150 libros
Segunda entrada: Los rucos antes de la era común
13. +Jenofonte. Anábasis: Expedición de los 10.000 (c 370). Filósofo, discípulo de Sócrates fue uno de los generales que lideraron la expedición de Ciro que cayó en el primer combate: “El Rey y los suyos comenzaron a robar el real (campamento) de los enemigos, y allí cogieron una manceba de Cyro, natural de Focide, que era llamada la Sabia y la Hermosa (Aspasia[1]). 14. Confucio. Analectas (475-221): compasión, respeto, estudio, reflexión, esfuerzo. 15. Diógenes Lercio. Vida, opiniones y sentencias de los filósofos más ilustres (c 220). ECDM: cuando en una refriega, Dantes es herido en el hombro cita a los griegos: “Dolor, no eres un mal”. Cita atribuida a un discípulo del filósofo estoico, Zenón, el cual es tratado en el cap VII en la obra de Diógenes. 16. Plauto. Cistellaria (La cestita; ca 202 AEC). Considerada su mejor comedia. 17. #Suetonio: La vida de los doce césares (ca. 119-120 AEC.). Sin duda uno de los libros más chismosos de la historia, deja atrás los programas de nuestros días, que pasan por la indigna tele donde se develan todas las debilidades humanas. 18. Horacio: Odas (I-III, 23; IV, 13). ECDM: “No sabéis, pues, cuántos pasos prudentes y acompasados da entre nosotros la justicia humana tan expedita en esos países bárbaros. / “¡Oh, ya lo creo! Es el pede claudo antiguo [El castigo viene con cojera en un pie]”. 19. +Tito Livio. Historia de Roma (27-25). El tutor del emperador Claudio: “En estos últimos años la riqueza ha llevado a la avaricia y el deseo ilimitado de placer ha creado en los hombres una pasión por arruinarse a si mismos a través de la indulgencia y el libertinaje”. 20. Píndaro. Odas (I-III, 23; IV, 13). ECDM: “Salió el conde murmurando estos versos de Píndaro: ‘Flor es la juventud que da el amor por fruto’. Feliz el que la aspira después de haberla visto madurar lentamente.(Adendum: Cerca del final, mi madre me pidió le consiguiera una copia del Conde para leerlo, nunca lo adquirí, error del que ahora me arrepiento. De cierta manera, esta recopilación es un intento por intentar purgar mi culpa). © Saúl Cuevas [1] Así la llama Jenofonte, no confundirla con la esposa de Pericles.
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150 libros: La endiablada pasión de un lector empedernido[1]
Saúl Cuevas (A todos mis amigos que hicieron promesa de año nuevo de menos FB y más lectura, adjunto unas sugerencias de que pudiesen interesarles, para no apabullarlos va en ocho entregas, una por semana. Antes dejen les echo el cuento de la perdidota que me di, ya me jumiaba). TODO inició con la lectura de El conde de Montecristo (1844-45) de Alexandre Dumas padre. Ahí donde el Abate Faría recomienda a Dantes, el futuro conde, algunas lecturas: En Roma tenía una biblioteca de cerca de cinco mil volúmenes, y a fuerza de leerlos y releerlos comprendí que, con ciento cincuenta obras elegidas con inteligencia, se posee, si no el resumen completo del saber humano, lo más útil tan siquiera. Dediqué tres años de mi vida a leer y releer esas ciento cincuenta obras, de modo que cuando me prendieron las sabía casi de memoria, y con un leve esfuerzo las he ido recordando todas en mi prisión. De cabo a rabo podría recitaros a: Tucídides, Xenofón, Plutarco, Tito Livio, Tácito, Strada, Jordanes, Dante, Montaigne, Shakespeare, Spinoza, Machiavelli, Bossuet. Y hasta aquí llegó, conste, no da títulos, se limita a dar 13 nombres. No sé que sucedió, por lo visto, me tentó Mefistófeles. Primero me imaginé un libro, inclusive le asigné título en un francés macarrónico: Cent cinquante ouverages dans biblioteque Faria, o sea. Ciento cincuenta libros de la biblioteca Faría. Entusiasta hablé con mi mentor, el Insaciable (pseudōnumon) culpable de tantas angustias. Me sonsacó con ese grito que tienen los norteños para mostrar entusiasmo: “¡Adelante!, con gusto te ayudo, ya nada más que termine con este manuscrito”. Varias veces acudí a que me auxiliara, siempre se negó