Por Miguel Ángel Áviles
*Para Rubén Moreno Gallegos, el profesionista que fue, el amigo que siempre será.* Cuando de niños veíamos la tele, sentados en el suelo, lo primero que nos gustaba saber era quién estaba del lado de los buenos y quiénes de los malos. ¿Esos son los buenos? habría de preguntar el más pequeño de la familia o cualquier vecino que no contaba con una televisión en su casa, si es que la trama estaba media confusa y lo que hacía el protagonista también lo llevaba a cabo el antagonista, de tal suerte que, de pronto, no se distinguía quien era uno y quien era el otro. Su confusión nacía a partir de que, en un escenario normal o "normal" los buenos eran magnánimos, bondadosos, honestos, rectos e incapaces de dañar a uno o matar a otro. Ah, y también eran guapos. Los malos, por su parte, eran eso: malos, muy malos y muy capaces. Si, capaces de matar, hacer trampa, escupir en el piso, robar trenes grandes y máquinas de vapor, humillar a un viejito, querer mancillar a una dama y odiar al sheriff de la región porque los había puestos más de una vez tras las rejas. Ah, también eran feos, tenían una cicatriz en el pómulo y no se bañaban nunca. Eran porque ya no son o al menos las tan marcadas franjas de características que los diferenciaban ya se han diluido o aquellos estereotipos, un tanto clasistas, un tanto discriminatorios y cargados de prejuicios, se volvieron historia o alguien advirtió que no se podía ser tan categóricos a la hora de representar al bien y al mal, sin matices, como si vinieran de dos mundos opuestos , en donde una carga genética o una capricho de Dios o la existencia de dos cigüeñas , hacían que unos fueran cien por ciento buenos y otros cien por ciento malos. El bueno pregona valores, actitudes, virtudes, autoestima, personalidad, eficacia, eficiencia, el respeto y la justicia. El malo reparte desgracia, calamidad, irresponsabilidad, deshonestidad, delincuencia, traición y monadas como esas. Mi compadre, ese filósofo griego que ustedes conocen como Sócrates, una mañana soleada que se estaba rasurando, también le dio por reflexionar sobre estos conceptos y, mientras se veía al espejo, concluyó que, el que actúa mal, lo hace por ignorancia del bien, porque desconoce qué es "lo bueno": nadie obraría mal si lo supiera, consideró, al tiempo que secaba su cara con una toallita. Así, pues, según Sócrates, el conocimiento es condición necesaria y suficiente para obrar con rectitud o virtuosamente, mientras que el mal es producto de la ignorancia. Vaya , vaya, significa entonces que en esas películas que vi de niño , además de ser malos , esos violentos señores, también eran medio brutos , en tanto que los otros, eran unas lumbreras y estaban empapados sobre lo que significaba lo bueno, y por eso lo eran. No quiero saber ahorita que habrán dicho sus colegas porque aquí me amanezco, pero lo que sí creo es que, eso de ser bueno o ser malo, hoy se ha vuelto muy relativo o para ser más francos, muy engañoso. Es decir, contrario a esos dos bandos tan definidos que nos plantearon en antaño, en la actualidad una cosa y la otra no está tan a la vista y eso impide descubrir con precisión quiénes son los buenos y quiénes son los malos. Porque en medio de tanta alharaca pública donde impera la simulación o en lo privado ,donde alguien se sabe vender con éxito, ofertándose como un prospecto a su intrascendencia o sacándole la vuelta al lucimiento. El arquetipo pues, ya no es el que nos vendieron en antaño o cuando menos , no es recomendable guiarnos por él ya que nos podemos llevar un chasco dándole la espalda o apuntado con el dedo a ese personaje de cara de pocos amigos, pese a ser puro corazón , generosidad y nobleza ,en tanto que se le rinde pleitesía o se le tiran a los pies a otro porque supo ocultar su pedantería y su talento delincuencial en esa envoltura de benevolencia de lo cual no tiene nada. Pongo ejemplos otra vez y para ello me valgo de mi compa Martin Valenzuela Córdova, "El Buitre",a quien, sin ningún problema , lo hubiera contratado el maestro Lombroso para demostrar su teoría sobre la criminalidad pero luego de conocerlo , nos damos cuenta que es hombre magnánimo que no le hace daño a nadie. En cambio, habrán de verse esos otros que ,como dice el gran filósofo español Joan Manuel Serrat, "probablemente en su pueblo se les recordará como cachorros de buenas personas,que hurtaban flores para regalar a su mamá y daban de comer a las palomas y probablemente que todo eso debe ser verdad, aunque es más turbio cómo y de qué manera, llegaron esos individuos a ser lo que son,ni a quién sirven cuando alzan las banderas, son los hombres de paja que usan la colonia y el honor, para ocultar oscuras intenciones, tienen doble vida, son sicarios del mal y van a colgar en las escuelas sus retratos pero en el subsuelo de la realidad y frente a los ojos de su negra conciencia, son más mala entraña que los rivales del tío Buck, del Gran Chaparral,en una cantina. Así las cosas, en estos años que corren hay que pudo dar mucha vida ,vivió , dejó un gran legado en lo profesional y como ciudadano de bien pero muy pocos lo supieron. En cambio hay otros que se hacen pasar por buenos , siendo deleznables y cretinos. Entre estos tipos y yo, hay algo personal. De esto , mi amigo Ruben y yo algunas noches lo platicamos. Cómo era posible que a unos se le haga toda una campaña a fin de exponerlos como los malos de la película, en tanto que los autores intelectuales de esto, haciéndose pasar como los buenos resultaron ser los embusteros y los tunantes frente a una verdad. Como en las películas que yo veía de niño, Rubén pudo saber el final de esta que vimos juntos y constatamos a la par, quiénes eran los verdaderos buenos y quiénes los malos, por más que usaran la colonia y el honor para ocultar oscuras intenciones. Pero el tiempo y los actos, Rubén, tarde que temprano, pone a cada quien en su lugar.
