Por Héctor Vargas
Reteniendo estos temas, acuden a mi memoria ejemplos que demuestran que mis queridos aborígenes tienen una capacidad asombrosa para resumir en unas cuantas palabras, toda una extensa retórica para explicar, con denodada fuerza, la total profundidad de un sentimiento: En una noche de plenilunio, sentados a la orilla del arroyo cantarín que alegre brincotea por su rancho, Pancho y Lupita contemplan extasiados un cielo de zafir tachoneado de estrellas, donde la luna baña de plata el paisaje. Ella, muy emocionada, con trémula voz, le dice a su amado: ¿Verda’ Pancho, que mis ojos brillan igualito que la luz de la luna? MMM, contesta Pancho. ¿No es cierto que mis labios parecen fresas maduras? MMM, contesta Pancho. ¿Y que mis trenzas relucientes parecen de azabache? MMM, contesta Pancho. ¡Ay Pancho!, que cosas tan re- chulas dices. En un apartado rancho, un día aparece un andariego poeta en busca de inspiración para sus sentidos versos. Conoce a una bella rancherita y la convierte en su musa. Pasan los días, y una noche, al pie del balcón, él le reclama el desinterés a su ardiente poesía. Ya que ella no reacciona ante tan ardorosos versos: ¿Qué pasa mi Cielito Lindo, que no me haces caso. Acaso no me quieres? La rancherita se defiende: ¡Es que nomás me dici y dici que me quieri, pero no me tumba!! Yo no creo que haya almas analfabetas, son esotéricas. Héctor Vargas
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AuthorHe aprendido a valorar en forma contundente lo que significa la Vida para mi. Los riesgos a perderla, me hacen meditar lo mucho que debo esforzarme para dar una mejor calidad a mi forma de vivir, de apreciar en toda su valía lo que se me regala, cuando puedo contar con un día más en mi existencia. A no desperdiciar el tiempo que me resta y dejar una huella a mi paso por el mundo. Archives
May 2024
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