Por Saúl Holguín Cuevas
Saúl Holguín Cuevas enloquece con el libro Manicomio al fin del mundo. Maldito/ bendito vicio, el de la LECTURA. Antes perdía mi tiempo leyendo todo el santo día y parte de la noche, por culpa de la tele y la compu fue disminuyendo mi entusiasmo hasta que casi abandoné esa costumbre. Desde luego que me adentraba el Chisme (Fbook), en The Guardian, el irreverente diario de Manchester, El País, el diario más importante de nuestra lengua y, en menor grado, el tímido y neurótico NPR. El otro día me llegó la fiebre y en menos de dos días despaché un libro, parte aventuras, parte melodrama y parte tragedia. Ailesvá. 15 agosto 1897: el Bélgica, un barco ballenero de vapor, con vela, de 36 m de largo, es despedido con bombo y platillo. 23 tripulantes parten de Amberes, objetivo el centro magnético de la Antártida. Tras escalas en Madeira, Río, Montevideo y otros puertos y, contratiempos por falta de pericia de la tripulación y los titubeos del comandante Garlache, un burgués patriota y bonachón que perdona muchas indisciplinas de la tripulación, para el asalto a la meta se ve reducida a 19 valientes, o locos. Ya en el Polo, con la llegada del invierno el comandante y su incondicional, el capitán Lecointe cometen un error, por orgullo nacionalista y, sin consentimiento de los demás, en vez de enfilar hacia el norte para invernar en lugar seguro, siguen de frente, un error costoso. 5 marzo 1898: el ballenero queda aprisionado por el hielo sólido de algunos dos metros de espesor, en cualquier momento el hielo puede destrozar el barco, como sucedió en 1915 con el Endurance de Shackleton, pero esto es capítulo para tratarse otro día. Cómo lograron librarse de la prisión de hielo y cómo sobrevivieron es una de las aventuras más espeluznantes en la historia, pero poco conocidas. Ahora, gracias al libro de Julián Sancton, Madhouse at the End of the World (1921; traducido como Manicomio al fin del mundo, 1923), puede uno revivir la hazaña de aquellos desafortunados que tras mil peripecias, con astucia, varios pequeños milagros y un poco de suerte superaron el infierno y vivieron para contarlo. 15 mayo se inicia la larga noche de 63 días. (Recuerde el lector que en el hemisferio sur del planeta el invierno inicia en junio, justo cuando en Phoenix arranca el verano). 22 julio: el sol regresa y el día gana casi media hora diaria a las sombras. 16 noviembre 1898: se inicia un largo periodo de 63 días seguidos con un sol tísico y oblicuo no se oculta. Las condiciones terribles, la pésima comida de latas recalentadas, el constante peligro de muerte, las multiplicadas ratas y el escorbuto por poco acaban con la tripulación. Gracias al doctor Cook que los forzó a ejercitar, a sesiones de posarse desnudos frente al fuego y a comer carne de foca y pingüino, pudo la tripulación superar el suplicio. 12 febrero 1899: a puro pulmón, usando serruchos y hachas para separar bloques de hielo y, un poco de tonita (un explosivo), por fin se mueve el barco, se le abrió una brecha por donde la nave se zafó del hielo sólido donde no se movía, a un área de hielo suelto (témpanos) donde pudo navegar, pues el barco estaba hecho para tal eventualidad. 14 marzo 1899: tras varios milagros, un poco de suerte y mucho trabajo duro, la nave supera la región del hielo suelto y emprende rumbo a la Patagonia. 28 marzo 1899: El barco llega a Punta Arenas, Chile, la tripulación toca tierra y con abandono infantil se regocija en la playa. 