0 Comments
Por Miguel Ángel Avilés
Ya no supe qué pasó con Don Carlos Slim, después que dejó el hospital para seguir recuperándose en su casa, pero deseo, sinceramente, que esté muy bien. A como están las cosas, temíamos resultados lamentables, pero dios es grande y por fortuna o gracias a ella, salió adelante. No sé qué hubiera pasado si el desenlace es otro y este hombre termina por ser parte de esa lista de más de ciento sesenta mil muertos por culpa del covid. Pero el hombre de ochenta años más uno, evolucionó favorablemente en el Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición Salvador Zubirán y ahí la lleva. Considerado el personaje más rico de México y uno de los multimillonarios más poderosos del mundo, debido a sus inversiones en diversos negocios, principalmente, en el área de las comunicaciones, Carlos Slim es ya y será uno de los miles de contagiados que, literalmente, vivirán para contarla, así le quede poco o mucho de vida. Ese resultado no lo tuvieron otros ni otras y nos duele, pues que mejor hubiera sido que recibieran la más eficiente atención médica para que también, en unos cuantos días, regresaran, triunfantes, a su casa. En lo que a mí respecta, quiero que esto se acabe y no hago distingos con respecto a ningún paciente. Ya he tratado de quitarme un poco esa carga de preocupación en exceso que esto ha provocado, pero estoy convencido de que todo enfermo y toda familia de un enfermo, lo conozcamos o no, sea familiar o no, merece y debemos ofrecer nuestra solidaridad, haciendo votos para que se recupere pronto. Sin embargo, tratándose de Don Charly, yo sí llegué a tener pensamientos encontrados y culposos. Déjenme y les cuento el por qué. Por supuesto que, desde el primer momento, y en cuanto supe de la noticia, elevé una plegaria al cielo por un señor adulto mayor, con cierto exceso de peso y que no había dejado de exponerse en lugares públicos, rogando que los síntomas no fueran muy agresivos y la librara pronto. No obstante los noticieros, cuya información no siempre es alentadora, nos ofrecían un panorama que nos han traído con los nervios de punta y el corazón acelerado, por lo que, en el terreno de la probabilidad y la estadística, no hubiera a nadie un desenlace fatal de tan célebre empresario. Entonces se apoderó de mí el llamado síndrome de la erosión, ese que vivimos frente a una persona en desgracia o ya finada y en el cual hacemos a un lado todo reproche o todos los cuestionamientos que le pudiéramos endilgar a su trayectoria, para quedarnos solo con lo bueno que fue. Luego me dio por googlear su biografía por si alguien me encargaba una nota y así empezaba esta: “Hijo de Julián Slim Haddad (nacido Khalil Salim Haddad Aglamaz) y de Linda Helú Atta, ambos cristianos maronitas del Líbano,345 Carlos Slim Helú se tituló como ingeniero civil en la Universidad Nacional Autónoma de México, donde presentó la tesis Aplicaciones de la Programación Lineal en Ingeniería Civil, además impartió álgebra y programación lineal en la misma casa de estudios. Desde joven comenzó a invertir en la compra de negocios, los cuales hacía prosperar, así como en la compraventa de bienes raíces, en el centro de la Ciudad de México. A principios de los años ochenta y en medio de una crisis que paralizó a México y con fugas de capitales históricas, Slim y su grupo realizaban inversiones fuertes en el país, y adquirieron varias empresas. Si bien lo anterior contrastaba con la crisis que hemos estado viviendo en esta pandemia, no dejaba de ser reconfortante el pensar que, así como empezó él, con una mano adelante y otra atrás , pero que ahora encabezaba la lista de los más ricos del planeta, un día no lejano cualquiera de nosotros estaría en las mismas circunstancias , sin saber qué hacer con tanto dinero y deshojando una margarita para decidir si viajamos a Egipto , a la Antártida , a Nueva Caledonia, a Los Cabos o ya de perdida a Rusia para traer un buen puño de vacunas y aportarle a la causa. En esa andábamos, cuando la bandeja de mi correo electrónico se volvió a llenar de mensajes que otras veces me resultan sospechosos, pero ahora los vi como una premonición. “Slim se puede ir, pero no puede hacerlo así nomás, se requiere que alguien ocupe su lugar”. No lo dijo nadie, pero les juro que esas palabras retumbaron en mi oído. El concurso para la posible vacante era abierto, pero si quería competir, tenía que mostrarle un capital a la altura de este reto. Presto fui a los mensajes y, aceptándole las intenciones de su noble causa a esos remitentes anónimos, literalmente les pasé la charola: “Tengo una propuesta de donación para ti. póngase en contacto con mi correo electrónico privado a continuación.vikmrcs21@outlook.com?” “Su correo electrónico recibió $ 1,000,000.00 en el programa de The Atlantis Foundation para reclamar Enviar nombre completo Habla a Número de teléfono móvil A través de contact@online-pro.org” “A nombre de la Fundación Rafael del Pino Calvo-Sotelo se le otorgó a su correo electrónico $ 1,00,000.00 para reclamar, enviar detalles “ “Su cuenta de correo electrónico ganó 810000 USD de Alghanim Industries. Para facilitar el proceso de reclamos, envíe su nombre completo y código de verificación: X73093ALGHANIM a nuestros abogados por correo electrónico.” “Hola, ¿Estás interesado en la inversión de Bitcoin? Invierta USD 200 y gane USD 2400 en 48 horas (2 días). ¡Pregúntame cómo!”. “Empieza a ganar plata hoy, sumándote a Bitcoin “. Por eso me llegaron los pensamientos encontrados y culposos. Por un lado, prendiéndole veladoras a cuanto santo me acordé, para que todo quedara solo en un buen susto y, por el otro, ya me veía, muy sonriente, en la portada de la revista Forbes. Pero Don Carlos ya le puso espaldas planas a la maldita infección, aunque después de irse a casa, ya no se ha sabido de él. Pero lo importante es que está bien. Y en cuanto al relevo, les juro que sabré esperar. Por Miguel Ángel Avilés
Según yo, al menos hasta ahorita que escribo esta columna, no he muerto. Bueno, según yo, pero a lo mejor alguien más tiene otra opinión y ahorita ya la compartió, reenvío, posteó o anunció en alguna red social y más de uno, condolido por mi partida, creyó la noticia, sin verificar y ahora resulta que este mismo que aquí les escribe, ya está tres metros bajo tierra. Ahora el término que se utiliza es “verificar” y es con respecto a la información a pasto que haya en las redes sociales, donde se mezcla información verificada, información errónea o maliciosa, sátira, parodia, contenido engañoso, falso y manipulado, o simplemente propaganda política donde ya no les importa si es verdad o es mentira, simplemente se difunde y ya. Estos seres y su protagónico afán de llevarse la primicia no son hijos de la era cibernética si es que eso están pensando. No lo son, al menos para sí. Me parece, más bien, que tales hombres y mujeres son aquellos que desde siempre les gustó el arguende y su fascinación por ir a contar esa noticia morbosa o trágica antes que ninguno, como si después de hacerlo estarían a la espera de una gratificación o los aplausos de la multitud. Ahora, sin embargo, su campo de acción aumentó y ya no se limita a la calle donde viven, a los vecinos de a lado, ni al barrio o a la vecindad a la que pertenecen. La tecnología fue generosa con ellos y les trajo como herramienta de trabajo, ya sea una computadora o su teléfono celular más sofisticado , lo cual les permite expandir sus comunicados sí con los amigos pero también con desconocidos, ilimitadamente, al mundo entero y más allá, todo desde la comunidad de su hogar. Así como en las culturas zapoteca, mixteca, y demás , donde el correo se realizaba a través de postas( digamos una estafeta en la carrera de relevos) el cual se llevaba a cabo por grandes atletas que corrían un titipuchal de distancias, así lo hacen estos modernos payanis pero sin postas, ya que no corren sino