Quién contacto con quién y me pierdo en los albores del tiempo. Y lo hago con una sonrisa prendida en mi rostro al recordar cuanto camino hemos recorrido.
Viste una de mis reseñas compartidas en el Facebook y me escribiste vía Messenger, ya que la distancia física es grande y recuerda a una película: tú en Texas, yo en España. Conversamos sobre una posible colaboración en “Peregrinos y sus letras” y no dudé en decirte que sí, en una época anterior a la web actual. Cuando tu proyecto echaba a andar, años ha… Entre risas y alguna que otra preocupación, compartimos letras y vivencias. Conozco a tu mujer y tu hija aún sin haberlas visto jamás, y tú serías capaz de reconocer a la mía si te la encontraras. Con la feliz coincidencia de nuestros apellidos, pasamos a ser familia de letras, lo que en mi tierra llamamos “lletraferits” (heridos por las letras). Y te estoy agradecida por todo cuanto me enseñaste y compartimos. Aprendí alguna que otra técnica literaria de tu mano, disfruté de los escritos de mis compañeros y vi como se difundían mis trabajos. Crecimos como personas y como profesionales, se amplió la plantilla de colaboradores e hiciste realidad tu sueño de provocarnos con tu “…A escribir se ha dicho!...” Cada vez que me enfrento a una página en blanco, el aliento de tu empuje en aquellos primeros días en los que yo no me veía a la altura me acompaña, me provoca y me reta a llenar la página de letras. Tus enseñanzas se solapan con mis escritos, y en sus renglones juega al escondiste tu eterna sonrisa. Esa que nada ni nadie pudo truncar hasta el final, y que hoy renace en las nuestras, en la de todos quienes te recordamos con aprecio y devoción. Nos enfrentamos al reto de seguir con tu legado, no va a ser fácil, parte del engranaje necesario era tu gran carisma, por suerte para nosotros supiste prender un poquito de él en cada uno de nosotros. Seremos fieles a tus enseñanzas, y espero estar a la altura. Y si me atranco en la página en blanco, recordaré los besos de canela que a modo de saludo yo te mandaba y que tú convertiste en un cuento. Una manera de hacernos presente con ese sabor en la vida del otro. En cada galleta de canela, en cada plato con esa especie tu sonrisa, nuestras risas, algún que otro quebranto, nuestras charlas y nuestras letras seguirán haciéndote presente a mi lado. Porque hay personas que nunca mueren, son eternas en los corazones de otros. Y somos muchos los que de un modo u otro, estamos tocados por tu bendita locura literaria. Gracias, y mil veces gracias, por todo David, “primo” nos vemos en el otro lado. © Violant Muñoz © Mediâtica, agencia cultural.
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“El cielo de tus días” de Greta Alonso publicado por Planeta \Si algo bueno me ha aportado el confinamiento por el COVID19 es que he podido dedicarle más tiempo, si cabe, de mi vida a la lectura. Ello me ha llevado no solo a leer aquellas propuestas de autores de renombre a los que debo entrevistar en cuanto termine la cuarentena en mis programa de radio, sino también darle paso a autores desconocidos. «…La historia de Alicia yacía oculta bajo siete llaves. Pero la irrupción del sobre en la rutina de abril me volvió a enfrentar al abismo. Natalia posó su mirada en la mía, y comencé a revivir su relato, a desgranar una porción de lo ocurrido quince años antes, cuando despertar cada mañana aún merecía la pena…» Y este es el caso, una grata sorpresa de la que es la opera prima de una autora, que se parapeta detrás del pseudónimo Greta Alonso y que prefiere seguir en el anonimato dentro del mundo literario. Prefiere que la conozcamos a través de su obra, y ésta me ha arrojado una historia contundente, llena de giros inesperados, sorpresas, un entramado de poder crudo y peligroso, así como grandes dosis de mentiras y violencia, tan presentes lamentablemente en la sociedad que vivimos. Una novela negra con grandes personajes y una grandísima historia de amor llena de conflictos emocionales, grandes diálogos y espectaculares giros. «Esta era ella. Este, su pelo. Yo, su asesino» estas tres premisas nos marcan la pauta de la novela. La aparición de un mechón de pelo junto a este inquietante anónimo provoca la reapertura del «caso Alicia», la joven asesinada hace quince años en un monte de Cantabria; el hecho podría confirmar una terrible sospecha: ¿y si el autor del crimen no fuera el hombre encarcelado por ello hace más de una década? La eficiente y metódica inspectora Herreros se verá obligada a liderar la investigación entre un Bilbao opresivo y un Madrid frenético mientras seguimos los pasos en primera persona del inspector Brul, su jefe y mentor, el hombre que mantuvo una relación con la víctima meses antes del suceso. Herreros y Brul, dos caracteres arrolladores, una fuerte atracción física, se sumergen en un crudo entramado de poder, mentiras y violencia. ¿Quién era Alicia? ¿Qué oculta Brul? El coste de la verdad marcará para siempre a los protagonistas. Alicia López Torre era una joven de diecisiete años de edad, desaparecida el sábado 11 de agosto de 2001. Sus padres habían interpuesto una denuncia, y con ella se activó el protocolo de búsqueda. Cuando se solicitaron refuerzos a Madrid ya habían dado con su ropa en el monte Buciero, en Cantabria: unos excursionistas hallaron prendas ensangrentadas. La sangre encontrada era suya, era la sangre de Alicia. En la escena rastros de lucha, arbustos aplastados. Jirones de cabello, una cuerda con restos de piel. ¿Fue estrangulada? ¿Apuñalada? El lance debió ser feroz. Entre los restos se halló otro perfil sanguíneo, y los análisis arrojaron concordancia con el ADN de un joven industrial italiano, fichado en su país por delito económico. Se trataba de Ennio Rossi. Resultó que conocía a la víctima, y carecía de coartada. ¿Y el cadáver de Alicia? Allí no lo encontraron. Días más tarde, se descubrieron parte de sus restos descuartizados en una de las empresas de Rossi. El presunto asesino se proclamaba inocente, pero aparecía con la chica en unas grabaciones. Fue declarado culpable, y se cerró el caso. No había móvil del crimen, ni cómplices. Sin embargo, quince años después del crimen, un extraño sobre aparece en el buzón de la inspectora Herreros. La fecha coincide con la proximidad de la salida de Ennio de la cárcel. Esto podría guardar relación, pero también podría apuntar a la complicidad de terceras personas, o incluso que Ennio, el supuesto asesino, sea inocente. Se abren un sinfín de interrogantes para los inspectores Brul y Herreros. El inspector Álex Brul es el jefe de la Policía Judicial de Bilbao. El día que aparece el sobre con las pruebas que podrían reactivar la investigación del “caso Alicia” él ya intuía que algo sucedería ese día, él lo supo nada más levantarse, estaba convencido de que ese iba a ser uno de esos días de mierda. En el pasado, mantuvo una relación sentimental con Alicia, algo que le atormentará de por vida. Pese a que habían pasado quince años, Alicia seguía estando latente en su cabeza. No había logrado superarlo, más bien, había aprendido a vivir con ello. «…Alicia surgía en todas partes, pero no era tangible en ninguna, y en las últimas horas su imagen me asediaba. Estaba a punto de estallar...» Con el paso del tiempo Álex había rehecho su vida. María había sido su tabla salvavidas, y ahora se aproximaba su boda. Los preparativos del enlace ocupaban todas las conversaciones, llevaban muchos años juntos y había llegado el momento de dar el paso. Sin embargo, él no sentía ninguna ilusión. María ya no era la de antes, o al menos él lo sentía así. Cada vez había más diferencias entre ellos y las discusiones se hacían más frecuentes. Álex se refugia en su trabajo, donde tiene una relación especial con la inspectora Herreros. Natalia Herreros es una de las mejores inspectoras de la Judicial de Bilbao. La mejor. Era realmente excelente en su trabajo, sin embargo, su vida personal no pasaba por el mejor momento. Pronto cumpliría treinta y cuatro años, ostentaba un buen cargo en la Policía, un trabajo envidiable, pero sentía que se había estancado. Convivía con Tomás, un hombre del que había estado enamorada pero que ahora le producía pereza y ganas de llorar. «…A veces fantaseaba con la idea de largarme, salir de allí dando un portazo brutal que hiciera temblar las paredes. Al dejar atrás el portal, escucharía el estruendo, el del edificio derrumbándose a mi espalda. Planeaba muchas cosas, pero nunca hacía nada...» Álex Brul es su jefe. Ambos tienen un carácter arrollador, y también una evidente atracción. Este feeling llegará a ser incómodo entre ellos, hasta el punto de que Natalia se planteará marcharse de Bilbao a Madrid, donde podría trabajar en Homicidios. Se verá involucrada en el caso Alicia tras recibir un misterioso sobre en su buzón. ¿Qué pintaba ese sobre en el buzón de la inspectora Herreros? Tal y como reza el comienzo de la novela, Álex sabía que ese iba a ser un día de mierda, pero no intuía hasta qué punto iban a complicarse las cosas cuando la inspectora Natalia Herreros le tendió un sobre en la mesa. Un sobre con sus nombres garabateados con rotulador negro y en letras mayúsculas. El envío era anónimo y dentro había una bolsa de pruebas, transparente. En su interior, la foto de una chica, con nueve palabras en el reverso. Se trataba de mucho cabello, de una coleta entera. Alex sintió un latigazo, no podía ser, pero era. La foto era de Alicia, aunque eso no implicaba que el pelo fuese suyo. En cualquier caso: ¿por qué alguien enviaba su supuesto cabello quince años después? ¿Y por qué aparece en el buzón de la inspectora? Podría ser una broma macabra, una broma de muy mal gusto, pero Alex tenía la certeza visceral de que ese pelo era de Alicia. En lo que respectaba a la muerte de Alicia, quedaban cabos sueltos. «..Mis manos, curiosas, recorrían la bolsa. Me moría de ganas de abrirla, de deslizar las hebras radiantes entre los dedos; olerlo, saber si quedaba algo suyo. Pero no debía contaminar pruebas. En eso se había convertido su cabello, en una prueba pericial. ¿Una prueba de qué? Eso aún no lo sabía. (...) Yo no pude resistirme. Abrí la bolsa, introduje los dedos y extraje el mechón. Acaricié con deleite los filos ambarinos. Cabello muerto brillante. (...) Acerqué el mechón y aspiré su aroma. Cabello inerte. Cerré los ojos. Cabello de Alicia, que ya no olía a nada...» Lo que estaba claro es que la aparición del sobre suponía la posibilidad de reabrir el caso, que había sido cerrado al declararse culpable al empresario Ennio Rossi. Finalmente, Natalia se trasladará a Madrid, al departamento de Homicidios, y dirigirá la reapertura del caso. La tensión entre su jefe, Álex Brul, y ella, se había ido intensificando con el paso del tiempo, y sentía que lo mejor para ambos era que se distanciasen. Así, Natalia tomará la decisión de mudarse, de respirar aire nuevo. Tenía la necesidad de un cambio. Bilbao ya era pasado, y el futuro estaba en Madrid. «…Aún no eran las ocho, pero ya era de día y la herida latía. Me puse al volante, mientras repetía entre dientes mi propósito principal: evitar a Tomás y a Álex, eludir conversaciones incómodas y preparar la mudanza inminente; apenas faltaban diez días. Enchufé la música a tope, West End girls, de Pet Shop Boys, mientras rodaba por la ciudad. Harta de esos rostros, de esas calles, de edificios recios y farolas tristes. Había nacido allí, amé esas alamedas, pero todo fluía; las personas y sus vidas...» En cuanto al caso de Alicia, quedaban muchos cabos sueltos, líneas de investigación sin explorar... por ejemplo, la que podría inculpar al propio jefe de la policía, el inspector Brul, que mantuvo una relación con ella. Natalia estaba decidida a llegar al fondo del asunto, no dejar ninguna posibilidad sin explorar, incluso la más descabellada. Para ello, trazó un plan de acción. El listado de tareas de su libreta se desplegaba como una carta náutica. Álex tiene un hermano, Néstor, que está en la cárcel. Néstor se hizo íntimo de Natalia tras su ruptura. En un sobre que le pertenecía, Álex había encontrado más fotos. Junto a una foto de Alicia habiía veinte reproducciones antiguas, en blanco y negro, todas en paisaje nevado; al fondo, dos picos y una torre almenada. En cada estampa, una gigantesca caja de madera; y en cada caja, un código numérico y una palabra en pintura roja: “Reprobus”. ¿Qué significaba todo aquello? «…—¿Crees que Néstor... oculta algo? Es tu hermano. —Todo el mundo oculta algo…» Interrogado el supuesto asesino, Ennio, mantiene su versión y se ciñe a su declaración inicial. Natalia y él eran amigos y esa tarde tomaron algo por Santoña. Después se despidieron. Sin embargo, en las grabaciones de las cámaras ella iba en su