Josefa Isabel Rojas Molina (Cananea, 1960). Bibliotecaria y docente. Libros: Para que escampe, Detenerte tanto, Casi un cuento, Versiones del porqué, ¿Qué está haciendo el lobo? Correo electrónico: rmji@hotmail.com, Blog: http://quemevanahablardeamor.blogspot.mx twitter: @Joisab
Olvidar Josefa Isabel Rojas Molina He afirmado que puedo pasar horas viendo llover; tantas veces lo he dicho que ya me lo creo, aunque la verdad nunca he tenido las horas disponibles para hacerlo, o si las he llegado a tener, la lluvia es efímera, breve, circunspecta, así que hasta ahora no han coincidido mis horas y la duración del fenómeno meteorológico ¿fenómeno, meteoro? Aquí estoy ahora, viendo caer la lluvia interminable… A ver: ¿si no cae no es lluvia? La caída del agua es parte de su definición, claro… ¿y la lluvia de balas, no es ésta horizontal?, ¿se puede caer horizontalmente? Dejémoslo así. La lluvia ¿interminable?... las palabras con sus bofetadas a veces tan tiernas. Allá está el cadáver. Miro sin cansancio (incansablemente) el agua que se derrumba y derrama (ni se derrumba ni se derrama, ¿se vuelca?) y quiero no seguir con la diatriba metalingüística que me ronda como sombra, el charco donde siempre piso, qué hacer. Las gotas caen sobre el cadáver (caen sobre el caído), parecen solícitas criaturas acariciando con liquidez la yaciente carne. Oigo la profusión del agua sobre el techo y deseo pensar en insectos bailando sobre el metal, siguiendo la melodía acuosa, el regocijo mortal. El cadáver se baña o es bañado y siento que veo una fotografía antigua y enigmática, incolora, relavada. Imagino las nubes, creadoras laboriosas de las minúsculas porciones de humedad. La luz, con placidez de arroyo lento cae y difumina el cuerpo que ahora luce cual ruina pletórica de agua; que rezuma lluvia, agregaría, si otro fuera el momento y si la puerta no se abriera con violencia, atrayéndome a la distracción del diálogo. - ¿Quihúbo, ¿qué haces? -Preguntas, sin notar mi sobresalto. - Viendo… (… llover, te diría, pero me interrumpes y mascullas, farfullas, no sé cómo haces para gritar tan apagadamente; no cualquiera, me digo, casi a punto de envidiarte). - ¡Qué chingada peste! - ¿Peste? Pregunto, incrédula a medias porque ya el aroma fétido me envuelve y me convierte en crédula y creyente (credencial y crepitante). El tremendo hedor premonitorio y dulce, amargo, melancólico y ácido de la descomposición inunda mi cuerpo y me hace bailar en una arcada repentina, la boca se me llena de gotas que no caen, ni lavan las calles, ni mojan los árboles; la boca no me llueve, pues, solo se inunda de agua. - ¡El solazo cabrón y ese perro en plena banqueta! ¿Que no hay quien haga algo?, ¡carajo, no se soporta! ¿Qué no tienes nariz? - No esperas respuesta a tal pregunta retórica; te veo buscar, encontrar una pala, guantes y salir, a hacer algo, a deshacerte de, a ocultar tal, a practicar lo evidente, porque no sabes qué. Yo ya había hecho la lluvia y la veía caer. Rodar. Correr. Para borrar la pestilencia, eliminar el animal muerto, crear un cadáver bendecido por el agua. Olvidar. (Por lo menos siete verbos sin conjugar; según definición, eso es el olvido) © Josefa Isabel Rojas Molina
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Samuel villarreal
1/15/2020 17:34:27
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AuthorEsta sección de Peregrinos y sus letras, será dirigida por Esteban Domínguez (1963). Licenciado en Letras Hispánicas (UNISON). Ganador del concurso del libro sonorense en el género de novela en el 2002. Su libro de cuentos Detrás de la barda fue seleccionado para las bibliotecas de aula de la SEP en el 2005. Ganador del Concurso del Libro sonorense, 2010 en el género cuento para niños, con el libro El viejo del costal. Fue presidente de Escritores de Sonora, A.C. y actualmente dirige la Editorial Mini libros de Sonora. Archives
April 2020
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