solo reenvían o publican y lo hacen en lo individual, nada de colectivizar ,que de lo que menos se trata es hacer equipo sino en competir y se siente ganador , el que logra compartir primero la liga o en el anuncio del fallecimiento de alguien, el rumor de una enfermedad grave , el trascendido sobre la fatalidad de alguno personaje público, la hecatombe que se avecina, la conspiración que se puso en marcha para acabar con los terrícolas , sin reparar en que sea cierta o sea falsa tal comunicado. A diferencia del México antiguo, en el que únicamente los pertenecientes al imperio podrían gozar del envío y recibimiento de mensajes y los encargados de transmitir dichas noticias solo lo podían hacer por obra del dios Paynal, hoy en día, cualquiera, desde el anonimato , desde la impunidad o desde la mal llamada libre expresión cuyo ilimitado uso no trae consecuencias, puede bombardear el ciberespacio, tu chat, el chat de amigos, el WhatsApp, tu Messenger, el correo electrónico, el Twitter y la red social que ahorita se me olvide. Apuntan, preparan y fuego, se sueltan informando que falleció un amigo cercano sin confirmar que una fuente directa de que esto sea cierto o compartiendo , me parece que gozosamente ,una imagen del supuesto estallido de una bomba en Texcoco cuando en realidad es en Beirut o asustarme de un de repente con un video de una diluviana granizada en el puerto de ilusión , mi tierra de origen pero una vez que indagamos es en cualquier otra parte, menos ahí, solo que para cuando verifico ya me hicieron tragar gordo y no se vale. Contrario a lo que pudieran suponer las voces clasistas, esta maña no es propia de un determinado estrato social o de las colonias marginadas, o del pueblo bueno y sabio, o de alguien con poca escolaridad o secundaria trunca. Para nada. Este gusto por el chiste, señores y señoras, es decir, esa compulsión por el comentario o noticia no verificada que circula entre la gente, habitualmente de carácter negativo, es generalizado, por no decir pandémico y no respecta sexo, raza ni posición económica. Es una irresponsabilidad sin distingos, es, parafraseando a Krauze , es una adición al runrún sin adjetivos. La muestra más clara de esto es lo ocurrido en marzo del año pasado con la confusión sobre la presunta muerte por coronavirus de José Kuri Harfusch y en donde el presidente de México aseguró encontrarse en “huelga de entrevistas” y se negó a aclarar la noticia de la supuesta primera muerte por covid-19 en el país. La información comenzó a circular en redes sociales y fue confirmada por algunos periodistas y medios de comunicación; sin embargo, hasta ese momento no existía una confirmación de la Secretaría de Salud sobre el deceso. Incluso, el presidente de la Confederación de Cámaras Industriales de los Estados Unidos Mexicanos, confirmó y lamentó el fallecimiento y envió sus condolencias a la familia del director de Inbursa, invitando de manera general, a fortalecer las precauciones contra la Covid-19. Al modo, antes que una autocrítica, vinieron las acusaciones mutuas llevadas al terreno político de cañería y nadie dijo esta boca es mía a la hora de admitir o pedir disculpas en esta consecuencia de andar jugando al teléfono descompuesto o a la gallinita ciega en materia de comunicación. * También me encuentran en Facebook y en el correo electrónico avilesdivan@hotmail.com Por Miguel Ángel Avilés
En todos estos meses de pandemia, hay cosas que se han olvidado, otras son de nuevo cuño y algunas, ya existentes, han sido muy útiles para que, en algunos lugares, esta nueva normalidad camine, lo cual merecería revalorarlas, antes que pecar de malagradecidos. Una de estas últimas es la cola, es decir, esa práctica de hacer fila, junto a otras personas, para poder entrar en una parte o acercarse a un lugar con algún propósito y hacernos de algún producto muy demandante y todos quieren adquirirlo. Más delante les dijo cuales, por ejemplo. Por lo pronto diré, sin empacho, que la práctica de hacer cola, es de los ejercicios más democráticos que yo conozco. Aquí no admito objeción alguna ni les conviene interpelarme, ya sea por algún estadista de pacotilla, algún politólogo o algún presidente de autoridad electoral porque se les puede aparecer Juan Diego y saldrán corriendo con cajas destempladas. La cola, por antonomasia, es sinónimo de respeto y de orden con lo cual, de no existir, la vida diaria en un supermercado, en una central de camiones, en la estación del metro, en la taquilla de un cine, en la tortillería, en el reparto de despensas, en la entrada a un estadio, en un cajero, en la puerta de un banco, en el abordaje a un ferry como tantas veces lo hice, fueran territorios de sálvese quien pueda. Salvo algunos prietitos en el arroz que nunca faltan, me parece que la cola, desde su nacimiento a la fecha, nos hace ver como personas civilizadas y es una muestra inequívoca que no todo está perdido. Para esta entrega, no vi registro alguno que sirvieran de apoyo para contarles cuando nació la tradición de la cola. Para ser sincero, no sé si haya algún estudio a la mano que aborde el tema. “Antecedentes históricos de la cola”, “Génesis de la cola en México”, “La cola en occidente” “La cola en la postrimería del siglo XIX,” algo así, pero nada por el estilo encontré. Reconozco que no me amplíe a fondo y, en un descuido, pues resulta que, si tenemos bibliografía a pasto sobre la cola, pero ya sería cuestión de ver y si no contamos con nada, entonces los investigadores de las ciencias sociales, los sociólogos, los etnólogos o cualquiera con experiencia en estas disciplinas, tiene frente a sí un campo virgen para emplearse a fondo y desquitar su beca. Ignoro si como material hemerográfico haya por ahí algún reportaje de fondo que nos ofrezca un panorama general sobre la cola. Tampoco sé si los grandes cronistas de este país hayan elucubrado sobre el asunto de marras o hayan cronicado todo eso que pasa y se vive en una cola . Sobre el nacimiento de la cola francamente no sé cómo habrá sido, pero supongo que pudo nacer en un momento caótico donde quince o veinte gentes querían entrar al mismo tiempo o ser los primeros por estar adentro de tal o cual lugar para ver, hacer, comprar, adquirir, pepenar, agarrar, tocar, recibir, mercar un objeto, una cosa, una provisión o vaya usted a saber y al ser imposible que esa escaramuza pudiera ser atendida con diligencia y sobre todo sin que alguien terminara con las costillas rotas porque cinco orangutanes pasaron por encima de él , a uno de los presentes se le prendió el foco y sugirió: _ ¿ y por qué mejor no hacen una cola? _ ¿Una queeé? Respondieron dos o tres de los destinatarios, como sintiendo invadida su intimidad. _ Una cola, una fila, así, y los fue acomodando uno atrás de otro hasta formar al último. De esta forma, lo que amenazaba con ser una marimorena, se convirtió en un descanso y aquello fluyó sanamente dejando contento a todos. De aquí 'pal real, la cola se volvió un recurso para disciplinar tumultos y la civilidad lo agradecerá por siempre. Admito que no es un modelo acabado ni perfecto. No obstante , apostándole a que nada es por la fuerza, si no todo por la razón , cualquiera que valore el uso de la cola , se somete a la misma donde le toca , sin necesidad de coaccionarlo o aplicarle una severa sanción, a no ser en excepcionales casos donde nunca falta un inadaptado que llegando , llegando , se quiere meter adelante pero de inmediato es sometido a punto de chiflidos y recordatorios familiares, ante lo cual, no quedando más remedio , acata las elementales reglas que tiene una cola y va a ponerse en el turno que le corresponde. “Primero en tiempo, primero en derecho “, ese el principio que rige a toda cola y me parece que el respeto que a éste se le guarda, nos permite augurar larga vida a la cola, como un emblema de urbanidad. ¿Están haciendo cola? Pregunta el que