Revelación
Miguel Ángel Godínez Gutiérrez. Abre los ojos: El tema de conversación en el almuerzo son los sueños y su significado. Que si soñar oro trae la pobreza, o que si sueñas con carbón te vuelves rico o te casas o se muere alguien. "Yo nunca sueño" —les dice— "ni a colores ni en blanco y negro". Para él, soñar es un acto desagradable propio de flojos: "Los sueños no tienen ningún significado, no se hagan pendejos. Como ustedes no trabajan, sus cabezotas están activas mientras duermen; en cambio yo descanso de todo lo que hago en el día". Abre los ojos: La misma mujer de la noche anterior; delgada y rubia. Su cuerpo es perfecto, la mano derecha sonrosada, los pechitos reposan su ternura en el aire, el diamante oscuro que corona sus piernas, la piel toda en calma, sin frío. El pelo le oculta la cara, pero él sabe que es ella. La misma de anoche, de todas las noches. Le besa el hombro. Abre los ojos: —No puede ser; debo estar soñando. Su esposa al lado, dormida. Sus hijos en una cama enfrente de él. "Esta no es mi casa". Se pone en pie de un brinco: "Debo estar soñando". La luna brilla a través de la ventana. Se pellizca el brazo y trata de recordar su nombre. El esfuerzo es estéril; Arturo siente ahumada la memoria. Descubre que se encuentra desnudo y regresa al lecho. Su mujer ronca levemente. Distingue un olor agrio en el ambiente. Se pellizca el otro brazo. Alza la mirada para ver un foco que cuelga triste del techo. Voltea a su izquierda y, al no descubrir la puerta del baño, se contagia de unas ganas irresistibles de orinar. La boca le sabe a metal. "¿Qué horas serán?" Empieza a recordar: "fui a la cantina con unos amigos —¿quiénes?—, tomé mucha cerveza". Adivina en la oscuridad el camino hacia la puerta de la calle. No distingue el nombre en la placa de la esquina mientras orina en la banqueta. Mira el número de su casa: "122"; "es el número de mi casa". Cierra la puerta y el calorcito le da al ambiente un aire de familiaridad que siente por primera vez. "Debo estar despierto", dice. A menos que se hubiera orinado en la cama y Julieta lo despertara a gritos, como lo hace ahora, diciendo "¡mira nada más que porquerías, Arturo, a tus años y con estas cosas, carajo!" Abre los ojos. © Miguel Ángel Godínez Gutiérrez
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Pentatlón
Miguel Ángel Godínez Gutiérrez Nocaut A la olímpica luz, flameaban las banderas. El boxeador levantaba la mano y sonreía su posicionador bucal cuando se apagaron las luces. El estadio era una pura sombra con reflejos rosados y amarillos. El campeón gritó: "Ese manager, alguien se robó mi medalla de oro". Luego, se encendieron las luces. El respetable salió con orden del estadio, silbando cada cual una canción. Trivia. En 1928, Gedea Littleleg, vencida en el salto de altura, provocó serias discusiones en el Comité Olímpico, pues propuso que, ya que ella brincaba de frente, para su género debería haber tres grados de dificultad: copa A, copa B y copa C. Los jueces argüían en contra de Gedea la hipótesis de que estaba disgustada por cierta foto de perfil tomada al momento de la premiación y que había provocados algunas sonrisas intencionadas entre periodistas y gente del medio con relación a su opulento físico. Sesenta años después, Dick Fosbury cambió la manera al librar la valla, de espaldas. Las discusiones continúan. Maratonistas Las carreras de maratón ya no son lo mismo que antes. Eso de poner a competir corredores contra ciclistas... ¡Que se bajen de sus bicicletas y verán cómo les ganamos! —dicen aquéllos. Ahora los ciclistas hacen el uno-dos-tres individual cada año. El grupo de a pie siempre arriba en segundo lugar grupal: “¡Sin bicis qué nos duran, móndrigos!”, dicen a coro al llegar. Lo importante es competir. Discutían dos atletas en el comedor olímpico: "Valgo más yo, pues mientras la barra respeta la ley de la gravedad, yo la desafío firmemente sujeto de la pértiga, para después caer en dos pies, y tú en cambio, te persignas y te avientas un triple mortal de cabeza". "Sí, contestó el otro, pero yo sé nadar y del suelo sí paso, no que tú, ay sí, en colchoncito; además caes de sentón". Levantamientos El corpulento competidor se aproximó a la barra. La contempló y luego se miró las manos, como midiendo fuerzas. Levantó el tarro hasta ver una medalla dorada en el fondo, a la luz de la TV. © Miguel Ángel Godínez Gutiérrez |
Miguel Ángel Godínez GutiérrezPatafísico. Nació de madrugada en el barrio de Tacuba de la Ciudad de México. Es profesor en la Universidad Autónoma de la Ciudad de México. Ha sido contador, subdirector, encargado, mesero, cleaner, jardinero, agricultor, secretario, presidente, vendedor de puerta en puerta, saltimbanqui y otras actividades lícitas y edificantes. Archives
September 2017
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