Por Saúl Holguín Cuevas
RECUERDO, allá por el 73. En la Valencia de Luis Vives, Sorolla, Blasco Ibáñez, unos cuates me sugirieron el cine del valenciano, Luis García Berlanga. Fue apenas el otro día (45 larguiruchos años después), gracias a Criterion, y tras abonar lo estipulado a los usureros del éter, que por fin pude apreciar lo ya tanto tiempo pospuesto. Recomiendo tres películas: BIENVENIDO MR. MARSHALL (53); CALABUSH (56); y EL VERDUGO (63). Todas rodadas en la España fascista de Franco, cuando había que empeñar los ideales para poder filmar con el visto bueno de la castrante censura frailuna–facha de entonces; una opción: confundirlos con la risa. Bienvenido critica el Plan Marshall (para reactivar la economía europea después de la Segunda Guerra Grande) que solo dejó esperanzas frustradas. La cinta va a menos por culpa del narrador, aunque sea el gran Fernando Rey, nada aporta. Calabush (rodada en la paradisiaca Peñíscola) trata de la paranoia desatada por la irracional competencia nuclear que nos tuvo y aún nos tiene a un paso del suicidio colectivo, el fin de nuestra especie. Presenta al contrabandista y al guardia civil como enemigos solo en apariencia. Mientras que la autoridad se beneficia del licor decomisado, el bandido vive a pierna tirante en la cárcel, auténtica pensión donde de gratis come bien, duerme y pasa el tiempo al aire libre, inclusive continúa su ilícita labor. Por si fuera poco, la puerta de la cárcel se atranca desde adentro. Huir sería ilógico. Con El verdugo Berlanga trepa a la cumbre. No conviene olvidar que en la España de entonces, el garrote vil aún se usaba para asesinar a los enemigos del régimen. Consiste en clavar un tornillo en la nuca del condenado, causa la muerte de la forma más cruel. La guillotina, el patíbulo, la cámara de gases son iguales de crueles, pero el garrote causa singular repulsión. En el film, un empleado de una funeraria se casa con la hija del verdugo y hereda la macabra ocupación del suegro. Las tres cintas se ambientan en un pueblito que representa al país. La Iglesia y la burocracia salen averiadas, factor que valora aún más la visión del director y sus colaboradores, pues se las ingeniaron para burlar la férrea censura de entonces. Cintas para llorar los achaques de nuestra bárbara civilización con su pena de muerte, la amenaza del holocausto nuclear, las huecas promesas de los políticos, y por encima de estas calamidades, el cruel engaño en el que los sotanudos pederastas mantienen al pueblo en perniciosa ignorancia. También provocan la risa, lo irracional va disfrazado de normalito. Estos días ocupamos un Berlanga para que entre risas desnude la asonada kukluxkanera que nos ahoga. Como vamos pronto emularemos los días del garrote vil. (Zarateman, foto de una estatua del director. Versión temprana de esta croniquita apareció en Peregrinos II, 21.I.2020).
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August 2024
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