llega, dispuesto a dejar constancia de su buena educación y se forma. Por si eso fuera poco, en la cola haces amigos, te enteras de lo que no te enterarías en otra parte y el reloj parece que camina más rápido. Es por todo esto que, en esta pandemia, la cola ha salido al quite y echando mano de ella se han podido cumplir muchos de los protocolos implementados tanto en el sector privado como en el público. En algunas partes, si ya se usaba, la reforzaron, poniéndole vigilancia a la cola para que se cumpla con la sana distancia; en otros donde no y uno entraba como pedro por su casa, ahora, la cola, los está sacando de apuros. Dos de estos últimos casos son los bancos y los tribunales cualquiera que sea su materia. En los primeros, no siempre resultan funcionales, pero eso no es atribuible a la cola como tal, sino a quien la hace y la está vigilando. Eso nos enseña que no basta una cola ni la cola funciona por arte de magia sino también debe de haber expertos o especialistas en hacer colas, de lo contrario, todo se viene abajo, como sucedió en uno al que fui hace poco y en donde había dos colas y ninguna avanzaba. Pese a ello, a ratitos salía una joven, pero nomás venía a preguntarnos qué trámites haríamos y luego nos acomodaba como si fuéramos su regimiento, unos niños de kínder a punto de entrar al zoológico o una exposición de maniquíes que no quería que se le cayeran. Nunca entendí para que dos colas si ninguna avanza. Así hubiera hecho cuatro o cinco o seis, de nada hubiera servido pero los malos organizadores creen que eso basta. Solo faltó que llegara un asaltante y lo quisieran formar en una. En los tribunales están mejorcito pues ante el cúmulo de abogados y de usuarios, han tenido que ir aprendiendo mediante prueba y error en el camino. Nomás que haces una cola afuera, dos adentro y así. De cualquier modo, la cola, en ocasiones tan invisibilizada al momento de brindar aplausos a las alternativas para organizarnos, ha sacado la cara en esta pandemia y por eso merece todo nuestro reconocimiento. Ya vendrá un poeta que le escriba algo a la cola. Soneto a la cola o una oda a la cola, puede ser, pero eso sí se los dejo a ellos que, sin duda alguna, lo sabrán decir mejor que yo. Fórmense, por favor, todos los interesados. Por Miguel Ángel Avillés
Creo que fue Kant el que dijo que la ignorancia era felicidad. Cuando y en qué contexto lo dijo no se los diré ahorita porque, francamente, lo ignoro. Si esto es cierto, entonces un buen amigo que tengo fue muy feliz esa tarde sobre la cual ahorita les contaré, gracias a que ignoraba esa palabra que, en medio de un acalorado debate, le endilgó su compadre, pero de momento no supo la definición. ¡Lo que pasa que tú eres un pragmático! le dijo, con furia, mientras destapaba una cerveza y la vertía sobre la carne que estaba en el asador. Mi amigo frunció el ceño y, como quien titubea una respuesta, se quedó pasmado. Él prefirió dejar las cosas hasta ahí y se puso a pelar unos chiles tatemados que estaban en la mesa. Al día siguiente que llegó al café, lo primero que hizo fue quitarse de la duda, haciendo patente su ignorancia: “¿Que es pragmático? ““¿Qué es pragmático? ““¿Qué es pragmático? “fue preguntando de banco en banco a cada parroquiano, como a quien le urge descansar de algo. Cuando alguien le explicó que “pragmático era una persona que (…) …y demás” todos observamos que, a nuestro amigo, le había vuelto el alma al cuerpo. Se dejó caer, apesadumbrado y entonces nos contó lo que esa tarde de domingo estuvo a punto de suceder. Los presentes habían ido de un tema a otro y cuando menos esperaron, aquello se volvió un diálogo de sordos. Lo que comenzó con el anuncio de que esa noche daba fin no sé qué telenovela, pasó al aviso de una boda y se les hacía extensiva la invitación a todos y luego abordaron el tema de lo que parecía ser cosa menor- las primeras noticias sobre el covid- enseguida rivalizaron sobre los equipos de sus amores en el fútbol , se brincaron al chisme de que la hija de una vecina había salido embarazada – que lo dejaron cuando llegó esa vecina , cargando una soda de dos litros- renegaron sobre el incremento de la violencia y las recientes matazones en la ciudad, consensaron en poner una memoria de pura música de banda, intercambiaron dolencias propias de su edad que este, ese y el otro fulano traín, sugirieron remedios, y, de pronto, alguien arremetió contra el gobierno actual. Eso fue el punto de partida de una discusión donde nadie pedía cuartel ni tampoco reconocía el decir del otro. Si en los temas que precedieron habían participado la mayoría, en este agarrón ideológico solo tuvo cabida lo que vino a ser una carrera parejera entre estos dos compadres. Los exagerados agradecen a dios que, para ese momento , ya había dejado los cuchillos con que picaron la verdura para la salsa porque , de lo contrario, el dominical guateque hubiera terminado como El Rosario de Amozoc. La partida de voces empezó bien, con el intercambio de dos o tres ideas interesantes, una cita, y uno que otro argumento sólido. Pero al anfitrión se le acabó el escaso parque que traían en la cabeza y como suele pasar en estos casos – según me han dicho pues yo no lo sé de cierto- sacó la artillería de los adjetivos y las descalificaciones con tal de ablandar a su oponente – mi amigo- quien seguía ametrallándolo con múltiples ejemplos que, a su parecer, evidenciaban las tropelías en este sexenio. - “Qué reaccionario eres” acusó su interlocutor y nuestro amigo ni en cuenta, él estaba de espaldas abriendo otra cerveza, dejándolo que dijera misa, antes de responderle y echarle encara su orfandad de ideas. Esas botellas de media, sin embargo, ya empezaban a surtir efectos y éste, abstraído en su fanatismo – volvía a la carga con un nuevo epíteto : “eres un conservador , compadre” y el destinatario soltaba una risa breve, para enseguida restregarle otra aberración que se estaba cometiendo en tal o cual secretaría. El hombre ya estaba contra las cuerdas pero no se daba por vencido: “oportunista” “traidor” “neoliberal” “mafiosillo” “porfirista” y otra ristra más de calificativos soltó a quemarropa, justo cuando ya empezaba a oscurecer y un perro seguía a una de las invitadas- la mamá de las muchacha embarazada- para que le diera los blancos huesos de unas costillas y empezarlas a roer. El receptor lo dejó ser, se cruzó de brazos y tan solo lo miró para no alterar esas horas de armonía que habían pasado desde el mediodía. Pero en eso escuchó lo que vino a poner en riesgo todo: “¡Lo que pasa que tú eres un pragmático!” - ¿que qué? - “¡¡¡Que eres un pragmático!!!“ Mi amigo escuchó al compadre y, parándose con lentitud, exhaló como tragándose una réplica; frunció el ceño y como quien titubea una respuesta, se quedó pasmado. Sin embargo, prefirió dejar las cosas hasta ahí y se puso a pelar unos chiles tatemados que estaban en la mesa. Había quedado ileso cuando escuchó que lo llamaba “oportunista” “traidor” “neoliberal” “mafiosillo” “porfirista” y otra ristra más de calificativos soltó a quemarropa. En personas como él, eran lugares ya comunes y , al menos genéricamente , conocía el significado de esas palabras. Pero nunca de los nuncas había escuchado eso de “pragmático “y no era ahí- el campo de batalla menos indicado- donde confesaría su ignorancia. No, señor. En el contexto en que se le dijo así, concluyó que, lo más seguro, es que su compadre, lleno de irá al perder de calle la discusión, estaba echando mano de su diccionario de cañería y, dando patadas de ahogado, lo señalaba como un bastardo, un psicópata, un aficionado a la zoofilia, un desequilibrado mental, un impotente, un mojón, un depredador sexual, un incompetente, un lerdo, un cretino, un fracasado, sátrapa o un miserable. Todavía al irse, su compadre, en plan más necio, le talló junto al oído esa palabrota: “eres un pragmático”. Apretó los dientes, respiró hondo y anteponiendo, por sobre todas las cosas, los ratos felices más la felicidad misma que había vivido durante el tiempo que tenía de conocer a esta familia, distendió las manos ya empuñadas y dio unos pasos hacia la hielera para tomar la caminera. Para qué querer averiguar a esas horas. Qué tal si al compadre ahora si se le había pasado la mano con sus improperios y le estaba pasando por encima a todo tipo de respeto. Por eso se le iluminó su cara al día siguiente cuando alguien le aclaró qué carajos quería decir “pragmático” y supo así que, el guardar la calma, había sido lo más correcto. Además, actualizó la máxima de aquel filósofo: “la ignorancia es felicidad”. Y de paso, como a mi amigo, no te quita lo bailado. Moraleja: hay que ignorar, a veces. Pero nomás no abusen . Por Miguel Ángel Avilés
