Por Saúl Holguín Cuevas
Saúl Holguín Cuevas frente a la pantalla “En Europa un actor es un artista. En Hollywood, si no está filmando es un vago” (Tony Quinn). Gracias a la biblioteca pública y a la pequeña, pero deliciosa colección de la ASU-West, es posible ver cine de calidad en Fénix. No tenemos cinemateca, apenas un solitario cinillo en Scottsdale que dedica una de sus pantallitas al cine de calidad. Extraña situación: vivimos rodeados de pantallas, todas adormecen con la misma estrepitosa trivia comercial de persecuciones y sexolencia (sexo y violencia). Ignoro si fue a propósito, no importa, llegaron a casa a enriquecer mis noches dos videos, amigos ya conocidos, LA STRADA (La calle; 1954); y ZORBA EL GRIEGO (1964), ambas cortesía de modesta pero apetitosa colección, propiedad de todos, la biblioteca pública. Destaca en ambos films el protagonismo de un paisa, Antonio Rudolfo Oaxaca Quinn, conocido en el celuloide y por todos, como Anthony Quinn. Nació en Chihuahua, al parecer en plena Revolución. En sus mocedades le entró a todo, carnicero, boxeador, ministro gritón, trabajó en el rastro, amistad con el excéntrico arquitecto Frank Lloyd Wright y, desde luego, actor. Se casó con la hija del productor, Cecil B. De Mille, ahí amarró el futuro. (Mucho de esto puede ser leyenda. Toda persona destacada se inventa un pasado glorioso, esto es moneda corriente en Hollywood. Al paisa Ramón Novarro, le inventaron ser familiar no solo de Moctezuma, inclusive de Cortés, solo le faltó Carlos V.) La cinta, VIVA ZAPATA (1952; Oscar, actor secundario) regó su fama. La Strada, creación del genial italiano, Federico Fellini, es una de las mejores películas de todos los tiempos. Tony trepa a la cima al encarnar a Zampano, un fortachón, brutal cirquero ambulante que por celos destruye a su fiel compañera Gelsomina, la talentosa Giuletta Masina, esposa de Fellini, aquí una clown al estilo Chaplin. Al final, Zampano queda abandonado en la playa, la cámara, guiada por las notas de Nino Rota, paulatina se aleja de la patética piltrafa del Hércules caído. En LUST FOR LIFE (El loco del pelo rojo, 1956; Oscar, actor secundario), Tony encarna al pintor francés, Paul Gaugin en la etapa de su vida cuando cruza destinos con el loquillo, Vincent van Gogh. Tony alcanza la apoteosis con Zorba el griego. No exagero al otorgarle pata, rabo y orejas, tal es su labor. La película agrupa a un impresionante equipo: Libreto del novelista cretense, Nikos Kazantzakis, basado en su novela; dirección del chipriota, Michael Cacoyannis; la rusa, Lila Kedrova, de prostituta francesa jubilada se adjudicó un Oscar como mejor actriz secundaria. Tony es un pícaro simpático y querendón, una especie de Sancho, escudero de un Quijote (Alan Bates) muy humano, aunque soñador y poético. Complementan los arrolladores ojos de la greca, Irene Papas. (Del mismo escritor recomiendo la cinta, La última tentación de Cristo, basada en la novela de Kazantzakis y dirigida por el mejor director gringo, Martin Scorsese.) En Zorba, una tragicomedia, los hechiceros ojos de la encantadora , pero orgullosa viuda (Papas) traen a todos los hombres del pueblo salivando. Cuando uno de sus pretendientes se suicida, los pueblerinos lapidan (apedrean) a la mujer. Desfilan: monjes borrachos, un loquito y muchas viejas desdentadas, cual urracas enlutadas, pastores, plateros (borricos), cabras, lluvia, nubes, sol y mar; todo en la eterna y árida patria del Greco, Creta. Después de Zorba, Tony actuó en muchas otras películas, destacó un papel secundario en la tremendista y sangrienta LAWRENCE DE ARABIA (1962; versión del director 2008), pero ya no se elevó a las cumbres alcanzadas tanto en Creta, como en La calle, imposible, esos son grandes films.
