraron hasta el fondo de su ser al mirarlo fijamente, mientras el animal pasaba a su lado, flotando en el aire. Aún podía oír aquel ruido infernal como de cadenas que se golpean contra las piedras y retumbaba en sus oídos. No podía dejar de pensar en aquella intensa llamarada azul-blanca que brotaba de la tierra, con la sensación de no poder moverse, así como la súbita desaparición tanto de la llamarada como del perro. El silencio repentino al cruzar el puente, como si todo aquello  que le acababa de suceder hubiese estado predestinado para acontecerle precisamente a él.
 Todo esto revoloteaba en su cabeza, y pensando en que esto también le había pasado a José su padre. El altercado con su amigo, que nunca antes había pasado.
 Los sonidos del silencio de la noche, a los que él ya estaba acostumbrado en su jacal los oía como nunca los había escuchado antes, atento a ellos, y todo esto había ocurrido en tan solo las últimas horas. Todos estos pensamientos no lo dejaron conciliar el sueño en toda la noche, a pesar del cansancio y lo maltrecho que estaba.
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"¡Aplaude!", "Ayer le escribí al olvido" y "Bébeme de nuevo"

8/19/2020

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Por Poemary

¡Aplaude!

Siempre quise ser artista;

cuando niña
quise cantar, bailar, actuar…
¡Y vaya que actuaba muy bien!,
pues siempre papá me daba lo que pedía.

La danza se me dio hasta en la adolescencia
cuando el folclor se metió entre mis poros
y solo respiraba orgullo por mi patria...
¡Esas danzas sí que eran un gran logro!

Pero, el canto nunca obedeció mi mando;
los niños nunca mienten,
y cuando mi ahijado me gritó:
—“¡cállate madrina que cantas muy feo!”,
me silenció por bastantes años...

¡Ahora canto cuando me place hacerlo!

Pero… siempre quise ser artista;
una artista completa,
que no diera medias tintas,
que no fuera altanera,
que el talento naturalmente naciera y...
¡me enamoré de la pluma y el papel!.


Respiraba con orgullo
cada vez que leía lo que mi musa me dictaba,
como cuando danzaba mi folclor mexicano,
¡ese tipo de orgullo que te hincha el pecho!

Mas conforme el tiempo fue pasando
ese orgullo iba decayendo,
(con cada lectura de los versos pasados,
pausados, perfectos en ritmo y rima
pero carentes de sentimiento)
y el papel y la pluma fueron abandonados.


Desde hace tiempo he vuelto a escribir,
pero, hoy toco la pluma sin delicado tacto:

la froto y la muevo al ritmo que me plazca,
dando forma a versos sin forma,
vertiendo sentimientos en un papel en blanco;

¡y me idiotizo y me enloquezco!,
y me siento como un sabio satisfecho
al leer y releer cada estrofa
y hasta cada silencio entre las palabras.

Y respiro... ¡Respiro libre!

Al saberme libre de escribir sin reglas,
sin acentos o tildes,
por la prisa de vaciar lo que me dictan...
lo que me dictan...
¿Quién me lo dicta?

¡Tú, quien me escucha ahora!
¡Tú eres la musa de esta obra!

Tú me dictaste hace muchas horas,
porque quieres escuchar de mi boca
lo que a ti mismo te provocan...

¿Que lloras?
¡Todo mundo llora!

¿Que amas?
¡Todos amamos y buscamos amor!

¿Que mientes?
¡No existe quien no lo haga!
¿Que sufres o ríes?
¡Estas vivo... agradece que sientes!


¿Que tú también soñaste con ser artista?
¿Te identificas con mis letras?
Entonces... ¡APLAUDE!



©2012 Poemary

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Ayer le escribí al olvido

Ayer le escribí al olvido

pidiéndole me ayude a olvidarte,
le conté nuestra historia,
con todo y tus errores
y mis tantos perdones.


Nunca imaginé recurrir al olvido,
suplicar con tanto ahínco,
mis lágrimas me dieron el valor,
las que viste derramar
la noche que dijiste adiós.

Solo a mí se me ocurrió pensar
que podrías de verdad amarme,
si eres como un cometa,
te guía el viento igual que a la veleta;
¡solo a mí se me ocurre amarte!

