Por Héctor Vargas
De acuerdo con la edad y la experiencia adquirida durante el trayecto por la vida, la manera de reaccionar ante circunstancias y ambientes no experimentados anteriormente, adquiere un cambio notorio en su nivel de apreciación, ya sea por la forma de medir la cuantía de las consecuencias inherentes al compararlo con casos similares en el pasado, o bien, por la madurez de criterio adquirida por la edad. Ese cambio se modifica en las diferentes etapas de nuestra existencia, imponiendo mayor o menor intensidad en su juicio. En algunas personas, hasta puede provocar una opción alternativa de positiva a negativa o viceversa. Situaciones experimentadas en nuestra temprana juventud, ocasionan un impacto en nuestra mente, que las atesora indeleblemente en la memoria. Acciones, frases, sonidos, olores, sabores, visiones, sensaciones, etc., quedan grabadas como prototipos para ejercer comparaciones posteriores. Desde luego el carácter de cada persona influye en la valoración de cada sucedido, así como el entorno en que se desarrolle el hecho. (Véanse los agravantes influyentes y modificantes, tales como la alevosía, ventaja o nocturnidad). Además, la magnitud de la información que actualmente recibimos y la tendencia sensacionalista en que los medios nos la proporcionan, ha mermado nuestra capacidad de asombro al grado de considerar hechos trascendentes como sucesos cotidianos. Repito el “diagnóstico” que me atribuyeron hace tiempo de padecer indignación crónica, al afectarme el ver una injusticia, pero resiento en mayor grado la indiferencia de la gente ante el mismo caso. En el propósito de efectuar cualquier actividad, debemos considerar varios factores para su realización. Fundamentalmente, lo más valioso es la decisión de pretenderlo. Tantos proyectos se han visto frustrados ante la incuria por no intentarlos siquiera. Sea que se logre o no lo cometido, lo importante es tratar de hacerlo. Secundariamente, intervienen otros factores que evalúan el desarrollo del proyecto. Como ejemplo. tenemos el caso de las guerras pírricas, en donde el triunfo causó mayores daños que la derrota. En México, esto se resume con un contundente dicho: “Salió más caro el caldo que las albóndigas”. Ante lo expuesto anteriormente, deberíamos considerar con mayor atención lo que ocurra a nuestro alrededor. Ello nos proporcionará una mejor comprensión para aplicar una acertada evaluación del impacto en todo lo que nos suceda. Héctor Vargas
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Por Héctor Vargas
Tengo una duda, aun cuando voy ya frisando suavemente al centenario, sigo teniendo esa curiosidad propia de un niño que quiere saber el por qué de todas las cosas. ¿Será que efectivamente soy una persona pragmática que no se contenta con tomar con displicente naturalidad todo lo que me rodea? Seguido me pregunto ¿Por qué mi forma de pensar es diferente y no acepto las cosas tal y como se presentan? Uno de mis ídolos favoritos es el neozelandés Edmund Hillary, quien junto con el sherpa Tensing Norgay escalaron por primera vez la cumbre del Monte Everest el 29 de mayo de 1953. Cuando le preguntaron qué le había motivado a hacerlo, sencillamente contestó: ¡¡“Porque está ahí”!! Si me llega algún dolor de cabeza, primero quiero saber qué es lo que lo está causando, antes de tomar algún analgésico que oculte alguna consecuencia, puesto que son varias las causas que lo pueden provocar. Hay personas que sospechan algo turbio cuando van al médico y éste aconseja análisis o rayos equis para poder emitir un diagnóstico más seguro. A veces es demasiado tarde para evitar un mal que no se detectó a tiempo. Es gente que quedó rezagada por la costumbre del diagnóstico visual, que no todos los médicos lo practicaban con eficacia. He aquí las inquietudes de un lego con la imperante necesidad de saber. Cuando volteo al cielo, me asalta la duda porque uno de los principios de la Filosofía nos dice que “Todo Tiene Un Principio y Un Fin” Y yo me pregunto: Dónde nace y termina el Infinito? Cuando pienso en nuestros sentidos: Vista, Oído, Olfato, Sabor y Tacto, me pregunto: ¿Cómo actúan, cómo se formaron las funciones cerebrales que realizan tal actividad? Durante siglos, la ciencia no había tenido el desarrollo alcanzado en el presente gracias a la electrónica, entre otros medios, se han logrado avances extraordinarios en una gran variedad de campos. De entre todas esas incisivas preguntas, sobresale la fundamental: ¿Qué es la vida? Se ha descubierto que una célula, elemento primordial en la constitución de la existencia, a pesar de su ínfimo tamaño, es todo un mundo donde se germina la Creación. Ahí se integran todos los cromosomas que darán las características del Ser Humano, no nada más las físicas, como el color de la piel, estatura, color de ojos, etc. Sino lo más sorprendente, su carácter. ¿Puede uno imaginarse cómo se determina y efectúa tal selección? ¿Cómo se escogen tales características? Se sabe que están conformadas en el DNA, pero cómo llegaron ahí? El máximo integrante del cuerpo humano es el cerebro. La miríada de sus componentes conforman todo un Universo, donde una vasta interacción de energía y ácidos desarrollan las respectivas órdenes para la ejecución de todas las actividades tanto físicas como mentales. Es asombroso constatar cómo se pueden realizar funciones conscientes e inconscientes al mismo tiempo. Como caminar pensando en algo diferente, por ejemplo, donde en una sección de mi cerebro se emana la orden a mis piernas de efectuar ese movimiento, mientras que otra sección se ocupa de activar las neuronas pertinentes para ejecutar la memoria o el análisis. Cada cabeza es un mundo, reza el refrán. De la vida he aprendido dos lecciones torales que han determinado mi particular manera de ser: Tener conciencia de que todos somos diferentes. Ello me impide generalizar, tengo que juzgar individualmente. La otra, aceptar a todas las personas tal y como son. Dije a las personas, no a todos sus actos. Seguido oigo diálogos en que uno de los interlocutores réplica ante alguna confesión del otro: “Pues yo en tu lugar hubiese dicho o hecho esto o aquello”. Sin saber a ciencia cierta en qué circunstancias ocurrieron los hechos. Qué tanto afectaba a la otra persona el asunto en cuestión y sin tomar en cuenta la diferencia de caracteres entre uno y otro, que nos hace reaccionar en forma distinta. Aún cuando esta aseveración establece que todas las personas somos diferentes, las culturas reinantes en diversas partes del mundo tienden a la generalización, desarrollando una tendencia conocida como la moda. Una parte de la masa poblacional, con una personalidad indefinida, trata de imitar los hábitos o costumbres de personajes o lugares a los que ha escogido como modelo en su afán de adoptar lo que de ellos les