Sonia Silva-Rosas
Tantas neuronas como estrellas en el universo “Como es arriba, es abajo” Hermes Trimegisto Si partimos de esta premisa podemos entender que el Universo y el Ser se encuentran íntimamente conectados. Sería un error pensar que el Ser no posee semejanza con el Universo, e inútil sería abordar este tema ignorando dicha relación con el microcosmos y el macrocosmos; ya lo decía Pitágoras, quien construyó una teoría de armonía universal entre las matemáticas, la música y los astros, cada uno una expresión a diferente nivel de un mismo código universal: el mundo es una sinfonía entre el Gran Hombre (el Universo) y el Pequeño Hombre (el Ser Humano). Jay Alfred afirma que el universo es una especie de inmenso cerebro que trasmite información entre cada una de sus partes, y el cerebro humano es un reflejo de este cerebro cósmico al cual se conecta en perpetua retroalimentación. “Las galaxias visibles en el universo no están aisladas ni desconectadas, sino que están entretejidas por una estructura o red de filamentos que es la materia oscura que sirve como andamiaje del universo. Esta estructura en forma de red es una característica tanto de la materia oscura como del plasma magnético. La apariencia de esta red tiene un asombroso parecido con una disección del cerebro”, afirma. Asimismo, Jay Alfred añade que no sólo es la morfología de la estructura del universo a grandes escalas la que es similar al cerebro humano, sino también la fisiología (las funciones). Estos filamentos transportan corrientes de partículas cargadas (iones) a lo largo de grandes distancias que generan campos magnéticos, al igual que una fibra nerviosa, y forman circuitos, al igual que los circuitos neuronales en el cerebro. “El alto grado de conectividad es lo que distingue al cerebro de una computadora ordinaria. La conectividad también es notable en la red cósmica. Las galaxias se forman cuando estos filamentos se cruzan entre sí. Un cúmulo (nexus) de filamentos provee la conectividad para transferir no sólo energía sino información de un núcleo galáctico a otro”, explica Jay Alfred y añade que, si en realidad estamos conectados al cerebro de la Tierra, que está conectado al cerebro del universo, esto significa que compartimos un cerebro universal que puede tener contacto con el cerebro de otros planetas (o sistemas estelares) que generan sus propias memorias. Las formas de vida inteligente pueden mandar información (con o sin intención) vía el cerebro universal directamente a nuestro cerebro. Si ponemos atención en cada una de estas observaciones, nos daremos cuenta de que –por tanto- cada uno de los procesos que se producen en el Universo se presenta, de igual manera, en el cerebro del Ser Humano. El cerebro es un espejo del Universo. Ambos, desde su perspectiva de macro y microestructura, están diseñados para procesar información. De esta manera, cada una de las estrellas del universo se representa en nuestro cerebro a manera de neuronas, y cada uno de nuestros cerebros pueden ser todas las galaxias que componen al universo, todas ellas conectadas entre sí, de ahí que se afirme que, en realidad, todos somos uno y, ese uno, conectado de una forma u otra con el universo. Jay Alfred comenta al respecto que las galaxias no están desconectadas ni aisladas, sino que están conectadas por una estructura o red de filamentos que es la materia oscura que sirve como andamiaje del universo. “Esta estructura en forma de red es una característica tanto de la materia oscura como del plasma magnético. La apariencia de esta red tiene un asombroso parecido con una disección del cerebro, pero no sólo es la morfología (aspectos estructurales) de la estructura del universo a grandes escalas la que es similar al cerebro humano, sino también la fisiología (las funciones). Estos filamentos transportan corrientes de partículas cargadas (iones) a lo largo de distancias que generan campos magnéticos, al igual que una fibra nerviosa. Y forman circuitos, al igual que los circuitos neuronales del cerebro”. Timothy Leary, psicólogo y escritor estadounidense, afirmaba que tenemos tantas neuronas como estrellas en el universo. ¿Qué son los conectores neuronales en nuestro cerebro?, formas caprichosas, miles de tubos de luz cuidadosamente conectados para permitir el funcionamiento de ese universo, de ese cerebro… De nuestros mundos, porque sí, cada uno de nosotros es un mundo que pertenece a un universo que, a su vez, se desenvuelve en ese otro universo más grande aún, con tantas puertas y posibilidades infinitas. David Jou afirma: “Aquí tratamos cerebro y universo en paralelo: sus estructuras, sus métodos de investigación, sus expansiones y crecimiento, el procesamiento de información, el posible papel de la física cuántica en uno y otro, las perspectivas de su futuro”. Nos leemos la próxima semana. © Sonia Silva-Rosas Sígueme en Facebook: Sonia Silva-Rosas (Escritora) Sígueme en Twitter: @magaoscuratempo www.soniasilva-rosas.blogspot.com [email protected]
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Entre la humanidad, su violencia y el Ser Humano
