Objetos
Por Miguel Ángel Godínez Gutiérrez Un objeto no es sólo un trozo inanimado de materia. Un vaso cónico de vidrio, por ejemplo, nos remite a los jugos de frutas o verduras que bebemos. El que miro ahora enfrente de mí y que contiene lápices y bolígrafos que utilizo en la oficina, me lleva a reflexionar con Gorostiza acerca de la muerte sin fin. Entonces no se puede hablar de vasos en general. Siempre que pensemos en ellos nos referiremos a uno en particular. Recuerdo ahora uno de plástico con el popote integrado. Era de color azul de tono claro. Recuerdo a mi madre al servirme el chocolate caliente y la sensación de calor en las yemas de los dedos al contacto con el vaso; cómo ante mis ojos bajaba el nivel del líquido hasta oír el ruidito al aspirarlo con una mezcla de aire: blop blop blop. Recuerdo una ventana con la persiana corrida hacia abajo, entrecerrada, y al sol pasando por ella hasta posarse en una colcha rayada de colores, mientras Bienvenido Granda canta “A la orilla del mar”. Un objeto nos remite a otros objetos, a otros días. Y no es que haya que tenerlos, sino sentirlos propios, saberlos nuestros. Los objetos con los que nos topamos todos los días nos remiten a una parte de nosotros mismos; nunca están solos; nunca son sólo trozos inanimados de materia: nos repiten a cada instante que estamos vivos, o por lo menos que lo estuvimos alguna vez. © Miguel Ángel Godínez Gutiérrez
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Miguel Ángel Godínez GutiérrezPatafísico. Nació de madrugada en el barrio de Tacuba de la Ciudad de México. Es profesor en la Universidad Autónoma de la Ciudad de México. Ha sido contador, subdirector, encargado, mesero, cleaner, jardinero, agricultor, secretario, presidente, vendedor de puerta en puerta, saltimbanqui y otras actividades lícitas y edificantes. Archives
September 2017
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