atrae. Así es como podemos ver ejemplos muy peculiares con mucho arraigo en extensas zonas del mundo. Tal y como el ceceo de los españoles, no tanto por diferenciar la pronunciación indistinta de las palabras con las letras “c” o la “s”. Sino por hablar igual que el rey Pedro de Castillo quien, según la leyenda, padecía un defecto de pronunciación. Dicha costumbre prevalece hasta nuestros días. O como en Inglaterra, el usar pantalones bombachos para jugar al golf, impuesta por el príncipe Eduardo VIII, dictador de la moda en el vestir en ese entonces. O en Francia, el uso de perfumes para ocultar los olores del cuerpo ante la falta de aseo corporal cotidiano. O las pelucas, por imitar a un soberano quien así ocultaba su alopecia. Del pitecántropo heredamos una tupida vellosidad en todo nuestro cuerpo. En las subsiguientes etapas de la Evolución, fuimos perdiéndola en mayor o menor grado, desapareciendo el vello en la cara y distintas partes del cuerpo humano. En una tendencia muy generalizada, los hombres empezaron a recortarse el pelo para diferenciarse de la cabellera larga en las mujeres. En el siglo pasado, surgió la moda de los jipis, dejándose los hombres el pelo largo y con menor intensidad un bigote con barba tipo “candado”. Igual sucede en la actualidad, en casi todo el mundo, las personas, mujeres principalmente, tienden a teñirse el pelo sobre todo de color rubio. Los hombres, a no rasurarse dejándose una barba incipiente y a no peinarse. Véase esta influencia en una gran mayoría de personajes en el cine y la televisión. Los psicólogos utilizan una prueba muy indicativa de la influencia de la cultura en los pueblos. A los pacientes se les pide que completen esta frase: Yo soy _________________ . La mayoría de las personas de occidente, la terminan con un adjetivo, generalmente positivo, como por ejemplo: Yo soy activo. Yo estoy alegre. Etc. Etc. En cambio, las personas provenientes de Asia, la completan con un sustantivo, como por ejemplo, yo soy estudiante. Yo soy nieto. Etc. Etc. Ello demuestra lo que las diferentes culturas pueden implantar. Se ha puesto Ud. a pensar qué sucede cuando simplemente mueve una pequeña palanca para prender o apagar una luz? ¿Se imagina todo lo que hay detrás de ese sencillo movimiento? Los millones de cableado en alta y baja tensión, torres de suspensión, plantas generadoras atómicas o termoeléctricas y demás equipo, así como los millones de técnicos especializados para hacer funcionar todos esos sistemas. O el simple hecho de abrir y cerrar una llave de agua en su baño o fregadero? Sin pensar en los millones de tuberías, válvulas, conexiones, presas y tanques de almacenamiento, plantas purificadoras, equipos de bombeo, etc., para que usted tenga agua al momento en que la necesita? Lo triste de todo lo anterior, es que aún en muchos lugares del mundo la gente carece de electricidad y siguen usando derivados del petróleo para alumbrarse y tienen que desplazarse, a veces hasta largas distancias, para conseguir el agua tan necesaria en nuestra vida. Uno de los grandes temores del Ser Humano es lo desconocido. Desde los primeros pobladores, tenían miedo al preguntarse si el Sol saldría nuevamente al día siguiente. Ese miedo y las ansias espirituales del individuo, fueron las motivaciones para el desarrollo de las religiones, en donde, ante la inseguridad de lo por venir, el acogerse a determinada forma de comportamiento, se obtenía la seguridad de bien estar y larga vida. Sigamos tratando de saber el por qué de cada cosa; el por qué sucede esto o aquello. Muchas veces, nosotros mismos lo motivamos y no nos damos cuenta . No vivamos dejando que las cosas sucedan al azar. Siempre pensemos primero en lo que pretendemos realizar. De esta manera, conoceremos mejor todo lo que nos rodea. También, así estaremos seguros que lo que hagamos, es realmente lo que queremos o necesitamos. Héctor Vargas Por Héctor Vargas
La humanidad ha venido utilizando la mentira como subterfugio para la obtención de un fin, ya sea para ocultar una verdad incómoda, alcanzar un logro anhelado, paliar la crudeza de una tragedia, trastocar u ocultar una realidad, imputar una falsedad como venganza, incurrir en un agravio, armonizar la relación social, implantar una falsa personalidad, etc. Nuestra existencia se desarrolla en una dicotomía en la que deseamos tener no solo una forma de vida, sino vivir mil. Por ello, es que el mentir es un hábito impuesto en mayor o menor escala, para sobrellevar en armonía nuestro comportamiento social ya que desde pequeños nos han educado sobre la necesidad de mentir para no herir susceptibilidades. Pongamos un ejemplo: La madre, platicando con su pequeña hija, le aconseja: “Tu abuelita te trajo este regalo, que aunque no fue de tu agrado, dále las gracias y por favor, dile que te gustó mucho para que no la desilusiones, pues te lo dá con mucho cariño”. La niña aprende que mentir no es una falta grave, aunque aún no alcanza a medir sus consecuencias. El desarrollo de su aplicación puede ser muy elaborado, después de considerar pros y contras, o su práctica puede ser simultánea y adictiva, convirtiéndose en una mitomanía compulsiva, ya sea oral o presentada en forma visual, como en el caso de una pintura o escultura apócrifa. En estas facetas, la historia registra casos muy interesantes por los efectos ocasionados en la psiquis de todo un pueblo por la conmoción que pudiese provocar y los resultados obtenidos en sus diferentes niveles de alcance y penetración. Recuerdo a Orson Welles, difundiendo su mentira radial sobre una supuesta invasión de marcianos. O la nefasta y devastadora técnica de Joseph Goebbels, ministro de propaganda del nazismo, quien ejercía la máxima de repetir mil veces una mentira y el pueblo la aceptaba como verdad. No olvido a los populistas como Mao, Amín, Castro, Chávez, Maduro, Ortega, etc. quienes con depurada técnica han influenciado y sojuzgado la mente de toda una nación. La Historia está plagada de casos en que la verdad ha sido substituida por la mentira. La mixtificación de hechos atribuidos a un personaje, lo puede transformar en héroe o villano. Al descubrirse la verdad, hemos presenciado el derrumbe de estatuas erigidas en honor a quien no la merecía. Lo mismo ocurre en las crónicas de los conquistadores. La narración de los acontecimientos está descrita unilateralmente. Se dice que la historia la escriben los vencedores. Los vencidos la expresan de manera muy diferente. . El desarrollo cultural obtenido por el constante avance extraordinario de la tecnología en todos sus campos, ha echado abajo infinidad de creencias admitidas como ciertas desde tiempos inmemoriales. Ahora se cuenta con tecnología de punta, como el detector de mentiras y el polígrafo digital. El primero, para detectar la tensión tónica de la