“Hay tantísimas fronteras que dividen a la gente, pero por cada frontera existe también un puente”. Gina Valdés Por Daniel Minerbi Vargas
De un hueco bajo tierra muy oscuro y un poco húmedo asomo mi cabeza y desenrosco mi cuerpo. Salgo de mi guarida como todos los días, para mirar el camino rectilíneo que aparece hacia el sur. Es de mañana y observo a lo lejos a dos personas caminando de prisa, una más baja que la otra, son dos mujeres. Veo a una niña que lleva su mochila llena de libros caminando con otra muchacha mayor, se va comiendo una coyota y tomando un café con leche que huele a recién hecho. Las dos se dirigen hacia el norte muy temprano en la mañana. La muchacha le pregunta a la menor si ha hecho su tarea de la escuela. Hoy deseo viajar, tengo mucho tiempo libre y siempre me ha gustado la idea de salir del lugar en que he vivido toda mi vida hasta ahora. Empiezo mi travesía siguiendo la cerca de metal al lado de mi guarida, puedo fácilmente cruzarla de norte a sur y viceversa, solo tengo que pasar mi cuerpo por las rendijas. Emprendo mi trayecto y aparece una mujer con un vestido de algodón de color rosa mexicano y con una cinta en el pelo. Está con unas vacas pastando y después de un rato camina hacia el sur abriendo una reja para pasar al otro lado. En ese lugar no hay muro como en otros lugares y todo está muy tranquilo. Ella canta una canción que no se entiende. Dice “jewed a e moi e na do. … tash ai wai he moi e na do. … gan o a him e da. … Jewed na wai sikoi wed tonili de. …”. De pronto sale un hombre vestido con una bata blanca conduciendo en una ambulancia, se detiene en medio del desierto para hablar por teléfono. Marca y dice “ya estoy del otro lado, en un par de horas llegaré allá para llevarles las medicinas”. A lo lejos, miro a una mujer que corre desesperada llevando un pequeño bulto en sus manos. Se oyen sonidos de unas sirenas y se ven luces pero nunca la alcanzan. De repente, esta mujer joven se detiene y desenvuelve el bulto. Aparece una máscara de color turquesa, parece muy antigua. Ella en voz ufana dice, “ladrona que roba a ladrona tiene cien años de perdona (perdón). De repente, escucho ruidos y advierto a un grupo de jóvenes que llegan cansados y desesperados hasta un hoyo que hay en el muro de alambre. Cargan bolsas de plástico en sus manos y mochilas en sus espaldas. Pasan todos por el hoyo del sur hacia el norte. Uno de los jóvenes dice alterado “Q'uk'umatz". Luego continúa,"ɓi.’nikʰ, ji.kam.’san ri ʔa.la.ɓo.’maɓ”. Luego corren libres por el campo desértico y desaparecen. Por la mañana, una señora en una camioneta pickup se detiene para divisar el camino que hay hacia adelante. Lleva la caja trasera llena de grandes bolsas de plástico negro que parecen ligeras y suaves. Se oye el sonido de su celular y contesta una llamada diciendo, “I just arrived at the border, I have 23 bags with children’s clothes that I will take to you. Where is your church located? Después se despide en inglés y sigue su caminar hacia el sur. Al terminar el recorrido después de mucho tiempo, noto que mi cuerpo ha perdido todas sus plumas y que he llegado a un lugar lleno de garzas que están en una laguna. Nota: Aquí les dejo como lectores, la tarea de descubrir cada una de estas voces que cruzan a diario por la frontera.
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April 2024
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