Por Héctor Vargas
Tengo una duda, aun cuando voy ya frisando suavemente al centenario, sigo teniendo esa curiosidad propia de un niño que quiere saber el por qué de todas las cosas. ¿Será que efectivamente soy una persona pragmática que no se contenta con tomar con displicente naturalidad todo lo que me rodea? Seguido me pregunto ¿Por qué mi forma de pensar es diferente y no acepto las cosas tal y como se presentan? Uno de mis ídolos favoritos es el neozelandés Edmund Hillary, quien junto con el sherpa Tensing Norgay escalaron por primera vez la cumbre del Monte Everest el 29 de mayo de 1953. Cuando le preguntaron qué le había motivado a hacerlo, sencillamente contestó: ¡¡“Porque está ahí”!! Si me llega algún dolor de cabeza, primero quiero saber qué es lo que lo está causando, antes de tomar algún analgésico que oculte alguna consecuencia, puesto que son varias las causas que lo pueden provocar. Hay personas que sospechan algo turbio cuando van al médico y éste aconseja análisis o rayos equis para poder emitir un diagnóstico más seguro. A veces es demasiado tarde para evitar un mal que no se detectó a tiempo. Es gente que quedó rezagada por la costumbre del diagnóstico visual, que no todos los médicos lo practicaban con eficacia. He aquí las inquietudes de un lego con la imperante necesidad de saber. Cuando volteo al cielo, me asalta la duda porque uno de los principios de la Filosofía nos dice que “Todo Tiene Un Principio y Un Fin” Y yo me pregunto: Dónde nace y termina el Infinito? Cuando pienso en nuestros sentidos: Vista, Oído, Olfato, Sabor y Tacto, me pregunto: ¿Cómo actúan, cómo se formaron las funciones cerebrales que realizan tal actividad? Durante siglos, la ciencia no había tenido el desarrollo alcanzado en el presente gracias a la electrónica, entre otros medios, se han logrado avances extraordinarios en una gran variedad de campos. De entre todas esas incisivas preguntas, sobresale la fundamental: ¿Qué es la vida? Se ha descubierto que una célula, elemento primordial en la constitución de la existencia, a pesar de su ínfimo tamaño, es todo un mundo donde se germina la Creación. Ahí se integran todos los cromosomas que darán las características del Ser Humano, no nada más las físicas, como el color de la piel, estatura, color de ojos, etc. Sino lo más sorprendente, su carácter. ¿Puede uno imaginarse cómo se determina y efectúa tal selección? ¿Cómo se escogen tales características? Se sabe que están conformadas en el DNA, pero cómo llegaron ahí? El máximo integrante del cuerpo humano es el cerebro. La miríada de sus componentes conforman todo un Universo, donde una vasta interacción de energía y ácidos desarrollan las respectivas órdenes para la ejecución de todas las actividades tanto físicas como mentales. Es asombroso constatar cómo se pueden realizar funciones conscientes e inconscientes al mismo tiempo. Como caminar pensando en algo diferente, por ejemplo, donde en una sección de mi cerebro se emana la orden a mis piernas de efectuar ese movimiento, mientras que otra sección se ocupa de activar las neuronas pertinentes para ejecutar la memoria o el análisis. Cada cabeza es un mundo, reza el refrán. De la vida he aprendido dos lecciones torales que han determinado mi particular manera de ser: Tener conciencia de que todos somos diferentes. Ello me impide generalizar, tengo que juzgar individualmente. La otra, aceptar a todas las personas tal y como son. Dije a las personas, no a todos sus actos. Seguido oigo diálogos en que uno de los interlocutores réplica ante alguna confesión del otro: “Pues yo en tu lugar hubiese dicho o hecho esto o aquello”. Sin saber a ciencia cierta en qué circunstancias ocurrieron los hechos. Qué tanto afectaba a la otra persona el asunto en cuestión y sin tomar en cuenta la diferencia de caracteres entre uno y otro, que nos hace reaccionar en forma distinta. Aún cuando esta aseveración establece que todas las personas somos diferentes, las culturas reinantes en diversas partes del mundo tienden a la generalización, desarrollando una tendencia conocida como la moda. Una parte de la masa poblacional, con una personalidad indefinida, trata de imitar los hábitos o costumbres de personajes o lugares a los que ha escogido como modelo en su afán de adoptar lo que de ellos les atrae. Así es como podemos ver ejemplos muy peculiares con