voz, donde se registran las alteraciones musculares emitidas por los humanos. El segundo, para analizar las reacciones fisiológicas de una persona, ante las preguntas específicas que se le hagan. No debemos confundir la mentira con lo transmitido por tradición, como leyendas y mitos aceptados como verdades durante generaciones. La mentira, es un hecho consciente en quien la emite, según sea su propósito. Las leyendas y mitos recibidos y aceptados, por difundirse tradicionalmente por los ancianos de las tribus, chamanes, maestros, eclesiásticos, políticos, etc. gente con influencia sobre el ignorante, son la repetición de un hecho que se acepta como verdadero aunque no sea veraz. Tengo un ejemplo muy personal: Mi padre, acérrimo costumbrista, murió debiéndome cien pesos que perdí en una apuesta. Solía repetirnos, cada vez que se presentaba la ocasión, que el pescado blanco era originario exclusivamente del lago de Pátzcuaro Michoacán. Yo, pequeño ignorante, le creía a pié juntillas. Un día, charlando entre un grupo de amigos, solté aquella conseja y me la refutaron, ilustrándome de que había muchos lugares donde se podía encontrar dicha clase de pescado. Yo, terco, aposté esa cantidad basado en lo dicho tan enfáticamente por mi padre. Pedimos asesoría para dilucidar el fallo a la Secretaría de Pesca y nos enviaron una extensa lista de lugares donde se criaba dicha clase de pez. Me causó mayor dolor el descubrir aquella falsedad, que el pago de los cien pesos. Existe también otra forma de mentir, cuando se origina en forma unipersonal, donde la mente del individuo se contagia de un propósito creado por él mismo y desarrolla una creencia muy firme. Tal es el caso de la hipocondría. La persona adquiere los síntomas de la enfermedad elegida en su imaginación y los padece. En esta etapa encontramos casos ocasionados por complejos, sobre todo, creados por falta de atención personal, baja autoestima o soledad. Gente que se entera sobre la enfermedad de algún personaje famoso y de inmediato se adjudica el mismo padecimiento, tanto para pretender igualarse al aludido, como para llamar la atención de la cual carece. El mismo complejo afecta a otro tipo de persona, quien enfatiza la gravedad de su enfermedad, sobre el sufrimiento de los demás. Recurro nuevamente a otro ejemplo familiar. Mi madre sufrió, en efecto, de varios padecimientos durante su existencia. Pero consideraba que ningún otro había sido de consecuencias tan cruentas como las por ella padecidas. Cuando alguien le confesaba que le afectaba alguna enfermedad, la que fuese, ella invariablemente contestaba: “Qué diré yo: Yo estuve más grave que usted”. No se dejaba ganar. En una ocasión, murió una vecina y mi madre acudió a los rosarios que se efectuaban en el velorio. A una persona hincada junto a ella, le preguntó en un susurro: ¿”De qué murió fulanita”?,” De una peritonitis aguda”. Mi madre, con su consabida respuesta, le contestó: “Pues ahí donde vé, yo estuve más grave que ella”. No se medía. Bueno, dejemos en paz a la familia y sigamos hablando del tema que nos ocupa. Esta forma de mentira es la autosugestión, la cual puede dar resultados negativos o positivos, inclusive, ya que el poder de la mente puede obrar con mucha energía. Tal es lo referente a personas que encomiendan el alivio de sus males al poder divino, donde se registran casos de petición de salud a la virgen o santo de su devoción. Si no la obtienen, ello causa una seria decepción por la desatención a su ferviente ruego. Aunque se han constatado, según testimonios, de que se ha evidenciado clínicamente una recuperación en algunos casos esto constituye una excepción. Hay ejemplos en que la autosugestión es tan severa, que la mente queda invadida con las fantasías creadas por el individuo, transformándose en lo que se denomina “iluminación”, donde la obnubilación se impone al razonamiento. La persona se torna psicópata. Se ha visto que la mentira es más recurrente en personas dedicadas a determinadas actividades, tales como los políticos, los novelistas al recurrir a la ficción, donde destaca Jules Verne, quien en sus crónicas de viaje a la luna se apoya en cálculos similares a los de la NASA, al indicar atinadamente la potencia requerida para eliminar la fuerza de gravedad y designar el lugar ideal para el lanzamiento de su nave, desde Cabo Cañaveral en la Florida. Todo ello sin el apoyo de la computadora y laboratorios con técnicos especializados, creando un misterio aún sin aclarar. En la literatura tenemos una gran variedad de ejemplos, sobre todo con el uso de la metáfora, que han subsistido durante siglos, como la leyenda de Santa Claus, Caperucita Roja, Los Tres Cochinitos, Pinocho, Hadas y Ogros, entre tantos otros. En el cine, Walt Disney pródigamente ha difundido infinidad de personajes ficticios. Ahí también les acompañan ídolos como Tarzan, Superman, El Hombre Araña, Peter Pan, etc. O malvados, como Drácula, Frankenstein, incluyendo a Oscar Wilde, con su Retrato de Dorian Gray sobre el comportamiento humano. En el ámbito familiar, una de las mentiras más frecuentes, es la ocasionada por el tabú sobre el sexo, la cual afortunadamente está desapareciendo en tiempos actuales. Antes, era muy difícil el poder explicarle a los niños el tema, debido, tanto a la falta de preparación de los padres, como a las restricciones morales establecidas por las religiones. He aquí un ejemplo muy significativo de lo sucedido en un caso real: En una familia de clase media alta, en Reynosa, Tamaulipas, la esposa regresa a casa después de dar a luz a un niño en la vecina McAllen, Texas, según costumbre muy arraigada en la zona fronteriza. La primogénita, una niña muy vivaracha, pregunta sobre el bebé recién llegado. La madre le inventa esta historia: “Tu papá, a quien le gustan las cosas bonitas, me llevó a McAllen y en el hospital escogió al niño más bonito que ahí había nacido y me lo regaló”. “Y yo mamá, ¿cómo nací?” La madre, queriendo enfatizar su belleza y lo dichosos que estaban con ella, le cuenta esta otra historia: “Bueno, ya sabes como es tu papá, siempre quiere lo mejor. Contigo fue un caso muy especial. Supo que la reina de Inglaterra había tenido una niña y se fue a Londres, se metió como pudo al Palacio de Buckingham y se la robó. Rápido se vino en un avión y te trajo hasta acá. La niña reaccionó ante aquello: “¿Quieres decir que mi papá me quitó la oportunidad de ser princesa?”. ¡Qué malo! Aquella niña mantuvo un recóndito rencor hacia sus padres por el resto de su vida En la ejecución de otras actividades, la vox populi adjudica una serie de anécdotas, mofándose por supuestos alardes de los ejecutantes en sus acciones y habilidades. He aquí algunas muestras jocosas: Aquel cazador, quien presumía de haber atrapado una víbora de 60 metros. Uno de los oyentes, asombrado, quiere cerciorarse de tal proeza y le pregunta: “¿De largo?”