Caí en la red. Odio las redes sociales. Convendría dar una explicación de mi desprecio. Ya me lo había anticipado Iohaness (el galán tiene larga cola que le pisen), No entres en ese laberinto, salen espantos. No le hice caso y me inicié en el Facebook. Un día recibí un mensaje privado: Si eres Saúl Cuevas y tienes con qué, responde, de lo contrario disculpa la molestia. Cuarenta y siete años después, como salida de ultratumba, aparecía en el radar, Stella Ponce, la ya casi olvidada, Estrellita. Una mala pasada me jugaba la vida. Me di valor al recordar el dicho de mi abuelita, La peor loquera se deja para la vejez. Ante creciente curiosidad, la realidad pronto me regresó al presente. A estas alturas tengo un pie en la barca de Caronte y aunque quisiera, ni con doble dotación de ultracialis pudiese reverdecer laureles, ni concluir el flirteo inconcluso aquella sudorosa noche veraniega de tan alejada juventud. Alcancé la botella de brandy y me remojé. Primero, Angel of the Morning, siguió, Love Child, de ahí un acalorado baile de siete minutos y onze segundos me importunaron, después los Monkeeys, La Gorda y los Papas, And you and me and me and you so happy together, la Guerra de Vietnam, la sacrosanta minifalda y, su imagen, un microrretrato en el yearbook: cuarenta y nueve años en un instante… Me entregué a ver su página en FB, llena de: consejitos para raudo levantarse tras el resbalón, la zancadilla, el descalabro y seguir adelante, calma frente a la tormenta, magnanimidad en el triunfo, curas milagrosas, chismografía de los famosos; selfies borrosos en Disneyland, los Estudios y Las Vegas; videos fuera de enfoque de animalitos, de niños precoces, de músicos ambulantes, aparte de dichitos campechanos ó cachondos… Tembló la Adagia de Desiderius Erasmus Roteradamus y sus 4,151 proverbios. Mientras fisgaba me engaño Mephistopheles. Me propuse crear un decálogo para burlarme, no sólo de ella, de todos sus semejantes en el Face. Así, en menos que malcanta un gallipollo, se me ocurrió la primera entrada, No sólo la anoté, la emplasté en mi muro. De inmediato me arrepentí, ya demasiado tardo, para esas fechas no sabía cómo eliminar lo ya compartido, Si llueve y no traes paraguas, te mojas. © Saúl Cuevas
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![]() AgüitadoEstábamos en casa del doctor frente a la chimenea, cogñacqueando, flamenco por el estereofónico. Alguien cerró el volumen y pidió a Chori nos leyera uno de sus escritos. Protestó. Insistimos. Pidió un mezcal. Se incorporó: brindó: Agüitado ando. ¿Por qué?, se preguntarán… (Pausa) Pos, ya qinsisten, ailesvá, me desogo. Vacío otra copa: Nací teco, tecos mis Jefitos, tecos mis Tatas. Pero en el Terre no me queren, de pocho y malinchista no me bajan. Dicen que nomás ando oliéndole los pedos a los gabas. Ya no recuerdan que por un carajal de años, con mi sudor y con estas manos callosas trabajé las tierras de los señores y de los yerberos, de la ilesia y los padrecitos y ora, todos tán bien paraos y yo, como siempre, ni en que caime muerto. Llegó la sequía, con la panza bramando de hambre, en medio de mi inorancia, ya desesperao, sin quinto pa pagar un Coyote me la jugué y me aventé solo al frío del Otro Lao, a buscar la tortilla. Arrastrándome por este tan largo (Pausa) y tan gacho (Pausa) y tan sediento desiertote me topé unos perros trasijaos, ¿serían coyotes?, tragándose un paisa muerto. (Pausa larga, baja la mirada) A pedradas los espanté y seguí mi camino… (Pausa) Ni pedo… (Pausa más larga, mirada panorámica, lenta) Ni modo de hablarle a la Migra. (Baja la cabeza, da media vuelta y sale con pausado andar). Reavivado, el estereofónico gimió: Lo sufrimiento que pasamo en la viiiiiaaaaa… © Saúl Cuevas |
Saúl Holguín CuevasBrevis kurrikulum vitæ Archives
February 2023
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