arguyendo que no había concluido con el pendiente, le pregunté el título: La décima sinfonía, respondió. Ahí mismo entendí que no deseaba ayudarme. Con amargura le recordé que los budistas afirman que si el discípulo no supera al maestro entonces este es un fracaso: “No tributo a Buda”. Salí disgustado. Inicié con los 13 nombres que menciona la novela, asigné un título aquí y allá y a Shakespeare, por ser quien es, dos. (Eso fue en un principio al final me quedé con Hamlet que fue el primer drama que del Bardo leí). Mientras barajaba libros y autores para incluirlos en mi lista recordé a Borges, primero La biblioteca de Babel y después El libro de arena. El Ciego Sagrado a esto se refiere, primero, una biblioteca que contenga en sus archivos todos los libros y después un libro que abarque todo el saber humano. El abate Faría se concentra en los textos indispensables. Para ejercitar el pensamiento y la curiosidad, contra toda lógica y exponiéndome a que de chiflado me tilden, me propuse imaginar los 150 libros y los otros 137 autores que compondrían la lista. Tomando en cuenta que en la novela el abate descifra la clave del tesoro el 25 de diciembre de 1807 y que se embarca a Piombino, distante 265 kilómetros de Roma, en donde al desembarcar cae prisionero los postreros días de ese año o los primeros del siguiente, por lo tanto, los publicados antes incluidos van, de lo contrario, marginados quedan[2]. La listita debe limitarse a libros que entonces circulaban por Europa o que atesoraban las bibliotecas privadas de la realeza y demás burgueses. No existe un testimonio confiable, por lo tanto, se recomienda usar la imaginación. De entrada, descartados: Mathnawi (Masnawi) del sabio persa Jalal ad-din, el manual de la filosofía sufí (espiritualidad islámica sunita); La Majabharata, la épica hindú, pues no se conoce en Europa hasta finales del siglo XIX; Fuera también el libro clásico de Irán, El huerto, autoría de Sheikh Musharrif, inclusive de su Jardín de rosas; del cual no encontré datos fidedignos; Los cuentos de Genji, el clásico japonés, escrito por una mujer, toda una hazaña en tiempos machistorros; La épica de Gilgamés (ca. S.XVII AEC). Considerado el primer libro de la humanidad, apenas ‘descubierta’ en 1870… Otro contratiempo es la Inquisición, más bien el Index Librorum Prohibitorium, a partir de 1557. Aunque regía en el Imperio católico, Francia, Alemania censuraban a su manera. En todas partes las prensas estaban bien controladas por los déspotas. Al flaquear dejé la tarea a un lado y me dediqué al desahogo. Al no encontrar reposo acudí a mi amigo Germán. Nuestras estéticas difieren, gracias a los olímpicos, él se atreve con libros desconocidos, prohibidos, esotéricos. Pronto acudió a auxiliarme: Hola Saúl: Aquí te mando algunos títulos. No sé si el último de la lista cumpla los requisitos[3]. Tras otro desahogo, atraído por otras curiosidades dejé de buscar, Un buen día me encontré con el ms y lo retomé. Aquí me veo obligado de aventarme al ruedo con espada de palo. Para engordar la lista comparto libros que me han hecho la existencia placentera. (Y como dice Sha-razad, esa morra trucha: “Mañana [la próxima semana) les contaré algo todavía más extraño, más maravilloso y más entretenido, si el Rey (la Parca) se apiada de mí y me permite seguir viviendo). © Saúl Cuevas [1] De la raía pétreo, pedernal, empedernido. DRAE: adj. Obstinado, tenaz, que tiene un vicio o una costumbre muy arraigados. [2] Dumas, entiéndase Faria, delata marcada influencia tardía de Walter Scott, pero no cabe en nuestra lista pues su primer libro data de 1814. [3] + Los trece autores que el abate Faria menciona en El conde de Montecristo van precedidos del signo (+) los recomendados por mi amigo German Vergara (#) y los recomendados por mi amigo Fredy (&). Soy el único irresponsable de los comentarios añadidos a cada libro. |
Saúl Holguín CuevasBrevis kurrikulum vitæ Archives
February 2023
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