Durante muchos años fui un asiduo lector del horóscopo. Lo hacía a diario, pero también procuraba leer el horóscopo general que le deparaba a cada signo del zodiaco para el año siguiente. A veces lo hacía a tiempo, pero, en ocasiones, cumplía con el rito ya cuando enero o febrero iban a la mitad. Como soy Piscis, el retraso no me perturbaba tanto, pero si Capricornio o Acuario recurrían a mí, para enterarse de su porvenir anual, no les podía dar razón. No vayan a creer que yo quisiera poner todos los huevos en la canasta de la astrología para conformarme con mi destino ni que lo advertido diariamente por mi signo fuese el carburante que me moviera para hacer o no hacer tal cosa durante esos trescientos sesenta y cinco días del año. No y no creo que nadie lo haga. Es más, creo que ni Walter Mercado lo hacía. Más bien éramos conveniencieros o previsibles, según nos fuera en la lectura, como lo hacemos en el carrusel de la vida según nos va en los caballitos. Estando en casa, tirado de panza o sentado en una poltrona roja, en el corredor de la misma, alguien de la familia solía hojear La Novela Policiaca o EL Libro Semanal y, sin voltear a verte, una vez enterado de que fueras Leo o Virgo, por decir algunos, impostaba la voz y comenzaba a leerte: “PISCIS: Tendrás mucho interés en hablar con una persona que te puede ayudar en algo laboral, así que no vas a parar hasta que lo consigas. Tu tesón estará hoy fuera de toda duda y eso es muy positivo para tu futuro. Alguien observa con agrado todo lo que haces”. Uno bailaba los ojitos de purita emoción si el vaticinio prometía cosas interesantes: un amor que tocaría a tu puerta, abundancia en lo económico, el ascenso que esperabas. Si el agüero recién leído no pintaba nada bien: quiebras en los negocios, infidelidades inmediatas, advertencia sobre una pena de prisión, rotundo fracaso en próximas conquistas, entonces tragábamos saliva, pero lo tirábamos a juego. Luego se me hizo costumbre el leer, ininterrumpidamente, las predicciones que en el periódico que caía a mis manos. Quizá fue porque alguna vez no hallaba consuelo sobre mi presente y buscaba una balsa ilusoria que me permitiera seguir de pie, antes que abrumarme de rodillas. Recuerdo que esto último fue lo que le contesté a un metiche que me preguntó que si para que los leía, que eso lo escribía fulano de tal en cada periódico y demás peroratas que ustedes ya se han de imaginar. Como se lo dije tan convencidamente se me hace que se lo creyó y cuando volvíamos a coincidir, me recordaba su signo y yo, levantando la ceja, le daba lectura al de ese día o, de plano, como me empezó a caer gordo, le improvisaba algo atemorizante: “prepárate para la insolvencia; un hijo llegará a tu matrimonio, pero no es tuyo; te perseguirán por lo que tú sabes que hiciste, lo mejor que puedes hacer es esconderte “. Hace mucho que no se me aparece en mi camino. Pero yo sigo con lo mío. Muy tempranito me instalo en algún lugar del Mercado Municipal y mientras me tomo una taza de café antes de iniciar una jornada de trabajo más, le pegó una repasada a Piscis y a los signos de dos o tres gentes cercanas, rogando que, al menos ese día, todos estemos exentos de mala sal. Lo que supe apenas hace poco fue que, así como nos ofrece día a día la lectura de los astros, ya también lo hacen anualmente, supongo yo que para que nos preparemos y no nos andemos lamentando después. Cuando supe esta buena nueva, ya les dije, me aficioné a leer el horóscopo general que le deparaba a cada signo del zodiaco para el año siguiente. No quiero recordar que le deparaba a piscis para el 2020 ya que pude ser advertido de esta tribulación llamada covid y no hice nada, en corto plazo, para prevenirme ni para prevenir a mis más allegados. Sin embargo, tengo la confianza que el resto de piscis del mundo si se percataron del nubarrón que se nos venía y se pusieron las pilas a tiempo para no andar con lamentaciones. Lo bueno que unos ya traen integradas las respectivas características de cada signo y en realidad no nos quedamos tan de brazos cruzados, pues por inercia, o de manera inconsciente, hacemos nuestra parte para que los astros se alineen en favor de los que poblamos este universo. Y es que en teoría no hay signo al que a la hora de su media filiación le vaya mal. Los asegunes vienen, según me dicen, cuando te da por averiguar lo de ascendente, descendente y todo eso. Leo que el Ascendente es el signo que se encuentra en el horizonte más oriental (este, naciente o levante) en el momento exacto del nacimiento. El Descendente es el signo que se encuentra más abajo del horizonte occidental (oeste o poniente), en el mismo momento. Sí, leo, pero no entiendo nada y si le echo ganas para entenderlo, más nervioso me voy a poner. Además, tengo que enterarme en que año nació, qué día de la semana era, si esa vez hizo un solazo o hubo un chipichipi , si la luna apenas se observaba o se ponía regrandota, como una pelotota y alumbra el callejón. No, yo no serviría para esto. Prefiero seguir enterándome sobre el mío y nada más porque temo obsesionarme como un amigo que tuve quien, experto en los doce signos del zodíaco, en una conquista, era sobre lo que primero le preguntaba a su pretensa ya que , según contaba, de eso dependía que tan bien o que tan mal le iría con ese amor y que tanto ardería o no , dado el caso, la alcoba nupcial. Según lo primero que encontré, estas son sus características: Personalidad de Piscis Un piscis es Imaginativo y sensible. Es amable y tiene compasión hacia los demás. Es intuitivo y piensa en los demás. A piscis le gusta estar solo para soñar. Le gusta el misterio y el ridículo. Le gusta perderse. Descripción de Piscis Un Piscis tiene una personalidad tranquila, paciente y amable. Son sensibles a los sentimientos de los demás y responden con simpatía y tacto al sufrimiento de los demás. Son muy queridos por los demás porque tienen un carácter afable, cariñoso y amable, y no suponen una amenaza para los que quieren tener puestos de autoridad o mayor popularidad. Suelen asumir su entorno y sus circunstancias, y no suelen tomar la iniciativa para resolver problemas. Les preocupan más los problemas de otros que sus propios problemas. No se crean a pie juntillas lo que dice. Mejor ténganme cuidado. De su respectivo signo, tampoco se fíen mucho, pues me da la impresión que, de tiempo para acá, no se está garantizando el control de calidad. Sí, a un pariente le dio por querer saber qué le deparaba su signo para todo el 2021, le decía que por fin alcanzaría ese puesto que tanto había deseado en su trabajo y comenzando el año lo corrieron. Empiezo a sospechar que esto del horóscopo, ya sea diario o anual, es pura mentira. Pero lo consultaré con las estrellas esta noche, y ahí les digo. Por Miguél Angel Avilés
