De puerta en puerta
Miguel Ángel Godínez Gutiérrez. Al abrir la puerta lo supe: habría algo más entre nosotros y no un simple comercio de vajillas con filito dorado. Ya tengo muchos platos, le dije, vivo solo; nadie llega a visitarme. En ese momento me miró de una manera distinta. Sus ojos se humedecieron. No desplegó la seguridad de los vendedores para convencer a los clientes. "No he vendido nada. He caminado durante todo el día" —me dijo. La invité a pasar. Le ofrecí un café y lo aceptó. Luego hicimos el amor sin amor, con una furia parecida al reencuentro, usándonos, advirtiendo lo efímero del encanto, como si ya tuviéramos muchísimo tiempo de conocernos. Se quedó conmigo esa noche. A ella tampoco la esperaba nadie — según me dijo—, vivía sola y acababa de sufrir una decepción amorosa: se había entregado, pura y casta, a un hombre que había venido engañándola desde el primer día de su matrimonio y luego olvidaba haberlo hecho, por lo cual su engaño era, de cierta manera, inocente (así nos dice Horacio, el poeta: el adúltero borra esos actos de su vida para mantener su conciencia tranquila). Cuando ella descubrió la vida real de su amado, el desengaño fue demoledor; acabó con toda su confianza en quien se le acercara. Se fue de su casa y empezó a trabajar en esto de las vajillas, para mantenerse con algo. Un silencio tenue era su rasgo característico, aunque me habló de su exmarido en el transcurso de la noche. Cuando amaneció, pude por fin ver sus ojos mirándome sólo a mí, y volvimos a hacer el amor, como si fuera la primera vez, entregados el uno al otro, no estaba con el ex, sino conmigo, sólo conmigo. Se fue como a las diez de la mañana, bañada y cargada de cajas de vajillas. Prometió regresar y nunca lo hizo. Hoy encontré un papelito abajo de la puerta: "Contigo encontré el amor verdadero, nunca me olvides, regresé con él". La recuerdo, claro; un tipo solitario vive intensamente estas experiencias; pero más allá del contacto con su cuerpo, tengo presentes unos ojos húmedos, su determinación y vida a la mañana siguiente al alejarse con sus cajas de vajillas con filito dorado y dejarme para siempre un poco menos solo. © Miguel Ángel Godínez Gutiérrez
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Miguel Ángel Godínez GutiérrezPatafísico. Nació de madrugada en el barrio de Tacuba de la Ciudad de México. Es profesor en la Universidad Autónoma de la Ciudad de México. Ha sido contador, subdirector, encargado, mesero, cleaner, jardinero, agricultor, secretario, presidente, vendedor de puerta en puerta, saltimbanqui y otras actividades lícitas y edificantes. Archives
September 2017
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