La hora de la papa.
Miguel Ángel Godínez Gutiérrez 5 Sujeto a las prisas cotidianas, uno cree que preparar una taza de chocolate es un problema de horas y horas de batido a fuego lento; en el frío invernal, a quién no se le antoja una taza de chocolate caliente tal como la hacía nuestra bisabuelita, un soconusco de oro preparado por manos de mamá; pero eso sí, qué caray, uno es muy machito y ni modo de menear el molinillo (la sola imagen es repugnante), y eso que basta con calentar un poco de leche para, antes que hierva, agregarle una bolita de chocolate; esperar un minuto y a medio fuego deshacer la pasta con un tenedor, mezclarla suavemente durante otro sexagésimo de hora y servirla luego en una tacita de barro. Si hay canela molida, espolvorearle un poco. Tiempo total: tres minutos. Mientras lo bebe, la prisa puede esperar y el honor viril queda a buen recaudo. 6 El espagueti se nos hace como de cena elegante o en la que hay que quedar bien. Si viene el jefe de visita, además de la crema de champiñones y uno que otro trago para que entre en confianza, le servimos espagueti con albondiguitas de carne molida de primera, y claro, como que no nos suena para el diario, pero todo lo que se necesita es hervir la pasta unos veinte minutos con una cucharadita de sal y de aceite, un cuarto de cebolla y unos dientes de ajo. Mientras, hay que freír en mantequilla con pimienta y sal a fuego lento un poco de cebolla, ajo, jitomate molidos y unas hojitas de albahaca, para que cuando la salsa cambie del color rojo al anaranjado —paciencia—, bien caliente, se le agregue a la pasta escurrida y a darle vueltas. Si hay queso rayado, mejor. Es un plato que no es muy nutritivo y además no propicia incrementos de sueldo, pero es tan llenador que difícilmente extraña uno las albondiguitas, aunque dado el caso, estas pueden hacerse de soya texturizada y freírse por separado. © Miguel Ángel Godínez Gutiérrez
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La hora de la papa
Miguel Ángel Godínez Gutiérrez 4. ¿Sabía usted que en muchos países el chayote es considerado como alimento para animales; esto es, se usa para llenar marranos, gallinas, perros, etc.? O lo que es lo mismo, no conocen la delicia de la cueza, las puntas de chayote con huevo, ni el exquisito corazón de este fruto, abundante entre nosotros. ¿Será por su lejano parentesco vegetal con el puerco espín y el venenosísimo pez globo? A saber. Pasa lo que con otros alimentos, que son detestados a causa de un trauma infantil, juvenil o primer pleito de recién casados. El caso es que es barato y contiene calorías, carbohidratos y una pequeña dosis de proteínas. Hasta hervido sabe bien (imagínese uno ahorita, que son las once de la mañana y no le alcanza para comprar tamales, tortas, tacos o quesadillas), aunque si tiene un poquito de tiempo para prepararlo, luego de cocerlo, retire su bien peinado —a la “brush”— cuero cabelludo, pártalo en rebanadas, sumérjalo en huevo revuelto mezclado previamente con sal, pimienta y ajo, y luego fríalo; si hay queso —del que se derrite—, mejor, pues puede hacer tortitas; aunque, si no le gusta el chayote y le alcanza para comprar kilos y más kilos de carne, pues ahí usted verá. © Miguel Ángel Godínez Gutiérrez La hora de la papa
Miguel Ángel Godínez Gutiérrez 3 Más allá de las buenas apariencias, de sus vapores sulfúreos y su yodificado sabor, el ajo es un alimento altamente nutritivo, que no hay que consumir — dicen los médicos— en casos de gastritis o úlcera estomacal o duodenal, aunque es útil contra la artritis, hipertensión, estreñimiento y problemas de tipo intestinal. Claro que después de tantas indicaciones, el recuerdo de su aroma, asociado al del sudor acumulado de varios días, no quedan muchas ganas de probarlo, pero es que hay que disfrutar su sabor y después, cual procede por elemental norma de higiene, cepillarse los dientes. Además, es muy barato, pues con unos cuantos pesos —a precios de hoy, jueves, que para mañana no responde nadie, se puede elaborar una deliciosa sopa de ajo, de la siguiente manera: se pelan los dientes de una cabeza (de ajo, se entiende, que si no estaríamos hablando de no sé que terrible cosa) y se ponen a dorar en aceite hasta que se ponen negros; luego se agrega agua, sal, un manojo de perejil picado y ya (berp); provecho. © Miguel Ángel Godínez Gutiérrez |
Miguel Ángel Godínez GutiérrezPatafísico. Nació de madrugada en el barrio de Tacuba de la Ciudad de México. Es profesor en la Universidad Autónoma de la Ciudad de México. Ha sido contador, subdirector, encargado, mesero, cleaner, jardinero, agricultor, secretario, presidente, vendedor de puerta en puerta, saltimbanqui y otras actividades lícitas y edificantes. Archives
September 2017
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