Por Saúl Holguín Cuevas
Saúl Holguín Cuevas, con motivo de su ya cercano cumpleaños, dirige unas palabritas a familia y amistades. Desde el funesto umbral de la vejez (Homero) veo con curiosidad mi microscópico porvenir y, con nostalgia, mi largo pasado, pues casi triplicó, en años, los 33 acumulados por Alejandro Magno. Aprovecho la trinchera que con gentileza me legó David Muñoz y que ahora comanda Daniele El Italiano, para informales que de aquí pa’l real (en adelante) celebraré mi cumpleaños según ordena el calendario ortodoxo. Por lo tanto, pospongo la pachanga del 11 enero, al 24, ganó 13 preciados días que puedo dedicar a lo que me dé la gana. Con siete décadas de rodar por este mundo, cada cumpleaños se torna en fecha punzante, por lo tanto, nada hay que celebrar, por el contrario, hay mucho que lamentar; otro año de vida raudo se esfumó y no logré concretar nada que valga la pena. Ajustar calendarios pasó de ser otra fecha sin importancia (niñez), la pobreza prohibía los pasteles o las piñatas; aquí los dólares permitían congregar a los cuates a morfar y chupar con exceso (juvenalia); los años trajeron un consumismo donde los invitados obsequian, como si se tratara de una obligación, inclusive una competencia para ver quien da el regalo más caro (madurez/ vejez); y en estos últimos años de senectud, el 11 es motivo de ennui, angst o ansiedad y desesperación al sentir, cada hora más cerca, el zarpazo de la Guadañera (La Parca/ Calaca). Todo empezó por culpa de un vecino. Una mañana salí a caminar la cana y al Memo, me topé con un vecino. Primero saludó, chuleó y acarició a la cana, después dijo jai al nene y por último me preguntó si ya había completado mis compras navideñas. Le dije que sí, mentí. No celebro ni doy regalos, conste no soy Testigo de Jehovah que suelen esquivar tales celebraciones. Por alguna razón la charla rondó mi ya cercano cumpleaños, me preguntó si ya me había registrado. Para los que no estén al tanto de esta costumbre, esto significa dar a las personas que van a asistir a la fiesta el nombre de un almacén en donde el agasajado tiene una lista de deseos, así los obsequios serán los deseados y no se repiten. El vecino se ofreció ayudarme a registrarme en Walmart, le dije que prefería Targé. Soy hijo/ producto/ partícipe de una dualidad entre dos culturas a veces antagónicas, otras solidarias: Allá dejé los nacimientos, la calma y la escasez, casi miseria, templadas por el colorido de la danza de los matachines, la quema de Judas, las raras ofertas golosas de la semana mayor y de las natividades con condoches, gorditas y buñuelos; hoy rige, en mi nuevo mestizaje norte sur, una costumbre que al principio me pareció vulgar, hoy la practico con placer y sin remordimiento pero, no me registro en ninguna tienda, hago mi lista y la comparto. Me detengo en la palabra onomástico. La Real sentencia que se trata del día que uno nació. En el pasado no importaban los deseos de la madre, mandaba el santoral, eso es el santo, que esa fecha celebra la Iglesia Vaticana, Por lo tanto, a mí me correspondía Higinio. Por alguna razón mi madre eligió Saúl, santo que se agasaja el día 20 de octubre, espero quede claro este enredo. Por cierto que en esta fecha nació (1705) el cantante castrato italiano Farinelli, pero atrás dejó las cosas mutiladas. Disculpen el rodeo, cuestiones de la chochera. Ahora sí: A lo que te truje Chencha (al grano). Va pues mi listita. Recuerden que no es por avaricia, es para evitarles llegar a la celebración y, ver con desmayo, como con extrema frialdad recibo otra loción para después de afeitar, agua apestosa que odio con pasión; o bien, otro maletín de cervezas aguadas; o galones de tequila de la peor ralea que no me atrevería servir ni a mi peor enemigo. En cambio, si me obsequian uno de mis deseos abajo enumerados, me verán sonriente y se evitaran atestiguar cómo, atentando contra todo protocolo, arrecholo sin miramiento sus regalos tradicionales como si fuesen rocas encontradas en todos los caminos. UNO: un manual de instrucciones para fabricar una bomba atómica. DOS: una muñeca hinchable, de preferencia pelirroja. TRES: un viaje a las ruinas del Titánico y del sumergible Titán, en un batiscafo de la OceanGate Expeditions (ojo me refiero al submarino no al reloj). CUATRO: una comidota preparada por las irlandesas y la germano–vikinga. CINCO: un pato a la naranja (canard à l’Orange) y un ganso relleno al horno. SEIS: el ganso, es culpa del Cuento de navidad de Dickens. Y ya que hablo de libros mi último caprichito es una copia de la edición original del libro, de 1843. Entiendo que este último antojo va dirigido a mis amigos potentados. Sotheby's oferta una copia por la mísera (para ustedes) suma de US$ 9500.00 más impuestos, no desesperar, el envío es gratis. Y disculpen que no acato los mandatos de los sacrosantos manuales de redacción de evitar los dichos populacheros. IMAGEN: © brutalità e grazia in gioco de Xavier Méndez, acrílicos sobre tela; 5 x 6 pies; propiedad del pintor.
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November 2024
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