Entre la humanidad, su violencia y el Ser Humano
Sonia Silva-Rosas Al momento de iniciar este escrito surgió una duda: a partir de qué idea abordar esta entrega: ¿A partir de la insensibilidad? ¿A partir del humanismo? Dirán que es erróneo abordar el tema de humanismo a la par de la insensibilidad, pues cuando hablamos de humanismo de inmediato visualizamos al Ser como humano y sensible. Abordemos, pues, esta entrega tomando como punto de referencia al humano que, a final de cuentas, es el motiv que origina este interés. ¿Podemos sostener el argumento de que aún existe sensibilidad en el hombre? Estudios e investigaciones alertan –desde hace años- sobre el desmedido aumento en los índices de violencia y crueldad en el hombre. Día a día encontramos en los medios de comunicación noticias que nos informan sobre asesinatos, torturas, suicidios; dan cuenta de personas expuestas no sólo al dolor y al crimen, sino también a los desajustes emocionales de seres que, de alguna u otra manera y en distintas situaciones, padecieron en carne propia la violencia y la crueldad. La violencia ha existido desde el inicio de los tiempos y de la historia del hombre sobre la Tierra; es tan vieja como la humanidad. El maestro Adolfo Sánchez Vázquez afirmaba que el primer hecho violento registrado en la historia es la expulsión del hombre del Paraíso. “Y si reparamos en ese duro y largo caminar a través del tiempo, que llamamos historia, vemos que la violencia no sólo persiste en ella de una a otra época, y de una a otra sociedad, sino que su presencia se vuelve avasallante en esas conmociones, guerras o revoluciones”, comenta el maestro Sánchez Vázquez. Desde Aristóteles hasta Marx, desde el Marqués de Sade, Hobbes y hasta Sorel, se ha alimentado la idea de que la violencia es uno de los destinos inexorables del hombre: el hombre está condenado a ser violento y, por ello, a no ser libre, ya que todo acto de violencia “entraña una exclusión o merma de nuestra libertad”. La violencia busca doblegar la voluntad del otro y excluye valores como la igualdad, la libertad, la tolerancia, el respeto a la dignidad y autonomía del otro. Ya en 1998 el maestro Sánchez Vázquez nos prevenía: la violencia no se controlará, sino que, al contrario, aumentará e incluso se presentará de una manera extrema. Ella, la violencia, y los medios a partir de los cuales se genera se tornarán aún más crueles y perversos. El hombre es un hipócrita que juega con un doble discurso: afirma que se empeña en erradicar la violencia y, al mismo tiempo, algo en él se deleita y goza el placer al ejecutarla. El hombre: pequeño vouyerista que se priva de placer al ver desde un resquicio de la puerta de la realidad esos actos violentos y crueles, para luego salir de ese clóset y afirmar que él lucha por erradicar actos que inducen el terror y el odio, que generan dolor y rechazo. El hombre, el ser más frío que puede existir. Es por ello que al iniciar este texto me preguntaba cuál tema abordar, pues la mayoría de las veces se define al hombre como un ser sensible cuando, en realidad, se deleita ante actos violentos, crueles y perversos. Así como la violencia, el hombre tiene un doble rostro y sus acciones tienen que ver con cada uno de ellos; lamentablemente –y por nuestra desgracia- también la mayoría de las veces la actitud que toma el hombre es la de generar violencia y orillar a la crueldad. El hombre para nada es un ser sensible y, si logra serlo, será por tan sólo un momento, pues erróneamente considera que ser sensible es sinónimo de debilidad. Y de esta insensibilidad saltamos con mucha facilidad a la crueldad. Para el hombre contemporáneo la crueldad es un tema de todos los días; hay quienes hasta se toman el tiempo y detienen su marcha para observar gráficas de personas ensangrentadas o ver en el televisor actos en los que se golpea, se mata, se viola o se lastima. Hace no mucho, un hombre murió cerca del gimnasio al que acudo, el hombre cayó de una escalera y falleció al instante… Minutos después, ya que habían levantado el infortunado cadáver, testigos y transeúntes pasaban por ahí como si nada hubiese sucedido. La frialdad ante hechos de dolor aumenta, es tan común y cotidiano recibir noticias de violencia que ya la vemos como un integrante más de nuestra vida. Hombre o Ser Humano, he ahí el dilema. Unamuno comentó en Del sentimiento trágico de la vida que el adjetivo humanus le era tan sospechoso como su sustantivo abstracto, humanitas, la humanidad. Para él, para Unamuno, no era válido ni lo humano ni la humanidad, ni el adjetivo simple ni el sustantivado, sino el sustantivo concreto: el hombre, sí, ese hombre de carne y hueso. Ese hombre de carne y hueso, como lo llamó Unamuno, avanza a pasos agigantados hacia la completa insensibilidad. El egoísmo y el individualismo son también pajes de su quehacer cotidiano. Tal parece que la gran mayoría de los hombres apuesta por aparentar, por sobajar, por intimidar. Humanizar… ¿Es realmente Humano el Ser Humano? ¿Cómo podemos afirmar que en el Hombre existe algo de humanidad y sensibilidad cuando la historia nos dice lo contrario? © Sonia Silva-Rosas
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May 2021
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