Y hablo en presente,
sin cegarme la mente,
quizá sea porque la soledad
danza a mi alrededor
y me ha servido para reflexionar.

¡Qué mi amor es sincero!
Que si guardo tu foto en mi librero
debe ser porque sigo creyendo
que la felicidad contigo no fue utopía
y que mi amor te regresará a mi vida.

Si, ayer le conté todo esto,
y el olvido guardó silencio,
pensé haber ganado la batalla
a este tonto corazón empecinado
pero hoy de nuevo te he recordado.

Y al pensar de nuevo en ti
me doy cuenta que el olvido
mis letras hoy ha respondido,
tendré que escribirle otra vez,
y mentiré, ¡diré… que nunca te amé!



©2012 Poemary 

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Bébeme de nuevo

¡Bébeme de nuevo...!

Toma la savia de mi boca,
nútrete con mis ganas,
danza al ritmo
de mi lengua empapada,
sin manos empieza,
con besos sorpresa,
embelésate
con mi esencia traviesa.


Bébeme de nuevo...
con tu mirada profunda
reta mis pupilas dilatadas,
que te imploran
-con la respiración entrecortada-
continuar…
con el beso lascivo,
excesivamente…
exclusivo.

Bébeme de nuevo...
descorcha el gemido,
repite el sabor de un buen champán,
entre mi pecho agitado
con tu lengua zigzagueando,
subiendo, bajando,
improvisando el roce,
provocando
que infinitamente goce.

Bébeme de nuevo...
donde resbala el flujo
envuelto en diferente sabor:
chocolate, vainilla... flor…
¡Abre los pétalos!
Y mientras en el infinito me pierdo
y la gloria eterna pruebo,
tú, -como abeja a la miel-
¡bébeme de nuevo...!

 
©2010 Poemary

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Morir

8/12/2020

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Por Magali A. Solorza

En rima Jotabem.



En el despertar sonriente 
te doy mi pasión ferviente.

Sea Bendito tu amor
que bajo el azul albor,
él florece con candor
de verdadero fervor.

Eres razón del vivir,
vida, no me hagas sufrir.

Mi débil corazón siente,
no le causes cruel dolor,
que por ti puedo morir.

Magali Aguilar Solorza
‎Sábado / ‎Mayo ‎18/ 2019 ‏‎11:52:09 am
Autora mexicana

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"Caraja" y "Ven"

8/1/2020

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Por Magalia A. Solorza

Caraja

¡Ay!… qué terca es usted vida,
con el tiempo, ¡qué fugaz!

Pronta te vas de la faz,
mi alma te llevas en tu huida.

No seas suspiro, haz
tu presencia ser erguida

y no transites vencida,
del destino sé vivaz.

De la existencia se aleja
deja sufrido dolor.

¡Ay!, es caraja y compleja.

Ante mi presencia vieja
piensa que me hace un favor,
sabe que se desmadeja.


Magali Aguilar Solorza
Sábado/Noviembre/21/2015 9:27:24 pm
Mexicana

_¡Ay! la vida es terca, testaruda y me deja; según, disfrutar con pasión. Pero me cobra el vivir... en la sublime razón de estar en el coexistir, ante la presencia de los carajos años, en fin, que puedo hacer por ella, si mi cuerpo va muriendo y detener el tiempo no se puede.

¡Caray, se manda! Le digo que bailo un fandango y se olvide de mi presencia, pero la caraja no me deja, se aferra en tomar el viaje ¡Caramba, sí que lleva prisa!

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Ven

Te he adorado con locura;
ven, palpa este mi fervor,
es cálido y húmedo hervor.
¡Haz, que pierda la cordura,
al trotar  por la llanura!
Embriagaste  mis sentidos
y se encuentran aturdidos.
!Árdeme con tus caricias!
A ti entrego mis delicias
de estos mis años floridos.

¡Vamos, la noche es placer!
Esta mi entrega disfruta
y aunque no soy gata astuta
tu apetencia la hago arder,
al susurrar mi querer.
El sentimiento no duerme
y no lo dejes que merme,
es torrencial de pasión;
así, que de mi  dispón.
¡Cumples, o puedes  perderme!