coche, se dirigían al bosque. Se halló sangre en la maleza y parte de sus restos despedazados en terrenos de su empresa. Ennio sostiene que es un cabeza de turco. Álex llegará a considerar la hipótesis de que su hermano asesinase a Natalia para inculpar a Ennio. Ellos dos habían sido socios, hubo conflictos, y tras la imputación de Rossi, Néstor salió beneficiado con acciones de sus empresas. Además, Natalia y Álex descubrirán que Néstor llevaba catorce años haciendo elevadas transferencias de dinero a un tal Ibán Suárez, un reputado neurólogo vasco. ¿Qué vínculo mantendría Néstor con alguien así? ¿Su hermano estaba en tratamiento, o se trataba más bien del pago de algún “servicio” más oscuro? No lo sabían, pero habría que llegar hasta el motivo de aquellas extrañas transferencias. Natalia no quería dar nada por hecho ni descartar ninguna opción. Por ello, decidió acudir a un grafólogo para que investigara el trazo del sobre manuscrito. Sabía que esa disciplina no estaba aceptada judicialmente, pero, pese al escepticismo, toda información era poca. El análisis del grafólogo la dejó de piedra. Estaba describiendo el perfil de un psicópata. «…—He estado estudiando el manuscrito —comenzó Teo—. El trazo no es simple; está plagado de filigranas y artificios... Te enfrentas a alguien complicado. Las letras son elevadas; la zona superior se estira... Eso indica afán de poder, de sentirse superior. (...) —La letra es estrecha. Tensa y cerrada. Eso se traduce en ausencia de empatía. ¿Sadismo? También capto velocidad. Ello muestra impaciencia, ausencia de dominio del impulso. Y el trazo pastoso refleja fuertes instintos sexuales...» Natalia quiso entrevistarse con el inspector Pinedo, el autor del informe sobre el caso Alicia. Ahora rondaba los setenta años y estaba jubilado. Fue apartado de las investigaciones tres meses después del crimen por un accidente de tráfico. Cuando Natalia le entrega el informe, éste le dice que ese no es el original, que está plagado de lagunas e imprecisiones. Por suerte, el inspector guardaba una copia del informe original, en el que aparecían datos que Natalia desconocía hasta el momento, por ejemplo, que había semen en la ropa de la víctima. También aparecían detalles acerca de cómo supuestamente Ennio hizo desaparecer el cuerpo. Se habló de que pertenecía a la lupara bianca, una mafia que hacía desaparecer los restos de sus víctimas desintegrándolos hasta borrar su rastro. «…Descuartizó el cuerpo, lo ocultó en algún sitio y, poco a poco, lo desenterraba y lo iba disolviendo con sulfúrico diluido en agua; para acelerar el proceso. Era químico, disponía de medios, y en un pequeño depósito hallamos distintas “secciones”, por decirlo así: el torso, las piernas... Apenas llevaban unas horas sumergidas y pudimos identificar sus tejidos...» Los padres, por supuesto, también habían sido interrogados. El día del crimen, Alicia había salido de casa a las ocho de la tarde; iba al centro. Los padres advirtieron que había desaparecido el domingo por la mañana, pero no dieron parte hasta el lunes, lo cual resultaba muy extraño. Además, su versión de los hechos fue variando. Primero dijeron que se trató de un secuestro en el propio domicilio. En la declaración inicial, la madre sostuvo que su hija volvió a casa esa noche y se encerró a estudiar. Habló de un rapto en el piso. Después cambió su versión: Alicia salió a las ocho y nunca regresó. «…—En el instituto mencionaron a un exnovio. Alicia estaba centrada en los estudios, pero había conocido a un chico. Según el informe, ese chico había acudido a esperarla a la salida en alguna ocasión. —Alejandro Brul. Tu jefe en la Judicial...» Se trata por tanto de un thriller trepidante, donde nada es lo que parece. Donde las mentiras, o la ocultación de la verdad, condicionan la historia de los protagonistas, Alex y Natalia. Una prosa sencilla y directa, que marca una descripción de los hechos casi cinematográfica ambientada en Bilbao y Madrid, con conexiones internacionales, que nos coloca a Greta Alonso dentro del panorama literario nacional siguiendo la estela de autoras de raza de la novela negra. © Violant Muñoz i Genovés © Mediâtica, agencia cultural Violant Muñoz i Genovés
“El heredero” de Rafael Tarradas Bultó publicada por Espasa
El emocionante retrato de unos personajes que consiguieron brillar y sacar lo mejor de sí mismos en una época de oscuridad. En palabras del propio autor: “…Este libro no pretende ser un ensayo histórico, por lo que, pese a que he intentado que no hubiera incongruencias históricas, puede haber inexactitudes. Los protagonistas son ficticios, pero muchas de las vicisitudes que describen están basadas en hechos que realmente sucedieron y que me han contado sus protagonistas. Muchas de las localizaciones que se detallan existieron en su día y muchas siguen haciéndolo en la actualidad. Así, la masía de San Antonio sigue orgullosamente en pie cerca del pueblo de Cunit, en el Penedés, a medio camino entre Tarragona y Barcelona. La fotografía corresponde a uno de mis rincones favoritos, el Jardín de la copa. La finca sigue perteneciendo a la familia Bultó y la cueva de El Avenc, que sirvió de escondite a varias personas de la zona, continúa en el mismo lugar. La localidad ya no es una pequeña aldea, sino un pueblo grande que recibe a multitud de veraneantes en sus playas. La Torre de San Fernando también sigue en pie en Puigcerdá, en el mismo lugar que se describe en el libro. La Guerra Civil, como todas las peleas entre hermanos, cicatrizó muy lentamente y de vez en cuando seguimos viendo cómo el tema vuelve a la actualidad y provoca controversia. En el libro, he intentado que el marco de una situación excepcional enfatizara el carácter de los personajes, llevados al límite y obligados a menudo a participar en situaciones que deberían ser extrañas para cualquier mortal. He tratado asimismo de no ahondar en culpas ni responsables, dando por hecho que todos sabemos que se cometieron barbaridades en ambos bandos y que el mundo de aquel momento, gracias a Dios, no es el de ahora. Como digo, este libro no es un ensayo histórico y lo único que pretende en realidad es entretener al lector y llevarle a unos años oscuros en los que, sin embargo, muchos consiguieron brillar y sacar también lo mejor de sí mismos…” pero quiere dejarnos claro, que, a pesar de todas estas evidencias reales, la historia está novelada en un 80%, no es la historia real de su familia. Josefa y su madre recogían leña cuando vieron un reluciente landó avanzar en dirección a la finca de la familia Marqués. Desde entonces, la niña de siete años no había vuelto a ver a su madre. Diez años después era una joven guapa y obediente encargada del cuarto de costura en la gran casa. Su vida transcurría apacible hasta que en mayo de 1909 los Marqués anunciaron mediante telegrama su llegada para pasar la estación estival. Veinticinco años más tarde, la familia Marqués se ve abocada a abandonar su casa y su más que acomodada posición social. No serán los únicos, pues los Sagnier habrán de exiliarse y otros, como Antonio, pobre pero idealista, intentarán que sus convicciones morales no sean obstáculo para dar un giro a la sociedad. Todos ellos, defendiendo sus ideales, son ajenos al caprichoso destino que los une mediante un poderoso lazo y un asombroso secreto. Una extraordinaria historia de amor, coraje, lealtad, traición y supervivencia. Basada en hechos reales. La novela se divide en tres partes formadas, a su vez, por distintos subcapítulos en los que suele cambiar el escenario y la voz narradora, siempre en tercera persona y focalizada en los personajes principales. La primera parte, situada en 1909, es un preámbulo largo en el que se nos presentan los protagonistas y se plantea un elemento capital en la trama: la existencia de un hijo bastardo del hereu de la fortuna de la familia Marqués. La segunda parte es la más extensa. Se inicia unos días antes del alzamiento del 18 de julio de 1936. Rafael Tarradas juega, en especial, con tres perspectivas distintas de aquellos días terribles: la del militar que cree necesario un golpe de timón —Fernando Sagnier—, la del sindicalista que piensa que ha llegado el momento de que cambien las cosas —Antonio Campo— y la del espectador perplejo que contempla, entre incrédulo y resignado, el estallido de la tormenta —Pablo Bultó—. La tercera parte, en 1940, funciona como un epílogo en el que el lector es testigo del destino de los personajes y de la resolución de los conflictos principales. El título “El heredero” hace referencia a la figura del hereu, una institución catalana que otorga los bienes familiares al hijo mayor, o hereu, para evitar la división del patrimonio de la familia. A cambio, éste, debe procurar que no les falte nada a sus hermanos y parientes. Buen lector y agudo escritor, Rafael Tarradas maneja con soltura varios registros narrativos sin perder la esencia de su estilo: elegante, preciso y capaz de evocar emociones y sensaciones, tanto por sus descripciones como por la composición de los personajes. La primera parte de la novela, situada en la masía de San Antonio, se mueve entre el drama que se apunta en sus primeras líneas y un cierto costumbrismo de toques victorianos al abordar las relaciones entre los señores y el servicio doméstico de la casa. Utiliza, en cambio, elementos de alta comedia al describir la vida de los Bultó-Marqués y de los Sagnier en San Remo. Destaca el relato desde el punto de vista de Inés. Es de una deliciosa ironía. Sus descripciones de la duquesa Skosrev y de la vida en su destartalada villa son de una inteligencia —y una sana mala uva— estupendas. La huida de sor Montserrat Bultó con un grupo de monjas a través de territorio hostil adquiere las notas de un emocionante drama bélico. Se palpa el peligro y el autor no oculta los desmanes de unos y otros. La guerra muestra aquí su cara más sucia e inhumana. Los episodios trágicos que vive aquel grupo de mujeres recuerdan, por momentos, los Desastres de Goya. A estas alturas de la novela, Rafael Tarradas introduce uno de los elementos fundamentales del suspense: el lector sabe más que los personajes. Así, cuando Inés se interesa por Javier Ferro de los Gazules, conde de Navalviento, el lector ya conoce su verdadera cara, la de un asesino despiadado y sádico. Las peripecias en Madrid de José Manuel Bultó, con identidad falsa, y de Antonio Campo consiguen transmitir el ritmo y la emoción de un buen thriller de espionaje. Los destinos de ambos se cruzan de una forma dramática, sin que uno y otro sospechen de su relación familiar. “El heredero” nos narra dos maravillosas historias de amor en unos tiempos convulsos y de violencia desbordada. Las relaciones de Pablo Bultó con Inés Sagnier y de Antonio Campo con María Ceballos son capaces de iluminar la oscuridad que los rodea. Aquí vuelve a jugar el autor con dos registros distintos. La relación de Pablo e Inés se mantiene en el plano formal y algo distante propio de su clase social. No hay excesos. Las cartas que intercambian, cuando él se alista en el ejército nacional, marcan el ritmo de la relación. Todo lo contrario, sucede entre Antonio y María. Es un amor más carnal desde el principio; la creación de una «casa de tolerancia» es una metáfora de su situación. Ambos saben que el final de la guerra a favor de los nacionales pondría fecha de caducidad a su idilio. Sin caer en la trampa del didactismo, Rafael Tarradas es capaz de sumergir al lector en la época y su ambiente. Sus descripciones son precisas y sabe utilizar la documentación para guiarnos a través de los acontecimientos históricos. Del mismo modo, los personajes están construidos de una forma sutil, para que abarquen una amplia gama de experiencias y de ideas. El autor nos muestra los contrastes entre las formas de mirar —y de sentir— los mismos hechos desde perspectivas personales distintas. Y, como dice en su nota, se toma algunas libertades. Esta novela, narra una gran historia de amor romántico... y muestra las infinitas formas que puede adquirir el amor en nuestras vidas y en las de los protagonistas. Inés y Pablo se conocen en la villa italiana de la duquesa Skosrev. El suyo responde a un idilio de gente bien con unos estrictos códigos de comportamiento. Hasta que Pablo no está en el ejército y le escribe desde San Ramón de la Ribera, al sur de Navarra, Inés no admite que está enamorada de él. Muy joven aún, su amor adquiere unos divertidos toques adolescentes de cartas leídas a solas y escondidas bajo el colchón. El sexo, claro está, ni se contempla. En cambio, los amores de Isidro con Josefa se mueven en unos parámetros sexuales muy distintos. La diferencia social es insalvable y ambos conocen las reglas del