Cruzando la frontera #17
Somos seis: La Borrega, José, Ariel, Gabriel, Roberto y yo, todos de doce años. Después de la escuela caminamos desde la escuela en El Paso hasta nuestras casas en Juárez, una costumbre que se nos hace lo más natural, caminar de un país a otro. Primero pasamos por debajo del puente ferrocarril cerca de la escuela y seguimos por las vías hasta llegar a la calle Stanton y de ahí hasta el puente, parando de vez en cuando en una tienda a fisgonear. Ya cerca del puente y para ahorrarnos los cinco centavos del cruce, mandamos a Gabriel, que es él de más suerte y él más atrevido (por no decir más insistente) a pedir un aventón (preferiblemente una troca le decimos). Nosotros esperamos en un callejón. Cuando un conductor dice que sí, corremos y nos subimos todos a la caja de la troca. Rogelio me agarra del cinto y me jala abordo ya que soy el último y la troca avanza mientras todos reímos de la aventura. Nos gusta ir en la caja por el fresco de la brisa. Además, nos gusta ir viendo la actividad del puente: la gente que camina con sus compras en mano; los carros avanzando lentamente en la línea, pitando de vez en cuando; los vendedores de periódicos, incluso el niño como de seis años al que todos le dicen Güerito y al cuál la gente le chifla desde sus carros para que les venda el periódico, ¡Güerito, ven! y corre entre los carros como toreador y nunca nadie lo atropella. Vemos los otros vendedores ambulantes vendiendo aguas y dulces y cigarros; los que limpian los vidrios; las Indias Tarahumaras que piden Kórima, sus bebes a sus espaldas envueltos en sus chales coloridos; el limosnero sin piernas que usa muletas y sus rodillas arrastran en ritmo ya sea delante de él o detrás de él para caminar. Vemos al otro limosnero sin piernas en su diablito de mecánico que se impulsa con sus manos enguantadas sobre el pavimento hasta parar al lado de un carro y alza su lata de aluminio a las ventanas del carro para que le avienten monedas y suena la moneda en el bote contra las otras monedas y el limosnero da una sonrisa de dientes ralos y les dice que Dios los bendiga. Mientras vemos todo guardamos silencio como si estuviéramos viendo un acto de circo o tal vez un acto sagrado. Al llegar al otro lado, brincamos fuera de la caja y recuperamos el habla y le damos las gracias al señor y empezamos a caminar otra vez, el sol ya bajando en el cielo. Ya casi llegando al barrio paramos en el Parque Monumental a buscar al señor de las papitas. Él nos ve y nos dice ¡muchachos! y empuja su carrito hacia nosotros e igual corremos hacia el diciéndole ¡señor! y nos encontramos. Le compramos tres bolsas de papitas con limón y chile y se nos hace agua la boca al verlo exprimir el limón y echarle la salsa roja a las papitas. Nos repartimos las bolsitas entre los seis y le compramos al igual tres sodas, las cuales también nos repartimos, asegurándonos de limpiar la botella con la mano después de cada trago. Y nos chupamos los dedos al acabarnos las papitas. Y así de rápido parece que el cansancio se nos quita, como si las papitas fueran mágicas, lo cual tal vez sí lo son. De ahí ya mi barrio queda cerca y nos quedamos los tres que vivimos ahí y los demás siguen caminando, aunque a veces toman un camión. Llego a casa ya casi al oscurecer y al entrar a casa saludo a mis papas y me lavo las manos y ceno. Me pregunta mi mamá qué si estoy cansado y le digo que no, que me gusta caminar y que es una aventura cruzar el puente, ir de un país a otro. © Jaime Herrera ***Jaime H. Herrera is currently a Professor of English at Mesa Community College. Jaime is a product of the Juárez/El Paso border, a place he holds dear and which embodies who he is, as much Mexican as American, as much Mexicano (and mexinaco) as he is estadounidense (and gringo). He is bicultural and bilingual (and speaks a good Spanglish too). He knows that the border is a space that cannot be fenced. La frontera es un espacio que no se puede cercar. He loves translation, the back and forth between the two languages. Also. he writes his own poetry in both English and Spanish and has written a novel (as of yet unpublished), tentatively titled This is not Juárez. When he dies, he wants his ashes spread right in the middle of the bridge that connects Juárez and El Paso, his ashes blowing in both directions.