. El cazador, dándose cuenta de que había exagerado demasiado y viéndose en un aprieto, para darle veracidad a su hazaña, contesta: “Er… No, de ancho”. Al querer componer su dicho, lo echó por la borda. Otro cazador, neófito, relataba que había perdido su reloj de cuerda, un viejo regalo de su padre, cuando fue invitado por unos amigos a participar a la caza del venado. Contaba que una vez llegados al paraje adecuado, se le asignó un lugar tras unas rocas y le instruyeron esperar a que los venados, asustados por los caporales del rancho, pasaran cercanos en corrida y entonces podía escoger su presa. Pasó mucho tiempo y no aparecieron. Regresó sin haber disparado su rifle. Al llegar a casa, se dió cuenta de que su reloj se le había extraviado en aquella fallida aventura. Al año siguiente, le reiteraron la invitación al mismo lugar. Se dedicó a buscar su reloj y con mucha suerte lo encontró junto a un agujero cercano. Con enorme sorpresa, notó que el reloj marcaba la hora exacta en que lo encontró, al comparar la hora con el nuevo de repuesto. Los oyentes le refutaron su dicho, ya que siendo el reloj de cuerda, como era posible que hubiese seguido funcionando durante un año. Aquí viene lo fabuloso del relato, explicó: Aquel agujero era el nido de una serpiente, y ésta, al salir a buscar comida, reptaba sobre el reloj, dándole cuerda a diario. Hemos visto cómo la humanidad utiliza la mentira en distintas maneras y propósitos diferentes. El hecho es que la aplicamos con frecuencia y eso hace, sobre todo, cuando sabemos que no hay consecuencia, más fácil su uso para establecer armonía en nuestras relaciones familiares y sociales. Es por ello que nuestra vida se rige por leyes que imponen la necesidad del establecimiento de un juicio para poder determinar si el acusado miente o dice la verdad. En la relación familiar o social, si una persona dijese siempre la absoluta verdad, se vería en aprietos al expresar sus opiniones estrictamente personales sobre cualquier tema. Por ejemplo, a una pregunta si le invitaron a cenar: “Mi esposa se esmeró en la cena, ¿Le gustó?. O la esposa, al regresar del salón de belleza: “¿Te gusta como me arreglaron el peinado?” Sigamos mintiendo para vivir en paz, esperando que no nos descubran, porque entonces, de seguro habrá guerra. Héctor Vargas Por Héctor Vargas
Cuando los medios, internet, radio, prensa, etc., me saludan con noticias dirigidas con un propósito imbuido de sensacionalismo, generalmente negativo, pues según su código:“Es lo que vende”, llega un momento en que preferiría apagar aparatos o tirar el periódico, y optar por el silencio ante lo que se expone. Pero es imposible evitar el recibir noticias de una realidad como la que nos presentan. Actualmente, lo negativo campea en todos los órdenes de nuestra vida, El porcentaje de noticias de índole positiva, es ínfimo, comparado con el resto. Una aguja en el pajar. Ando arañando los 94 años, acarreo generoso menú de achaques, (Polvos de aquellos lodos), producto del desgaste físico natural por la edad. Hace tiempo mi ex diagnosticó que padezco de algo que denominó como “indignación crónica”, situación que sigue vigente, ya que me sigue afectando el ver una injusticia, pero me indigna el constatar el evidente desdén de la gente ante lo mismo. ¿Qué es lo que me hace distinto?. En la generalidad de las redes sociales, al difundirse una noticia, se aplica una manipulación evidentemente sectaria, ya sea con el punto de vista muy particular del comunicador, o bien, omitiendo datos que invierten su veracidad, disminuyendo además, el énfasis de la noticia. Otra lacra que altera la verdad, son los comunicados que emiten los gobiernos sobre la actuación y disposiciones políticas ejecutadas por los miembros de cada administración, desde su cúpula hasta las capas secundarias. Algunos tan tendenciosos que chocan con la realidad. Ha sido costumbre inveterada de los presidentes, tanto de México como de algunos otros países, de que al asumir al poder, colman a su pueblo natal de beneficios con una vasta cantidad de servicios públicos, mientras el resto carece de lo estricto. De lo que si hay abundancia, es hambre. Ello denota una visión muy reducida al alcance de sus propuestas, ya que, tanto en lo federal como en lo estatal, dichas autoridades han sido elegidas para dirigir el desarrollo de un país en general, sin localismos privilegiados, de ninguna manera abandonando al resto de la población. Se debe mirar más allá de las narices. Hablando de México, es deplorable ver que los garrafales errores de un régimen saturado de corrupción e imposición de voluntades particulares, sigue presente en la administración recién electa. Nada más veamos la constitución del nuevo congreso, donde se ufanan con su curul algunos miembros con antecedentes delictivos y con poca o sin ninguna preparación para la responsabilidad que demanda el puesto. Igual, siguen incrustados sempiternos “dinosaurios”, desdeñando la repetida promesa de un cambio. ¿Será que no hay gente nueva preparada?. Me rehúso tan siquiera a suponerlo. Oímos el cúmulo de promesas ofrecidas para obtener el ansiado voto, las cuales, se ven difíciles de alcanzar su logro con el equipo impuesto con maña, que no fue elegido. Programas elaborados al vapor, sin un previo estudio acucioso diseñado por grupos de técnicos especializados en la materia, destinando cantidades fabulosas a distintos proyectos sin tener cabal conocimiento de las exiguas finanzas que deja el gobierno que se va. Esto, a causa de un sexenio pleno de derroche saturado de escandalosa corrupción e impunidad en todos los niveles. Para muestra, un botón: El caso del nuevo aeropuerto para la ciudad de México. Después de una “consulta” amañada entre unos cuantos que no sabían a ciencia cierta de qué se trataba, optaron por cancelar las obras iniciadas en Texcoco y “eligieron” construirlo en Santa Lucía. Para tal efecto, encargaron para dirigir tal proyecto a un ingeniero agrónomo. Nada me extrañaría, siguiendo el mismo criterio, que el médico de cabecera del futuro presidente pudiese ser un veterinario. Cosas veremos, Sancho, dijo Don Quijote ante lo nunca antes visto: Cómo es posible que una persona sin cargo oficial confirmado, pueda estar dictando órdenes sin ton ni son, antes de tener la autoridad legal para ello. Y el actual presidente se quede callado ante el atropello. Desgraciadamente, este panorama no es privativo de un solo país. En distintos lugares del mundo las situaciones son caóticas, por igual o por distintas causas. Tenemos una hilera bastante larga de ejemplos recalcitrantes de varios países principalmente en Africa, Medio Oriente, América, desde el Norte, Centro y Sur, entre otros. No se puede omitir el mencionar los casos más