juego. Josefa sabe que no podrá pasar nunca de la categoría de querida y, sin embargo, se enamora y se entrega. Isidro asume su responsabilidad con el pequeño Antonio, aunque no lo reconoce legalmente. Es más de lo que harían casi todos sus amigos en una situación idéntica. O eso quiere pensar Blanca Marqués. El matrimonio Sagnier, formado por Fernando y Eugenia, es el vivo ejemplo de la estabilidad que dan los años de convivencia y de una forma de amor —digamos— aristocrático. Y de un cierto aburrimiento también. Él cede el mando emocional de la familia a su esposa, pese a que ella es mucho más fría y menos cariñosa. En las dos familias protagonistas se palpa el respeto y el amor. Los hermanos se quieren y se apoyan en los momentos más difíciles. Por amor a su hermano, Blanca decide seguir pagando la manutención y los estudios de su hijo ilegítimo, pese a los problemas que eso pudiera suponer en un futuro si se llegase a descubrir el parentesco. La huida de los Sagnier hacia Francia también ejemplifica ese apoyo mutuo. Y hay un último tipo de amor. Menos físico pero de gran fuerza: el amor por unos ideales, por una causa. Antonio, Montserrat, Pablo y José Manuel se entregan a él por distintas razones y en distintos bandos. Saben que les puede costar la vida. «He tratado asimismo de no ahondar en culpas ni responsables», señala Rafael Tarradas en la nota con la que se abre esta reseña. Por eso ha intentado mostrar la guerra desde múltiples puntos de vista. Todos ellos con sus matices, incluso en el mismo bando. Así, junto a personajes que se mueven por ideales, aparecen ladrones y asesinos que, por simple avaricia o para vengar supuestas afrentas, utilizan la contienda para robar o para asesinar. La patrulla de milicianos anarquistas que aterroriza el Garraf, al principio de la novela, o la partida de falangistas que impone el terror en Navalviento son dos caras de la misma terrorífica moneda. Los hechos históricos más destacados que enmarcan la novela son el alzamiento militar y las semanas posteriores de represión, la batalla de Madrid y los bombardeos sobre la capital, y las batallas del Monte Pelado y de Teruel. Las miradas de sor Montserrat, testigo de los hechos de Navalviento —no desvelaremos más—, y de Antonio Campo, compañero de Joan Pou en los primeros días de la guerra, son las miradas críticas de la gente decente y comprometida de ambos bandos. El heredero retrata también las relaciones de poder en el primer cuarto del siglo xx. El trabajo infantil es asumido con una terrible normalidad, visto desde nuestra perspectiva. Josefa, con solo siete años, tiene a su cargo la limpieza de dos chimeneas y no recibe educación. A través de la mirada de Antonio conocemos las duras condiciones de los obreros de la industria en unos años marcados por conflictos laborales que solían resolverse con violencia. Él, además, es fruto de una relación imposible en una sociedad muy marcada por las diferencias sociales y la hipocresía en cuestiones sexuales. RAFAEL TARRADAS estudió Diseño Industrial en la Universidad Autónoma de Barcelona. En la actualidad trabaja en el sector de la comunicación en Madrid, pero anteriormente se dedicó al headhunting, al arte o a los eventos deportivos, como la organización de la 32nd America’s Cup. Tras dos años como director de la prestigiosa galería de arte Helga deAlvear (Madrid), se incorporó a Montaz Comunicación, donde lleva una década especializado en la comunicación y eventos, sobre todo en el sector del ocio y del cine. Por otra parte, imparte clases de marketing y eventos en ESDEN Business School. Además de su interés por el arte y el deporte, es un apasionado de la historia de los siglos xix y xx. Cuando no está leyendo sobre la materia, le gusta escribir en su retiro del Valle del Tiétar, Ávila, donde amenazó con ir a visitarle con una maleta cargada de libros que leer…. © Violant Muñoz Genovés © Mediâtica, agencia cultural “En Barcino” de Mari Carme Roca publicada por Planeta
Maria Carme Roca ha querido dar voz a las mujeres de manera directa con el personaje de Minicia, que sufre las presiones de una sociedad patriarcal como la romana. Con casi veinticinco años, Minicia sufre el rechazo de su padre, Lucio Minicio Natal Quadronio Vero, gobernador de África proconsular. El motivo: cuando era muy joven fue la amante de Teseo, el esclavo que mortificó la vida del noble Minicio desde la infancia, antes de morir luchando, precisamente, contra él. A la frenta se suma un gran secreto que la marcará para siempre. Desconcertada y dolida por el alejamiento paterno, seguirá sin embargo con su vida: la pasión por las carreras de cuadrigas y la escritura, la amistad con el emperador Marco Aurelio y la emperatriz Faustina, la curiosa relación con su marido Cneo, la complicidad con su esclavo Erasmius, el entendimiento pasional con el centurión Lucio Cecilio Optato. Asimismo, Minicia intentará recuperar la estima de su padre y encontrar la persona que se encarga de cumplir una venganza que no le afecta solo a ella y a su familia, sino a todo el imperio. MINICIA. LA PROTAGONISTA «Hace muchos años que empecé a morir. Mi alma se desgarró por la mitad, y en el transcurso del tiempo solo he conseguido remendarla.» Con estas desgarradoras palabras se presenta Minicia, la protagonista de esta apasionante historia, cuando, con apenas 25 años, su mayor secreto sale a la luz. Minicia es hija de un personaje histórico, Lucio Minicio Natal Quadronio Vero, de la tribu Galeria, que había alcanzado el rango de ser gobernador del África preconsular. La autora ha querido dar voz a las mujeres de manera directa. En una sociedad patriarcal como la romana, ellas solo aparecen como consortes. Salvo algún grupo reducido como el de las vestales, las mujeres no tenían importancia; basta con observar que, generalmente, solo tienen un nombre, como los esclavos, mientras que ellos, los hombres, disfrutaban del praenomen, el nomen y el cognomen. En cuanto a las mujeres, aunque sobrevivieron (y deben hacerlo todavía) dentro de una sociedad dominada por los hombres, ellas, de manera indirecta y sutil, hicieron notar su presencia y su influencia. La discreción y la paciencia eran dos aliadas valiosas que, si las mujeres sabían emplear con sabiduría, podían hacer tambalear el imperio. Minicia no lo tendrá nada fácil, porque es sincera e impetuosa. Que quiera ir a su aire y tenga gustos estrafalarios para una mujer (monta a caballo como el mejor jinete, lee, escribe…) la pondrá en situaciones muy complicadas. Y menos mal que, a pesar de la distancia que los separa, cuenta con la protección de Marco Aurelio y, por supuesto, de Lucio Cecilio Optato, un centurión que conocerá pasados los cuarenta años y que será su amante y confidente. Minicia siempre había tenido una relación muy especial con su abuela Quadronia, ya que había perdido a su madre siendo muy pequeña, por lo tanto, fue su abuela quien se encargó de cuidarla y velar por ella. De naturaleza inquieta, Minicia siempre había querido conocer mundo, hacer cosas diferentes, una cualidad que había alentado su padre desde que siendo pequeña le transmitió su pasión por los caballos. Una de esas cosas que le atraían y le hacía especial ilusión era conocer la bulliciosa Roma, conocer la ciudad, pasear por el Tíber o entrar en las fullonicae (lavanderías). Pese a las cavilaciones iniciales de su abuela, esta acaba por concederle ese deseo, si bien debían ir disfrazadas como esclavas, llevando túnicas harapientas y sucias, así no llamarían la atención. El paseo por Roma es una experiencia fascinante no solo para la protagonista, sino para el propio lector, lleno de experiencias y aprendizajes, y también de escenas impactantes como aquella en la que vio a un grupo de vigiles urbanae arrastrar a un cadáver. Una imagen que le quedaría grabada para siempre. A la vuelta de este viaje, su abuela le hace saber que ha llegado el momento de buscarle un buen marido, y que ella velaría porque así fuera. Inicialmente le pareció una idea horrorosa, pero con el tiempo fue cambiando de opinión. Se casó con 16 años, convencida de que un matrimonio concertado, llevado con respeto, podía ser muy cómodo y práctico. Y es que en la sociedad romana se valoraba el acatar lo que decían los mayores y aparentar llevar una vida digna para no provocar la vergüenza de la estirpe. La novela comprende, principalmente, la segunda mitad del siglo II, cuando el Imperio romano alcanzó el punto álgido de su historia y, al mismo tiempo, apuntaba ya su decadencia, porque después de Marco Aurelio, el último de los llamados “emperadores buenos”, nada volverá a ser igual. Ya lo afirmó el historiador británico Edward Gibbon, uno de los más influyentes de todos los tiempos, que del año 96 al 180 d.C. fue un período en el que la condición del género humano disfrutó de la máxima bienaventuranza y prosperidad. Durante aquella época, Barcino, la colonia creada en el siglo I a.C., continuó expandiéndose y, poco a poco, se fue consolidando. Hay que tener en cuenta que su territorio no comprendía solo el espacio encerrado entre murallas, ya que fuera de ellas, en la zona conocida como “suburbium”, se instalaron diferentes centros de producción artesanal de cerámica y metalúrgicos. Que la tierra circundante fuera fértil contribuyó a la actividad agrícola y a la presencia de las villae que la explotaban. Aunque la colonia aún seguía evolucionando a la sombra de Tarraco, ya mostraba unas singularidades que hicieron crecer la rivalidad entre las dos ciudades. Con los datos actuales, en Cataluña se podían contar unas veinte ciudades en el momento de plenitud de las dinastías Julio-Claudia y Flavia. Parece ser que Barcino fue la ciudad más activa durante los siglos I y II, y creció fuera de las murallas. Desde su fundación contó con un centro monumental, un recinto fortificado poligonal y una red de alcantarillado. El suministro de agua estaba asegurado gracias a un acueducto que tomaba las aguas de mina a la altura de Montcada y otro que las tomaba de la sierra de Collserola. Gozaba de un foro, de un templo dedicado al culto imperial, de termas (una de ellas obsequio de los Minicio), de baños públicos, de un edificio dedicado a los sevires augustales (aedes) y de establecimientos como las fullonicae y las tinctoria (lavanderías y tintorerías), pequeñas industrias representativas de una ciudad muy activa. A pesar de que la ciudad no tenía puerto tal como lo entendemos ahora, contaba con un fondeadero que permitía la actividad y el tráfico marítimo. Se ha especulado sobre el hecho de que tal vez tuvo un teatro y un circo, pero no hay suficientes pruebas para afirmar su existencia. La novela, aparte de contarnos la apasionante vida de Minicia, nos introduce de lleno en la vida de la sociedad romana de la segunda mitad del siglo II d.C., aportándonos un sinfín de conocimientos sobre su forma de vida, sus hábitos, sus creencias y cómo eran las ciudades en ese entonces. El mundo romano, con sus grandes virtudes, defectos y carencias, es apasionante. Y nuestro, porque forma parte de nuestro legado. Por poner algunos ejemplos, se hace mención a una montaña de ánforas que había en Roma, llamada Mons Testaceus. Se trababa de un monte triangular hecho a base de ir apilando ánforas que había alcanzado una altura de unos 12 metros. Estas ánforas se utilizaban para transportar aceite que traían de la Bética, donde se hacía el mejor aceite del mundo. Una vez las vaciaban las rompían pues salía más rentable que lavarlas. Es conocida la afición de los romanos por las festividades. Las había de todo tipo, como las fiestas de la fordicidia, una celebración dedicada sobre todo a la fertilidad que consistía en ofrecer el sacrificio de una vaca preñada en honor a Tellus. En el caso de las bodas, había la curiosa costumbre de sacar a la novia de su casa fingiendo que era un secuestro. Esto se hacía en recuerdo del rapto de las sabinas, pero a Minicia siempre le pareció algo innecesario y humillante para la mujer. Mari Carme Roca, es historiadora y filóloga. Desde el año 1997 se dedica profesionalmente a la escritura, con más de cincuenta libros publicados. Su obra se dirige tanto al público infantil y juvenil como al adulto. En el transcurso de su trayectoria ha obtenido diversos premios literarios, como el Lola Anglada de cuentos infantiles con Donde se esconde el miedo (2002), la mención de honor White Raven’s por la novela El hacedor de mentiras (2004), el Néstor Luján de novela histórica por Intrigas de Palacio (2006), el Bancaixa por ¿Quién es el de la foto? (2009), el Joaquim Ruyra por Katalepsis (2012), el Premio Barcanova de literatura juvenil por Selfies en el cementerio (2017) y el Premi Prudenci Bertrana por El far (2018). Actualmente, aparte de escribir, forma parte del programa “Letras en las aulas” de la ILC y asiste a centros escolares donde interviene en foros lectores. Imparte conferencias en bibliotecas, centros y asociaciones culturales, colabora en diversas publicaciones y participa en rutas literarias sobre sus novelas históricas. © Violant Muñoz i Genovés Reseña de “El último verano de Silvia Blanch” de Lorena Franco