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Por Saú Holguín Cuevas
Saúl Holguín Cuevas se enclaustra a ver cine Por lo general me encargo de tres película de un tema o de un director. El encierro, provocada por la peste blanca* me permitió ver cuatro cintas del director japonés Shindo. No recuerdo si ya había visto su trabajo o si es la primera vez, me queda un consuelo, nunca es tarde, dicen los que llegan al bar cuando está por cerrar. Gracias a mi hermano Amador vi la primera, NIÑOS DE HIROSHIMA (1952), filmada cinco años después de la tragedia. Poco se puede agregar al relato de la gran barbarie. El director, nativo de Hiroshima, regresa a capturar los estragos que causó la bomba en los niños sobrevivientes y en algunos adultos. Casi todas las crónicas de la cinta dicen que la historia se cuenta sin amargura. Solo puedo decir esto: No lloro en las salas de cine, inclusive me cuesta adentrarme en lo que pasa en la pantalla y dejar de pensar que todo es una ficción. Con esto les digo todo: Al ver NIÑOS se me vinieron las de cocodrilo (lágrimas). ¿Será que ya soy un viejo sentimentalón? o ¿será que es un film potente? Satisfecho por la sensibilidad de Niños, me lancé tras la casi muda, LA ISLA DESNUDA (1960) es el mito griego de Sísifo. Por si no lo conocen, es el malo condenado a empujar una roca cuesta arriba, cuando está por darle cima, se le cae e inicia de nuevo con el mismo resultado. En una entrevista dice el director que se propuso honrar, en lo particular, el trabajo de sus padres campesinos y, en general, la labor de todo campesino. Me recordó la vida dura en San Juan, Zacatecas cuando en las secas apenas había agua para tomar, juntas la pobreza y la ignorancia arrojan vida miserable. Se soportaba gracias a la ausencia de máquinas y de luz eléctrica. Montar un burro, el silencio celestial interrumpido por los ladridos de los perros, la luna llena, y otras cositas sublimaban la experiencia y por momentos se olvidaba la estrechez. ONIBABA (El pozo, 1964), En tiempos caóticos nos encontramos en donde el pasto suzuki, mecido por los vientos, se alza dos metros de altura. En este laberinto viven dos mujeres–buitres, matan y despojan samuráis para poder comer. El deseo y la lujuria se apodera de ambas y las destruye. KURONEKO (El gato negro del bosquecillo; 1968) es una leyenda negra. En tiempos violentos, en un bosque de bambú, una pandilla de samuráis sedientos y hambreados violan y matan dos mujeres. El espíritu de las muertas, vertido en gato negro–vampiro se venga atrayendo, embriagando, seduciendo y matando guerreros. El encargado de aniquilar los espíritus es un recién ascendido samurái, hijo de una de ellas y esposo de la otra. Aunque su fama no alcanzó a Ozu, Mizoguchi ni a Kurosawa, la obra de Shindo es una agradable sorpresa para el aficionado que desea expandir sus horizontes. *¿Peste blanca? En efecto, en EE. UU., los grandes culpables por la propagación de la peste del 20 son los trogloditas que mal gobiernan desde la Casa Blanca por fuera. *Fotografía © Bernartbé (Joel Bernabé): Las Trojes, San Luis Potosí. Saúl Holguín Cuevas habla con dos sobrevivientes del Covid-19.
Derramo una lágrima a la memoria de las víctimas caídas en esta doble guerra, contra el enemigo invisible; a la vez, maldigo la cruel y criminal ignorancia de los malditos trogloditas que usurpan la Casa Blanca por fuera, que ¡CHINGUEN A SU MADRE!, si acaso tienen; mientras sus cuates se llenan los bolsillos, nosotros, los desechables, amontonamos nuestros muertos en barrios y ghettos.
Tomé jarabe con codeína que me recetó el doctor, nada. Después tomé jarabe natural para la tos, nada. Al tercer, o sería el cuarto día, me llevaron al hospital, aquí cerquita. Me sentía tan gacho [muy mal] que ni siquiera pude abrir la puerta del carro. Me tomaron los signos vitales, mi oxígeno andaba al 75%. [La saturación de oxígeno, o sea la cantidad que hay en la sangre, lo normal es entre 95 y 100%.]. Y de ahí ya no me acuerdo de nada, solo que no podía abrir la puerta del carro. Estuve entubado por nueve días, por eso tengo la garganta medio ronca, inclusive, tenía una sonda en el pene para orinar. Un día desperté. Eran, por ai, las cuatro de la mañana. No quería molestar a nadie a esa hora. Me acordé de un cuate que entra a trabajar temprano. Le marqué, él corrió la voz. Todavía me hicieron dos exámenes y los dos dieron negativo, entonces me aventaron a la casa. Retaché [volví] bien fregao, tenía los hombros caídos, tiré veinte libras, y lo peor de todo, y qué vergüenza, me tenían que limpiar la cubeta por una o dos semanas. Se portaron ATM los doctores, era iraníes, uno me dijo: “Había otro bato [paciente] en las mismas condiciones que tú y, aunque era más morro [joven] él no la hizo [murió]”. Deja te cuento que tuve un sueño simbólico. Iba a un lugar con un cuate, algo así como el In and Out [un restaurante de comida rápida]. Un bato [guardia] nos detuvo, nos dijo: “Son dos, uno no pasa, díganme para qué quieren seguir adelante”. “Para ver a mi nieta”, le respondí, me dejó pasar. La oración también me alivianó [ayudó]. Estuvieron pidiendo por mi salud en varios lugares. Es más, hasta en el gimnasio, un güey que no le habla a nadie, a cada rato preguntaba por mí. Y apenas, los doctores me daban un 20 por ciento de chanza de sobrevivir y, aquí estoy, hablando contigo, ai la llevo. El otro día me habló un cuate me dijo lo que pasó: “Sabes lo que te salvó bato, no fueron los rezos, ni siquiera los doctores. De seguro ya te llevaba la Parca [Muerte], le contaste un chiste, se descuidó y te le pelaste [huiste]”. No des mi nombre. Algunos me miran como a un leproso y me sacan la vuelta.
