Gloria Teresa Cincunegui. Nacida en Salto, Uruguay, en el año 1951, Actualmente vive en Hermosillo, Sonora, México. Es miembro del taller de Autobiografía, dirigido por el maestro Francisco González Gaxiola de la Universidad de Sonora. Participa en los cuatro encuentros “Edmundo Valadés”, Mujeres en su tinta, Horas de Junio, Bajo el Asedio de los signos, “Escritores en mi escuela”, Mujeres sin frontera. Publicaciones: “Donde el corazón hace patria”, Salto en mi corazón, Verdadera amistad, Rescol Dos.
*** DESTINO MARCADO Gloria Teresa Cincunegui Allí estaba tocando la puerta de la enfermería, mucho me habían hablado de él. Desde el año 1994 que comencé a trabajar en la policlínica Casavalle ubicada en una colonia marginal de gente muy humilde y de escasos recursos y valores morales en la ciudad de Montevideo. Cuando abrí la puerta me encontré con un joven de alrededor de 30 años, bien parecido, de rostro aniñado, cabello castaño, ojos color miel, su piel se veía desgastada como alguien que lleva una mala vida, al preguntarle en qué puedo ayudarlo, me responde que era José Gutiérrez, pero le decían Bam Bam. La primera vez que oí hablar de él, estaba en mis labores de enfermería, vacunando a un chiquito de 5 años de edad, cuando al preguntarle para distraerlo qué quería ser cuando fuera grande me contestó: Quiero ser como el Bam Bam. Yo muy inocente le dije: ─ ¿Como el hijo de Pablo Mármol de los Picapiedras que era un niño muy fuerte? ─No, como mi vecino. Me dijo seguido de un sacudón de su madre llamándole la atención. Me quedé con la intriga de saber quién era ese famoso personaje, ejemplo de la sociedad. Mayor fue mi desconcierto cuando un compañero que hacía muchos años trabajaba en ese lugar me dijo que era un malandrín, que lo habían cachado robando en una oficina de abogados y que se comentaba que hasta había matado a una persona, por eso pagaba una condena como de 13 años en la cárcel. Ahí lo tenía frente a mí, entablando una conversación, quería conocerme pues le habían dicho que yo era una persona muy buena y humana, no supe qué decirle. Mientras le agradecía, me salvó un nuevo paciente que requería de mi atención. A partir de ese momento comenzó a venir todos los días, me organizaba en el pasillo las personas que concurrían a la enfermería, se sentía útil en sus largas horas de ocio y aburrimiento. Cuando no había nadie le gustaba mucho hablar conmigo, me quería contar de sus historias delictivas a lo que yo tapándome los oídos, le pedía que cambiáramos de tema. Respetaba mis decisiones y así lo hacía, me contaba de su vida en la cárcel a la cual se había adaptado sirviendo al resto de los reclusos la comida diaria. Todo eso era nuevo para mí. Un día yo me atreví a preguntarle si supuestamente él entraba a un banco a robar y yo me encontraba circunstancialmente allí, sabiendo que lo conocería y por ende lo denunciaría ¿Qué haría conmigo? Me contestó: ─Si eso sucede, te daría un fuerte golpe hasta tirarte al piso y así no tendrías que atestiguar. Llegué a apreciarlo, me daba mucha lástima, pensaba que era producto de la marginación, falta de valores y afecto que nadie le había brindado. Fue un niño de la calle, esa fue su escuela, su maestra fue la adversidad. Desde muy chico tuvo que salir a buscar su comida, le era más fácil encontrar droga que un trozo de pan. Dos años más tarde, en el año 1996, ocupada con mi trabajo habitual que era mucho, tocaron la puerta con insistencia, abrí pensando en una urgencia. Me quedé paralizada al ver a Bam Bam que se cae sobre mí perdiendo muchísima sangre por su cuerpo. Se desmayó, atiné a acostarlo en la camilla gritando “ayuda, el Ban Bam se muere”; corrieron algunos compañeros para ayudarme, dándole los primeros auxilios, llamando a la ambulancia de emergencia y por consiguiente a la policía para hacer la denuncia por presentar dos balazos en su abdomen. Ese fue el último día que lo vi. Me enteré que sobrevivió y volvió al lugar de donde nunca tuvo que haber salido, su condena fue de muchos años donde quizás ya no saldrá con vida. Me sentí muy triste, me impactó ese hecho ante la indiferencia de otros compañeros que llegaron a comentar “uno menos”, pero lo que más me sobresaltó fue que buscara mi ayuda en el momento crucial de su vida. Sabía que yo no lo abandonaría a pesar de que era consciente de lo peligroso que podría llegar a ser su conducta. No justifico su proceder, pienso que es más víctima que victimario. Ya su destino estaba marcado desde el mismo momento de su nacimiento. © Gloria Teresa Cincunegui
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AuthorEsta sección de Peregrinos y sus letras, será dirigida por Esteban Domínguez (1963). Licenciado en Letras Hispánicas (UNISON). Ganador del concurso del libro sonorense en el género de novela en el 2002. Su libro de cuentos Detrás de la barda fue seleccionado para las bibliotecas de aula de la SEP en el 2005. Ganador del Concurso del Libro sonorense, 2010 en el género cuento para niños, con el libro El viejo del costal. Fue presidente de Escritores de Sonora, A.C. y actualmente dirige la Editorial Mini libros de Sonora. Archives
April 2020
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