publicado por Planeta Un amor prohibido siempre arrastra mentiras. Un crimen siempre deja huellas. La última persona que vio a Silvia Blanch, desaparecida sin dejar rastro el verano de 2017, está muerta. Silvia era joven, guapa y estaba destinada al éxito. Alex, una joven periodista, será la encargada de ir hasta el pueblo de Montseny, donde vivía Silvia y donde se le perdió la pista, para hablar con su familia y escribir un artículo cuando se cumple un año de la desaparición. Una vez allí, empieza a desempolvar todos los detalles de la desaparición en busca de respuestas. Rodeada de secretos y mentiras, no tardará en notar que su presencia molesta a los habitantes del pueblo. Sobre todo, a uno de los principales sospechosos, por quien Alex se sentirá irremediablemente atraída a pesar de lo que parece esconder. Con una escritura vibrante y en una novela donde nada es lo que parece y en la que todos mienten, Lorena Franco nos acompaña de la mano a lo más profundo del bosque con “El último verano de Silvia Blanch” La novela más trepidante de LORENA FRANCO, la nueva reina del thriller Cuando Alejandra Duarte, Alex, llega un viernes a la redacción del periódico en el que trabaja, no espera el encargo que va a recibir. Su jefe le comunica nada más llegar que se va de viaje a Montseny ese mismo día. Falta una semana para que se cumpla un año desde la misteriosa desaparición de Silvia Blanch y quieren publicar un artículo; los padres y la hermana de la desaparecida han accedido a hablar con la prensa. Barcelona Ahora será el único periódico que envíe a una persona específicamente a cubrir el caso. La familia intenta que se reactive la búsqueda y el de Silvia no se convierta en un caso perdido y olvidado. Alex se dará cuenta pronto de que no es bien recibida en el pueblo. Por algún motivo, los habitantes de Montseny no quieren oír hablar del caso de Silvia Blanch. ¿Qué esconden? “—Quiero aclararte —suelta Josep con desprecio—. No quiero preguntas incómodas ni elucubraciones turbias respecto a mi hija. No te conozco, Alejandra, pero le pedí a tu jefe que viniera alguien que no fuera morboso, ¿entendido? Los últimos periodistas que estuvieron aquí se fueron con el rabo entre las piernas, no sé si me explico”. Sin embargo, pese a las dificultades que encontrará a su paso y las constantes amenazas, Alex está dispuesta a llegar hasta el fondo del asunto. Es una periodista comprometida con la investigación y no cejará en su intento de descubrir qué le ocurrió a Silvia Blanch, aunque esto le suponga meterse en demasiados problemas. A veces, los casos sin resolver se convierten en obsesiones que te visitan incluso en sueños. Alex es una periodista joven, tiene solo 29 años, e intenta abrirse paso en un sector bastante complejo. En muchas ocasiones se muestra crítica con su profesión y con el exceso de sensacionalismo, así como con la volatilidad de las noticias: hoy son importantes y mañana no. Pese a su gran empeño y dedicación se muestra en numerosas ocasiones insegura de sí misma y de su capacidad como periodista, y da cuenta del arduo trabajo que supone enfrentarse al reto de la página en blanco y de contar una historia. “No sé cuánto tiempo llevo delante de la pantalla “No sé cuánto tiempo llevo delante de la pantalla leyendo y releyendo el borrador. El cenicero está a rebosar de colillas; ni la ventana abierta es capaz de protegerme del submarino en el que he convertido mi piso. —Es una mierda. Eso es lo que va a decir Pol, que es una mierda. (…) Lo borro todo. Vuelvo a empezar. Me frustro y me maldigo pensando en cualquier otra profesión que no me diera estos quebraderos de cabeza”. Hoy se cumple un año desde que Silvia Blanch desapareció. Su coche, un Mini blanco, se quedó en una de las curvas que conducen a su querido pueblo de Montseny mientras ella, su móvil, y el resto de sus pertenencias se esfumaron sin dejar rastro. Hay quien aún tiene la esperanza de que esté viva, de que se fuera lejos por voluntad propia. Los menos optimistas elucubran sobre “un forastero que pasó por allí” y se la llevó, pero, pese a las exhaustivas búsquedas, no se halló ni una sola pista que ayude a saber qué le ocurrió a Silvia Blanch aquella noche. El pasado fin de semana recorrí las calles del pueblecito de Montseny y no me costó imaginar a Silvia, de sonrisa deslumbrante y ojos del mismo color que la esperanza, jugando de niña; tropezando con piedras que su hermana, diez años mayor que ella, la ayudaba a esquivar; aprendiendo a montar en bicicleta con su padre; cocinando galletas de coco, sus preferidas, con su adorada madre; subiendo a las atracciones de la feria con su tío Artur, o jugando al tenis con Daniel, quien se convertiría en su novio adolescente y, años más tarde, en el amor de su vida adulta. (…) La recuerdan bonita, por dentro y por fuera, una mujer que se esforzaba en ser la mejor en todos los ámbitos de su vida. Como abogada, pese a su juventud, no perdió un solo caso, algo que le había otorgado un prestigio en la profesión. Tenía un futuro prometedor, cuesta hablar de ella en pasado, porque ojalá pudiéramos hacerlo en presente, tenerla delante y preguntarle qué pasó. Berta Bruguera, la última persona que la vio mientras el sol se ocultaba tras las montañas, motivo que le impidió distinguir con claridad quién estaba con Silvia, no se encuentra ya en este mundo para culparse, una y otra vez, por no haberse detenido. “Estaba en peligro y no supe verlo”, diría meses más tarde, cuando la joven seguía sin aparecer. Lo cierto es que después de hablar con sus padres y su hermana, Silvia Blanch es una de esas mujeres a las que me hubiera gustado conocer. Estoy convencida de que habríamos sido buenas amigas. Me gustaría pensar que teníamos, no, perdón, tenemos, cosas en común. Silvia, ojalá aparezcas pronto. Te estamos esperando. Si alguien te ha visto, ruego que se ponga en contacto con el periódico. Tu familia está deseando verte y, si por lo que sea no puedes aparecer de la manera en la que todo el país querría, hoy me gustaría hablar con el culpable de esa situación y decirle que hay una madre que necesita tener un lugar donde llevarle flores a su hija. ¿Aún hay un corazón ahí? Las palabras de la hermana de Silvia, Cristina Blanch, me conmocionaron, no se me van de la cabeza, al igual que el rostro de su hermana desaparecida. (…) “Hace un año fue mi hermana, pero hoy, mañana, o la semana que viene, puedo ser yo. Le puede tocar a cualquiera”. El caso de la desaparición de Silvia Blanch fue de interés para los medios por las extrañas circunstancias en las que tuvo lugar. La ausencia de violencia o de testigos impidieron a los investigadores dar con su paradero. Un año más tarde, Silvia sigue sin aparecer, viva o muerta. Estas son algunas de las claves del caso de la desaparición de Silvia Blanch: Su coche, un Mini blanco, con las llaves en el contacto y el motor apagado, apareció abandonado en una de las curvas que llevan a Montseny, el pueblo donde vivía con su novio, y en el que reside su familia. La puerta del copiloto estaba abierta, pero no había restos de sangre ni indicios de violencia que hicieran pensar que se la llevaron a la fuerza. “—No había huellas. Solo las de Silvia, que indican que fue ella quien detuvo el coche por voluntad propia; no hay rastro de que llevara a alguien de copiloto —reflexiona Cristina—. Su bolso desapareció, a lo mejor el móvil era el robo, Silvia solía llevar bastante dinero encima, pero ¿tanto como para hacerla desaparecer? ¿Porqué dejaron el coche allí? También podrían habérselo llevado. ¿Quién estaba con ella? ¿A quién vio Berta?”. Cientos de voluntarios realizaron una amplia búsqueda por la zona durante varias semanas. Se repartieron folletos y pegaron carteles en toda la comarca. Los buzos inspeccionaron el fondo del pantano de Santa Fe para dar con el cuerpo de la joven o al menos con alguna pista. Las búsquedas resultaron infructuosas, no encontraron ni siquiera su teléfono móvil. El único testimonio fue el de una mujer llamada Berta Bruguera, que aseguró haber visto a Silvia con su novio tras los matorrales de la cuneta que lindan con el bosque, un poco antes de las diez de la noche. Pero las probabilidades de que fuera Daniel eran nulas, porque estaba en Barcelona jugando un partido de fútbol. Berta Bruguera, la única testigo, falleció más adelante debido a un cáncer. Las hipótesis que se barajaron son varias. Muchos pensaban que se había ido por voluntad propia, otros que se trataba de un secuestro, y otros tantos creen que Silvia Blanch ya no existe en este mundo. ¿Quién era el hombre al que la vecina vio la misma noche en la que le habían diagnosticado un cáncer? ¿Estará en algún lugar, lejos, riéndose de nosotros? ¿Fue víctima de un asesino despiadado a quien ni siquiera conocía? ¿Qué le ocurrió a Silvia Blanch? Silvia siempre había sido una niña preciosa, de ojos color verde esmeralda, que siempre sonreía. Todos en el pueblo coincidían en que era una mujer feliz y que, tal y como se esmeraba en decir la prensa, nunca tuvo problemas con nadie. En el colegio sacaba las mejores notas y luego, cuando se fue a estudiar a Barcelona, destacó por encima del resto de alumnos de Derecho. Era inteligente y lo captaba todo con facilidad. Silvia llevaba saliendo con Daniel desde los inocentes dieciséis años; parecían la pareja perfecta, con planes de futuro, casarse, tener hijos… Al terminar la carrera realizó las prácticas en un bufete de abogados que, un año más tarde, la contrató. Todos la querían y la admiraban; pese a su juventud, no perdió un solo caso. Era muy profesional. Cuando desapareció estaba a punto de incorporarse a un bufete más grande y prestigioso. “Era avispada, constante, luchadora y estudiosa. No le gustaba salir de fiesta hasta las tantas; prefería madrugar y hacer deporte. No fumaba ni bebía. Sin embargo, cuantos más detalles me han dado,menos me ha cuadrado todo. Ningún ser humano puede ser tan perfecto y, de serlo, ¿a nadie le corroía la envidia?” En todas las fotografías que la familia enseñó a Alex aparece una Silvia sonriente. Sin embargo, a partir del décimo aniversario, empezó a posar seria. Se podría pensar que son cosas de adolescentes, pero el rostro de Silvia reflejaba algo más. Como si estuviera incómoda en su propia piel. Como si las personas que aparecen junto a ella no fueran de su total confianza y se sintiera amenazada. Dejó de mostrar su luminosa sonrisa a los diez años, y para siempre. Alex empezó a intuir que algo ocurría. Le parecía que todo era demasiado perfecto. El caso de Silvia Blanch llamó la atención por la insistencia de sus padres. Por guapa. Por joven. Porque se llevaba bien con todo el mundo y no tenía problemas con nadie ni antecedentes de una mala reputación. Era una mujer ejemplar con un futuro prometedor. “Recuerdo perfectamente el día que dejé de sonreír en las fotos. (…) Solo tenía diez años y una cría no se enamora como me enamoré yo de quien estaba prohibido”. Una de las peculiaridades de El último verano de Silvia Blanch es que no sólo está narrado desde el punto de vista de la periodista, Alex. A lo largo de sus páginas se van intercalando capítulos o breves conversaciones escritas por otros protagonistas de la historia. Estos apuntes van dando información extra al lector, de forma que pueda ir construyendo el puzle en su cabeza. Un ejercicio magistral que consigue mantener la intriga y el interés en la lectura. La propia Silvia Blanch aparece en numerosas ocasiones como narradora, aportándonos datos sobre los últimos días previos a su desaparición. De esta manera iremos descubriendo que su relación con Daniel no era en absoluto idílica, que su vida no era perfecta y, sobre todo, que Silvia escondía un secreto desde niña que haría temblar cielo y tierra si saliera a la luz. Este secreto se convertirá en una carga muy pesada para Silvia, pero, ¿qué hacer? Contar la verdad supondría demasiados cambios. Pondría su vida patas arriba. “El secreto mejor guardado conlleva el irremediable deseo de ser revelado. Dejar de sentir vergüenza, pudor o inhibición por aquello que sentimos, hicimos o dijimos. Que nuestras luces devoren a nuestras sombras. Liberarnos, al fin, del saco de los remordimientos. Y, sin embargo, todos estamos hechos de esa materia que nos empuja a ocultar partes de nuestra vida; la