mucho arraigo en extensas zonas del mundo. Tal y como el ceceo de los españoles, no tanto por diferenciar la pronunciación indistinta de las palabras con las letras “c” o la “s”. Sino por hablar igual que el rey Pedro de Castillo quien, según la leyenda, padecía un defecto de pronunciación. Dicha costumbre prevalece hasta nuestros días. O como en Inglaterra, el usar pantalones bombachos para jugar al golf, impuesta por el príncipe Eduardo VIII, dictador de la moda en el vestir en ese entonces. O en Francia, el uso de perfumes para ocultar los olores del cuerpo ante la falta de aseo corporal cotidiano. O las pelucas, por imitar a un soberano quien así ocultaba su alopecia. Del pitecántropo heredamos una tupida vellosidad en todo nuestro cuerpo. En las subsiguientes etapas de la Evolución, fuimos perdiéndola en mayor o menor grado, desapareciendo el vello en la cara y distintas partes del cuerpo humano. En una tendencia muy generalizada, los hombres empezaron a recortarse el pelo para diferenciarse de la cabellera larga en las mujeres. En el siglo pasado, surgió la moda de los jipis, dejándose los hombres el pelo largo y con menor intensidad un bigote con barba tipo “candado”. Igual sucede en la actualidad, en casi todo el mundo, las personas, mujeres principalmente, tienden a teñirse el pelo sobre todo de color rubio. Los hombres, a no rasurarse dejándose una barba incipiente y a no peinarse. Véase esta influencia en una gran mayoría de personajes en el cine y la televisión. Los psicólogos utilizan una prueba muy indicativa de la influencia de la cultura en los pueblos. A los pacientes se les pide que completen esta frase: Yo soy _________________ . La mayoría de las personas de occidente, la terminan con un adjetivo, generalmente positivo, como por ejemplo: Yo soy activo. Yo estoy alegre. Etc. Etc. En cambio, las personas provenientes de Asia, la completan con un sustantivo, como por ejemplo, yo soy estudiante. Yo soy nieto. Etc. Etc. Ello demuestra lo que las diferentes culturas pueden implantar. Se ha puesto Ud. a pensar qué sucede cuando simplemente mueve una pequeña palanca para prender o apagar una luz? ¿Se imagina todo lo que hay detrás de ese sencillo movimiento? Los millones de cableado en alta y baja tensión, torres de suspensión, plantas generadoras atómicas o termoeléctricas y demás equipo, así como los millones de técnicos especializados para hacer funcionar todos esos sistemas. O el simple hecho de abrir y cerrar una llave de agua en su baño o fregadero? Sin pensar en los millones de tuberías, válvulas, conexiones, presas y tanques de almacenamiento, plantas purificadoras, equipos de bombeo, etc., para que usted tenga agua al momento en que la necesita? Lo triste de todo lo anterior, es que aún en muchos lugares del mundo la gente carece de electricidad y siguen usando derivados del petróleo para alumbrarse y tienen que desplazarse, a veces hasta largas distancias, para conseguir el agua tan necesaria en nuestra vida. Uno de los grandes temores del Ser Humano es lo desconocido. Desde los primeros pobladores, tenían miedo al preguntarse si el Sol saldría nuevamente al día siguiente. Ese miedo y las ansias espirituales del individuo, fueron las motivaciones para el desarrollo de las religiones, en donde, ante la inseguridad de lo por venir, el acogerse a determinada forma de comportamiento, se obtenía la seguridad de bien estar y larga vida. Sigamos tratando de saber el por qué de cada cosa; el por qué sucede esto o aquello. Muchas veces, nosotros mismos lo motivamos y no nos damos cuenta . No vivamos dejando que las cosas sucedan al azar. Siempre pensemos primero en lo que pretendemos realizar. De esta manera, conoceremos mejor todo lo que nos rodea. También, así estaremos seguros que lo que hagamos, es realmente lo que queremos o necesitamos. Héctor Vargas
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AuthorHe aprendido a valorar en forma contundente lo que significa la Vida para mi. Los riesgos a perderla, me hacen meditar lo mucho que debo esforzarme para dar una mejor calidad a mi forma de vivir, de apreciar en toda su valía lo que se me regala, cuando puedo contar con un día más en mi existencia. A no desperdiciar el tiempo que me resta y dejar una huella a mi paso por el mundo. Archives
May 2024
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