atroces como los que asolan a Nicaragua y Venezuela. El desmedido tráfico de armas, unas veces con el sello de comercio y otras por contrabando, han desatado una violencia tan criminal que ya se ha convertido en una forma consuetudinaria de vivir en el terror y el hambre, marginando pueblos enteros a escapar en un éxodo, no migración, como se quiere paliar en las noticias. A esto, agréguesele la proliferación de la insaciable demanda de drogas, donde los carteles han desatado una cruenta guerra por la supremacía de mercados, al cobijo de una actitud indolente de quienes pueden y deben impedirla. Por lo anterior, dentro de mi se debate una fuerte emoción que me perturba, porque considerando que el aunar mi voz con la de algunos otros, no es suficiente para eliminar este atroz azote que implacable sigue flagelándonos; quisiera poder cubrir todos los hoyos que haya en la tierra, para que el avestruz no esconda su cabeza y juntos, todos, luchemos por recuperar el camino hacia un futuro digno de vivir. Héctor Vargas. Por Héctor Vargas
Alguna vez escribí (“Verdaderos Mentirosos”): Nuestra existencia se desarrolla en una dicotomía en la cual deseamos tener, no sólo una forma de vida, sino vivir mil. Ello, y mi ferviente deseo de conocer más sobre el intrínseco comportamiento humano, me han motivado a discernir sobre un tema, patente desde la aparición del homo-sapiens en la tierra, cuando éste empezó a manifestar su asombro y curiosidad por el entorno en que empezaba a conocer, dejando huella de ello en las cuevas en donde se guarecía, por medio de incipientes dibujos rupestres, donde exponía en forma antropomorfa, las características más sobresalientes e impactantes, según su visión, de personas y animales entre otros temas. Siglos después, la humanidad conoció la alfarería, horneando utensilios domésticos, tubería para manejo del agua y tejas para el techo de sus viviendas. Las culturas más avanzadas aprendieron a manejar los metales y con ellos, se inició la escultura, esculpiendo con sus nuevas herramientas en materiales rocosos y metálicos, figuras humanas, animales y símbolos religiosos, principalmente, configuraciones que seguían representando las características más sobresalientes del modelo. En ese desarrollo cultural, empezaron a confeccionar la máscara, con diferentes propósitos, tratando de perpetuar su imagen, con la utilización de una gran variedad de materiales para su elaboración, entre ellos, lámina metálica, aceites y pigmentos vegetales, barro, cuero, marfil, madera, jícara, cerda y pelo. De ese afán de representar lo que se veía, evolucionó un arte pictórico más sofisticado, donde el pintor plasma con diferentes técnicas, una imagen ya sea con visión idéntica al modelo o paisaje que quiere perpetuar o bien, dándole la característica que le incita su arte creativo e inspiración. En la pintura, tenemos el autorretrato y el retrato, donde se enfatiza exaltar el rasgo fisonómico sobresaliente del modelo. Como ejemplo tenemos el excepcional retrato de Mona Lisa, creado por Leonardo da Vinci, cuya expresión dada en su sonrisa jamás ha podido ser igualada. También tenemos el “retrato hablado”, utilizado para la identificación de personas, sobre-poniendo los diferentes componentes similares a la cara del sujeto, hasta completar su rostro completo. Siguieron pasando los años y llegó la fotografía, donde se imprime la imagen virtual de lo que se está enfocando. Desde luego, hay recursos en esta ciencia para exaltar las características sobresalientes en el enfoque del objetivo, como luz, distancia, color, etc. Hemos hablado de las diversas etapas de la humanidad dentro de las cuales se inició la creación de la máscara. Pasemos enseguida a indagar sus propósitos: Con mayor difusión que en otros lados, en los países componentes de Asia, África y América en general, la máscara ha tenido una repercusión ancestral preponderante como símbolo religioso y de identidad étnica. Se le da una interpretación objetiva al alma del individuo. Se considera que es el prototipo de su verdadera cara. Su razón fundamental. Los rostros, en sí, tienden a ocultar o variar, según su conveniencia, los propósitos y designios íntimos de la persona. Las máscaras demuestran subjetivamente mediante la magia del arte, la verdadera personalidad al enfatizar las características fisonómicas sobresalientes del ser humano, con todas las vidas y muertes que conlleva en su existencia, porque de acuerdo a esa ansiada dicotomía, todos pretendemos ser más de uno. (Al mal tiempo, buena cara, reza el refrán). En cambio, la máscara conserva un estatismo inalterable que prevalece en cualquier circunstancia o estado de ánimo. En lo religioso, adquieren la calidad de iconos venerados. En la identidad étnica, representada en efigies y totem-poles, son símbolos de una raza. Héctor Vargas Por Héctor Vargas
Después de haber andado navegando durante casi tres años por Polinesia, recogiendo copra cada tres meses y llevándola para su proceso a Honolulu en Hawaii, donde pasábamos un mes dándole mantenimiento al barco, decidí hacer un giro y cambié de escenario en un carguero de la United Fruit, con enorme dispendio en singladuras, recogiendo plátano,(banana), en los países bañados por las aguas que conforman el Caribe. Al año y medio de aventurar por esos lares, la temporada de ciclones fue pródiga y después de sortear una media docena de ellos, nos refugiamos en Jamaica, pues el mal tiempo parecía no tener fin. Ahí conocí a un matrimonio, ya entrados en años, dueños de un pequeño yate cuyo capitán, habiéndose aquerenciado tanto al ron como de una ardiente mulata, se les había desaparecido ya por un par de semanas. Desesperados, buscaban la forma de regresar a su natal Boston, en los Estados Unidos. Sus ruegos fueron captados con avidez en mis oídos, pues yo también ya estaba harto de andar navegando en un viejo barco de calderas con achaques de toda índole. Además, mientras preparábamos los arreglos para el retorno, aquel matrimonio me acogió con cariño y me ofrecían irme a vivir con ellos, ya que no tenían hijos. Yo les agradecí su generoso ofrecimiento, pero lo decliné en la forma más cortés posible. Mi compromiso se redujo a llevarles hasta Tampico, en México. Aceptaron, pues no había otro candidato y durante el trayecto, una vez amainado el tiempo, no dejaron de repetir su ofrecimiento. A medio camino, nos enteramos de la formación de otro ciclón por esos rumbos y tuvimos que desviarnos al puerto de Veracruz, donde les recomendé a un amigo, quien podía llevarles seguros hasta su destino final. Con lágrimas, nos despedimos deseándonos buena suerte. En ese lugar, pasé una semana cavilando sobre mi futuro y llegué a la conclusión de quedarme en tierra firme, pues ya habían transcurrido varios años de múltiples aventuras, por lo que