El fraire caímos a Tierra Colorada, la borloteamos el sararei. Regresé al chante el sandei. Me texteó X, mi cuate, pa darme bad news bro [malas noticias], sambari en la fiesta había dado pasiriv, cargaba, el… ¿cómo le dicen? Covid-19. Había quir taik ei test. ¿Y cómo te sentías? Bien. El tiusdei fui con toda la familia a testearnos. Pal wensdei noté que no olía y no tenía teist, ¿cómo se dice teist?, gusto; todo me sabía como lagua. Mi temprechur estaba normol pero, eso sí, con poquita tos y como que a veces me faltaba el aire cuando resollaba. No, no tuve chiols [escalofríos]. Poquito jeric [dolor de cabeza] y, a veces, dificol bririn [dificultad para respirar], lo pior, no poder oler ni teist, nada. Me encerré, no quería infect la famili. ¿Cuándo te dieron los resultados del test? Nueve días después que lo agarraré, salí negariv. ¿Cuántos días te aventaste en la pinta [encerrado]? Nueve, pa’ entonces ya estaba bien. Todos mis amigos también lo agarraron. Todos tán bien ora, ¿cuánto hace?... casi un mes después del borlote. Hay un cuate, Y, no tiene teist todavía. Ora puedo ver 20/20 [con claridad]. Échale, si le doy el covid a mis jefes, ellos no stan jelti como yo, de pronto… ai don guant to tink abauit [ni lo quiero pensar]… se petatean (mueren). Ta’ bien cabrón, bro. Viñeta de Amador Fraire Por Saúl Holguín Cuevas
Después del tormentón me eché una roncada en el zoquete, en el mero solaso de mediodía. Ya descansao, con permiso de judíos y mahometanos, me pongo a cantar pa contarles mis cuitas. Bueno, disculpen, a decir verdá, la cosa no es pa’tanto. La pior cuita es no comer y me la estoy pasando requeté bien. ¿Penas?, las de mis compas, para ellos, como dice el vecino antillano, La cosa eta’e pinga. Primero, permítanme presentarme: Vivo en un barrio donde la ciudá le permite a esa peste de animales, mal llamados racionales, compartir hábitat (como decía mi dueño) con nosotros. Soy un marranito corriente, y punto. Y si no quieren broncas, no me insulten llámandome Porky, o pior, Piglet. Me hago pasar por fino gracias a mi trompita delicada y a la poca grasa que cargo, pues me cuido. Dicen que soy lo mejor para las carnitas, pero no hablemos de cosas tristes. No sé que pasa a últimas fechas. Primero desapareció mi amigo el mosco de la miel. Después el papalote, eso que ustedes humanos llaman mariposa, iora, pa’ rematar, dice la tele que de la China viene el flu aviar, que ya está a la vuelta de la esquina, aunque crioque ya llegó. Lo siento por Jerezano, mi compa el gallo. Primero perdió a su gallinita y ora parece ser quél también ya se fregó. Ya no sale del gallinero… ya no come… ya no canta a la madrugada y, a veces, mmm, canta a las cinco de la tarde, ya se deschavetó; le traje un poco de ruda a ver si se alivianaba, le dio dos picotazos y se quedó dormido, quien quita y amanece. Atrasito cayó el corona, prontito se llevó a mi dueño. Se portó bien cuatachín conmigo, me rascaba la panza, la mejor caricia que le pueden brindar a un marranito, hasta me quedaba bien jetón. Estoy triste, pero no lloro porque los de mi especie no lloramos, es más, ni conscientes estamos de eso que ustedes, viles mortales, llaman Muerte. A ver si uno de los más presentes me explica de qué se trata esa vaina. Aunque, a decir verdad, yo tampoco me siento tan bien, achaques de la vejez, pueden crer que vivimos poco, algunos quince abriles, pero eso sí, bien vividos, comiendo y durmiendo, no pagamos renta y si llueve, pos mejor, con lo que me gusta emporcarme. Mi dueño era de gustos refinaos. Durante la cuarentena se surtió por correo, todos los días llegaban paquetes de bastimento, dejó el garach hasta el tope. Como su familia tiene otros gustos y piensan que todas las cosas que tenía almacenadas están contaminadas, me las dan, y yo, agradecido, mírenme cargando la panza: almendras marcona, ventresca de atún, abulones, queso de cabra Lecayrol, es más, hasta cuando me sirven mi maíz lechan botellas enteras de vino chinfandel de viñas viejas o caberneto de Napa. No me gusta presumir, pero les aseguro que ningún semejante se pachanguea como yo. Ni siquiera los Chester White de Scottsdale, que por cierto, son tan delicado que no pueden estar al sol mucho rato, pronto se les achicharra la piel. Dice la tele que hay amenaza de fiebre porcina. Pos mientras son pintas o coloradas, aquí disfrutando mis siestas y metiéndole el colmillo a lo que me dejó mi dueño. Y si me carga la Porcina, pos que me lleve con la panza llena, y que me ampare Sus. Pior suerte sería quedar apuñaleado en el mero corazón, colgado, desangrado y achicharroneado. Disculpen lo mal travao, me despido, como que se me acaba el aire cuando hablo, será que se acerca el Día de san Martín. VOCES: Jerezano: raza de gallos bravos; Deschavetó: enloaqueció; Bien jetón: dormir a pata tirante; Chester White: raza de cerdos de color blanco; Día de san Martín: según la tradición el día para sacrificar cerdos; Sus: Sus scoff domestica, la especie a la que pertenecen los cerdos, aquí una especie de santo. LECTURA: Y si acaso no me lo creen les recomiendo, de Jerónimo Barselli, La alabanza del puerco, obra agradable y ridícula, describe a pleno la perfección, la bondad, la excelencia, la industria, la magnanimidad, la bravura y el orgullo del puerco (1592). Por Saúl Holguín Cuevas
