Otro mundo feliz
Miguel Ángel Godínez Gutiérrez. Un día, a Arturo se le ocurrió salir a la calle con el anuncio de un refresco en las solapas. Esto causó una cierta extrañeza entre sus compañeros de trabajo, pero más cuando se presentó ante el gerente de la embotelladora y solicitó la liquidación de un moderado emolumento. Le pagaron por no ser demasiado lo que pedía. Una semana después, todos los botones de su saco eran elegantes tapas del refresco en cuestión. Luis Ángel, su jefe y amigo, en lugar de cesarlo fulminantemente, vio con buenos ojos que también las bolsas traseras de sus pantalones lucieran escudos de academias comerciales y que sus zapatos portaran tantas calcomanías como los autos de carreras, sin hablar de sus lentes oscuros y sombrero de dos vistas. Luis Ángel tampoco se opuso a que su amigo gritara a las doce del día: “Las doce. Cortesía de vitaminas Organón, de Laboratorios Azuara, S. A”. Le gustaba ayudarlo a que esos anuncios contribuyeran con un módico estipendio a la buena economía de su hogar, y no le molestó que le fuera tan bien con los anuncios que un día renunciara a su trabajo. A través de la ventana, lo veía caminar por la calle hasta bajo la lluvia, saludando a todo mundo, repleto de afiches y portando en la sombrilla la marca de un aperitivo nacional. Al poco tiempo, el ejemplo de Arturo fue seguido tímidamente por algunos de sus compañeros, creando un movimiento que ganaba fuerza poco a poco hasta que decenas, y luego miles, fueron aprovechando este beneficio, amparados —cuando había oposición patronal— en reformas a los estatutos sindicales; hasta que un día todos los obreros, campesinos y burócratas se costearon la vida promoviendo infinidad de marcas que les permitían poco a poco ir dejando sus trabajos y dedicar su vida al ocio fecundo y creador. © Miguel Ángel Godínez Gutiérrez
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Clásicos juveniles
Miguel Ángel Godínez Gutiérrez Todos son restorán todos isla todos mesa todos juntos ninguno todos en su cada quién su cada cuándo. Con estas palabras inicia Peter Spam su célebre Todos, poema muy popular en los años sesenta, especialmente en el área de Berkeley; en su Universidad. De hecho, objeto de culto en la fila de hasta atrás del salón 242—B del turno vespertino. Peter Spam nunca se arredró por la oscuridad en que se hallaba; sólo había que encender una lámpara para seguir escribiendo esa poesía “hermosa, rica, diferente”, según palabras de Andrew Spam, padre de Peter, influido acaso por su estragada economía familiar al mantener en su hijo esa afición pegadiza e incurable, como dice el célebre Manco. Su única colección de poemas, Recuerdos de un futuro de acrilán, hacía pensar en Pound —en Ruby Pound, empresario textil de Minnesota. Tuvieron que pasar algunos años para que la crítica especializada se hiciera cargo de sus “engendrópteros”, como los llamaba, sonriendo con sencillez. En una nota aparecida en esa época en el prestigiado semanario Strokeout, el anónimo reseñista anotaba: “Si algo hay que admirarle a Spam, es la sencillez de su persona”. Peter Spam supo que la gloria estaba cerca cuando, después de quemar parte de su obra inédita y sin despedirse, logró salir volando por una de las ventanas del séptimo piso del edificio principal de la universidad a la que asistía (Ventana, oh, ventana,/ojo telúrico edificíaco / árbol sin corteza / (…) / ni hojas / (…) /marco de madera). Al mes siguiente, Penguin Books editó sus obras completas. “Negocio redondo”, dijo su padre. © Miguel Ángel Godínez Gutierrez Tarde de tele
Miguel Ángel Godínez Gutiérrez. Se está tan bien en casa. Qué agradable resulta llegar cansado del trabajo, abrir el refrigerador y sacar un refresco bien frío; sentarse en un sillón y prender la tele, encender un cigarrillo y mirar cualquier basura que distraiga al tiempo, que le haga volver la vista y dejar de mirarlo a uno con esos ojos tan fríos como el refresco que uno toma. Así se puede pasar la vida entera, en esa sospechosa comodidad en la que inevitablemente el tiempo volverá su vista y uno se dará cuenta de que ya se habrá aburrido de la viejísima película que se contempla, de cómo Sara García, brumosamente joven, se asoma por la ventana para mirar un futuro lleno de Pedros Infantes y "Tucitas" y "Mantequillas"; que se habrá aburrido de ver los mismos anuncios cada seis o siete minutos; de la absurda sempiterna trama de su vida. ¿Se está tan bien en casa? Por pensar así, poca gente se explica que un buen día uno se decidiera a no volver a ver la televisión, ni a tomar refrescos fríos, ni a perderse en ese laberinto cotidiano que habrá de sobrevivir hasta ese día. Uno quisiera ir entonces en compañía de dos o tres amigos a un pueblo desconocido y descubrirlo bebiendo cerveza por sus calles; llegar borrachos a la plaza central y burlarse alegre y sanamente de las muchachas y muchachos que dan y dan vueltas al parque, hasta ser descubiertos por la cándida y malvaviscosa mirada de una hermosa damita y hacerle la corte hasta que aparezcan sus hermanos. Luego, puede uno ir con sus amigos a la zona roja y asomarse al congal más ruidoso, pedir una botella de ron y unos refrescos, y lanzarse al ruedo con alguna puchacha antojadiza —con la que tenga cara de más pecadora— hablarle de religión y de enfermedades venéreas y escuchar sus preocupaciones imaginarias por los seis o más hijos que dejó encargados con la vecina. Bailar uno que otro danzón de a "cartoncito de cerveza" y luego meterse con ella a un cuarto para culminar con esa noche de deseo. Después, con el chorro de agua caliente en el pecho, a uno le da por recordar a los hijos propios, a la señora y a la oficina. Uno hace cuentas. Generalmente le da por añorar aquellas tardes intertminables y descansadas en las que se ve la tele y se toma un refresco bien frío, recién sacado del refrigerador. Se sigue viendo la tele. © Miguel Ángel Godínez Gutiérrez |
Miguel Ángel Godínez GutiérrezPatafísico. Nació de madrugada en el barrio de Tacuba de la Ciudad de México. Es profesor en la Universidad Autónoma de la Ciudad de México. Ha sido contador, subdirector, encargado, mesero, cleaner, jardinero, agricultor, secretario, presidente, vendedor de puerta en puerta, saltimbanqui y otras actividades lícitas y edificantes. Archives
September 2017
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