Sonia Silva-Rosas Al momento de iniciar este escrito surgió una duda: a partir de qué idea abordar esta entrega: ¿A partir de la insensibilidad? ¿A partir del humanismo? Dirán que es erróneo abordar el tema de humanismo a la par de la insensibilidad, pues cuando hablamos de humanismo de inmediato visualizamos al Ser como humano y sensible. Abordemos, pues, esta entrega tomando como punto de referencia al humano que, a final de cuentas, es el motiv que origina este interés. ¿Podemos sostener el argumento de que aún existe sensibilidad en el hombre? Estudios e investigaciones alertan –desde hace años- sobre el desmedido aumento en los índices de violencia y crueldad en el hombre. Día a día encontramos en los medios de comunicación noticias que nos informan sobre asesinatos, torturas, suicidios; dan cuenta de personas expuestas no sólo al dolor y al crimen, sino también a los desajustes emocionales de seres que, de alguna u otra manera y en distintas situaciones, padecieron en carne propia la violencia y la crueldad. La violencia ha existido desde el inicio de los tiempos y de la historia del hombre sobre la Tierra; es tan vieja como la humanidad. El maestro Adolfo Sánchez Vázquez afirmaba que el primer hecho violento registrado en la historia es la expulsión del hombre del Paraíso. “Y si reparamos en ese duro y largo caminar a través del tiempo, que llamamos historia, vemos que la violencia no sólo persiste en ella de una a otra época, y de una a otra sociedad, sino que su presencia se vuelve avasallante en esas conmociones, guerras o revoluciones”, comenta el maestro Sánchez Vázquez. Desde Aristóteles hasta Marx, desde el Marqués de Sade, Hobbes y hasta Sorel, se ha alimentado la idea de que la violencia es uno de los destinos inexorables del hombre: el hombre está condenado a ser violento y, por ello, a no ser libre, ya que todo acto de violencia “entraña una exclusión o merma de nuestra libertad”. La violencia busca doblegar la voluntad del otro y excluye valores como la igualdad, la libertad, la tolerancia, el respeto a la dignidad y autonomía del otro. Ya en 1998 el maestro Sánchez Vázquez nos prevenía: la violencia no se controlará, sino que, al contrario, aumentará e incluso se presentará de una manera extrema. Ella, la violencia, y los medios a partir de los cuales se genera se tornarán aún más crueles y perversos. El hombre es un hipócrita que juega con un doble discurso: afirma que se empeña en erradicar la violencia y, al mismo tiempo, algo en él se deleita y goza el placer al ejecutarla. El hombre: pequeño vouyerista que se priva de placer al ver desde un resquicio de la puerta de la realidad esos actos violentos y crueles, para luego salir de ese clóset y afirmar que él lucha por erradicar actos que inducen el terror y el odio, que generan dolor y rechazo. El hombre, el ser más frío que puede existir. Es por ello que al iniciar este texto me preguntaba cuál tema abordar, pues la mayoría de las veces se define al hombre como un ser sensible cuando, en realidad, se deleita ante actos violentos, crueles y perversos. Así como la violencia, el hombre tiene un doble rostro y sus acciones tienen que ver con cada uno de ellos; lamentablemente –y por nuestra desgracia- también la mayoría de las veces la actitud que toma el hombre es la de generar violencia y orillar a la crueldad. El hombre para nada es un ser sensible y, si logra serlo, será por tan sólo un momento, pues erróneamente considera que ser sensible es sinónimo de debilidad. Y de esta insensibilidad saltamos con mucha facilidad a la crueldad. Para el hombre contemporáneo la crueldad es un tema de todos los días; hay quienes hasta se toman el tiempo y detienen su marcha para observar gráficas de personas ensangrentadas o ver en el televisor actos en los que se golpea, se mata, se viola o se lastima. Hace no mucho, un hombre murió cerca del gimnasio al que acudo, el hombre cayó de una escalera y falleció al instante… Minutos después, ya que habían levantado el infortunado cadáver, testigos y transeúntes pasaban por ahí como si nada hubiese sucedido. La frialdad ante hechos de dolor aumenta, es tan común y cotidiano recibir noticias de violencia que ya la vemos como un integrante más de nuestra vida. Hombre o Ser Humano, he ahí el dilema. Unamuno comentó en Del sentimiento trágico de la vida que el adjetivo humanus le era tan sospechoso como su sustantivo abstracto, humanitas, la humanidad. Para él, para Unamuno, no era válido ni lo humano ni la humanidad, ni el adjetivo simple ni el sustantivado, sino el sustantivo concreto: el hombre, sí, ese hombre de carne y hueso. Ese hombre de carne y hueso, como lo llamó Unamuno, avanza a pasos agigantados hacia la completa insensibilidad. El egoísmo y el individualismo son también pajes de su quehacer cotidiano. Tal parece que la gran mayoría de los hombres apuesta por aparentar, por sobajar, por intimidar. Humanizar… ¿Es realmente Humano el Ser Humano? ¿Cómo podemos afirmar que en el Hombre existe algo de humanidad y sensibilidad cuando la historia nos dice lo contrario? © Sonia Silva-Rosas |
Sonia Silva-Rosas
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May 2021
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