El Pushi, nuestro gato, de quien ya he contado algunas cosas en este espacio, recientemente fue víctima de lesiones que pusieron en peligro su vida, sin que hasta ahora sepamos, a ciencia cierta, quien o que las ocasionó. Sí, no es la noticia más alentadora como para ser el primer contacto que tenga con ustedes en este año que comienza, pero si les digo que ya está casi al cien por ciento recuperado, ahí la cosa cambia. Una mañana de hace un par de semanas, inusualmente se salió de casa y, por más que lo buscamos aquí y allá, no dimos con él. Fue hasta el amanecer del día siguiente cuando lo escuchamos bramar de dolor, en el más amplio concepto bíblico y debajo de ese carro donde estaba nos metimos para sacarlo así, maltrecho y ensangrentado como lo habían dejado que ni a Wilfredo Gómez luego de la pelea contra Salvador Sánchez recuerdo haber visto así. Hasta ahorita no ha sido posible determinar, con certeza, qué fue lo que pasó y a reserva de nombrar una comisión especializada de la verdad que agote todas las líneas de investigación posibles y vaya hasta las últimas consecuencia, caiga quien caiga, solo podemos inferir que, esas lesiones, no se las provocó él solo ni es el resultado de una intrascendente discusión con alguien de su especie o su tamaño. Él convalece y todo apunta hacia una franca mejoría, lo cual es gracias a los profesionistas que lo han atendido desde el principio, pero también a la decisión tomada luego de que se nos puso a consideración la disyuntiva entre hacerle la lucha para que sobreviviera o aplicarle una inyección y dormirlo para siempre. La decisión no fue sencilla pero quizás un duende, un ser del más allá, el espíritu de Carlos Monsiváis o de mi madre o la ailurofilia que alguien nos heredó de un de repente, nos dijo al oído: “Algunos ven un final sin esperanza, mientras que otros ven una esperanza sin fin”. Eso nos desarmó para bien y nos fuimos por la primera opción. El Pushi entró a cirugía tres días después y, salvo ese collar isabelino que lo hace parecer a una cafetera andante, una lámpara viviente más un aparato de fijación esquelética externa que le pusieron arribita de su fémur que le fue quebrado en dos pedazos y que yo pensé que le habían puesto una agarradera, está bien y él ya va de la sala a la cocina o pudiera ir de Mérida hasta Ensenada y este chaval como si nada. Estoy exagerando en esto último, claro está, pero no es más que la euforia de quien brinda por la vida, aunque sea una sola, aunque sea esta, después de estar durante todo el año pasado entre obscuras noticias y finales que no queríamos. Cuando el veterinario puso las cartas sobre la mesa, yo, en lo personal, tragué gordo y entonces ratifiqué que este cachorro de menos de seis meses no estaba con nosotros de pura casualidad o representando la insignificancia de una mascota intrascendente y reemplazable. Como nos encariñamos con un amigo, con un vecino, con un amor del bueno, con quien ríes o discutes, lo abrazas o lo increpas pero que al verlo remar contra la corriente frente a una desgracia, te olvidas de todo y estás con él hasta donde tope, así pasa con los animales que uno ama y con El Pushi no podía ser diferente pues para cuando sufrió ese atentado , ya lo teníamos bien metido en nuestros corazones. Por eso el albéitar recibió un sí contundente y en ese juego de vencidas que se traían la vida y la muerte alrededor del indefenso minino, la perdió esta última. Si me pongo muy místico o recurro a mi sangre egipcia, puede que diga que cuando un gato quiere ingresar a tu domicilio, es porque tiene una misión que cumplir en esos que la habitan. Y esta misión sería alejar la negatividad de tu entorno y protegerte de las energías negativas o malos espíritus. Les juro que no me he fumado nada de lo ya autorizado por la corte. No. Tampoco tengo argumentos científicos, ni sé leer la mente de los gatos- ni de nadie-para considerar a esa teoría como irrefutable pero desde sus llegadas- la primera , cuando lo recibimos en adopción y la segunda, cuando lo dieron de alta en la clínica , su presencia torna un ambiente animoso, juguetón , inventivo , campechano , motivante y fortalecido , tanto o más como hoy se necesita. Ignoro si un día conoceremos a los responsables o sabremos la causa que puso en mucho riesgo a su integridad. Eso lo dejaremos en manos de la Comisión especial respectiva que, próximamente, habrá de nombrarse y de Dios. Pudieron ser otros gatos que andaban amanecidos y el Pushi, lamentablemente fue el blanco de su mala copa por estar en el lugar equivocado. Fueron unos perros que, con todas las agravantes, le echaron montón. Fueron todos los karmas acumulados de sus otras vidas. Fueron las llantas de un carro que no supieron de su presencia en esa calle y a punto estuvieron de mandarlo para el otro lado. Son respuestas que solo nos las podrá dar el tiempo, la medicina legal, la criminalística o algún testigo que en el futuro se atreva a soltar la sopa y contar lo que sabe, a cambio de garantizar su protección . Son respuestas que a lo mejor nunca las tendremos y ni hablar, si lo más importante es la recuperación total de este nuevo miembro de la familia que, como seña de ello, ha vuelto a treparse a la cama, ya juguetea con mordiscos que alterna con sus ronroneos y se pasa largos ratos en la terraza contemplando a la gente que pasa, mientras se carga de vitamina D, que le ofrece el sol, sin el temor ya de que se tire desde ahí como Juan Escutia, creyéndose desahuciado. Esa recuperación de su salud nos irradia a todos, como seguramente pasa con alguien que durante el año que se fue, vivió en la angustia de no sentirse a salvo de este maldito virus que nos ha dado la revolcada del siglo. El Pushi acaso es, en esta entrega, el material didáctico, el ejemplo que tomé no tan al arbitrio, para hacer el llamado a no rendirnos a la primera caída, para luchar hasta el final, para justipreciar nuestra existencia y darlo todo por uno mismo y por quienes nos rodean. Si los Chinos tiene a su gato de la suerte y no les da por almorzárselo como a los murciélagos, aquí, en este hogar , que desde ya y en su honor, habremos de instituir como un hogar gatolico , apostólico y rumiano, tenemos de vuelta al Pushi y eso son buenos augurios que no traen alegrías y un montón de generosas vibras. Son esos buenos augurios que me hubiera gustado que los recibiera Nidia, Mishelly, Camila, Eva, Lizeth ,pero sé que el consuelo , pronto ha de llegar, así como llegan los años nuevos, la lluvia en la madrugada o un gato inesperado. Por Miguel Ángel Avilés
Cuando leas esta carta, muy probablemente, ya estés lejos. Tal vez estés por llegar a Laponia, o a Bari Italia o a Turquía. Yo que sé. Quizá aún sigas aquí, en el país, o hiciste una merecida escala en una ciudad de Sonora o en Miraflores o en cualquier punto de la baja sur o andes por el plan de abajo o por Salamanca aunque ahí hiera un recuerdo. Puedes que estés detenido en un retén o a un costado de la carretera ,debido a un choque múltiple o a una fuerte nevada que tuvo a mal cerrarte el paso o al haberte privado de tu libertad por una cuadrilla de la guarda nacional que no te creen quien eres cuando te identificaste . No obstante en donde vayas, agotado pero satisfecho, yo quisiera agradecerte el haber venido, porque soy de la idea de que, en estos momentos, cualquier respiro de paz, cualquier bocanada de felicidad, es, literalmente, oxígeno puro en este año sombrío y acaecimientos inesperados que tienen que ver con la salud, las enfermedades, el contagio, lo luctuoso. De haber sabido lo que vendría, mi estimado Santa, en diciembre pasado te hubiera pedido, encarecidamente, que te saltaras este 2020 y nos pusieras en el 2021 que ya viene y por el que apostamos todos, que traiga consigo una mejor panorama, más alentador, de mayor esperanza y de resignación para quienes viven el duelo por ese familiar o ese amigo que se fue, si es que de veras, los difuntos se van algún día. Sé que tú ni culpa tienes, no sé si nosotros tampoco, más bien yo hablaría de responsabilidad porque lo otro nos estanca, porque es como quedarse en un duelo perpetuo y eso , tan doloroso, nadie quiere . Fue este año el que se sacó la rifa