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El cuento semanal

Oportunidad del destino

3/10/2020

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Gloria Teresa Cincunegui. Nacida en Salto, Uruguay, en el año 1951, Actualmente vive en Hermosillo, Sonora, México. Es miembro del taller de Autobiografía, dirigido por el maestro Francisco González Gaxiola de la Universidad de Sonora.  Participa en los cuatro encuentros “Edmundo Valadés”, Mujeres en su tinta, Horas de Junio,  Bajo el Asedio de los signos, “Escritores en mi escuela”, Mujeres sin frontera. Publicaciones: “Donde el corazón hace patria”, Salto en mi corazón, Verdadera amistad, Rescol Dos.
 
 
Oportunidad del destino
Gloria Teresa  Cincunegui

El camión estaba repleto con gente que se dirigía a esa hora de la mañana a su trabajo,  algunas viajaban de pie. Un niño de 5 años que no pasaba el metro de altura, apenas se veía por entre las personas y los asientos, levantaba más la voz para que se dieran cuenta  de su presencia.

-Caramelos… dulces… chicles…pastillas.

- Dame esa bolsita,- le dice una pasajera, quédate con la  feria.

Muy contento contaba su dinero,  ya se había hecho el día, la señora bonita le había dado 50 pesos, con eso su mamá se pondría muy feliz y cocinaría  para otros cuatro hermanitos que habían quedado en la precaria casa donde el frío junto al hambre formaban un binomio perfecto para las futuras consecuencias de su desarrollo emocional.

Walter, que así se llamaba ese pequeño de ojos color café y pelo güero que a su corta edad tenía la responsabilidad y preocupación de llevar dinero diario a su familia era el mayor de cinco hermanos, su mamá con apenas 22 años lo llevaba al crucero de camino Maldonado y Libia todas las mañanas y lo subía a un camión. Sus cortas piernitas no lograban trepar esos escalones. Era una mañana lluviosa en Montevideo, eligen un camión y allí se va Walter con su vocecita de sueño aun ofreciendo su mercancía, tenía la indicación de su mamá de seguir el trayecto sobre el vehículo hasta llegar al crucero de 8 de octubre y Propios distante a unos 10 kilómetros. Era muy bien elegido el lugar, pues allí era una parada obligatoria, donde subía y bajaba mucha gente, aparte por seguridad del niño había semáforos, donde cruzaría la avenida y volvería a su casa en otro camión donde alguien piadosamente lo ayudaría a subir.

- Caramelooooossss…, candes…

Muchas veces era cuestionado por personas preguntándole por sus padres, él ya sabía lo que tenía que contestar, muy seguro decía “están trabajando”.

Ese día iba a ser diferente, él no lo sabía, el destino intervendría en su vida. Hizo el trayecto  de rutina, pero esta vez, tras el susto del pequeño el camión no se detiene donde acostumbraba. Su cabecita era un remolino de emociones el miedo se había apoderado de él no sabiendo qué hacer. Cuando el camión se está por  detener, se tira cayéndose en plena calle donde es alcanzado por una de sus llantas.

-POBRECITO…POBRRECITO TODOS GRITABAN corriendo a ayudar al pequeño que agonizaba- llévenlo  allí, hay un hospital, decía un transeúnte mientras señalaba cruzando la calle un edificio de tres pisos.

Le dieron los auxilios correspondientes, fue intervenido quirúrgicamente, aun sin la autorización de ningún adulto, pues nadie vino a verlo ni preguntar por él. Ya no era posible  continuar ayudando al niño. Había pasado un mes y sin que se hiciera responsable alguna persona mayor, pasaría a una institución pública y a su vez a un asilo de menores. Una enfermera  quien se había encariñado mucho con el niño  se hizo responsable pagando todos los gastos médicos. Le propuso al niño la adopción, llevaría a Walter a vivir con ella y su esposo médico a una casa decorosa y  nada le faltaría. El niño no quería por nada del mundo, lo único que le preocupaba era su madre y sus hermanos. Al explicarle que solo tenía dos opciones o se iba con ella o a un asilo, Walter aceptó a esa familia que no había podido tener hijos que se ofrecía ayudarlo, puso como condición  ir a ver a su madre. Ante la rotunda negación de la enfermera explicándole que ellos lo iban a ayudar y  tratar como  a un hijo pero él, poco a poco se tendría que olvidar de lo vivido hasta el momento. Muy difícil para un niño de 5 años aceptar y comprender esa realidad. Aceptó,  fue la mejor  decisión y posiblemente la única que el destino le brindaría, pero muy dentro suyo sabía que eso era imposible. El niño creció con esa familia quien le dio amor, bienestar y buenos ejemplos, educación en los mejores colegios sin embargo antes de dormirse cada noche rezaba por su familia biológica que nunca había olvidado. El niño creció, se graduó con excelentes calificaciones, se recibió de médico, pero nunca dejó de ayudar a su madre y hermanos sin sentir como suya a la familia adoptiva.

​© Gloria Teresa Cincunegui


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    Esta sección de Peregrinos y sus letras, será dirigida por Esteban Domínguez (1963). Licenciado en Letras Hispánicas (UNISON). Ganador del concurso del libro sonorense en el género de novela en el 2002. Su libro de cuentos Detrás de la barda fue seleccionado para las bibliotecas de aula de la SEP en el 2005. Ganador del Concurso del Libro sonorense, 2010 en el género cuento para niños, con el libro El viejo del costal. Fue presidente de Escritores de Sonora, A.C. y actualmente dirige la Editorial Mini libros de Sonora.

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