Magali  Aguilar Solorza
Viernes/Enero 21/ 9:19:12 pm
Mexicana.


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"Agonía", "En pedazos" y "Perdido"

7/29/2020

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Escritor invitado: Federico “Freddy” López

Cuando se habla de Federico López o Freddy (Puebla) como se le conoce en el desierto, se vienen a la mente sus controversiales poemas, sus performances con ese toque de locura. Es coautor del libro Letras de arena y en esa colaboración se puede sentir ese grito desesperado y la protesta social ante las injusticias. Respetuoso de las letras, las va dejando plasmadas con su palabra tanto en museos, librerías,  galerías y porqué no, en callejones que es donde ha rescatado lo mejor de su obra. Es el causante de Poesía en voz alta, un evento de exquisita selección de poetas, escritores, artes plásticas, música  y performance. Su poesía y sus performances crudos se mastican casi siempre, con una copa de buen vino y el humo de un cigarrillo.

Agonía

Febrero 27, 
lloraba al contaminar por primera vez mis pulmones, 
ahí empezó todo:
aprender a beber,
comer, gatear, 
caminar, berrear.
Entre el resumen de esto 
mi llamada vida o muerte, 
me he ido diluyendo a cuentagotas.
Autodestructivo el reloj 
que arremete violentamente 
en mi costado izquierdo, 
infringiéndome el mayor daño posible.
Abismado entre el pretérito, 
futuro y presente.
Que a la postre he sido sin tiempo, 
sin raíz, sin agua, 
semilla estéril, 
y que sin todos ustedes mis amigos, 
esta muerte no me sabría a tanta vida.
Yo no nací la mañana de un sábado 
27 de febrero del 82, 
ese día empecé a morir.



En pedazos
 

Me devastó 
para después recoger los pequeños trozos 
y darles forma sobre la hoja.
Mirarme hecho pedazos sobre el lienzo 
que ya no es blanco 
y, ahora está manchado con algo de mí; 
con mi carne desgarrada, 
con el dolor punzante, 
con el recuerdo que se empeña enloquecerme 
y con el olvido que no se apiada en llegar.
Duele sangrar 
pero no desde la boca o la piel, 
sino desde lo más oscuro de tu ser, 
y duele, porque el proceso de sanar 
ya empezó.




Perdido

Se me olvidó que no tenía que olvidarte 
y te olvide. 
Ahora te busco y no te encuentro, 
no sé en qué parte de mi historia te quedaste, con cuál rostro 
y con qué nombre te conocí.
No sé en qué recuerdo te perdiste.
A qué hora, qué día mi memoria se atrofió. 
El poeta invidente mintió al decir: 
solo una cosa no hay, es el olvido. 
Sí existe y lleva tu rostro, 
esa faz que no recuerdo...
¿En qué espejo miré esa cara reflejada 
y no la reconocí?


(Editó la nota: Saúl Holguín Cuevas)

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"A mi madre", "Caracola lunar" y "Caló"

7/22/2020

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Fotografía: Martín Laguna
Techari Etechari

Nota biográfica: Nombre de pluma: Techari (Juliet Gómez), que en el caló gitano significa libre. Oriunda de Guadalajara, Jalisco, México, pero chicana de corazón. Aerialista (cirquera decía mi madre) y cuando no anda en el aire o escribiendo trabaja con papel maché haciendo Catrinas Morochas pa'los cuates. 

Es la Vieja Loca de la cuadra que alimenta a cuanto gallo callejero se arrime, al igual que alimenta a los pájaros, ardillas y cuervos (con los que suele platicar por las mañanas), que vienen a su jardín, y tienen por lo menos seis bebederos para sus eternos colibríes. Sigue fielmente los principios de Burning Man y no  puede vivir sin su eterna copa de tinto diario.


A mi madre
Suspendido quedó el tiempo
entre los añiles deslavados
de aquel aguamanil de mi madre,
en el río donde ella lavaba su rebozo,
aquel de hilados de seda.

Suspendida quedó la luna
marcada con el carmín de la inocencia de mi madre

aquella que perdió sin darse cuenta
por el camino polvoriento
que llegaba a su pueblo.