Recuerda... Entro en una casa en la Finiquera central, libros, fotos, objetos de arte; me recibe el anfitrión en forma por demás cordial, ofrece: “¿tinto o blanco?... “El vino tinto argentino es mejor que el chileno, no lo digo por patriotismo ya que el blanco chileno es mejor que el argentino”. “El dinero me permite ir a Latinoamérica, comprar libros y beber buen vino”. “El estudio del español lo inicié a la edad de diez años gracias a una maestra que había vivido en Guadalajara”. “Pasé la niñez enclaustrado por culpa del asma, me entretenían lecturas de la biblioteca municipal: el Quijote, Hemingway, Faulkner, James, Poe”. “Me encanta la metrópolis. Latinoamérica es una sociedad de ciudades, así lo indica su historia, centros de imperios indígenas, la colonia, la independencia, la vida moderna. El cine y el teatro son fenómenos de la ciudad así como la novela, la televisión y la radio”. “Tuve la fortuna de disfrutar Amores perros en México con la sociedad que la produjo. Representa para el cine mexicano lo que Cien años de soledad es para la novela colombiana”. “Soy un músico frustrado, además no puedo escribir con música. Es una fuerza libertadora como lo veo en la mujer mexicana; a ella se le marginó como directora de cine pero, en la música trascendió, ahí esta Lucha Reyes”. “Valoro las voces femeninas de Poniatowska, de Luisa Josefina Hernández; contribuí a rescatar escritores judíos mexicanos, escritores gay; traduje al inglés textos no canónigos chicanos de Miguel Méndez y de Aristeo Brito y, de John Rechy, al español”. “El posmodernismo cuestiona las narrativas maestras, trata cuestiones de nacionalidad, lengua, sociedad y de entidad. Es un reflejo del cambio social. Antes las universidades educaban al hombre blanco, con el GI Bill [becas para los veteranos de la segunda guerra mundial] la academia abrió sus puertas a las mujeres, gente de color, hijos de campesinos”. “El amor es una palabra comodín, de fascinación siniestra, puede ser sexo, afecto, hasta odio, es una relación de pulsión profunda con una persona. ya lo dijo Cortázar: ‘Algo que te parte como un rallo y te estaquea en el patio’”. “La pedagogía es hacer que el otro piense. Es un compromiso social”. Disfrutando el olvidado arte de la charla pronto se acabó el tiempo estipulado. “¿Cuándo se jubila profesor?” “Ay Saúl, ¿y que voy a hacer, robar bancos?”: William David Foster, ocupación: Insaciable. (Año del apocalipsis, nonagésimo sexto día de confinamiento 6/30) Por Saúl Holguín Cuevas
En la enclaustrada vida universitaria todos hablan, unos chismean, otros plagian complicadas adivinanzas que hacen pasar por propias y que solo tres llegan a medio entender. Son los fanfarrones que arrinconados tras los muros de la institución chupan la jugosa teta burocrática. No son solidarios con los fregados ni cronistas de su tiempo. Hay otros, eran poquitos, ahora son menos: escriben, convidan, organizan, guitarrean, cantan, disfrutan los tres días que los dioses del maíz nos han asignado y, en las sendas humildes por donde caminan, aun en el mismo submundo, nunca le hacen gestos a un mezcalito, entre estos espíritus vitales: David Muñoz. Gracias a David compartimos en encuentros comunales con nuestros iluminados: Sandra Cisneros, Luis Valdez, Jimmy Santiago Baca y otros creadores. También en pachangotas septembrinas nos remojamos el buche y le cantamos a la noche suburbana. Entre los logros Muñoz, el más sobresaliente fue un perfomance. Con mínimo de nostalgia me permito recordar y volver a vivirlo. ASU, ese desplumadero que ahora se pavonea de universidad world class, invitó a la performera de fama internacional Astrid Hadad, para que diera una charlita. Habló ante algunos 20 estudiantes. Los futuros iniciados cantinflamos algunas preguntas posmo-sofistas. Así, por menos de tres cuartos de hora su espíritu sobrevoló el campus, lejos, muy lejos del barrio. Pronto todo se esfumó. Astrid no cantó, ni albureó, ni bailó, ni performeó. Ahí conoció David Muñoz a la diva, ahí se atrevió a invitarla. A pesar de no tener lana, ni influencias, ni siquiera un localito, David se aventó. Escarbando a puro pico y pala, con tesón e insistencia, implorando aquí, convenciendo allá, taloneando para reunir peso tras peso, se dio el lujo de importar, desde la Capirucha Chilanga a Astrid con todo y banda, con sus cachiruleados trapos, con su voz de cenzontle y sus ocurrencias pícaras; la performera