Bálsamo
Saúl Holguín Cuevas Para asistir a la Jornada XXVIII, encuentro anual en honor del sonorense eterno de raro nombre, Abigail Bohórquez, me acompañé de los incondicionales a todas eMes, Murrieta y Muñoz. Cruzamos la maldita línea artificial que genera muerte, odio y rencor. Caímos al crecidito San Luis Río Colorado a intercambiar muchas palabras con plumas de ambos cachetes de la frontera. Ya los eMes compartieron placas y reseñas, yo les comparto una compra afortunada. El año pasado el editor Jonás me había tentado con la posibilidad de comprar bacanora clandestino y, en mi último viaje a Los, mi tío Pedro me encargó le procurara una botella. Ante el inflamado precio y la escases, le supliqué al editor Edgar me consiguiera un pomo. La última noche del viaje se acercó una troquita de ya largo recorrido. El cuate me extiende el preciado líquido dentro de una reciclada botella Caguama Tecate acarreada desde el merito Benámichi, uno de los 35 municipios con denominación de origen protegida, y que con exclusividad pueden llamar a su producto bacanora. También me da un botellín de coca repleto del regañón Chiltepín [foto]. Acostumbro lo que el país produce, pero el bacanora me ha evadido. Acaso en mi vida habré tomado un par de tragos. Recuerdo una auténtica lava que fundió mi garganta. El bacanora, el sotol (sereque), el mezcal, la raicilla, el mezote, la charanda eran combustibles para los más fregaos, lumpen, albañiles y borrachines que se quedaban tirados en la banqueta. Allá en los setenta, en plena efervescencia chicana, el mezcal con gusano rondaba por los pasillos universitarios y consumirlo era motivo de orgullo, pero éramos unos cuantos además, el bajo precio lo tornaba más apetecible a los raquíticos bolsillos de estudiante que al gusto. Pasó el tiempo. Nadie tan profeta como para anticipar que un combustible de lechuguillas cenicientas del páramo sonorense fuera a cotizarse más caro que el mismo coñac. Gracias a las nueva generación que sobrevalora lo que antes se desdeñaba como chafa y correntón y ahora se comercia con el adjetivo de “artesanal” y corre hasta en bares europeos. Las auras que monopolizan los consorcios alcoholeros pronto olfatearon la veta chichona. Ensanchan sus arcas con precios cada día mas elevados. Espero algo les quede de la bonanza a los maistro mezcaleros, a sus familias y a sus comunidades. Ya en casa calo el producto. Para mi sorpresa, esta versión, aunque no satinada, es de tan buen gusto que convida caballitos (copas) subsecuentes. © Saúl Holguín Cuevas
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February 2023
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