impureza que encerramos para siempre en nuestro interior, con la perversa intención de permanecer intactos en nuestro exterior y seguir adelante con nuestras vidas que suponemos felices, aunque infantilmente irreales”. El caso de Silvia Blanch se había convertido en una obsesión para Silvia y nunca dejó de investigar sobre él. Dos años más tarde se publica el libro Todos mienten, escrito por Alejandra Duarte, inspirado en el caso de la desaparición real de Silvia Blanch. El libro será un auténtico éxito, aunque no estará libre de polémica. En él, la autora se atreve a resolver el caso. En la novela hay cadáver y hay asesino, con demasiados paralelismos con la historia real. Tantos que llegará a tener consecuencias fatales para el entorno de Silvia, algo que provocará una culpabilidad inmensa en Alex. Lo único bueno es que el caso de Silvia Blanch volvía a ser noticia. “Personas a las que no conozco de nada sujetan mi libro, lo hojean, lo dejan quietecito sobre sus rodillas y me miran con interés. No queda una silla libre, hemos completado el aforo; es el efecto Silvia Blanch y todo lo que rodea el misterio de su vida y de su desaparición, en parte recreado por mi libro. Nada de lo que digo es nuevo, lo he repetido hasta la saciedad, el discurso es el mismo de siempre: “La realidad, a veces, supera la ficción”. Lorena Franco (Barcelona, 1983) ha conseguido seducir a más de 250.000 lectores de todo el mundo con sus más de 15 títulos, que la han convertido en una de las escritoras más vendidas y mejor valoradas en la plataforma de Amazon desde que en 2016 salió a la luz su novela “La viajera del tiempo”, un fenómeno de ventas sin precedentes en España, EE. UU. y México. Desde entonces, sus otros títulos consiguen alcanzar el número 1 de ventas en digital a nivel internacional. Traducida en Italia, Polonia y República Checa, regresa con “El último verano de Silvia Blanch”. En la actualidad compagina la literatura con su carrera como actriz, en la que acaba de debutar en Bollywood con el film Paharganj. © Violant Muñoz Genovés © Mediâtica, agencia cultural Peregrinos hispano-musulmanes a la Meca" de la Sociedad Geográfica Española, publicado por Lunwerg editores
La Sociedad Geográfica Española ha rescatado las historias de los viajeros, científicos y sabios andalusíes que peregrinaron a La Meca, en un proyecto editorial realizado para el Consorcio Español Alta Velocidad Meca Medina. Nos encontramos ante una obra de divulgación histórica que reúne el legado de estos viajeros que cumplieron con el precepto islámico de peregrinar a La Meca, entre los siglos XI y XVII y que dejaron por escrito el relato de sus viajes. Entre los siglos XI y el XVII en la península ibérica, grandes viajeros de la península ibérica viajaron hacia oriente con un un solo propósito, el de llegar a La Meca y cumplir así con el quinto precepto del islam, el ḥaŷŷ (la peregrinación), y dejaron por escrito sus viajes y vivencias. Historias poco conocidas, y ahora rescatadas por la Sociedad Geográfica Española y el Consorcio Español Alta Velocidad meca Medina, en un cuidado libro en castellano, árabe e inglés, publicada por Lunwerg (Planeta). Estas páginas nos trasladan a una España que aún no llevaba ese nombre, una tierra y una población que, a partir del año 730, formó parte de la provincia norteafricana del Califato Omeya y que abarcó desde la Punta de Tarifa hasta los bordes de la Cordillera Cantábrica y los Pirineos. Durante más de siete siglos, en los que se dieron periodos de enfrentamientos y otros de paz, nuestra península vivió una etapa fascinante en la que la mezcla de culturas, religiones y razas dio lugar al nacimiento de una civilización en la que florecieron las artes y las ciencias. El territorio islamizado, tanto en los momentos de mayor poderío y extensión como en los cercanos ya a su fin, en 1492, se llamó siempre al-Andalus. “Peregrinos hispano-musulmanes a La Meca” pone de manifiesto la histórica conexión entre la península ibérica y las ciudades santas de La Meca y Medina. El gran desarrollo de rutas y vías de comunicación terrestres y marítimas que conectaban la región mediterránea con estas ciudades nos recuerda el enorme flujo de comunicaciones políticas, culturales y comerciales que conectaron a la península con el mundo árabe. A partir del siglo XII, se genera en la región del Magreb y de al-Andalus un nuevo género literario que se denominará riḥla, palabra árabe que significa viaje, y cuyo origen etimológico hace referencia al viaje por etapas y a la posterior crónica del mismo. Las biografías recogidas en este libro nos cuentan cómo estos viajeros, siguiendo el quinto precepto islámico, se lanzaron, cruzando el Estrecho, hacia África. Desde allí, en barcos frágiles y sujetos a los azares de tormentas y naufragios, llegaban hasta El Cairo, el punto de encuentro de los peregrinos venidos de Occidente. En esa ciudad, importante centro de los saberes de su tiempo, además de renovar sus fuerzas, los viajeros profundizaban en los conocimientos religiosos, y, cuando se sentían preparados en cuerpo y alma para el tramo final de la peregrinación, se unían a alguna de las muchas caravanas que se formaban en las afueras de la capital egipcia en dirección a La Meca. Partían algunos de Sevilla, como Ibn ‘Arabī, de origen murciano, o de Granada, como Ibn Ŷubayr, quizás nacido en Játiva, o Al-Sāḥilī, que nunca regresó a su tierra, o el matemático Al-Qalaṣādī, también de Murcia, de Córdoba o de Almería. Ibn Ŷubayr (1145-1217), padre de la rḥila legó luminosas crónicas sobre sus viajes, pieza indispensable para conocer la cultura, situación política y religiosa de los países del sur de Europa y Oriente Próximo en el siglo XII. Para ello tuvo que sortear tempestades y aventurarse por un mar Mediterráneo entonces nido de piratas y peligros de todo tipo. La historia del malagueño Ibn al-Bayṭār (1170-1248), que llegó a convertirse en visir y director de los jardines de Damasco, fue considerado el mejor médico y botánico de su época y uno de los sabios más influyentes de al-Andalus. “Peregrinos hispanomusulmanes a La Meca” es una obra de gran formato, editada en castellano y árabe y con la traducción de los textos en inglés. En total, reúne 15 grandes nombres que, de una u otra forma, contribuyeron al desarrollo de la ciencia, la cultura y el conocimiento geográfico de Al-Ándalus y al acercamiento entre Occidente y Oriente. La Sociedad Geográfica Española (SGE) es una asociación sin ánimo de lucro, declarada de Utilidad Pública, heredera directa de una larga tradición de exploración en España. Su objetivo desde que fue fundada en 1997 fue revitalizar la geografía y el viaje, la exploración del planeta, la difusión del saber científico y la conciencia ecológica. A lo largo de más de dos décadas de trabajo, la SGE se ha consolidado como un proyecto cultural que tiene la virtud de unir a gentes provenientes de todos los ámbitos en el interés común de recuperar la memoria de los grandes exploradores y descubridores españoles así como de dar a conocer al mundo las aportaciones actuales de geógrafos y viajeros españoles. Grupo Mediâtica CULTURALIA en Radio Trinijove (martes de 18h a 19:45h) CULTURALIA en Radio Cunit (miércoles y jueves de 14:30h a 15:30h) CULTURALIA en Esmiradio ( lunes de 15h a 17h) CALAIX DE LLIBRES en Radio Caldes de Montbui (sábados y domingos de 17h a 18h) CALAIX DE LLIBRES en Radio St Quirze del Vallés (lunes de 21h a 22h) CALAIX DE LLIBRES en Radio Cunit (martes de 00h a 01h) CALAIX DE LLIBRES en Radio Trinijove (lunes de 10h a 11h) Peregrinos y sus letras (www.peregrinosysusletras.com) Globatium (www.globatium.com) c/Espronceda, 366 local 08027 Barcelona (Spain) Tef: 933 120 162 / 619 144 177 “Cuando seas mayor” de Miguel Gane
Publicada por Suma de Letras «La vida era complicada para un niño en un mundo de adultos, quiero decir, uno en el que a los niños no se les permitía serlo en cuanto tomaban conciencia del entorno en el que vivían; un mundo que no reía». A través de la mirada de un niño de nueve años, con dolorosa inocencia, Miguel Gane narra una historia de desarraigo, exilio, miseria y búsqueda de un mundo menos hostil, una historia de supervivencia, de inmigración, la historia de tantos, de demasiados, la historia de su familia. En su esperado y deslumbrante debut en la novela, uno de los jóvenes poetas españoles más exitosos de los últimos años, cuenta en primera persona el drama de aquellos que se ven forzados a abandonar su país intentando posibilitar un futuro, el que ahora ha alcanzado para hacer realidad las palabras de su madre: «Cuando seas mayor, entenderás por qué nos fuimos». «…Ser inmigrante era perder. Lo primero que me quitaron fue el nombre…» Rumanía, Navidad de 2002. El joven narrador de esta novela, un niño de nueve años que «nunca había querido nada en particular», se siente terriblemente decepcionado cuando descubre que los regalos que le ha dejado Papa Noel no se parecen en nada a los que deseaba. La mirada de su madre, su abrazo de consuelo, su triste sonrisa y su silencio le ayudan a comprender el enorme sacrificio que hay detrás de los calcetines, el par de plátanos y el huevo Kinder que le han parecido «lo más vivo de la miseria». La precaria situación laboral de sus padres (él hace turnos de veinticuatro horas como portero en una empresa de fabricación de coches, ella cocina para algunas familias pudientes, especialmente para la familia de «uno de los jefes más importantes de mi padre, un señor al que todo el mundo llamaba domndirector») se va complicando aún más hasta llegar a un punto totalmente insostenible que no deja más que una opción, solo hay una mínima esperanza: abandonar el país y recorrer media Europa para intentar comenzar de nuevo en España. El viaje es una auténtica odisea en la que se enfrentan a lo peor del ser humano, a la bajeza moral más abyecta, al abuso de autoridad en cualquiera de sus expresiones, a fronteras inexpugnables que se abren previo pago, a la insolidaridad provocada por el miedo, a la miseria más difícil de erradicar, la que anida en el corazón del ser humano, la que ocupa su lugar. El protagonista se ve obligado a madurar a marchas forzadas, se culpabiliza de muchas delas penurias de sus padres, intenta comprender qué sucede y por qué, tendrá tiempo de comprobar que «también había personas buenas entre tanta miseria». Con la sensibilidad que le caracteriza, Miguel Gane deja a un lado la mirada adulta y da voz a aquel niño, habla en pasado pero parece que lo hace en presente, en caliente, en el momento, con la incomprensión, la extrañeza, la lucidez y la inocencia de un chaval de nueve años, alguien que se hace preguntas pero comprende no es el momento para encontrar respuestas, esas llegarán cuando sea mayor. Uno de los mayores ogros de “Cuando seas mayor” es la elegancia y sencillez con que el Miguel Gane de la actualidad desaparece para ceder la palabra a un niño de nueve años: «Fuera, la sombra más profunda ya había caído sobre el valle. Esa noche la luna estaba llena. El eco de la montaña transportaba el sonido de la música que anunciaba el banquete al que ni mis padres ni yo habíamos sido invitados. Las pinceladas de nieve que se divisaban levemente entre la oscuridad le daban al paisaje un aspecto cercano, aunque triste. La luz dejaba las primeras caricias sobre el pico de los árboles y todo indicaba que en las siguientes horas el valle iba a volver a llenarse de blanco. Incorporado sobre la cama, apurando las últimas migas del plato, miré por la ventana y pensé si alguna vez llegaría el día en el que perdiera de vista todo lo que tenía delante: esos árboles, esa naturaleza tan salvaje, la libertad de los pájaros en primavera... Me preguntaba si la gente rica también se fijaba en las mismas cosas en las que nos fijábamos los pobres». «Llegamos a España porque tuvimos que correr. Correr para tener futuro, correr para poder comer, correr para vivir. Teníamos que correr. Correr fue la forma que encontramos para huir, noblemente, de la miseria. Llegamos a España porque teníamos hambre y teníamos frío, así de simple. En fin, porque necesitábamos una oportunidad». Tuvo la amabilidad de responder a nuestras preguntas. .- ¿Ya te había tentado antes la idea de escribir novela o fue “Cuando seas mayor” lo que te llevó a dar el paso? Miguel Gane.- Desde siempre he sabido que el paso de la poesía a la novela sería a través de una historia como esta de “Cuando seas mayor”. No tenía en mente otra primera historia posible. .- ¿A qué retos lingüísticos te has enfrentado al cambiar de género? ¿Qué ha sido lo más difícil? ¿Qué te ha sorprendido? Miguel Gane.