amortiguó nuestras desdichas por un rato: noche sublime. Recuerdo: fue en el elegantón Chandler Center for the Arts, arca con cupo para 1500 personas. ¿Cómo se las arregló David para que le prestaran tan encopetado escenario?, nunca le pregunté. Sin duda movió cielo y tierra pues ese recinto no se lo sueltan a cualquiera. Ailesvá lo güeno: entrada GRATIS, sí, gratis para toda la comunidad. El chiste es que el show por poquito le cuesta el puesto a Muñoz. A la performera se le fue la lengua y muchas braguetas persignadas se quejaron. Ante experiencia tan desagradable, otro de menos tanates se calla la boca, se concentra a reciclar sus clasecitas, a cobrar la quincena y que ruede el mundo. ¿Qué va? David no cedió, se tendió a organizar doce encuentros de escritores. Hablamos del décimo tercero, no alcanzó el tiempo. Y por estos páramos desnudos de cultura no se ha vuelto a repetir tal hazaña. Sushi
Saúl Holguín Cuevas COMER pescado y marisco crudo parecerá una herejía, no lo es, inclusive, puede manifestarse sublime. Recuerdo el inmenso gusto con que mi padrino José Mijares despachaba un coctel de ostiones servido en un puestecito del Mercado Juárez o de la Alianza, ese colorido, desordenado amontonadero de comerciantes, mercancías y marchantas. Recuerdo al recordado, Víctor Mendoza ilustrarme en el fino arte de gustar el sushi, allá en Sun Valley, en un resta ya tanto tiempo desaparecido. Recuerdo una entera y larga mariscada suchizera con Juan, allá en Redwood City, todo lo dejamos en manos del maestro Masa. Recuerdo una visita a un mini en Tzukiji, en Tokio, donde me atranque de abulón y Marcial de pulpo. Recuerdo los platillos en la modesta casa de la Chatamar, en el mero Estero, al lado de Punta Banda, cerca de la bufa, bufa, Bufadora, en la ayer tranquila hoy conflictiva Baja. Sin presumir, y como recordarás Carnal Amador, ahí una langosta, una chula (bonito), erizos, se comían recién arrancados del Pacífico; se desayunaba una machaca de tiburón con tortillas de harina, modeladas por la mano de la anfitriona. Hoy, tal frescura marítima, con mares contaminados y proliferación de criaderos artificiales, se torna casi imposible. Recuerdo un cebiche de camarón modelados por la paciente mano del Troyano y consumido a veinte minutos de su preparación. Resignado, me alimenta el recuerdo, el bolsillo me prohíbe un viaje a la Tierra de los Venados ó acercarme a lujosa marisquería donde el chef se atreva a tales alturas, con preciados ingredientes traídos en avión desde mares lejanos. Me invadieron tan agradables recuerdos pues, el otro día mi Carnal Amador me brindó una jornada en un templito en la carera y presumida Tarzana. Nos adentramos en el teatro del mago Eddie: su variedad de peces, echados al nado entre sorbos de cebada, nos elevó a zonas etéreas donde aromas y sabores subliman artísticos platillos al alcance de tres dichosos. Gracias Padrino, Víctor, Juan, Masa, Chatamar, Troyano, gracias benditos hijos de la Mar, gracias Carnal, gracias chefs: por brindarme otro de los pocos momentos que atesoro. Sushi Iki (Fresco), Tarzana en la Alta California de Amadís. © Saúl Holguín Cuevas Lope conquista el Globe
Saúl Holguín Cuevas El teatro Globe, donde Shakespeare escenificó: El rey Lear, Hamlet, Macbeth, Otelo, es quizá el mas famoso del mundo. Construido en 1599, un incendio lo destruyó en 1613, un año después fue reconstruido, pero duró poco. La intransigencia de los puritanos, que lo único de puro que tienes es que son puros tarugos, lo destruyeron en 1644. Tres siglos y medio después triunfaron arte y razón. En 1997 se edificó una replica, lo más parecida posible al original, sin techo ni luces artificiales, de ahí que el caprichoso clima de Londres limita la oferta a una breve temporada veraniega. Leí que la primera obra que se presentada en español fue El castigo sin venganza (1631) de Lope de Vega. Me pareció poco ingeniosa la elección. ¿Que esperar de una pluma, por más etérea que fuese, escribió algunas 427 piezas de teatro? ¿Por qué no eligieron La vida es sueño (1635) de Calderón o El burlador de Sevilla (1616) de Tirso? Prontito me sosegué, Intenté recordar Fuenteovejuna (1619) el drama más renombrado de Lope. Hace ya tanto tiempo que lo leí que se me escapaba en la bruma. Decidí volver a leerlo. También me adentré en El caballero de Olmedo (1620) lo cual me parece una copia de La Celestina (1499) sin elevarse a la estratosfera donde se da el sublime retrato de la famosa Alcahueta en un ambiente donde reina la envidia, la lujuria y la tragedia. Mas creo la intensión de los encargados del Globe actual fue escenificar la obra de algún contemporáneo del Bardo. Hoy, gracias a la red, posible leer el canon. El castigo sin venganza es un drama de primer orden. La facilidad con que Lope congrega versos es admirable, además, los ajusta para reflejar la emoción o el estado de ánimo de un personaje. Mezcla nueve tipos de estrofas, los soliloquios se dan en sonetos, las redondillas retratan las cosas del amor. Hecha mano de al menos 57 figuras literarias, siempre en busca de dar brillo a la obra. Caudal que demanda un catálogo para identificarlas. Me rindo ante el Monstruo de la Naturaleza. © Saúl Holguín Cuevas Boda azteca
