Amaranto Arizona
Sonia Silva-Rosas Carmela Carmela, entiéndelo. Mira que venir a hacer lo que se te da la gana, hacer conmigo lo que se te antoja y luego hacerte pendeja, no, en serio, no te pases. Mira, Carmela, fíjate bien: fea no eres, en serio, mírate bien… ¿Ves?, mira tus ojos redondos, bonitos… Pispiretos; y qué me dices de tu boca, así, carnudita, sabrosa. Imagino que los hombres que te besan deben pensar que muerden un durazno cada que sienten tus labios. Carmela, Carmela, mira, la vida no es así como tú dices y, en serio, ya estoy llegando al límite del fastidio contigo. No me das mi lugar, Carmela, y también te faltas al respeto. Tiro por viaje, Carmela, te acuestas con cuanto cabrón se te atraviesa, eso no está bien; y vienes aquí a presumirme tus quejidos y tus desfiguros, justo aquí, en donde sabes, Carmela, que también vivo. No, no me des la espalda. Deja de jugar con el agua que cae de la regadera, Carmela, ponme atención, carajo. Siempre haces lo mismo. Después de las cogidas que te dan, simulas que todo está bien y te engañas pensando que el cabrón que se fuma un cigarro en tu cama, esperando a que termines de lavarte su semen, te ama y vivirá contigo toda la vida. Carmela, no seas ingenua, mira: la vida no es lo que tú pretendes imaginar… Si vieras todo lo que veo a diario, no creas que permanezco aquí, esperándote a que regreses, Carmela. Cuando tú llegas a esta casa yo ya fui y vine y, en serio, regreso con el cansancio a cuestas porque recorro la ciudad, literal, Carmela, recorro toda esta ciudad y si vieras todo lo que veo y escucho, te sorprenderías, Carmela, te irías para atrás nomás de escuchar tanta porquería y de ver tantas cochinadas; sí, sí, ya sé que me dirás que yo me alimento de esas cochinadas pero, vaya, me refiero a porquerías mayores, Carmela, actos que sólo ustedes son capaces de llevar a efecto. Carmela… Carmela… Mírame, luego te enjuagas… Mira, Carmela, ese fulano no te quiere, no sabe de amor verdadero; ¿qué no escuchas su tono de voz?, ésos que son muy dados a la mentira tienen una forma peculiar de entonar sus frases y expresiones. Te hará un hijo, Carmela, y nada podrás hacer cuando quedes panzona. Dime, qué sabes hacer… ¡Nada!, y no creo que con el sueldito de la maquiladora te alcance para mantener a un chamaco, Carmela, mira cómo está la situación, mira cómo todo está de caro; hasta yo le batallo, ¡en serio!, la situación está de la chingada, Carmela, que se ponga un condón ese grandísimo cabrón, o tú tómate algo… Carmela, Carmela, ¿me estás oyendo, Carmela? ¡Me lleva la chingada contigo!, siempre haces lo mismo, siempre me das la espalda y sólo veo cómo te enjuagas las nalgas y la vagina, preparándote para otra cogida. ¡Allá tú, Carmela, allá tú! Luego no digas que no te advertí, luego no te andes quejando, lloriqueando como la vecina del nueve o batallando como la chavita que salió embarazada, sí, ésa que vive en la vecindad de la calle de Mina. No te quejes, Carmela, no te quejes que yo te advertí y tú, como siempre de mal agradecida, ignorándome, que mira que no sabes aprovechar los dones, la forma y las habilidades que como mosca Dios me dio y, sabes qué, ahí te ves, voy a echar carrera porque es la hora en la que sacan la basura del mercado y no quiero que las demás se lleven lo mejor del desperdicio de este día. Hasta más tarde, Carmela… © Sonia Silva Rosas
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May 2021
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