5 noviembre 1899, tras 27 meses de vagancia, el Bélgica regresa a Amberes. Saldo: a un marinero se lo tragaron las aguas frígidas, otro murió durante la larga noche, otros dos enloquecieron, de seguro que todos padecieron infinidad de pesadillas y, algunos, ese mal hoy conocido como trastorno por estrés postraumático, que se da entre los sobrevivientes de las guerras, raptos y otras experiencias traumáticas. La odisea contribuyó a la ciencia. La experiencia que el primer oficial Amudsen acumuló le permitió conquistar el Polo Sur en diciembre 1911. Esa aventura fue bien planeada y equipada: libros, discos, instrumentos musicales y abundante licor, trineos tirados por perros, gracias también a guantes, ropas y equipo diseñados para la ocasión, y a un talentoso cocinero que adobaba y servía suculentos platillos de foca o pingüino. De este libro se recomienda chuparse hasta los tuétanos. FOTO: aunque una fuente le atribuye la foto al polaco Arctowski, geólogo, oceanógrafo y metrólogo; el fotógrafo principal, como quedó documentado, fue Cook. ADDENDUM: tras enviar esta nota a Peregrinos (1.18.24) me enteré de otra tragedia, la de John Franklin. Tras una vida de guerras y aventuras, en 1845 fue nombrado comandante de una expedición. Zarparon dos naves Erebus y Terror, que ya habían estado en la Antártida, con 129 tripulantes se dieron la tarea de atravesar El Paso del Noroeste canadiense, para conectar el Atlántico con el Pacífico, y para adjudicarse el premio de veinte mil libras esterlinas que se ofrecía al que primero lograra la travesía. Así aligeraban el comercio con la China, pues de otra manera tenían que rodear a través de las peligrosas aguas de Tierra del Fuego. Atacados por el escorbuto, intoxicados por el plomo de las tuberías y de las latas de alimentos, hambrunas, mala suerte, murieron todos. El explorador escocés John Rae y unos cuantos acompañantes los buscaron. Unos nativos inuit (esquimaus, en la pluma de Rae), le confiaron que en la primavera de 1850 toparon con algunos 40 kabloonas (extranjeros, europeos o blancos) sobrevivientes. Al año siguiente se encontraron algunos 35 cadáveres con señas de que antes de morir se habían entregado al canibalismo. Los sobrevivientes de la expedición de John Franklin, por mucho tiempo perdidos, sin duda alguna encontraron un fin tan terrible que la imaginación apenas pudiese concebir. Por los muchos cuerpos mutilados y el contenido de las ollas, es evidente que nuestros desdichados paisanos fueron, en un intento por prolongar la existencia, arrojados al extremo del canibalismo. (Reportaje del Dr. Rae en un libro de 1854 que podía adquirirse por un chelín o moneda de 5 centavos, una vigésima parte de una libra esterlina, hoy 2024 equivalente a algunas UK£140). Está noticia fue desmentida en Inglaterra, la viuda de Franklin puso el grito en el cielo, apeló al mismo Charles Dickens. El autor protestó que correctos caballeros ingleses no cometían tales barbaries, insultó a los nativos de salvajes, inclusive acusándolos de que bien pudieron ultimar a los ingleses. Esto contribuyó a que la fama de Rae eclipsara y no fue hasta 1997 que se probó con certeza la triste realidad. Rae fue un verdadero explorador, era atlético, buen cazador, hábil para conducir pequeños botes y, lo más importante, sobrevivía los hielos gracias a técnicas aprendidas de los nativos, ligero de equipaje cubría grandes distancias, se alimentaba de lo que encontraba. PLAYLIST:
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Por Saúl Holguín Cuevas
Saúl Holguín Cuevas, con motivo de su ya cercano cumpleaños, dirige unas palabritas a familia y amistades. Desde el funesto umbral de la vejez (Homero) veo con curiosidad mi microscópico porvenir y, con nostalgia, mi largo pasado, pues casi triplicó, en años, los 33 acumulados por Alejandro Magno. Aprovecho la trinchera que con gentileza me legó David Muñoz y que ahora comanda Daniele El Italiano, para informales que de aquí pa’l real (en adelante) celebraré mi cumpleaños según ordena el calendario ortodoxo. Por lo tanto, pospongo la pachanga del 11 enero, al 24, ganó 13 preciados días que puedo dedicar a lo que me dé la gana. Con siete décadas de rodar por este mundo, cada cumpleaños se torna en fecha punzante, por lo tanto, nada hay que celebrar, por el contrario, hay mucho que lamentar; otro año de vida raudo se esfumó y no logré concretar nada que valga la pena. Ajustar calendarios pasó de ser otra fecha sin importancia (niñez), la pobreza prohibía los pasteles o las piñatas; aquí los dólares permitían congregar a los cuates a morfar y chupar con exceso (juvenalia); los años trajeron un consumismo donde los invitados obsequian, como si se tratara de una obligación, inclusive una competencia para ver quien da el regalo más caro (madurez/ vejez); y en estos últimos años de senectud, el 11 es motivo de ennui, angst o ansiedad y desesperación al sentir, cada hora más cerca, el zarpazo de la Guadañera (La Parca/ Calaca). Todo empezó por culpa de un vecino. Una mañana salí a caminar la cana y al Memo, me topé con un vecino. Primero saludó, chuleó y acarició a la cana, después dijo jai al nene y por último me preguntó si ya había completado mis compras navideñas. Le dije que sí, mentí. No celebro ni doy regalos, conste no soy Testigo de Jehovah que suelen esquivar tales celebraciones. Por alguna razón la charla rondó mi ya cercano cumpleaños, me preguntó si ya me había registrado. Para los que no estén al tanto de esta costumbre, esto significa dar a las personas que van a asistir a la fiesta el nombre de un almacén en donde el agasajado tiene una lista de deseos, así los obsequios serán los deseados y no se repiten. El vecino se ofreció ayudarme a registrarme en Walmart, le dije que prefería Targé. Soy hijo/ producto/ partícipe de una dualidad entre dos culturas a veces antagónicas, otras solidarias: Allá dejé los nacimientos, la calma y la escasez, casi miseria, templadas por el colorido de la danza de los matachines, la quema de Judas, las raras ofertas golosas de la semana mayor y de las natividades con condoches, gorditas y buñuelos; hoy rige, en mi nuevo mestizaje norte sur, una costumbre que al principio me pareció vulgar, hoy la practico con placer y sin remordimiento pero, no me registro en ninguna tienda, hago mi lista y la comparto. Me detengo en la palabra onomástico. La Real sentencia que se trata del día que uno nació. En el pasado no importaban los deseos de la madre, mandaba el santoral, eso es el santo, que esa fecha celebra la Iglesia Vaticana, Por lo tanto, a mí me correspondía Higinio. Por alguna razón mi madre eligió Saúl, santo que se agasaja el día 20 de octubre, espero quede claro este enredo. Por cierto que en esta fecha nació (1705) el cantante castrato italiano Farinelli, pero atrás dejó las cosas mutiladas. Disculpen el rodeo, cuestiones de la chochera. Ahora sí: A lo que te truje Chencha (al grano). Va pues mi listita. Recuerden que no es por avaricia, es para evitarles llegar a la celebración y, ver con desmayo, como con extrema frialdad recibo otra loción para después de afeitar, agua apestosa que odio con pasión; o bien, otro maletín de cervezas aguadas; o galones de tequila de la peor ralea que no me atrevería servir ni a mi peor enemigo. En cambio, si me obsequian uno de mis deseos abajo enumerados, me verán sonriente y se evitaran atestiguar cómo, atentando contra todo protocolo, arrecholo sin miramiento sus regalos tradicionales como si fuesen rocas encontradas en todos los caminos. UNO: un manual de instrucciones para fabricar una bomba atómica. DOS: una muñeca hinchable, de preferencia pelirroja. TRES: un viaje a las ruinas del Titánico y del sumergible Titán, en un batiscafo de la OceanGate Expeditions (ojo me refiero al submarino no al reloj). CUATRO: una comidota preparada por las irlandesas y la germano–vikinga. CINCO: un pato a la naranja (canard à l’Orange) y un ganso relleno al horno. SEIS: el ganso, es culpa del Cuento de navidad de Dickens. Y ya que hablo de libros mi último caprichito es una copia de la edición original del libro, de 1843. Entiendo que este último antojo va dirigido a mis amigos potentados. Sotheby's oferta una copia por la mísera (para ustedes) suma de US$ 9500.00 más impuestos, no desesperar, el envío es gratis. Y disculpen que no acato los mandatos de los sacrosantos manuales de redacción de evitar los dichos populacheros. IMAGEN: © brutalità e grazia in gioco de Xavier Méndez, acrílicos sobre tela; 5 x 6 pies; propiedad del pintor. |
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April 2024
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