Saúl Holguín Cuevas (Dedico a mi compa Muñoz, espero pronto volvamos a cabalgar). Consejo al novio: “No conviene de aquí en adelante ser muchacho travieso; no conviene andar en los vicios que andan los jóvenes, como es los amancebamientos”. Consejo a la novia: “Mira que no seas dormilona, comienza luego a hacer tu oficio, o hacer cacao, o moler el maíz, o a hilar, o a tejer; mira que aprendas muy bien cómo se hace la comida”. En el mundo azteca una boda entre parientes cercanos estaba prohibida. Los hombres acostumbraban casarse entre los 20 y los 22 años, las mujeres entre los 17 y 18. Si un adivino lo aconsejaba, un par de ancianas de la familia del muchacho se aprestaban al arreglo. A la medianoche y portando regalos se presentaban en casa de la joven. Se recibían los regalos, pero no se pactaba nada. Días después, otra visita y más regalos. Los padres de la chica daban muchas vueltas al asunto: “está muy joven; no merece tal muchacho”, pedían tiempo para pensarlo. Hecho el arreglo se consultaba a los adivinos para elegir una fecha propicia: acatl (carrizo), ozomatli (chango), cipactli (lagarto) o cuauhtli (águila). Según Sahagún, la fiesta era en grande: “Hacían tamales toda la noche y todo el día, por espacio de dos o tres días; no dormían de noche sino muy poco”. La mañana del día elegido se saboreaba chocolate en casa de la novia. El chocolate es uno de los tesoros que México ha dado al mundo, inclusive a Suiza. El pulque corría toda la tarde. Como se pensaba que el néctar del maguey causaba impotencia estaba reservado para los ancianos. En ocasiones especiales se acostumbraban cuatro jarros, el quinto ya era borrachera. Al caer el sol una matrona cargaba a la novia hasta su nuevo hogar. Dice Clavijero que portando antorchas, el novio, su padre y cuatro mujeres recibían a la novia. Tomados de la mano lo novios se dirigían a una sala especial y se sentaban frente al fuego. La novia se incorporaba y daba siete vueltas a la hoguera; entonces el siete y el trece eran números de buena suerte. Venía una especie de sacerdote (hablamos antes de que la religión judeocristiana llegara al continente) y ataba un extremo de la camisa del novio con el huipil de la novia; Sahagún afirma que la matrona los ataba. La madre del novio brindaba tamales y mole a los recién casados y a los comensales. A la mañana siguiente los desposados lucían ropas nuevas. La novia, toda de blanco, se adornaba con plumas de papagayo rojas. Para testimoniar virginidad, las sábanas ensangrentadas se llevaban al templo o lugar sacro. Se trata, caro lector, de una ceremonia complicada. En otras áreas del México prehispánico la cosa era mucho más sencilla. Cualquier muchacho que pretendía casarse se acercaba a los sacerdotes. * Durante una ceremonia pública lo invitaban a trepar a la pirámide. Arriba le recortaban el pelo y lo presentaban al público: “Este caballero desea casarse”. Al descender el hombre se casaba con la primera mujer no comprometida que topaba. Fuentes: Fray Bernardino de Sahún. Historia general de las cosas de la Nueva España (siglo XVI) y; Francisco Javier Clavijero. Historia antigua de México (1780); principales entre otros. *No hay que hacerce bolas con la palabra sacerdote, favor de no confundir un ministro de la religión católica con un encargado de un puesto público en una religión prehispánica, aquí lo uso por falta de un término adecuado. © Saúl Holguín Cuevas Berlanga
Saúl Cuevas Garcí: Recuerdo allá por el 73, en la Valencia de Luis Vives, Sorolla, Blasco Ibáñez, unos cuates me sugirieron el cine de otro valenciano, Luis García Berlanga. Fue apenas el otro día (45 larguiruchos años después), gracias a Criterion, y tras abonar lo estipulado a los nuevos usureros del éter, por fin, pude apreciar lo ya tanto tiempo pospuesto. Te recomiendo tres películas: Bienvenido Mr. Marshall (53); Calabush (56); y El verdugo (63). Todas rodadas en la España fascista de Franco, cuando había que empeñar los ideales para poder filmar con el visto bueno de la castrante censura frailuna–facha de entonces; una opción: confundirlos con la risa. Bienvenido critica el Plan Marshall que solo dejó esperanzas frustradas. La cinta va a menos por culpa del narrador, que aunque sea el gran Fernando Rey, nada aporta. Calabush (rodada en la paradisiaca Peñíscola) trata de la paranoia desatada por la irracional competencia nuclear que nos tuvo y aún nos tiene a un paso del irracional suicidio colectivo, el fin de la especie. Presenta al contrabandista y al