Por Josué Alfonso
Marco Antonio resbaló. Todo el día había estado trabajando, y no había podido darse un receso para ir al baño. Tenía mucha hambre, pues había salido de la casa casi corriendo, y solo había podido tomar café. Estaban todos los trabajadores en la fábrica súper ocupados, pues tenían hasta las seis de la tarde para terminar el pedido que habían hecho la semana anterior. Él, como supervisor de piso, era el responsable de que la orden se cumpliera a tiempo. Cuando resbaló, venía pensando en que –en ese momento—comería cualquier cosa, con tal de poder quitarse el hambre. --Hasta me conformo con una hamburguesa de McDonald 's--, se decía a sí mismo, en el instante cuando, habiendo entrado al baño, su pie derecho resbaló en lo húmedo del piso. Sintió un súbito vértigo. Traía puestos unos zapatos negros que le habían regalado para su cumpleaños hacía algunos días, y a penas los había estrenado la noche anterior, cuando fue a cenar con su novia, Carmen, a un restaurante mexicano muy frecuentado en aquella parte de la ciudad donde vivía. Precisamente, unos momentos antes del vértigo aquel, estaba recordando el sonriente rostro de Carmen sentada frente a él, diciéndole que sabrosas estaban las tortillas de aquel lugar. --Estas tortillas--, dijo Carmen, suspirando y casi cerrando los ojos, --huelen y saben como las de mi Abuelita.-- Al resbalar, el tacón del zapato derecho se deslizó varios centímetros para adelante. Marco Antonio pudo verse en el suelo del baño. Sintió que era inevitable su caída; que otra vez, como tantas otras veces en su vida, se iba a caer. Su cuerpo entero se movió a la derecha, rumbo al piso –pensó él--. Pudo, en el instante, imaginar el dolor que sentiría al caer. Hasta pudo decirse a sí mismo, “me voy a caer otra vez”. Pero, sin saber cómo, su pie izquierdo alcanzó a reponerse del resbaló aquel, encontrando el suelo y firmemente plantándose bajo su caído cuerpo. Fué casi como un paso de alguna danza folklórica, o como el andar de un borracho que cayéndose, no se cae. También, por fortuna, su hombro derecho pudo levemente respaldarse en la pared del baño, y con los brazos, alcanzó a recuperar su equilibrio, parándose de nuevo. --Que loco…no me caí.-- Volteando a ver a su alrededor, y no viendo a nadie, sonrió. El rostro de su novia regresó a su mente, e imaginando el perfume que tanto le gustaba de ella, decidió que tan pronto la viera esa tarde, al salir del trabajo, le platicaría de aquel instante, cuando por un momento, estaba seguro que se iba a caer, pero no había ocurrido. Saliendo del baño, volvió a sentir hambre, y viendo el reloj que marcaba ya las cuatro de la tarde, se olvidó al instante de su casi caída, pensando en lo mucho que tenía que hacer para terminar la orden y poder pasar al McDonald 's por algo de comer. © Josué Alfonso
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