del tigre , como lo fue en el de la peste de Justiniano o el de la peste negra, o el de la gripe española o, para variar, la gripe asiática, todas muy estremecedoras o el periodo de la viruela, expandida masivamente en el nuevo mundo cuando los conquistadores empezaron a cruzar el océano, pues ni modo de cerrar fronteras o imponerles un estricto protocolo al entrar si es que venía con temperatura, con erupciones en la piel o no portaba su respectivo cubre boca. Para fortuna, esta última, a decir de los expertos, es una de las dos únicas enfermedades que el ser humano ha conseguido erradicar mediante la vacunación. El dato, aunque no sea nuevo, no deja de ser alentador porque, aun con todo lo que trajo, después de ser un enemigo al que no se le conocía ni había remedio inmediato de como atacarlo, llegó el día en que aquello fue domado y la pesadumbre acabó. Entiendo, mi compa Noel, que a esto que aun vivimos, todavía le falta un buen trecho para regresar a la superficie de la tranquilidad y no ignoro que para donde tu vayas o donde estés, si es que estás, si estás llegando, la situación está por el estilo pero no quiero verme consternado ni rabioso por más que algunas de estas muertes, debido a la vulnerabilidad de cierto tipo de pacientes, sea uno de los absurdos previsibles. Aun así, Don Nicolás, por más feo que esté ( yo, no usted) le juro que no quiero ser el Grinch en medio de esta pandemia, ni ser ese duende carente de entusiasmo o sobrecargado de mal genio que no vea en toda esta aflicción generalizada, un punto de luz que, gracias a una mirada más optimista, más positiva, más llena de energía y una vibración por encima de la media, no parezca tan distante. Si, no te puedo negar, mi Noeliux: yo, como seguramente muchos, tengo ganas de llorar un día, después de tanto muerto. Recitar un poema de amor, cualquiera, para revivir esperanzas que se llevaron a ese cadáver que no vi. No sé para qué, más sin embargo, quiero decirlo en esa plaza, donde estamos todos, apostándole al porvenir de los que aún seguimos aquí, deshojando margaritas entre morir o seguir viviendo, en esta apuesta que no tiene jurado, ni dios que nos salve, luego de que pudimos ser y escondimos, soberbios, nuestras lágrimas porque creímos que nada vendría ,solo esto ,que nos está pegando en la cara , desprovistos de un abrigo a prueba de llantos, de fatalidades que no esperábamos, sino hasta después de una vida que la creíamos para siempre. Sí, Don Nico, quiero darle a la pared de puro coraje porque este año veinte veinte se llevó a gente querida, gracias al despiadado monstruo o no, pero que desearía tenerlas aquí, como en otros años de normalidad a secas, cuando alguno de ellos jugaba conmigo en la calle al lado de toda la palomilla del barrio o ese otro que nos acompañaba al mar en la víspera de un huracán que nos dejó incomunicados por más de tres días o quien junto a mí y otros muchos más en esos años ochenteros y que ahora ya se han vuelto invisibles, aunque sigan retenidos en mi memoria. Sí. Pero de igual forma, como no puedo negar esta desolada realidad, tampoco puedo decirle adiós al optimismo y a la risa, si es que este coctel sirve de algo, porque, como bien lo dice Andreu Buenafuente, la vida empieza cada cinco segundos y hay que seguirla viviendo con entereza, al fin y al cabo nadie que lo ha ya dado todo de sí mismo lo ha lamentado. Tú me viste cuando pasaste a dejarme los regalos. Yo a ti no, porque estaba dormido, esperándote. En mí, dime si no es cierto, había la dicha de que pude pasar una nochebuena más con la familia y departí con ella, con cena y júbilo, como lo hacía en Los Olivos, con mi familia de origen cuando fui niño, como tú, como El Gelasio, como La Ricky, como Chavalito, o como El Ramón, que por andar haciendo tiempo para tu llegada, de chamaco se voló tres dedos tan dolorosamente como su partida reciente; o como mi hermano que en estos días hubiera cumplido años. O como El Pareja o como que el tú o cualquiera hoy me nombren. Como El Aníbal, como El Memo y hasta como El Rogelio que no me lo imagino esperándote en navidad. Como Lo Ferra, Como El Cui, como El Beto, como el Mariano, como Cecilia , o Miriam o El Negro Tomas o El Señor Chapo, El Luis, La Bertha, El Efraín, El Alfredo, en fin, tantos más, de aquí o de allá, quienes con su amistad y sus quereres, nunca dejan de ser presencia. Sí, existe una congoja, esa que se siente cuando uno quisiera que todos, sin excepción , viviéramos en plena felicidad y no con el Jesús en la boca, retraídos y con la angustia de que algo puede suceder o ese pariente que está enfermo, como lo estuve ese 31 de diciembre de 2012, cuando me pegó el rotavirus, el parvovirus o ambas cosas y me fue imposible salir a convivir ese último día del año, como el que ya viene y está a la vuelta de la esquina, expectante, impredecible pero a la vez cargado de apuestas y albricias para que sea uno mejor. Sí, mi compita de barba blanca, el horno no está para bollos y este virus resultó más peligroso que un neurocirujano con hipo pero no podemos complacerlo sacando bandera blanca ni clamándole rendición. La pelea hay que seguirla dando con las recomendaciones por todos conocidas. Y también con talante y gratitud que hagan posible el destierro, aun sea temporal, de esa ansiedad que de repente llega y tuércele su cuello de engañoso plumaje, huyendo de toda forma y de todo lenguaje/que no vayan acordes con el ritmo latente de la vida profunda/y adora intensamente la vida/ y que la vida comprenda tu homenaje. Sí, mi querido Santa, a lo mejor ya te aturdì con mis locos desvaríos o sigo dormido como cuando tú me viste cuando pasaste a dejarme los regalos que, ahora sí, yo deseaba: un juramento más de vida, una copa para brindar por esa tierra que fui y lo sigo siendo, por mis amores infinitos y los más próximos que aquí están junto a mi, por los amigos presentes y ausentes, por mi madre, bohemios, por la verdad más llana y por un futuro promisorio que nos restituya el alivio y una distancia suficiente para abrazarnos de nuevo y esperar con ansias tu llegada, desde allá desde muy lejos, donde nada, nadita es imposible, por más que el horizonte, vaya ironía, pareciera estar en chino. Por Miguel Ángel Avilés
Dicen que Lennon la odiaba, pero yo no y con eso me conformo. Recuerdo haberla escuchado en casa, en la voz de una persona cercana a la familia, quien la cantaba muy feo, pero con mucho sentimiento. También la escuché en la radio, pero solo se me pegó la tonadita y ese estribillo pegajoso, sin saber nunca, a esa edad que yo tenía, quién diablos entonaba esa canción. Pero me gustaba y con eso me conformo. Algo debió tener para que mis oídos disfrutaran de ella, al grado tal de seguirla recordando y no de otras interpretaciones de los Beatles por más exitosas que fueran o algo pude tener yo para que no me sumara a toda esa fanaticada que se volvía loca por todo lo que hacía este cuarteto. Ah, ya sé: eso que yo tenía era mi edad, unos siete años, o poquito más y un entorno familiar donde no prevaleció esta música sino la rural, refiriéndome con esto a la música popular mexicana que, como educación auditiva, se hacía más presente en nosotros, gracias a los orígenes de papá y mamá quienes preferirían, frente a cualquier otro género, a la canción vernácula cuyos ejemplos y ejemplares en otra ocasión les hablaré. Ob-La-Di, Ob-La-Da fue compuesta por Paul McCartney, pero se le atribuyó a él y a Lennon pues si bien no era del agrado de este último y la odiaba con odio británico , después de varios días de no regresar luego de haber abandonado el estudio de grabación y de fumar con ganas , durante varios días, una hierba verde seca al parecer marihuana por fin volvió y encaminándose al piano , tocó los acordes de apertura con fuerza y más rápido que en las primera versiones y les dijo que así era como la canción se debía tocar, y así se quedó. Lennon