- Todo en general ha sido un reto, desde encontrar un lugar adecuado para escribir hasta el pánico de quedarme parado en algunos capítulos sin saber cómo seguir. Lo que más complicado me ha parecido ha sido la construcción de los personajes. Tuve que hacer un gran ejercicio de memoria, recordando aquellos primeros años del 2000 en los que mi país sufría una gran transición y la gente también estaba cambiando. Llevar eso al papel fue complicado y será el lector quien diga si lo he conseguido o no. Otro factor que me ha parecido dificultoso ha sido escribir la novela de una manera simple y que sea esa sencillez la que emocione, que es, al fin y al cabo, el objetivo de mi libro. No sé si se puede calificar como una sorpresa, pero cuando empecé a escribirlo, hubo momentos en los que dudé de mi capacidad para llevarlo a buen puerto. Supongo que me he demostrado a mí mismo que he podido surcar un océano. Uno de los grandes aciertos de la novela es la voz narradora porque, aunque hable en pasado, el niño transmite los sentimientos, sensaciones y reflexiones de alguien de nueve años y lo hace según le nacen, sin filtro, sin análisis posterior, en caliente. ¿Desde el principio optaste por, digámoslo así, dejar fuera al adulto o fue una decisión tomada durante la escritura? Miguel Gane.- Sí, lo tenía claro desde que me senté a escribir- lo. El libro ha sido curar una herida y tengo claro que lo escribí para encontrar la paz con mi pasado. Y para ello necesitaba que el personaje principal del libro fuese un crío. Yo fui un niño cuando viví algunas de las cosas que relato. Y debía ser también un niño el que se enfrentase al drama, a la miseria, al racismo... De ahí también viene la sencillez del lenguaje empleado. Digamos que los niños son los únicos capaces de hacernos reflexionar sobre las cosas más importantes de la vida con argumentos muy básicos. Además, yo tengo la suerte de tener un hermano pequeño. Tiene casi la misma edad que el personaje y cuando me quedaba parado, simplemente lo miraba a él y en ese proceso encontraba lo necesario para seguir trabajando. Ha sido mi cooperador necesario sin que ni él mismo lo supiese. .- Si tuvieras que definir la inmigración, ¿cómo lo harías? Miguel Gane.- En el mundo hay muchos tipos de inmigración, la que yo escribo es el proceso de una pérdida. Lo primero que nos suelen quitar es el nombre y ahí empieza a desaparecer tu identidad. También es el proceso de una reconstrucción. Digo que cuando llegué a España tuve que aprender a jugar de nuevo. Algo que parece tan sencillo, a mí me costó mucho tiempo. Al mismo tiempo, también es un drama social -que nosotros mismos hemos creado, ojo-. Mi familia y yo huíamos de la miseria y del frío y precisamente esa huida fue otra forma de reencontrarse, otra forma de llorar, otra manera de pelear y otra manera de vivir. .- La inmigración es un asunto que está sobre la mesa de manera permanente en los últimos tiempos y sobre el que los gobiernos de los diferentes países no se ponen de acuerdo en cómo solucionar. ¿Cuál es tu opinión al respecto? Miguel Gane.- En realidad, yo creo que sí saben cómo solucionarlo, pero no les interesa. En España habíamos aceptado y superado el debate desde hacía mucho tiempo, pero parece ser que ahora lo han vuelto a traer a la palestra. Interesa porque crea conflicto y del enfrentamiento sale el voto. Desde luego que yo lo tengo muy claro y sé que es utópico, pero no puedo ir en contra de mi naturaleza y no puedo ni debo ni quiero condenar al inmigrante. Por ello grito y gritaré siempre en favor de la libertad de fronteras y tengo muy claro que ningún ser humano es ilegal. .- En el viaje hacia España hay episodios realmente impactantes, sobre todo aquellos que hacen referencia a los diversos controles de seguridad que deben superar, teniendo en cuenta, además, que hablamos de unas personas que ya están de por sí muy asustadas. ¿Hay una falta de asertividad generalizada en lo relacionado con los inmigrantes? Miguel Gane.- Desde luego!. Las travesías, bien lo sabemos, son una lucha por la supervivencia. Yo no quería dejar de analizar ni de escribir sobre ello. Los personajes no tuvieron que cruzar un mar, sino un continente. Y la realidad de ese proceso es que pasaban -y siguen pasando-, muchísimas cosas que desconocemos porque no se habla sobre ellas. Mi familia y muchos de sus amigos son testigos de ello. Los pasajeros de ese autobús llevaban tatuado en la frente a lo que venían a España. Y no podían hacer otra cosa más que callar y aceptar que los iban a tratar como a delincuentes. Si se enfrentaban a la autoridad, saldrían perdiendo. Y perderían aquello que habían venido a buscar: un sueño. .- Dedicas a la madre algunos de los pasajes más delicados y hermosos, pero hay un momento especialmente estremecedor (por reconocible, además): el de la Nochevieja cuando el niño se siente culpable por las lágrimas de ambos progenitores, aunque se diría que las de la madre (que le llama «mi hijo» excluyendo al padre) le importan algo más... Miguel Gane.- Creo que la relación del niño con la madre, al principio, es mucho más especial que la que tiene con su papá. Básicamente porque pasan juntos la mayor parte del tiempo y es ella la que se ocupa de su educación fuera de las clases, por ejemplo. Eso crea lazos. Nadie debería vercómo llora una madre y entiendes la impotencia cuando no puedes hacer nada para evitarlo. Y todo esto viene de que en la sociedad en la que yo viví, las relaciones con el padre siempre han sido mucho más complicadas por muchos factores. .- Llegan a España, les llevan a la que será su casa, van descubriendo lo que en ella hay, poco a poco crean una atmósfera familiar, el niño escucha el agua de la ducha que está tomando su padre, el agua del grifo bajo el que su madre lava los platos, le parece que todo está en calma y escribe «me sentí raro, tal vez diferente, pero no mejor que antes». No se puede decir más con menos... Miguel Gane.- Es totalmente cierto. Hay un problema grave con mi gente. Muchos olvidan su pasado y otros tantos reniegan de él. El niño no es más especial que otros porque tiene algo tan sencillo como una ducha y esa es una lucha que yo creo que mantiene a lo largo de todo el libro. Ahí sí que puedo decir que yo soy ese personaje porque fue algo que me pasó a mí. Nunca había tenido nada y cuando me vi en esas, debí mantener los pies en la tierra y tratar de hacer lo posible por compartirlo con aquellos que seguían sin tener nada. Digamos que sé lo que es pasar hambre y por ello ofrecí siempre mi barra de pan que, en muchas ocasiones, era lo único que me alimentaba. .- Describes en la novela una Rumanía que se parece mucho a la España de hace 50 años. ¿Cuál es tu relación actual con tu país de origen? ¿Y con España? Miguel Gane.- Quiero mucho a mi país -el gran desconocido de Europa- y echo de menos a mi pueblo, Leresti -que es donde transcurre la primera parte de la novela-, cada día. Pero actualmente no tengo con él nada más allá de una relación humana. Me da pena y rabia que las cosas sean así, pero así funciona el sistema aquí. Por no decir más, ni siquiera han querido traducir mis libros, aunque probablemente sea uno de los autores rumanos que más vende en el extranjero. Con España no puedo sentir más que agradecimiento y, en cierta manera, la obligación de devolverle todo lo que me ha dado. Es mi casa, mi hogar y el lugar donde yo he conseguido lo que jamás hubiese conseguido en Rumanía. .- ¿Crees que el sistema de acogida e integración de inmigrantes es el correcto? ¿Qué habría que mejorar? Miguel Gane.- No hay más que ver algunas entrevistas o re- portajes. Los centros son verdaderas cárceles. No puedes pretender que un inmigrante que ha hecho tantos esfuerzos por llegar a España se integre totalmente si lo primero que le haces cuando llega es encarcelarlo. Esa persona va a vivir con miedo y se va a sentir atacada y en jaque a lo largo de toda su estancia aquí. No estoy en posición de hablar sobre lo que se puede mejorar desde un punto de vista técnico, pero sí puedo decir que, con añadirle más humanidad a la acogida, ya sería un gran paso. .- En una novela que se presenta y reconoce como autobiográfica no podemos pasar por alto el momento en que el protagonista/narrador se coloca por primera vez ante un papel en blanco y, tras escribir unas cuantas líneas, siente «una libertad que no pensé que podría existir». Aunque suene a frase hecha, ¿la literatura te salvó? Miguel Gane .- Sí. No me avergüenza reconocer como ciertas algunas cosas que muestro en el libro, al contrario, presumo de herida porque solamente así se puede combatir algo como, por ejemplo, el racismo. Los libros y la escritura me han salvado la vida. No digo que sin ello me hubiese muerto, me refiero a que no sé qué hubiese sido de mí sin ellos. Es probable que me hubiese rendido hace mucho tiempo. Uno necesita armas con las que luchar y yo tuve la suerte de encontrar las mías. Y en este momento me duele mucho escribir y reconocer que millones de inmigrantes no las han encontrado. .- Aunque el libro es fundamentalmente autobiográfico, hablas en los agradecimientos de las decenas de familias rumanas «cuyas historias han inspirado algunas partes importantes de este libro». ¿Cómo surgió el incluirlas y cómo fuiste ensamblándolas con tus vivencias? Miguel Gane.- El libro es mi historia. Pero también la de millones de familias rumanas que, como nosotros, han emigrado. Actualmente somos más de 5 millones de inmigrantes en el mundo. Muchos de nosotros jóvenes. Y teniendo en cuenta que mi país tiene una población de 24 millones, cuando veo la cifra de los 19 restantes que quedan, me estremece pensar que mi país se está muriendo. Quería contar una historia que no se ha contado todavía. Al menos no así. Necesitaba que el mundo tuviese a su disposición lo que ha sido y es la inmigración en este lado del mundo. A lo largo de los casi 20 años que mis padres llevan en España, sus caminos se han cruzado con los de muchas personas y han sido los ratos de conversaciones en el salón los que me han dado algunas de las escenas que redacto. Las incluí porque sé que muchas de esas familias no lo han conseguido y tuvieron que regresar. Las incluí, en fin, para que nadie las olvide. George Mihaite Gane (Miguel Gane) nació en Leresti, Rumanía, en 1993. Es graduado en ADE y Derecho, así como máster en Propiedad Intelectual y Abogacía. En el año 2018 superó el examen estatal de Abogacía, pero dejó la profesión cuando las letras irrumpieron en su vida. Su primer libro, “Con tal de verte volar”(Aguilar),ha alcanzado 17 ediciones y ha sido publicado en España, México y Colombia. Su segundo poemario, “Ahora que ya bailas”(Aguilar), lo afianzó como uno de los poetas más visibles de su generación. En total, hasta la fecha, su obra ha superado en España los 70.000 ejemplares vendidos. Ha dado recitales en países como Ecuador, México, Costa Rica o Colombia, así como en más de una veintena de ciudades españolas. Por su temática, sus poemas han sido utilizados como emblemas por muchos movimientos feministas de todo el mundo. Actualmente dedica su vida a la literatura y fruto de ello es la publicación de su primera novela, “Cuando seas mayor”. © Violant Muñoz © Mediâtica, agencia cultural “EL MANUSCRITO DE AIRE” DE LUIS GARCÍA JAMBRINA, PUBLICADO POR ESPASA