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Cruzando la frontera #13
Papá tiene nuevo trabajo del otro lado en unos corrales de ganadería y nos mudamos a El Paso por primera vez. Tengo cinco años y cruzamos por el puente del centro con todas nuestras cosas. Empiezo la escuela en un kínder llamado Fairyland y para mí es como estar en un mundo de encanto en donde no entiendo el idioma y todos los niños son rubios y hablan constantemente pero no entiendo lo que dicen y una niña güerita me toma de la mano el primer día y eso me hace sentir especial. Pero papá pierde su trabajo en la ganadería porque mi tío se tomo dos reses sin permiso y regresamos por el mismo puente del centro otra vez a Juárez. La estancia nos duró un año. Pero en ese año pasaron dos cosas transcendentes: Me enamoré de la güerita de la escuela. Y el idioma que era ajeno para mi ya no es ajeno. © Jaime Herrera Cruzando la frontera #4
Por Jaime Herrera Unos días después, al salir del hospital, mamá insiste en caminar y se levanta de la silla de ruedas que empuja papá. Recuerdo que papá (que estoy descubriendo es todo un bromista) se sienta de momento en la silla y me carga en su regazo. Vamos de picada y empezamos a conseguir velocidad y mamá grita que nos vamos a matar. Papá nos para con sus botas de vaquero, ríe y me agarra en brazos y nos subimos al carro. Me da un poco de susto todo esto que es nuevo para mí, aunque parece que me gusta la velocidad y tomo aliento como para llorar y me dice papá que no llore y no lloro y veo su sonrisa debajo del bigote. Ya en línea en el puente, distingo por primera vez el azul del cielo y lo blanco de las nubes y siento el viento soplar un poco frío, pero estoy envuelto rico como tamal en una cobija que tejió mi abuela. Muevo la cabeza lentamente y veo a mamá y papá. Oigo voces en el puente gritar “garrapiñados” y “cigarros” y “¡El Mexicano!” y “¡El Fronterizo!” y mi papa a alguien le dice “Güerito, ven”. Oigo el tintineo de monedas. Oigo el pitido de carros en el bullicio y la cacofonía del puente, ruidos y sensaciones a las que me impondría a través de toda una vida. Es así como mi cuerpo y mi ser empieza a acostumbrarse a cruzar la frontera. Y pienso que hace unos días anteriores, en útero, era mexicano. Y ahora, ex útero, soy estadounidense. Pero soy las dos cosas. Esa condición, estoy viendo, será eterna en mí. Reconocer esto me hace sonreír una sonrisa Mona Lisa y mis papas notan mi sonrisa y se dicen el uno al otro que soy un bebé muy feliz. © Jaime Herrera ***Jaime H. Herrera is currently a Professor of English at Mesa Community College. Jaime is a product of the Juárez/El Paso border, a place he holds dear and which embodies who he is, as much Mexican as American, as much Mexicano (and mexinaco) as he is estadounidense (and gringo). He is bicultural and bilingual (and speaks a good Spanglish too). He knows that the border is a space that cannot be fenced. La frontera es un espacio que no se puede cercar. He loves translation, the back and forth between the two languages. Also. he writes his own poetry in both English and Spanish and has written a novel (as of yet unpublished), tentatively titled This is not Juárez. When he dies, he wants his ashes spread right in the middle of the bridge that connects Juárez and El Paso, his ashes blowing in both directions. |
Kimberly WilliamsKimberly has been fortunate to travel to half the Spanish-speaking countries in the world by the time she was forty. As a traveler into different cultures, she has learned to listen ask questions, and seek points of connections. This page is meant to offer different points of connections between writers, words, ideas, languages, and imaginations. Thank you for visiting. Archives
October 2020
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