Suspendido quedó el tiempo
en el azul del cielo

aquel donde ella buscaba sus sueños,
y atrapada quedó su alma
suspendida en un suspiro eterno
cuando su madre la dejó llorando
en el resquicio de una vieja puerta.

Desgarrada quedó su esencia
entre sus hilados de seda

y los añiles deslavados
manchados con el carmín de su inocencia
marchitos en el azul del cielo
donde quedó atrapada su infinita tristeza
en el resquicio de una vieja puerta.


Caracola lunar
Me encontré una caracola lunar,
perdida en una cueva azul

plateando hilos tejidos en sartas interminables
de ensueños perdidos.

La recogí y absorta me perdí
en la profundidad de su llanura

húmeda aún de gotas mercuriales
recogidas por la mañana.

Entre azules matices volaron mis sueños,
incrustándose sin piedad

en su pétreo caparazón
de memorias infinitas.

Se deslizó por entre mis manos,
Mientras una luz
inundaba a destiempo
los abismos de mi alma.

La caracola, la Luna
la luz el destiempo

estallaron en mis manos
en infinitos fragmentos.

Mi voz te llamó y
por un breve momento,
en la sombra de la nada
se detuvo el tiempo.


(No me preguntes en qué estaba pensando cuando lo escribí, se llama Caracola lunar, ¿quién te dice que no hay caracolas en la Luna? y ¿quién dice que no me voy a acordar de lo que no me debo de acordar si me fuese yo a visitarla? Y, perdón pero aquí adrede no seguí ni métrica ni nada, al fin y al cabo, en la Luna no hay gramática ni estructura poética que valga.)

Caló
Ando en caló and I like this feeling
ese ir y venir que

como marea me envuelve.

Mi lengua resbala in the twisted spirals
of the
idioma, y es que ya no soy

la misma persona.

In a fine quiahuitl las palabras caen,
like a mist
mi pensamiento

se disuelve.

Sobre un mar de palabras ando
and I go back and forth

indolente, imacaxtli.

Yotl ando en caló
and I like this feeling
without boundaries.

My xochicuicatl is free,
y el caló vuela
libre como un ave.


Vocablos:
Aerealista: practicante de la danza aérea, en España Airfit.

Caló: originalmente es la variedad del romaní que hablan los gitanos de España, Francia y Portugal. En el caso de este poema la acepción usada es la de “jerga” “argot” o dialecto que usa un grupo específico dentro de una comunidad. En este caso estaráimos hablando del Spanglish dándole el sentido de dialecto único y específico a cierto grupo de gente.

Quiahuit o quiyauitl: Lluvia o aguacero. 

Imacaxtli: Digno de respeto , grave y poderoso R. imacaci: Diccionario de la lengua náhuatl o mexicana (1885) de Rémi Simeón. 

Yotl: palabra que combina el pronombre personal yo y el sufijo náhuatl “tl”, porque me dio la gana.

Xochicuicatl: son cantos en los que reiteradamente se alude a las flores. Estas eran tanto metáforas de las palabras poéticas como de las obras de origen divino o de las batallas de los cantos de Guerra. (Glosario Náhuatl).


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"A veces", "Amor de ayer" y "3 de octubre"

7/15/2020

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Por Poemary

A veces

También yo,
a veces
en compañía me siento sola,
me escabullo donde no me ven,
dejo escapar una que otra lágrima,
respiro y suspiro profundo
para luego disfrazarme de sonrisa.


A veces
me escondo en mis silencios
para ver si alguien decide encontrarme,
me hago muda e invisible
para ver si hago falta,
pero, debo salir de mi escondite.


A veces
quiero gritar de dolor
por quien se dice mi amigo
y a mis espaldas habla de mí,
pero me callo porque el tiempo es fiel
y sé que se ocupará de él.


A veces,
permito que me hieran
evitando así una discusión,
aun cuando en mis adentros
me inunde la impotencia
dejando ganar al perdedor.


A veces,
sí, a veces también yo
anhelo un fuerte y sincero abrazo,
dejar de lado el halago y el aplauso,
que me quieran por ser yo,
y a veces, solo a veces,
me dejen sola en un rincón.