Luis García Jambrina firma la novela más ambiciosa y comprometida de la serie protagonizada por Fernando de Rojas. Cronológicamente la acción de El manuscrito de aire transcurre unos años antes que la de la novela anterior, El manuscrito de fuego.1515 frente a 1532. Mantiene las constantes de las tres novelas previas: un misterio en apariencia irresoluble y una espectacular recreación histórica, a las que en esta ocasión suma una inusual historia de amor. Aborda cuestiones poco tratadas por la narrativa reciente, como la violencia y la crueldad de los primeros años de la conquista de América. Relata los abusos cometidos contra los indios taínos, en la isla de La Española, y los esfuerzos de los frailes dominicos por ponerles fin. Muestra el choque cultural entre dos formas de entender la vida. Fernando de Rojas se siente atrapado en medio, a causa de un inesperado amor y de su propia situación personal, al pertenecer a una familia de conversos, siempre sospechosa a ojos de la Inquisición y de los cristianos viejos. La galería de personajes incluye, de nuevo, hombres y mujeres reales y de ficción. Fray Bartolomé de las Casas es uno de los protagonistas. La recreación de la vida en la isla de La Española es deslumbrante. El autor lleva al lector a las calles de Santo Domingo y a las selvas que la rodean: los colores, los olores, los sonidos son reales y se escapan del papel. Al preguntarle al autor si los manuscritos seguirán con más elementos nos afirmó rotundo que los manuscritos sí seguirán, pero con este cierra la tetralogía de los elementos alquímicos. La historia nos sitúa en el 6 de enero de 1515, una pequeña aldea de indios taínos muy próxima a la ciudad de Santo Domingo, en la isla La Española (Haití y Quisqueya, para los nativos), es arrasada por el fuego. Conmovidos por la tragedia, varios frailes dominicos se dirigen a España para rogar al rey que envíe a alguien a la isla para descubrir a los culpables y hacer justicia. El encargado de la investigación será Fernando de Rojas, hombre resuelto y de confianza, autor de la célebre La Celestina, que acepta el encargo pese a las enormes dificultades que entraña. Una vez allí, Rojas conocerá de primera mano la situación en la que se encuentran los indios, cuya población ha sido diezmada desde la llegada de los españoles, que los utilizan, entre otras cosas, como esclavos para extraer oro. De hecho, entre los posibles motivos de la masacre están precisamente el castigo y la venganza por haberse rebelado. Desde su primera obra, Luis García Jambrina muestra su preferencia por la mezcla de géneros en literatura, los llamados «géneros híbridos». En esta ocasión, combina de nuevo novela histórica y novela negra, pero añade dos componentes que enriquecen el conjunto: una inusual historia de amor y una notable carga crítica. De ahí que podamos afirmar que se trata de la novela más ambiciosa y comprometida de la serie protagonizada por Fernando de Rojas. Como toda gran novela histórica, “El manuscrito de aire” habla tanto del pasado como del presente. Recreando un tiempo y un lugar excepcionales, plantea cuestiones que hoy ocupan un lugar destacado en el debate público: el choque cultural, la violencia política, el racismo, la destrucción del medio ambiente en nombre del progreso, la relación entre religión y poder político, etc. A partir de unos personajes perfectamente definidos, Luis García Jambrina reflexiona también sobre cuestiones de hondo calado humano, emocional y ético, como la ambición, el ansia de riqueza, el fanatismo, el miedo, el heroísmo y el poder redentor del amor. Como sucede con las tres novelas anteriores de la serie, aunque las grandes pasiones humanas sean universales y atemporales, el autor realiza un gran esfuerzo narrativo para que el crimen y las motivaciones de los personajes respondan a criterios históricos y no supongan una traslación del crimen contemporáneo con disfraz de época. El carácter histórico de la novela se sustenta sobre una documentación exhaustiva que ha permitido tanto la perfecta y muy realista recreación de la vida cotidiana en la América colonial como el retrato lleno de claroscuros del conflicto que enfrentó a los dominicos —y al antiguo encomendero Bartolomé de las Casas— con el obispo de Burgos, Juan Rodríguez Fonseca, organizador de la política colonial castellana en las Indias. La historia de ficción está enmarcada por hechos reales. Aquel año de 1515 fue uno de los más agitados del periodo. Con maestría, Luis García Jambrina integra los acontecimientos en la acción de la novela: la llegada de Bartolomé de las Casas a La Española, las matanzas de indios taínos, los excesos de los encomenderos para escándalo de una parte de la Iglesia y de la Corte, el relevo de Diego Colón como gobernador en el virreinato de las Indias y su regreso a España, el papel ambiguo del rey Fernando, el saqueo del oro americano para pagar las guerras europeas de España, etc. También se apunta la no demasiado lejana rebelión taína (1520) liderada por el cacique indio Guarocuya, conocido como Enriquillo por los españoles. Nos encontramos ante un excepcional marco temporal. Ya se ha señalado que el año 1515 en el que se sitúa la acción de “El manuscrito de aire “ fue de gran importancia. Por un lado, se hizo efectivo un nuevo reparto de indios entre los encomenderos, ordenado el año anterior; por otro, el rey destituyó a Diego Colón como gobernador general. Años atrás, en 1511, se creó una Real Audiencia como contrapoder del Estado frente al virrey. Diego Colón había provocado una profunda división en la colonia con su visión estatamental de la sociedad, en la que una élite noble debía situarse en lo alto de la pirámide social. Esto se tradujo en una política claramente favorable a la vieja guardia que había llegado con su padre o en los primeros viajes a finales del siglo XV. Los recién llegados se opusieron a esta política porque buscaban, también, el enriquecimiento. Otra división la provocó el trato a los taínos. Frente a la mayoría de encomenderos, que los explotaban y engañaban sin reparo alguno, se alzaban las voces de quienes, como los dominicos, estaban en desacuerdo con esos abusos. La misma María Álvarez de Toledo formaba, en cierta medida, de este grupo. Luis García Jambrina ha construido el entramado histórico de la novela a partir de distintas crónicas y de una amplia documentación. Para muchos episodios de una gran crudeza se ha inspirado en la “Brevísima relación de la destrucción de las Indias”, firmada por fray Bartolomé de las Casas. De las Casas contó el terror que provocaba la entrada de los soldados españoles en las aldeas indígenas: «Ni dejaban niños, ni viejos ni mujeres preñadas ni paridas que no desbarrigaran e hicieran pedazos, como si dieran en unos corderos metidos en sus apriscos. Hacían apuestas sobre quién de una cuchillada abría el hombre por medio o le cortaba la cabeza de un piquete o le descubría las entrañas. Los primeros frailes dominicos llegaron a Santo Domingo hacia 1510. Pese a ser muy pocos, no tardaron en alzar la voz en defensa de los indios, enfrentándose a los encomenderos. En un primer momento, las autoridades trataron de que se retractaran, pero, al ver que no se doblegaban, los obligaron a vivir apartados, con la intención de que desistieran y abandonaran la isla. Aquel 1515 su presencia y actitud se vio reforzada por la llegada de Bartolomé de las Casas procedente de Cuba. Luis García Jambrina (Zamora, 1960) es profesor titular de Literatura Española en la Universidad de Salamanca, doctor en Filología Hispánica y máster en Guion de Ficción para Televisión y Cine. Autor de los libros de cuentos “Oposiciones a la morgue y otros ajustes de cuentas”(1995) y “Muertos S.A.” (2005). Como novelista se dio a conocer con “El manuscrito de piedra” (2008), galardonada en 2009 con el prestigioso Premio Internacional de Novela Histórica Ciudad de Zaragoza, de la que han aparecido numerosas ediciones y varias traducciones. Después ha publicado, con gran éxito de público y crítica, “El manuscrito de nieve” (2010), “En tierra de lobos” (2013), “La sombra de otro” (2014), “Bienvenida, Frau Merkel”(2015), “La corte de los engaños” (2016) y “El manuscrito de fuego”(2018). © Violant Muñoz i Genovés © Mediâtica: agencia cultural “La chica del semáforo” de David Orange
publicada por Planeta Un fantástico thriller que explora no solo la identidad del ser humano sino cual es el sentido de su existencia y, sobre todo, hacia donde se dirige. Un trepidante viaje a través de una de las ramas más apasionantes de las matemáticas. Una adictiva novela que no pude dejar de leer. Editorial planeta publica el fenómeno editorial digital mejor valorado por los lectores. Es una de esas novelas que permite ser abordada a ciegas, sin saber muy bien qué vas a encontrar, pero con la certeza de que sea lo que sea no te dejará indiferente. David Orange, el autor, es un apasionado de la ciencia, del cine y de la obra de Stephen King. Escribe novela negra en las que la intriga y la sorpresa lo dominan todo, algo que queda patente en la historia que hoy presentamos, “La chica del semáforo y el hombre del coche”, una novela que alcanzó un éxito sin precedentes en Amazon, llegando a copar durante trescientos días el Topo 100 de ventas. Además, ostenta un recuento de páginas leídas en la plataforma digital superior al millón y ha sido seleccionado como cabeza de cartel de la sección “Obras indies esenciales” La historia se entra en Jack Miller, un genio de las matemáticas especializado en probabilidad, concretamente en fenómenos aleatorios. Se trata de una persona obsesionada con los números, tanto que hasta nos recuerda a los protagonistas de películas como “Rain Man” (Barry Levinson, 1989) y “Una mente maravillosa” (Ron Howard, 2002) con la salvedad de que en esta ocasión el personaje trabaja como bróker para la delegación de Búfalo, EEUU, de uno de los bancos franceses más importantes del momento. En su despacho “…hace bailar los números…” a diario. Con todo su gran pasión es un proyecto secreto en el que lleva trabajando cinco años: el Proyecto Vida. Se trata de un corazón artificial que cambiará la vida de millones de personas. Por desgracia, Jack pondrá su vida en jaque al salir de su zona de confort para conocer a Mia, una chica por la que se siente irremediablemente atraído y que no solo cambiará su metódica existencia, sino que también desencadenará unos acontecimientos que, prepárate porque te van a pillar completamente desprevenido. De hecho, Mía es el contrapunto, el opuesto a Jack. Ella representa las emociones y él la racionalidad. La unión e sus personalidades provocará una explosión sentimental y hará que el Proyecto Vida cobre un nuevo sentido, sobre todo cuando ella necesite un corazón nuevo. Paralelamente un enigmático asesino en serie, del que sólo se conoce el coche que conduce, un sedán negro, tiene en jaque a toda la ciudad y a los dos agentes del FBI que intentan darle caza. Porque el conductor de ese vehículo anda por la ciudad matando mujeres. Su elaborada puesta en escena, su extraño simbolismo y la particular elección de sus víctimas desconcertarán tanto a los investigadores como a los lectores. No tardará Jack en descubrir que el criminal está más cerca de lo que imaginaba. Tan cerca que tiene su misma sangre corriendo por sus venas. Con todos estos elementos David Orange construye una historia altamente adictiva en la que rompe los cánones del género llegándose a preguntar por la identidad del ser humano y el sentido de su propia existencia. El hecho de escribir la novela de una manera coral, poniendo el foco del narrador en el punto de vista de cada uno de los personajes, el ritmo trepidante de la historia, los giros y tramas secundarias harán que el lector no pueda dejar de leer. Para conseguirlo el autor introduce giros narrativos constantemente a la vez que describe los objetos y las escenas con tanta precisión que consigues visualizar la película de la aventura. El protagonista, Jack es un genio de las matemáticas a quien los números le dan una estabilidad emocional. Pero también sirven de excusa para que Orange aborde el tema del destino: las decisiones que tomamos ¿generan algún tipo de patrón del que no somos conscientes o por el contrario, son fruto del azar y no generan más que caos? Jack escucha una voz interior que funciona como su refuerzo cuando las emociones le hacen perder el equilibrio. En este sentido, el autor juega al despiste al mencionar que hace años que un psiquiatra le diagnosticó esquizofrenia. Sin embargo, conforme avanzamos en la historia nos parece descubrir que esa voz no es tan irreal como creíamos porque ya hacia el final se nos desvelará que hay “algo” en el cerebro de Jack que no debería estar ahí. Para contrarrestar el peso de la ciencia, Orange introduce a dos personajes, MIa y Wendy (hermana de Jack) que no guían sus pasos por los datos empíricos sino por las emociones. La primera es una chica que persigue su sueño de ser actriz y que, incapaz de controlar sus sentimientos se guía por le corazón. Esto hará que se enamore de Jack y que le preste todo su apoyo en la lucha contra el mal. Por su parte Wendy, concentra el odio acumulado contra su hermano desde la infancia, cuando fue víctima de abusos sexuales, abandono y ausencia de cariño. Y para llamar su atención se convierte en una asesina incapaz de sentir empatía hacia el dolor ajeno. Sus crímenes son rituales, haciendo que las víctimas se parezcan a su propia madre a quien culpa de los abusos sufridos en su niñez al concentrar toda su atención en su hermano “enfermo”. En La chica del semáforo y el hombre del coche nada es lo que parece. A priori, el amor aparece como la culminación de todo lo bueno que puede crear el ser humano. El amor como bálsamo. Como objetivo. Como ilusión. De hecho, todos los personajes se mueven por amor, pero cada uno con una visión muy particular del mismo. Jack se mueve por amor a los números, cree que solo se puede cambiar el mundo a través de éstos. Y está convencido que el Proyecto Vida marcará un antes y un después en la Humanidad. Por su parte, Wendy, demuestra su amor por su hermano matando desconocidas para llamar su