CUARTO DE AZOTEA
Coitus Interruptus (La Terquedad Ediciones, 2016) Armando Alanís Mosquito Tiene clara su razón de ser: no dejarme dormir esta noche. Clavadista Fue su mejor clavado; no importa que la alberca no tuviera agua. Hasta la fecha su cráneo sigue encajado en el fondo de la alberca. Dorian Gray El verdadero Dorian Gray estaba en el retrato. El otro era una ficción. Multitud Perdidos entre la multitud nos damos cuenta de que somos muchos los solitarios. Político Se tragó sus palabras y murió de indigestión. Soñador Era un soñador de tiempo completo. Estaba desempleado. Violinista Esa noche tocó el violín como nunca, pero recibió, a la puerta del café, las monedas de siempre. Cuentos eróticos Ella descubrió en la cama que los cuentos eróticos de aquel autor no eran autobiográficos. Sirena defectuosa Hubo una vez una sirena bellísima, irresistible, con un solo defecto: era muda. Epitafio “Volveré”. Hortensia Todas las noches, al regresar ebrio a casa, orinaba sobre la hortensia de la derecha. Fue la que mejor se dio. En el museo de las momias –Mamá, ¿nosotros también nos vamos a convertir en momias? –Ya lo somos, hijo –contesta la madre desde otra de las vitrinas. Olas Las olas respetaron el castillo de arena, pero se llevaron al niño. Monstruo El monstruo de la soledad está con ella en la cama y es invisible. Retiro –Paso a retirarme –dijo, y se murió. Pero ahí se quedó, apestando. H de hotel La h de ese hotel no era muda: gemía cada siete minutos. Ratas Cuando las ratas dieron cuenta de toda la tripulación, comenzaron a devorarse entre ellas. La última se arrojó al mar. Al puerto llegó un barco fantasma. Tiempo Tenía todo el tiempo del mundo: estaba muerto. Profeta Subió a la montaña para esperar el fin del mundo, y ahí lo alcanzó un rayo. Tiro al blanco No erró el tiro, como creyeron todos: el objetivo no era la manzana sino la cabeza de su mujer. Novia –Tú sí sabes morder –dijo la novia de Drácula. Damas En el ajedrez, la dama que se va del tablero regresa cuando un peón se corona. En el ajedrez de la vida, la dama que se va ya no regresa. Las Vegas En sus últimos años, el mago se conformaba con desparecer el vestido de su asistente. Ella ya había desaparecido con el domador de tigres. El hacedor Sembró un árbol, tuvo un hijo y escribió un libro. El libro fue el primero en morir. © Armando Alanís
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Armando Alanís
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