©2014 Poemary
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Amor de ayer

Prefiero el amor de ayer
el que no traicionaba
el que me idolatraba
como su única mujer.

¿Podré volver al pasado
y el tiempo detener

¡Alimentar más su querer
y no darlo por sentado!

No me di cuenta de su sentir
que algo en él había cambiado

que su beso era obligado
que su amor empezaba a morir.

Su tacto en mi cuerpo desapareciendo
y yo pensando que con insistir

el deseo suyo volvería a fluir
mientras al amor íbamos perdiendo.

Mi corazón me ordena continuar
y con ello mi fe ha ido creciendo

los frutos he ido recogiendo
solamente queda esperar.


Entraré de nuevo en su corazón,
sé que debo mi alma sanar
recordar sin dolor para perdonar
porque amar no es un sentimiento, es decisión.

¡No, no quiero su amor de ayer!
quiero un amor sin condición
uno lleno de Dios y de bendición
que como el ave fénix, ¡vuelva a renacer!

©2019 Poemary
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3 de octubre, diez años atrás

No lloro, no puedo llorar
esa llamada telefónica...
¿Quién era? ¿Qué quería?
Son las 5 y media de la tarde
y el calor arrecia en este lugar.

Ayer, casinos y luces
el concierto de Maná
vino tinto, hotel de lujo
un paisaje sin igual.

Son las 5 y media de la tarde
vamos de regreso a casa
y mi teléfono comienza a timbrar,
con voz llorosa alguien me dice
que se nos ha ido papá...

No lloro, no puedo, ¡no me nace llorar!
No pienso, no existo, comienzo a flotar.
Un abrazo fuerte del amor de mi vida
me regresa a la realidad...

Carretera, coches, montañas, nubes…
todo me da igual…

3 de octubre, diez años atrás,
el tiempo se detiene al volverlo a recordar,
¡hoy si lloro, hoy si puedo! hoy sí me nace llorar…


© 2012 Poemary

María del Carmen Ramos-Villa, mejor conocida como Poemary (nombre que adopta en el año 2004) creció en la frontera de la Ciudad de Ojinaga, Chihuahua, México; siendo introvertida, en la adolescencia tomó el hábito de escribir y así comunicar sus emociones y pensamientos en todo momento. Pertenece a la clase media-baja tuvo que abandonar sus estudios y emigrar hacia Arizona, Estados Unidos donde reside desde el año 1992.

Fue colaboradora en las revistas locales Onda X y Mi Conexiones; y actualmente en la revista Paisano. Autora del libro de poesía Con el alma desnuda el cual fue editado en Buenos Aires Argentina en el año 2006, un libro donde expresa en sencillas letras el sentir de su alma, desnudándola por completo. Co-autora también de la primera Antología de Poetas Unidos Sueños Compartidos editada en Phoenix, Arizona por la editorial Orbis Press, en Agosto del año 2007. Poemary ha presentado sus libros en varias ciudades de los estados de California, Arizona y en Chihuahua México.

Ha participado en la Noche Bohemia en el National Steinbeck Center, organizada por el Arts Council of Monterey County en California; en el Encuentro de Poetas de la Migración en el Yuma Art Center y en la Noche Bohemia que organiza el Consulado de México en Yuma, Arizona cada año; en el I, II y III Encuentro de Escritores Iberoamericanos en los Estados Unidos, organizado por el Dr. David Muñoz a través de la organización cultural Peregrinos y sus Letras, el cual se lleva a cabo cada año en el mes de noviembre en Glendale, Arizona. En la exhibición Footprints SB 1070 de la organización CALACA, así como en la Segunda edición del Festival para las Artes Latino Americanas organizado por la organización FALA; y en foros poéticos como Poesía sin maquillaje y “PoetAZ” que ella misma ha organizado para–junto con otros poetas locales–compartir y promover su poesía.

Actualmente se encuentra trabajando en su segundo libro de poesia "Abrazos del Alma" que planea dar a conocer muy pronto.

Más información:

http://www.culturadoor.com/?p=77

http://www.orbispress.com/imagenes/sentimiento/suenos_compartidos.htm

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