guardia civil como enemigos solo en apariencia. Mientras que la autoridad se beneficia del licor decomisado, el bandido vive a pierna tirante en la cárcel, auténtica pensión donde de gratis come bien, duerme y pasa el tiempo al aire libre, inclusive continúa su ilícita labor. Por si fuera poco, la puerta de la cárcel se atranca desde adentro. Huir sería ilógico. Con El verdugo Berlanga trepa a la cumbre. Recuerda que en la España de entonces, el garrote vil aún se usaba para matar a los enemigos del régimen. Consiste en clavar un tornillo en la nuca del condenado, causa la muerte de la forma más cruel. La guillotina, el patíbulo, la cámara de gases son iguales de crueles, pero el garrote causa singular repulsión. En el film, un empleado de una funeraria se casa con la hija del verdugo y hereda la macabra ocupación del suegro. Las tres cintas se ambientan en un pueblito que representa al país. La Iglesia y la burocracia salen averiadas, factor que valora aún más la visión del director y sus colaboradores, pues se las ingeniaron para burlar la férrea censura de entonces. Cinta para llorar los achaques de nuestra bárbara civilización con su pena de muerte, la amenaza del holocausto nuclear, las huecas promesas de los políticos, y por encima de estas calamidades, el cruel engaño en el que los sotanudos pederastas mantienen al pueblo en perniciosa ignorancia. También provocan la risa, lo irracional va disfrazado de normalito. Estos días ocupamos un Berlanga para que entre risas desnude la asonada kukluxkanera que nos ahoga. Como vamos pronto emularemos los días del garrote vil. Dulce muerte Acto ideado por Saúl Holguín Cuevas (Entran dos con tinas, trapeador y escoba, admiran la biblioteca). 1: De seguro que este cuate vende libros. Mira cuantos tiene. (Los dos caminan entretenidos con el móvil, 1 tropieza con una pila de libros. Ambos se agachan, toman un libro en las manos.) 1: ¿Cuál es ese? 2: Narco, político o banquero, como llegar a millonario en un dos por tres. ¿Cuál es el tuyo? 1: (Batalla para leer) El in, in, in-fier-no. (Asustado lo tira lejos, se agacha agarra otro.) 2: Oye, ¿Qué es eso? 1: (Se inclina.) Parece un guante. (Se agacha, lo agarra, salta asustado, grita.) ¡Hay mamá, es un cristiano! (se persigna.) 2: (Se persigna.) ¿Ora que hacemos? 1:. A las autoridades. Vamos a notificar. 2: Tas loco nos van a echar la culpa. 1: Pueque tengas razón, no lo podemos dejar así nomás, pero… vámonos, no quiero broncas. 2: Como serás güey, ya saben que teníamos cita pa limpiar el depa. Además nosotros no hicimos nada. 1: Llama al 911. 2: (Marca en el móvi.l) Oiga, nos encontramos un cadáver muerto. 1: Como serás orejón, si es cadáver ya está muerto. 2: (Concluye a llamada.) Ya estufas, orita viene el juarense. 1: Forense guey, forense. 2: Lo que sea. (Ambos se sientan a esperar, siempre sin dejar de atender el móvil. Entra el Inspector con una lupa.) I: ¿No han tocado nada? 1: Nada jefe. Nomás esos dos libros. I: (Se pone unos guantes, recoge el Infierno, lo abre, encuentra una nota, con cuidado la pone dentro de un sobre, cierra los ojos, lo obreros lo ven perplejo.) Dolce color de oriental zafiro (Se acerca a la pila, con cuidado quita unos libros.) Miren bien. ¿Han visto esta cara en algún lugar? (1 y 2 se acercan tímidos. Observan con cuidado, niegan con la cabeza.) 1: Yo no. 2: Yo tampoco. 1: Aunque… I: (Enérgico.) ¿Qué? 1: Pos pensándolo bien, se me afigura que he vista esa cara en otro lao. ¿Dónde sería? (Mientras tanto el Inspector con su móvil toma una foto del cadáver, pulsa, lo guarda.) 2: Piénsale bien. ¿En los perros? 1: No. 2: ¿Por la Van Buren? 1: ¡Cállate cochino, apoco crees que todos son como tú que te la pasas patrocinando a esas mariposas de la noche. 2: Entonces, ¿sería en la universidad? 1: No lo creo, nunca he ido, además no sé ni onde está y, con lo que cobran de parquin, mejor me echo unas chelas. I: (Viendo el móvil.) Ya está. Escuchen. Acaso conocen ustedes a un tal Juan José María de Jesús Fernández Hernández Gutiérrez Pérez y Manuel. Ah cabrón. 2: Me suena (Hace esfuerzo pensando.) Sí jefe, creo que es el mismo que en la pandilla le decían el poeta. I: ¿Cuál pandilla, dirás… en el narco? 1: No jefe, ¿qué pasó? 2: No jefe, nostros andamos limpios es porqué jugamos limpio. La Pandilla. I: ¿La Mara Salvatrucha? 2: Como cree jefe, los muchachos del barrio. I: (Afirmando con la cabeza.) Los muchachos del barrio. ¡Acompáñenme a la delegación! (Ambos asustados, se acercan uno al otro.) 2: (Temblando) ¿Nos va a meter al bote? 1: No sea gacho jefe, nosotros no hicimos nada. I: Cállense gallinas. Les voy a tomar declaración, luego se largan a casita. ESCENA 2 (Los mismo actores traen una mesa y una silla, el Inspector se sienta , los otros dos parados, otra persona sobre un banquito sostiene un foquillo sobre la mesa.) I: ¿Conocían al extinto? 1: ¿A quién? 