emprendí el viaje a la ciudad de México, por tener la más importante concentración de actividad industrial y por ende, de oportunidad de trabajo. Me alojé en una casa de huéspedes regentada por una señora originaria de Mississippi, rentándole una habitación. Ahí me proporcionaban alimento y lavado de ropa. Estaba situada cerca de la estación de radio XEW, muy famosa en ese tiempo, (1955). El resto de los huéspedes eran músicos o cantantes. En las noches, se organizaban alegres tertulias amenizadas con las habilidades musicales de los huéspedes. Pasé varios días contestando ofrecimientos de trabajo publicados en los diarios, acudiendo a entrevistas sin concretar ninguna. Hasta que un día, una solicitud llamó mi atención: “Se solicita ayudante para nuestro gerente general”. Contesté con igual laconismo: ”Yo soy ese”. Esto despertó idéntico interés y pronto me llamaron. Después de un largo interrogatorio con varios ejecutivos, llegamos a la parte económica sobre el sueldo y adelantándome les dije: “En vista de que no nos conocemos, les propongo un plazo de tres meses recibiendo lo necesario para cubrir únicamente los gastos de mi estadía. Si al término de ese plazo ustedes consideran que yo no soy lo suficientemente apto para el puesto, desde ahora les firmo mi renuncia anticipada sin ninguna responsabilidad adicional para ustedes. Si en cambio, constatan que resultó capaz de desarrollar el puesto con eficiencia, entonces podríamos hablar de mi sueldo”. Acogieron con beneplácito tal sugerencia y aceptaron. Duré seis años con ellos. La firma representaba varias fábricas americanas de herramientas, partes automotrices y a una inglesa, fabricante de cables de acero. Al poco tiempo, animaron a ésta ültima a establecer la fabricación de sus productos en México. Igualmente, fundaron otra empresa para manufacturar equipos destinados a la industria petrolera. El gerente se ocupaba de estos negocios, yo me quedé con la carga de las representaciones y la distribución del cable de acero. Mi trabajo consistía en atender clientes, hacer pedidos, embarques, aprobar créditos, cobranza, contratación de personal, visitar las instalaciones de la fábrica para ver lo que se necesitase, atender concursos del gobierno, etc. Los sábados, ir a pagar a los obreros de la fábrica. Mi tiempo lo dividía entre lo anterior y por las noches ir a la oficina y dictar a mi secretaria correo y órdenes en la grabadora y firmar los documentos y correos pendientes, quedándome muy poco tiempo para mis actividades personales. Los domingos eran libres. Afortunadamente, un día me topé con una antigua novia de mi juventud, la cual se había convertido en actriz de teatro y tenía funciones que terminaban tarde. Yo la esperaba y luego nos íbamos a cenar o a bailar, si no estábamos muy cansados. En ese entonces, había notado que mi voz en la grabadora era monótona, careciendo de modulación. Se lo confesé a mi amiga, quien me recomendó a una doctora en fonética, famosa en el medio artístico, para que corrigiese mi tonalidad. Acepté y desde luego noté los cambios de mejoría en mi discurso. Desafortunadamente, para mí, dos meses más tarde, dicha doctora se fue a especializar a España y me quedé con ganas de aprender más. Busqué ayuda por otros lados y me recomendaron a un director de teatro que daba clases de actuación y fonética en el Instituto Francés de América Latina. Me reservé un tiempo dos veces a la semana y seguí mi curso ante el éxito alcanzado hasta entonces. Ahí, hice amistad con varias muchachas aspirantes al estrellato. En una ocasión, mientras esperaba a que una de ellas terminase el ensayo de una escena, faltó el galán y me pidieron que les ayudara tomando su lugar. Leí los parlamentos que indicaba el guión y el director me felicitó por mi actuación, tanto que me invitó a participar en una próxima telenovela que iniciaba el canal 2, para la empresa Café Oro, lo cual acepté gustoso y entusiasmado. Al finalizar las clases, nos reuníamos todo el grupo y charlábamos en algún café cercano. Nos acompañaba una muchacha italiana que estudiaba Historia del Arte en el mismo Instituto. Pasaron algunas semanas y la experiencia en la actuación resultó muy divertida e interesante. En una ocasión, la telenovela en turno se intitulaba “Misterios en Shanghai” y mi papel requería la apariencia de un oriental. En la sala de maquillaje, Fraustita, la encargada, se afanaba tratando de cubrir mis espesas cejas y darle a mis ojos el aspecto adecuado. En el sillón adyacente al mío, estaba la actríz Andrea Palma recibiendo tratamiento. Al ver los apuros de Fraustita, le sugirió: “Si no puedes taparle las cejas, rasúreselas”. Yo pegué un grito, pues por mi mente pasó la idea de las burlas de que sería objeto si me presentaba en la fábrica con las cejas pintadas. Hubo que cambiar el rodaje (travelin zoom) y cancelar los acercamientos (close-ups). En otra ocasión, teníamos llamado para escenas en exterior, a bordo de un trolebús, lo cual imponía empezar hasta la una de la mañana en que este servicio dejaba de funcionar al público. Invité a acompañarme en este evento a aquella muchacha italiana. Fuimos a un concierto en Bellas Artes, luego a cenar y por último al rodaje. Al día siguiente, salimos a Tampico a casarnos. Las telenovelas cambiaron de patrocinador y director, razón por la cual yo consideré oportuno también retirarme, ya que mi vida de casado, los ensayos, pruebas de vestuario, etc., ocupaban mucho de mi tiempo. Pero me quedé con el “gusanito” de la actuación, para lo cual, decidí, junto con mi esposa, tomar clases y escogimos al famoso director japonés Seki Sano, con quien habían estudiado la mayoría de los artistas en México, tanto de teatro como de cine. Fue una experiencia muy peculiar, ya que Seki Sano, entre sus múltiples aventuras por el mundo, había sido también marino, eso y nuestra afinidad de caracteres, desarrolló una amistad que duró cuatro años, hasta su muerte. Durante los cursos, conocí a mucha gente del medio, destacando entre ellas a Amalia Hernández, fundadora del Ballet Folklórico, quien seguido me invitaba a su nueva y original casa en una cañada de Palo Alto, suburbio situado a la salida de la carretera a Toluca. Recuerdo también a Oscar Chávez, quien en ese entonces no descubría su afición a la canción de protesta. En fin, una gran mayoría desfiló por esas clases. Dichas clases estaban basadas en el sistema de Teatro de Vivencia, creado por el maestro ruso Konstantin Stanislavski, quien argumentaba que la actuación debería transmitir el sentimiento dominante en cada acción, representada antes solo por movimientos físicos y orales (como por ejemplo: Para representar el estar enamorado, había que decirlo poniendo las manos en el corazón. Para expresar dolor, llevarse el antebrazo a la frente y emitir voz quejumbrosa, etc. Seki