Saúl Holguín Cuevas se toma un chanate.
Qué maldito gusto ir a un café donde no hay un asiento cómodo. Qué enferma costumbre patrocinar un sitio donde la cacofónica música y el eco de los techos bajos interrumpen la charla. El café es apenas pasadero, la repostería mediocre, toscas las pinturas en las paredes, pasaderos los desayunos; dicen que los alcoholitos mezclados son buenos, aunque careros. Me acerqué a Lux, traje bolígrafo, pero se me olvidó el papel, me puse a observar. A Lux la gente va a desfilar sus esbeltos y morenados cuerpos. Caen chavos a presumir que tienen una computadora Apple. Otros van a pretender que dibujan o escriben la Great American Novel, pues el dueño presume de ser poeta, no lo es, pero si es un buen mercader. Por todos lados maquinillas de escribir inservibles, ni un papel, ni un lápiz, ni una pluma, ni un carboncillo siquiera, maldición. Padecemos la canícula en la calcinada Finiquera (Phoenix), añorando estar en la despercudida Sandiego, o en la carera cafetería Intelligencia en Santimónica. En ambos litorales despachan cafés como Lux, con un poco más de hipocresía. Hurtos a mano desarmada amortiguados por el benévolo clima. Despachó la tetera latte y salgo para no volver. FOTO: Jorge Camarón (Reies García Esquivel)
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Saúl Holguín CuevasBrevis kurrikulum vitæ Archives
February 2023
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