2: Al muertito. 2: No jefe, cómo cree, nomás de pasadita. I: ¿Eran amigos?, díganme la verdad. 1: Pos conocidos jefe, así de lejecitos. I: ¿Dónde lo conocieron? 2: En la Librería Anáhuac, ai por la 24 calle. I: ¿Vendía libros aleluyos? 1: No sé de cuales jefe, no leo. Eso sí le digo, no tenían monitos. I: ¿Entonces, a que iban a la librería? 2: Todos los viernes había reunión. Hablaban de cosas, usté sabe. I: Yo no sé. ¿De qué cosas? 1: Puras cosa interesantes jefe. (Se emociona.) Platillos voladores, como curar el cáncer con calostro, de los luminatos. I: ¿illuminati? 2: Desos meros. A veces la cosa se ponía color de hormiga, se agarraban. I: ¿A puños? 1: Como cree jefe, se hacían de palabras, pero nunca llegaron a los trancazos. I: Ya entiendo. I: ¿Tenía enemigos? 1: Pos enemigos, enemigos, pos tanto así no jefe. 2: Aunque había dos con quien se contrapuntiaba. I: (Prepara pluma y libreta)¿Nombres? 1: Víctor, no ese no. 2: Roy… No ese tampoco. 1: Había uno que le decían el Chilango, crioque. 2: Chilango o Chileno, aunque no sé por qué, pues no come chile. Un tal Moris. I: Como serán tarugos, es que es de chile. 1: Tampoco sin alburear jefe. I: Bueno, ya inútiles, ¿y el otro, cómo se llamaba? 2: Era un canoso, ¿cómo le decían? 1: Si mal no recuerdo, ah, ya lo tengo… el Alacrán Gachupín. I: ¿Y por qué se pelearon? 2: Así como agarrarse a guantones, no tanto jefe. 1: Crioque el Alacrán Gachupín le gritó al dijuntito: Mexicano sin cultura. Gueno, el dijuntito empezó la bronca, enchiló al Alacrán cuando le dijo que Hernán Cortés criaba cochinos. 2: La raza lo agarró de botana, siempre que lo veían le preguntaban: ¿a cómo el kilo de chicharrones? I: Voy a hablar con esos cuatro fulanos (Salen.) ESCENA 3 El Ministro en conferencia de prensa; 1 y 2 entre los asistentes. Frente al público, el Ministerio Público, hace público el reporte del forense sobre el descenso del ciudadano Juan José María de Jesús, largo, largo etcétera. A saber: tras larga y exhaustiva pesquisa, se determinó que el mentado murió por excesivo consumo de letras… (Protestas del público.) I: Lo cual le causó indigestión tan fulminante que fue incapaz de recuperarse, tropezó con el librero que al caer lo enterraron abajo. (Protestas airadas.) I: Calma, calma, al concluir pueden hacer las preguntas correspondientes… De acuerdo con el mismo doctor del individuo en cuestión, ya le había advertido que dejara de comer tanta letra. Por lo visto no hizo caso. (Nuevas protestas.) I: Calma, calma, permítanme concluir. Aunque les parezca raro, como a mí, la medicina registra casos similares, en Ginebra, un tal Jorge Luis, en Rotterdam, en un barrio de Los Ángeles. (Recoge los papeles) Ahora con gusto entretengo las preguntas de la prensa autorizada. 1: ¿Interrogaron al Alacrán Gachupín? I: Desde cuando que abandonó el país. Durante del reino del Pato Donald I fue deportado a su nativa Rota, en España. 2: ¿Y el Moris? 1: Boris, Boris, no Moris. En primer lugar, contrario a lo que se especuló el periódico local, no es ruso, es chileno como ustedes ya lo dijeron, a pesar de que no come chile. Hace años que se mudó a Suecia en donde reside desde entonces. Dizque fue para adelantarse, está convencido que le van a dar el Nobel, sigue esperando. Pasó un tiempo tras las rejas. Cuando le otorgaron el Nobel a Bob Dylan, Boris corrió a la sede de la Academia Sueca y rompió varios cristales a pedradas. Parece que enfurecido les gritaba que eran unos rateros. 1: Como es eso que murió por comer letras. I: Bueno, es una expresión, como se la pasaba leyendo, no comía. Estaba tan débil que cuando le cayeron los libros encima, le fue imposible librarse de ellos. Murió asfixiado. En otras palabras, fue un libricidio, termino, que por cierto, he recomendado incorporar al Diccionario de la Real Academia, se negaron. En un ejemplar del Infierno de Dante Alighieri, se encontró una nota manuscrita, autenticada por nuestro experto en grafología, que por cierto, en su juventud fue un grafitero en el mismo barrio que creció la víctima. El dictamen del experto fue corroborado por indicios biológicos, inclusive se comprobó que fue redactada por una de las diez plumas que portaba el extinto. (Saca el teléfono, lee). A seis meses de distancia desde aquel fatal acontecimiento que tanto escandalo provocó en el Face y, de acuerdo a cifras de Amazon, el caído escribió un libro con el título de la Literatura Chicana, fue publicado hace 16 años, ya se vendió dos veces, yo compré un ejemplar, pero no me gustó, lo voy a devolver. 2: ¿Y qué dice la nota? I: De mi dulcísima muerte/ por letras instigada,/ a nadie se culpe,/ ni a la Coatlicue. 1: ¿Cuándo fue redactada la nota? I: De acuerdo al examen de carbón, en la década de los 70. © Saúl Cuevas |
Saúl Holguín CuevasBrevis kurrikulum vitæ Archives
August 2020
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