Sano estudió directamente en Rusia con el maestro Stanislavski. Uno de los ejercicios favorito en clase avanzada, era la actuación de la siguiente escena: Una pareja de jóvenes, se va de viaje de bodas a Acapulco. Ella, plena de salud. Él, con un corazón débil, afección que padece desde pequeño. Llegan al hotel y lo primero que hacen es ir a darse un chapuzón al mar. Jugando en la playa, ella le sorprende dándole un empujón al agua,mientras él, distraído, contemplaba el paisaje. Por aquella broma, cae desmayado. La jóven, llama inmediatamente una ambulancia y le llevan al hospital, donde le diagnostican un severo síncope cardíaco. La luna de miel se interrumpe. Le indican que ahí carecen de los equipos idóneos para atenderle y que lo preferible es llevarle a la ciudad de México. Rauda, la jóven contrata una ambulancia con paramédicos, pues es necesario constatar el desarrollo del síncope por el cambio atmosférico al ir subiendo las montañas, ya que estaban a nivel del mar. A medio camino, en Cuernavaca, la salud del enfermo se empeora y le aconsejan dejarlo reposar para que recupere la estabilidad, ya que cualquier ruido, inclusive, le puede afectar gravemente. La jóven renta una casita en las afueras de la ciudad, para mayor tranquilidad ambiental, donde a él lo acuestan, dándole auxilio con un tanque de oxigeno. La casa no tiene teléfono. Afuera, junto a la puerta, le dejan otro tanque de reserva. Pasan dos días, la angustia de verle en ese estado y sentirse culpable de lo ocasionado, hacen que ella no se separe de su lado, sin dormir ni casi comer, vigilando el manómetro del tanque de oxígeno para reponerlo cuando fuese necesario. Al amanecer del tercer día, ella, agotada, por fin se duerme. De repente, despierta y al ver que el manómetro marca O, no sabe en ese momento de angustia cuánto tiempo permaneció dormida ni cuánto hace que el oxígeno se agotó, por lo que corre a traer el tanque de repuesto. Al tratar de regresar con el tanque, se encuentra con que la puerta se cerraba automáticamente con seguro y no la puede abrir. Tampoco puede romper los cristales de una ventana porque el ruido le provocaría la muerte al enfermo. Al llegar hasta este punto, el maestro pedía que termináramos la escena, según el sentir de cada quien. Isabela Corona, quien después se convertiría en una de las mejores actrices de carácter, la terminó así: Ante su impotencia, llorando cayó de hinojos abrazada al tanque. Y así permaneció. Yo, confiando en mi fuerza física, pugnaba desesperado por abrir la cerradura. Me ocasionó serios raspones en mis manos al pretender dar vuelta a una manija imaginaria, tratando de hacer ceder el seguro, causando que manchase con mi sangre la pared del salón de clase. Ambas actuaciones, las mencionaba a sus alumnos, como ejemplo de cómo se había interpretado al personaje, de acuerdo al carácter de ambos. Aquellas manchas de sangre, no las quiso tapar con pintura nueva. Mi esposa tuvo que dejar de asistir por lo avanzado de su primer embarazo y por la conveniencia de tomar cursos de adiestramiento para madres primerizas. Mientras, Seki Sano solía invitarme, después de clase, a observar funciones de teatro o películas interesantes, para analizar los diferentes componentes que intervienen. A él le debo, hasta la fecha, el no ir a ver una película o una obra de teatro como simple distracción, sino a examinar la actuación, dirección, argumento, edición, etc. Rematábamos con una cena, generalmente en casa, donde la sobremesa se alargaba con amena charla. No obstante el largo tiempo transcurrido, el recuerdo de aquellas personas y vivencias sigue siendo no nada más vigente, sino muy amable, que cuando las rememoro, traen consigo la gran satisfacción de haber podido convivir con ellas. Héctor Vargas Por Héctor Vargas
Reteniendo estos temas, acuden a mi memoria ejemplos que demuestran que mis queridos aborígenes tienen una capacidad asombrosa para resumir en unas cuantas palabras, toda una extensa retórica para explicar, con denodada fuerza, la total profundidad de un sentimiento: En una noche de plenilunio, sentados a la orilla del arroyo cantarín que alegre brincotea por su rancho, Pancho y Lupita contemplan extasiados un cielo de zafir tachoneado de estrellas, donde la luna baña de plata el paisaje. Ella, muy emocionada, con trémula voz, le dice a su amado: ¿Verda’ Pancho, que mis ojos brillan igualito que la luz de la luna? MMM, contesta Pancho. ¿No es cierto que mis labios parecen fresas maduras? MMM, contesta Pancho. ¿Y que mis trenzas relucientes parecen de azabache? MMM, contesta Pancho. ¡Ay Pancho!, que cosas tan re- chulas dices. En un apartado rancho, un día aparece un andariego poeta en busca de inspiración para sus sentidos versos. Conoce a una bella rancherita y la convierte en su musa. Pasan los días, y una noche, al pie del balcón, él le reclama el desinterés a su ardiente poesía. Ya que ella no reacciona ante tan ardorosos versos: ¿Qué pasa mi Cielito Lindo, que no me haces caso. Acaso no me quieres? La rancherita se defiende: ¡Es que nomás me dici y dici que me quieri, pero no me tumba!! Yo no creo que haya almas analfabetas, son esotéricas. Héctor Vargas Por Héctor Vargas
Con su característico humor y ribetes de satirismo, con el cual el mexicano denomina a ciertos personajes de su pueblo, ya sea por su apariencia personal, carácter, algún defecto físico, o cualquier otro atributo que se le imponga, les asigna un mote con el que los distingue. Recuerdo algunos de ellos: En Veracruz, por ejemplo, a un alijador en los muelles le conocían como “El Mascarrieles”, estaba chimuelo. En Tampico, a otro alijador, cuando al estar en el muelle cargando a un buque unas planchas de acero de varias toneladas de peso, se rompió el cable de la grúa con que se realizaba la maniobra, golpeando la pesada carga al pobre hombre, quien al impacto, cayó cerca de un trozo grueso de madera. Milagrosamente, el hueco le salvó de morir aplastado. Solo sufrió fuertes contusiones en la parte donde la espalda pierde su nombre. Desde entonces, se le conoció como “El nalgaraspada” En Uruapan, a un par de señoritas de edad avanzada, por su carencia de belleza, les decían “Las cafiaspirinas”. Porque no hacen daño al corazón. A otro par de hermanas, un tanto presumidas, les apodaban “Las invisibles”.Nadie las podía ver. A otra dama con aires pretenciosos y mal carácter, no gozaba de las simpatías de la sociedad y le llamaban “Doña Profunda”. Pues reconocían que era buena en el fondo. En Reynosa, a un jóven muy conocido en sociedad, cruelmente le decían “El inmortal”. De chico, había padecido poliomielitis y teniendo una pierna deforme, nunca iba a poder “estirar la pata”. En Morelia, a un compañero de la universidad le decíamos “El Cátodo”. Era negativo en extremo. A un banderillero, en el medio taurino se le conocía como “La Gripa”. Era tan malo como la misma enfermedad. A la hermana de un amigo de la juventud, le decíamos “La Coja”. Porque “no tenía pierna”. Ostentaba un par de “zancas” de ensueño. Héctor Vargas Por Héctor Vargas