atención. Concentra su dolor y rabia haciendo entender a las mujeres que deben revelarse contra el yugo masculino. Lo malo es que para ello deba asesinarlas. En cuanto a Kevin, hermano de Mia, hay que destacar que estuve a punto de morir a manos de unos niñatos de clase alta que le dieron una paliza por diversión y lo abandonaron en un contenedor de basura. Se salvó, pero vive con graves secuelas, entre ella una placa de titanio incrustada en el cráneo. Desde entonces su objetivo es la venganza. En primer lugar de las personas que le asaltaron, y en segundo de la sociedad que permite que la gente con dinero no pague por sus actos. Para ello roba millones en el banco de Jack, y así comprar uranio en el mercado negro para construir una bomba. La agria crítica social que el autor hace a través de sus personajes con un ambiente in crecendo, con subtramas en cada uno de ellos, refleja a la perfección la sociedad actual. Pero no como algo condenado al fracaso, sino con un claro mensaje de esperanza. Si bien la obra cierra todas las tramas que presenta, creo que merece la pena darles una nueva entrega a Jack y Mía para aclarar qué ocurre con el Proyecto Vida y con la voz no tan irreal. Un fantástico thriller que te atrapa y no puedes dejar de devorar página a página porque tienes la imperiosa necesidad de saber que va a pasar en el siguiente capítulo. Una novela para saborearla a ciegas, una novela negra que explora la condición humana y algunas de las grandes preguntas que más inquietan al ser humano. DAVID ORANGE, nació en Valencia, es Diplomado en Fisioterapia y Licenciado en Comunicación Audiovisual, y actualmente compagina su actividad profesional con su gran pasión, la escritura. Tras la publicación de “Género de violencia” su primera novela, el éxito le ha alcanzado con “La chica del semáforo y el hombre del coche”. © Violant Muñoz © Mediâtica, agencia cultural Reseña de “El latido de la tierra” de Luz Gabás publicado por Planeta
Un grupo de amigos reunidos tras mucho tiempo. Una mansión anclada en el pasado. Una mujer sacrificada a su legado. Un crimen con una víctima sin identificar, unos nuevos vecinos que llegan para trastocarlo todo. Secretos, mentiras, amores y traiciones. La fidelidad a la familia. Los pecados de los padres que recaen sobre los hijos. Un mundo antiguo que quiere resurgir de sus cenizas. La mansión Elegía sobrevive a duras penas frente a las ruinas del pueblo de Aquilare, expropiado y abandonado, como muchos otros, en los años 70. La familia de Alira fue la única que permaneció allí tras la despoblación, y ella ha seguido fuertemente arraigada a la tierra, a las obligaciones con el pasado, a la tradición. Todo lo ha sacrificado en aras del mantenimiento del legado de sus antepasados: el amor, los hijos... Su mundo consiste en una casa en decadencia, que ya no puede mantener, una madre que envejece, un hermano huraño y otro codicioso. Tras consultar a sus dos grandes amigas, Amanda e Irene, es Amanda quien le sugiere una solución: alquilar varias de las habitaciones de la mansión. Ella misma, que acaba de volver al pueblo tras su divorcio, será su inquilina, y le propone ofrecérselo a Adrián, el primer y único amor de Alira, que ha vuelto también al pueblo con su esposa, Dunia, para pasar unos meses. Aunque no quiere admitirlo, la cercanía de Adrián produce en Alira una inquietud difícil de controlar. Sobre todo cuando Adrián, consciente del deseo que aún despierta en su antigua novia, intenta varias veces romper sus barreras. Otro hecho viene a trastocar aún más el mundo controlado de Alira. Un grupo de repobladores ha decidido instalarse en las ruinas de Aquilare y darle nueva vida. Al principio Alira se aterroriza. Nada volverá a ser lo mismo. Sí, tendrá vecinos por primera vez en muchos años, pero también sabe que muy pronto empezarán los problemas. Entre los nuevos habitantes de Aquilare se encuentra Damer, enérgico e ilusionado, mucho más joven que Alira y completamente diferente a ella. Damer admira la fortaleza de Alira, su compromiso con el pasado, su vinculación a la tierra, su ternura. A ella le deslumbra el entusiasmo de Damer, su pasión, su honradez. Entre ellos surge una atracción que rompe todos los convencionalismos. Su relación hará que ambos se enfrenten a un dilema compartido: mantenerse fiel a unas convicciones que creían sólidas e inmutables o lanzarse a un futuro incierto pero lleno de posibilidades. Mientras, en la mansión, las cosas empiezan a complicarse. Amanda y Adrián tienen una relación clandestina; Dunia, la mujer de Adrián, cada vez bebe más y se encierra en sí misma y Gerardo, uno de los hermanos de Alira, Telma, su mujer, llegan dispuestos a conseguir la parte que les corresponde de la herencia. La aparición de un cadáver en la casa, un cadáver sin identificar, y la subsiguiente investigación por parte de la inspectora Esther Vargas, sacará a la luz la verdadera naturaleza de los personajes y precipitará los acontecimientos que cambiarán el mundo de Alira para siempre. Luz Gabás tiene un apego muy fuerte a la tierra y lo muestra en el paisaje emocional que crea como escenario de sus novelas. Sus obras siempre reflejan el espíritu del Romanticismo como actitud vital, como afirmación del individualismo, del deseo de libertad e identificación con el paisaje, con la tierra propia. En El latido de la tierra este espíritu aparece más que en cualquiera de sus obras anteriores. No es casual el nombre de la mansión que articula la novela: Elegía, el lamento por lo que ya no está. Porque, aunque la mansión siga en pie, lo que representa se ha perdido hace mucho, aun cuando la protagonista se niegue a aceptarlo. Tanto ese cadáver aparecido en las entrañas de la casa centenaria como la propia mansión son metáforas perfectas de un tipo de vida que se desbarata. «…Para ella no había más mundo que esa casa grande y bonita, situada a medio kilómetro del bullicioso y divertido pueblo Aquilare, y esas tierras que recorría junto a su padre escuchando sus explicaciones. Carrascas, enebros, tomillos, sabinas, bojes y aliagas. Tierras secas que para ella eran un vergel. Viñedos, olivares, almendros y campos de cereales…» La autora transita entre la nostalgia de un pasado irrecuperable y la esperanza de un futuro incierto. No nos habla de un mundo idealizado, cuenta sin ingenuidad las bondades de la vida rural y también sus retos. Habla de las contradicciones, de los desencuentros, de las dificultades. El latido de la tierra no es un canto acrítico por los viejos tiempos. Es un relato que invita a la discusión, a la reflexión sobre esa España vacía de la que tantos hablan, pero que a nadie importa. Nos habla la novela de esos intentos de recuperación que se dan de bruces contra una Administración rígida, de leyes que dificultan cualquier intento de reconvertir ese vacío en vida nueva. Es lo que ella llama el nuevo Walden, el regreso a la naturaleza ya no solo por la parte espiritual y romántica, sino también por necesidad económica. «…Un pueblo vacío es una historia truncada. Cada pueblo vacío es una historia por contar...» A través de la investigación de un crimen cuya verdad se va desvelando poco a poco, como una realidad oculta tras un sinfín de velos, Luz Gabás relata una historia que transita entre la novela de misterio, la novela generacional, una esperanzadora historia de amor otoñal y, en especial, una reflexión sobre la tradición, la herencia, la pertenencia, el amor a la tierra y el dolor por su pérdida. No es una novela negra, pero la autora, con gran habilidad, utiliza los elementos de este género para retratar los problemas morales y sociales de los personajes, para difuminar la división entre buenos y malos, para crear una intriga que potencia con la ruptura de la secuencia cronológica y que, además de argumental, es anímica. La búsqueda del culpable, en esta novela, es más el combate de cada personaje con sus propias culpas presentes y pasadas. La desaparición de Dunia, la mujer de Adrián, durante su estancia en la mansión de Alira, alterará la vida del grupo. Tras una búsqueda infructuosa orquestada por César, uno de los mejores amigos de Alira y sargento de la Guardia Civil, el caso quedará suspendido en un limbo de dudas y todos aceptarán sin tener ninguna prueba que la desaparecida se ha marchado voluntariamente, ya que su matrimonio con Adrián hacía agua por todas partes y ya que, además, arrastraba una fuerte depresión. Una experimentada subinspectora de la Guardia Civil, Esther Vargas, sacará a relucir muchos secretos, entre ellos, enamoramientos del pasado y celos insospechados. Finalmente, la agente será la encargada de resolver el caso e identificar al posible asesino. El latido de la tierra es también una novela generacional. La de los hijos de quienes dejaron los pueblos y llenaron las ciudades de todo el país. Hijos de obreros de la industrialización de los años 60, educados en la idea del esfuerzo, del sacrificio, de la responsabilidad. Hombres y mujeres que heredaron la forma de relacionarse con el sexo opuesto, una forma que ya no les servía y tuvieron que reinventar. Es una generación que ronda los cincuenta años, que empieza a envejecer, pero que aún tiene fuerzas para reaccionar, para no aceptar la decrepitud. Alira es el arquetipo de esta generación, una luchadora que se enfrenta a un nuevo reto: adaptarse o abandonarse a la decadencia. Un aspecto interesante de la novela es la importancia de la música. Los títulos de los capítulos remiten a canciones que ilustran la narración, que evolucionan con la acción de la novela. El heavy, dice Gabás, ayuda a expresar los sentimientos mejor que ninguna otra música, ya sea ira o euforia. Es una música que, como los personajes de la novela, tiene una inmensa capacidad de supervivencia, y es rebelde, marginal, una música de perdedores que hace mucho ruido y habla de frustración. Por otra parte, la autora nos habla de la amistad como fuente de cariño y lealtad. Reflexiona sobre el valor de la misma a través de los amigos de la época escolar de Alira y de su reencuentro muchos años después. Gabás pone en tela de juicio la firmeza de estos lazos y trata de averiguar si los vínculos que nos unen a las personas del pasado son realmente firmes. «…Alira no había olvidado ni un detalle. Cuando el presente la defraudaba, se refugiaba en los recuerdos del pasado, especialmente en aquellos que le reforzaban la solidez de materias tan incuestionables como la verdadera amistad…» Con un estilo sencillo y a la vez de gran belleza formal, con descripciones emocionales que remiten a lugares de la memoria colectiva, la autora utiliza el paisaje como un elemento fundamental de la narración. Las ruinas de Aquilare como testigos de un mundo desaparecido, fantasmas de otros tiempos. Y, en especial, la casa, la mansión Elegía, protagonista indiscutible de la novela. «La casa», esa razón de ser de tantas generaciones, lo más importante, lo que hay que preservar por encima de todo, y que ahora se desmorona, es una alegoría perfecta de ese pasado irrecuperable. Es el desencadenante y el consecuente de la acción. Luz Gabás (Monzón, Huesca, 1968) fue profesora de Filología Inglesa en la Universidad de Zaragoza. Persona de muchas inquietudes, durante algunos años simultaneó la docencia con otras actividades como la traducción, la investigación literaria y la participación en proyectos culturales. Desde hace años vive en el valle de Benasque, zona de sus orígenes familiares y a la que se siente muy vinculada emocionalmente. Además, fue alcaldesa de Benasque (Huesca) hasta 2015. Antes de El latido de la tierra, Luz Gabás escribió tres novelas de gran éxito que inició con Palmeras en la nieve (Temas de Hoy, 2012), de la que vendió más de medio millón de ejemplares y de la que incluso se hizo una versión cinematográfica con uno de los actores con más tirón mediático del momento (Mario Casas). Consiguió dos premios Goya: a la mejor dirección artística y a la mejor canción original (Pablo Alborán). En la novela narra la experiencia de su padre como emigrante a Guinea Ecuatorial para trabajar en la plantación de cacao. A este éxito de lectores y crítica le siguió Regreso a tu piel (Planeta, 2014), una novela sobre la brujería en el siglo xvi. Como fuego en el hielo (Planeta, 2017) fue la novela que cerró esta trilogía emocional con sus queridas montañas del Pirineo como protagonistas. Si la primera novela hablaba de su pasado familiar y la segunda presentaba una historia de brujería y delación, en la última se sumergía en el Romanticismo a finales del siglo xix y narraba una complicada historia de amor. ©Violant Muñoz ©Mediâtica, agencia cultural |
Violant Muñoz i Genovés
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