se impuso o prefirieron no contradecirlo para que no descargara, en la cabeza de cualquiera de ellos, la furia acumulada que traía contra McCartney y de manera fue presentada en sociedad en 1968, pero no vaya a pensar que yo la escuché recién salida del horno sino años más adelante, sin saber a cierta qué versión sería, aunque me hubiera dado la misma o muy poco hubiera entendido por más que alguien me explicara. A lo mejor fue en esas fechas cuando Jimmy Scott demandó a Paul, exigiendo una indemnización por usar esa frase en la letra y en el título de la canción, aunque no procedió o se conformó con un depósito bancario ya que el primero simplemente había enseñado o comentado que la decían en no recuerdo qué tribu y hasta ahí pero no como para hacerse pasar, en términos de autoría, como quien tuviera los derechos morales y menos los derechos patrimoniales. Hagan de cuenta que yo retomara la expresión “Pushi Mano” tan de mi tierra y en una cena de gala la pronunció contándoles, cual vil mitotero, de donde viene su origen y estando en estrec los invitados cualquiera de los hermanos Gibb de los Bee Gees,estos quieren renacer con una canción usando esa palabra o a los Los Ángeles Azules le da por hacer una cumbia con aquella y dándome cuenta que pegaron con tubo y les está yendo de maravilla , voy hacia ellos y les estiro la manita exigiendo mi crédito o mis regalías , de seguro me va como a Don Jimmy. Cómo haya sido ,esta canción ha de tener lo suyo , tan así que fue considerada como la canción pop más perfecta jamás escrita, de acuerdo a investigadores del Instituto Max Planck en Alemania. Eso lo sé hasta ahora que me puse a indagar al respecto , no vayan a creer que soy beatleologo o que me volví su biógrafo. Para nada. Al contrario ,de ellos sé muy poco o al menos no tanto como la mayoría de mi generación quienes se saben todo su repertorio y yo nomás una simple canción . Pero acaso nomás lo que hago es compartir recuerdos . Esos vividos en lo que ya podemos llamar la vieja normalidad . Si tú no quieres recordar, entonces Imagina. Quizás digas que soy un soñador Pero lo bueno que no soy el único. Espero que algún día te unas a nosotros y el mundo será uno solo. Imagínese que un 8 de diciembre yo estaba en el porche de mi casa y eschuché en la tele , que John Lennon acababa de recibir cinco disparos en la espalda por parte de un tal Mark David Chapman y había muerto . Pero yo no me imaginé, era cierto. Fue un lunes de 1980, bien recuerdo, por qué esa mañana hablamos tenido honores a la bandera en la escuela y un día antes, de seguro, había perdido el Cruz Azul. Les iba a contar algo más sobre ese homicidio pero no quiero hacerlo . Para qué alentar rumores . Si después me animo, ahí les cuento. Al fin y al cabo , como dice una lengua yorubá, "la vida sigue" y seguirá dando vueltas , como pasan las hojas de un álbum blanco. ... Por Miguel Ángel Avilés
Por aquí pasó, hace un rato, un déjà vu pero ningún niño salió corriendo para trepar en él como lo hacían aquellos en la parte trasera del carrito de las nieves y pasearse en él, durante media cuadra o veinte metros, antes que el chófer te pidiera ,con un grito ,que te bajaras o que tú, por burro, te dieras contra el suelo . Por aquí pasó , como recuerdo , un vendedor de churros y yo nomas lo escuché como quien escucha a la memoria y cuatro décadas atrás ,cuando éramos unos párvulos muy atrevidos , muy propensos al desafío que significa el juego , nuestro único compromiso comparado con lo de los mayores, y no sabíamos de riesgos que eran verdaderos pero que nosotros , los " inmortales " toreábamos tan igual como hacerlo con una avispa , la mordida de un perro , esa patrulla que nos recogía el balón para que ya no siguiéramos jugando en la calle , o el grito, desde casa, donde la sabia mamá era infalible a la hora de ponerle punto final al día y al recreo . Ahorita nadie salió al paso ni ese carro se llenó de chamacos desafiantes en su parte trasera, quizá porque obsesiva que es la evocación, a cualquiera de esos fantasmas del ayer, le advertimos como si fuéramos mamás o señores grandes que podía venir un carro y llevárselo de corbata, antes que ese cono de harina pudiera llenarse de nieve de chorro para que una mano extendida lo recibiera, antes de ser devorado con frenético deleite. No. Ni un alma salió al paso. Tal vez, porque los niños ya son otros o porque los años han transcurrido lejos del asombro o porque más bien, este sonido que hace un rato se paseó por las calles sin lograr ninguna venta, es tan parecido como ese maestro de carreta y empujón que, harán los años, gritaba churros con canela y huevo, a la boca luego, nomás que llegó un ciclón y se lo llevó para con los difuntos, hasta nunca más volver. Órale, esto del déjà vu tiene sus ventajas y sus desventajas. Las desventajas se aparecen cuando uno quiere volver a ver a los que estaban antes y nada más son una aparición volátil. Porque en realidad el déjà vu es eso: una la extraña sensación de que algo de lo que estamos viviendo ya pasó antes, aunque sea imposible. La ventaja es que se hace posible la representación escénica de esos fantasmas que antes se volvieron protagónicos de carne y hueso y nadie hacía por volverlos eternos porque pensábamos que ya lo eran y toda la vida entera estarían a nuestro lado. Los meros meros en esto no nos dejan bien parados a quienes vivimos, en ocasiones, algo así pues señalan que es una anomalía de la memoria y que, simplemente es una falsa idea basada en la familiaridad. Bueno, cuando menos tenemos una idea, aunque sea falsa. Y subida en ella, por más explicación científica que nos den, no nos impide jugar por un rato entre el pasado y un presente que parecen ser lo mismo. Es cierto: lo que esa tarde noche viví no lo había vivido antes. Tampoco estoy loco como para no darme cuenta. Bueno, eso creo. Pero la escenografía mental que estaba frente a mí, tenía marca registrada en mi retentiva, la cual, también lo admito, no luce sus años mozos como para acordarse de todo, pero tampoco se encuentra en fase terminal al grado de que, en lugar de acordarme de capítulos reales de mi perdurable vida, estos estén siendo reemplazados por alucinaciones. Claro que no. Pero si así fuese, qué importaría. Dijeran lo que dijeran los especialistas de que si estamos deschavetados o no quienes vivimos esas experiencias a menudo o a la larga, la verdad tales comentarios pasarían a segundo plano si en ese ratito de confusiones con el tiempo, se nos pone frente así la tramoya de una infancia y ahí están todos los actores que significaron tanto en eso que parece que estamos volviendo a vivir o que ya vivimos , y en una lúdica , en una entrañable reconstrucción de hechos, te sube en la parte trasera de ese carro de la nieves o de los churros o te bañas en los charcos dejados por las lluvias o trepas un árbol o escuchas los gritos de mamá llamando a cenar porque ya oscureció o advirtiéndole que a la próxima desatendida que le dé a sus órdenes, ira por ti a costa de cualquier precio . Sé que me escucharé medio filósofo, poeta cursi o autor de superación personal de poca monta pero quien quite y la vida de uno ya está escrita y en eso que puede ser un libro, hay páginas que contienen un resumen de lo que vamos siendo: una relectura, un corte de caja, una auditoría vivencial , no sé , pero es algo parecido . Murakami lo dice más bonito: “Contemplando ese paisaje, se me ocurrió que estaba escrito que yo debía ver esta escena algún día. No se trataba de un deja vu. No era la sensación de haberlo visto antes, sino el presentimiento de que algún día encontraría un paisaje como aquél. " Aunque me imagino todo lo que dice y siento como que ya lo viví . |
Miguel Ángel AvilésMiguel Ángel Avilés Castro (La Paz B.C.S. 1966.). Es abogado por la Universidad de Sonora. Practica el periodismo y la literatura desde 1990. Archives
September 2020
|