EL HOMBRE DEL VIENTO DE DOÑA MARÍA*
Alma Benigna Valenzuela García Bajita y rechoncha, con paso menudo, agitaba sus brazos sin ton ni son, mientras vociferaba en voz alta a la par que golpeaba sus muslos y sacudía sus enaguas. —¡Quítese, quítese de aquí, viejo cochino! ¡No me toque! ¿Qué no ve que soy una mujer decente?... ¡Quítese le digo!—Gritaba moviendo su cadera de un lado a otro...— ¡Viejo cochino, viejo cochino!... ¡Huevos chiclosos! ... ¡Viejo, huevos chiclosos!—Seguía gritando mientras apuraba el paso y atravesaba el patio de la casa para atender el llamado de su nuera... —¡Doña María! ¡Doña María! —Se escuchaba del interior de la vivienda. Ella apuró más su paso sin dejar de rezongar con quien, travieso, tocaba su cuerpo y metía sus manos bajo sus enaguas. —¡Quítese le digo! ¡Qué se quite! Todavía alcanzó a decir antes de traspasar el umbral de la puerta de la casa. —¡Ay, Doña María!, otra vez con sus cosas... Usted no tiene remedio—Le dijo su nuera en cuanto la vio. Doña María era una viejecita linda de aproximadamente 89 años, de cuerpo redondo y rechoncho. Su piel blanca, casi transparente, se sonrojó ante el reclamo de su nuera... —No... no, hija, no son cosas mías, es este hombre del viento que no deja de molestarme, Yo le digo que soy una mujer decente, que no me enseñe sus partes, que no me toque; pero no me hace caso. En cuanto salgo de la casa, él me persigue con sus cochinadas y no me deja en paz. —Mire, Doña María, ese hombre no existe, sólo está en su imaginación. Si usted no piensa en él, no va hacerle nada. No piense en él—Le dijo su nuera con voz suave, como si se dirigiera a una niñita. —No hija, aunque no piense en él, existe. El hombre del viento existe y está ahí afuera, esperándome, aunque tú ni nadie lo vea—Dijo Doña María en tono enérgico y seguro, y se metió a la cocina a hacer negocio. Nadie podía convencer a Doña María que su hombre del viento, como ella le decía, sólo existía para ella; para los demás era el hombre invisible, producto de su mente vieja y trastornada y de la soledad en que vivía desde la muerte de su esposo. *Del libro Elvira “la loca” Y Otros relatos de Alma Benigna Valenzuela García (Editorial Mini Libros de Sonora, 2018) Autorretrato Nací a unos días de la llegada de un acogedor otoño, un año después del medio siglo veinte. Las cálidas arenas de las calles de mi pueblo, fueron cobijo de mis descalzos pies que en mi niñez disfrutaba tanto; aún en estos días cuando voy a visitar a mis muertos, no puedo resistir la tentación de quitarme los zapatos y caminar sobre esas arenas que añoro tanto. Mi pueblo - Empalme, Sonora, es y ha sido cuna de muchos poetas, entre los que se encontraba mi padre: Edgardo Valenzuela Corona - ferrocarrilero de profesión y poeta de corazón. Mi madre, Benigna García Ramírez, llenó de ternura y amor mi infancia; así como empapó mi alma de aroma a café recién tostado y tortillas “sobaqueras” que todas las tardes hacía en compañía de mis tías y de mi abuela. Soy la menor de cinco hijos: María Emilia, Carlos Orlando, Blanca Inés y Evangelina son mis amados hermanos. Al concluir la preparatoria, mis alas y deseos me trajeron a esta ciudad capital donde estudié la Licenciatura en Letras en la entonces famosa escuela de “Altos Estudios” de la Universidad de Sonora. Fue ahí donde conocí al padre de mi primer retoño: Belén Tamara. Seis años después al padre del segundo: Cristian Rodolfo, dos partes de mi alma y a quienes amo tanto. Trabajé en varias Instituciones, siempre de maestra, vocación que estuvo presente en mí desde que tuve uso de razón y dije lo que quería ser. Compartí con miles de estudiantes del Colegio de Bachilleres del Estado de Sonora, Colegio Central de Comercio, Colegio Progreso, Universidad del Noroeste, la misma, escuela donde realicé mi bachillerato, Escuela por cooperación Felipe de Jesús Robles Tovar en mi natal terruño, y hasta un semestre en nuestra “Alma Mater”, Unison. Hoy, ya retirada de estos quehaceres, deseo compartir con ustedes un poco de lo que mi pluma inquieta escribió entre los años de 1980 al 2000. Historias que me trasladan a mi niñez, vagando por las arenosas calles de mi pueblo. Alma Benigna Valenzuela García
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AuthorEsta sección de Peregrinos y sus letras, será dirigida por Esteban Domínguez (1963). Licenciado en Letras Hispánicas (UNISON). Ganador del concurso del libro sonorense en el género de novela en el 2002. Su libro de cuentos Detrás de la barda fue seleccionado para las bibliotecas de aula de la SEP en el 2005. Ganador del Concurso del Libro sonorense, 2010 en el género cuento para niños, con el libro El viejo del costal. Fue presidente de Escritores de Sonora, A.C. y actualmente dirige la Editorial Mini libros de Sonora. Archives
April 2020
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