Por Saúl Holguín Cuevas
El 2020 y el 21 me fue como en feria. Primero, algún olímpico bromista me movió el piso y me caí de una escalera, después el Corona me tumbó, y de remate, una tercera caída me trajo tres días y dos noches de sufrimiento, fue culpa de un resfriado con toz de perro, moquera feroz, dolor de choya, aliados a persistentes ataque de reuma causado por la lluvias de cuatro días, cosa rara en el Phoenix canicular. Divagué, llegué a imaginarme que estoy embrujado, hasta ganas me dieron de procurarme una limpia. Me siento viejo e inútil, estoy poniendo en orden unos escritos que andaban por ahí desperdigados y, me he propuesto, si acaso llego a esa altura del campeonato, colgar los guantes y dejar la escritura en septiembre del 2025, cuando cumpla medio siglo de practicar el arte y de postrarme frente a las musas y a Xochipilli. Algunos de mis mejores amigos intentarán incentivarme, me darán ejemplos, por docenas, de viejos que siguen dando lata hasta los noventa y tantos. ¿Entonces, quél es mi onda?, se preguntarán. Los que toman la escritura en serio bien saben que para llegar a escribir algo que medio valga la pena hay que insistir con pluma e imaginación, ensayar entre cinco a ocho horas diarias, hoy si y mañana también, es parte del sacrificio que el arte requiere y demanda. Ya hace tiempo que empecé a notar un notable deterioro en la memoria. Antes me sacaba autores, títulos, películas, fechas de la manga. Para el escritor que trafica con palabras no recordar el sinónimo más adecuado o más potente o más sútil, o de plano no recordar una palabra, equivale a ser un inútil. Con ya siete décadas encima la situación empeora, a menos que inventen un trasplante de coco, aunque esto traerá otra caja de Pandora. Entonces para que hacer el ridículo y dársela de gran pluma. Tras ver a varios atletas perder un paso, la neta es que hay que saber cuándo colgar los guantes o cortarse la coleta, en mi caso, jubilar la pluma. Ya estoy cansado, me merezco un descanso. Dice Machado, Al cabo nada os debo, debéisme cuanto he escrito. Yo si le debo mucho a mucha gente. Y como el hijo desobediente, ahí les dejo los tres librillos que el padre y la madre Tiempo me permitieron concluir; para que de mí se acuerden. NOTA: senectus insanabilis morbus est (la vejez es una enfermedad incurable). FOTO: Huehuetéotl, el dios viejo del fuego. Imagen del Museo Nacional de Antropología.
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August 2024
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