Escribir es fácil… escribir bien, ya es otra cosa. En una sesión pasada, oí un comentario sobre el impulso de escribir sin estar debidamente preparado para ello. Se decía que cada vez que le asaltaba una idea, se tomaba una pluma (o lápiz) y una hoja de papel y se anotaba aquel pensamiento, sin tomar en cuenta las reglas requeridas en la gramática. Lo que contaba era conservar aquello. Analizando ese sentir, intuyo sobre la motivación de esa persona por retener ese recuerdo. Al mismo tiempo, dicho impulso denota que quiere aprender a escribir y lo demuestra al estar asistiendo a estos talleres de literatura. Esa conclusión es muy positiva. Lo anterior, me sirvió de inspiración para tratar el tema de saber escribir bien. En este oficio, como en los demás, se requiere una preparación de acuerdo al grado de conocimiento que se pretenda obtener. Hagamos algunas comparaciones sobre dicha preparación con algunas otras actividades. En los deportes, por ejemplo en el fútbol, donde se requiere de un entrenamiento previo antes de iniciar un juego. Para tener habilidad y resistencia de poder jugarlo, se requiere de una preparación física adecuada, como darle vueltas al campo, hacer estiramientos musculares para evitar calambres, hacer malabares o gambetas con el balón para saber manejarlo, etc. Actividades que no necesariamente se tengan que repetir al efectuarse el juego en sí, pero que ayudan a jugar mejor. Pongamos otro ejemplo, la música. Igualmente se requiere de una preparación previa para saber leer las notas y así poder emitir los sonidos correctos, pues sin esa preparación, las melodías saldrían desafinadas. Aparte, practicar con el instrumento que se pretenda crearlas. Las mismas reglas se aplican en la literatura. Al igual que cualquier otra actividad, hay que prepararse debidamente para desarrollarla en forma correcta. Además, resulta muy estimulante para el propio ego, el constatar que lo que pretende uno hacer, está bien hecho. La Gramática, la ciencia de saber escribir bien las palabras, se compone básicamente de cinco partes: Estas partes y elementos igualmente se subdividen en otros tantos. Trataré de no extenderme demasiado en este breve comentario para no hacerlo cansado. Lingüística, nos enseña a conocer las palabras, cómo se formaron, su origen, (etimología) Semántica, nos lleva a conocer el orden en que están hechas las frases u oraciones. Prosodia, nos dice cómo pronunciar bien las palabras. Ortografía, nos lleva a conocer la naturaleza, su clasificación y cómo se escriben las palabras, su acentuación, etc. Fonología, nos indica el origen y el órden de los sonidos en las palabras. Voy a presentarles un ejemplo de cómo una puntuación cambia totalmente el sentido de una frase, para un mejor entendimiento de la importancia que tiene esta parte: ---“Vamos a comer niños”--- “Vamos a comer, niños”. O en la sintaxis, otro ejemplo de cómo acomodar las palabras adecuadamente: “Niños, vamos a comer”, “Paletas para niños de dulce” ---- “Paletas de dulce para niños”. Al estudiar estas partes, nos orienta a dirigir nuestra habilidad dentro de la literatura para saber en cuál de sus géneros nos dedicaremos para ejercitar nuestra particular inclinación vocacional. No olvidemos la retórica, que es el arte o conjunto de principios para escribir elegantemente. Los géneros literarios se dividen en estos grupos principales: Épico - Lírico o Narrativo – Dramático y Didáctico, de los cuales se derivan los subgéneros. Entre ellos se encuentran la novela, crónica, tratado, ensayo, cuento, poesía, etc. Les deseo mucha suerte en esta excitante aventura de escribir. Héctor Vargas Por Héctor Vargas
De acuerdo con la edad y la experiencia adquirida durante el trayecto por la vida, la manera de reaccionar ante circunstancias y ambientes no experimentados anteriormente, adquiere un cambio notorio en su nivel de apreciación, ya sea por la forma de medir la cuantía de las consecuencias inherentes al compararlo con casos similares en el pasado, o bien, por la madurez de criterio adquirida por la edad. Ese cambio se modifica en las diferentes etapas de nuestra existencia, imponiendo mayor o menor intensidad en su juicio. En algunas personas, hasta puede provocar una opción alternativa de positiva a negativa o viceversa. Situaciones experimentadas en nuestra temprana juventud, ocasionan un impacto en nuestra mente, que las atesora indeleblemente en la memoria. Acciones, frases, sonidos, olores, sabores, visiones, sensaciones, etc., quedan grabadas como prototipos para ejercer comparaciones posteriores. Desde luego, el carácter de cada persona influye en la valoración de cada sucedido, así como el entorno en que se desarrolle el hecho. (Véanse los agravantes influyentes y modificantes, tales como la alevosía, ventaja o nocturnidad). Además, la magnitud de la información que actualmente recibimos y la tendencia sensacionalista en que los medios nos la proporciona, ha mermado nuestra capacidad de asombro al grado de considerar hechos trascendentes como sucesos cotidianos. Repito el “diagnóstico” que me atribuyeron hace tiempo de padecer indignación crónica, al afectarme el ver una injusticia, pero resiento en mayor grado la indiferencia de la gente ante el mismo caso. En el propósito de efectuar cualquier actividad, debemos considerar varios factores para su realización. Fundamentalmente, el más valioso es la decisión de pretenderlo. Tantos proyectos se han visto frustrados ante la incuria por no intentarlos siquiera. Sea que se logre o no lo cometido, lo importante es tratar de hacerlo. Secundariamente, intervienen otros factores que evalúan el desarrollo del proyecto. Como ejemplo. tenemos el caso de las guerras pírricas, en donde el triunfo causó mayores daños que la derrota. En México, esto se resume con un contundente dicho: “Salió más caro el caldo que las albóndigas”. Ante lo expuesto anteriormente, deberíamos considerar con mayor atención a lo que ocurra a nuestro alrededor. Ello nos proporcionará una mejor comprensión para aplicar una acertada evaluación del impacto en todo lo que nos suceda. Héctor Vargas |
AuthorHe aprendido a valorar en forma contundente lo que significa la Vida para mi. Los riesgos a perderla, me hacen meditar lo mucho que debo esforzarme para dar una mejor calidad a mi forma de vivir, de apreciar en toda su valía lo que se me regala, cuando puedo contar con un día más en mi existencia. A no desperdiciar el tiempo que me resta y dejar una huella a mi paso por el mundo. Archives
November 2023
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