EL SUBMARINO AMARILLO, NARRAR EN CONTEXTOS. LA MAESTRÍA DEL DR. SANTILLANA
Por Manuel Murrieta Saldívar California State University-Stanislaus EL NARRADOR CONTEXTUALIZA El principio creador y pretendidamente ficcional de la novela El submarino amarillo es la llegada de un sumergible japonés al Mar de Cortés y el posterior desembarco de Ichiro Watanabe en costas sinaloenses para preparar la invasión hacia los Estados Unidos durante la segunda guerra mundial. Sin embargo, se enamora de Berenice Loustanau, una joven sonorense-sinaloense con quien, fallida la invasión, hace pareja estable y crían tres hijas en un periodo de unos doce años. Esta efecto ficcional, Manuel Santillana trata de demostrar que en realidad existió, de hecho, es uno de los propósitos de la novela, convencernos sobre la llegada de los submarinos y el enamoramiento de la pareja. Para ello utiliza esta hábil estrategia: crea un narrador omnisciente, de espíritu investigativo, un tanto académico, paciente buscador de información y de archivos. Un narrador así—la máxima evidencia es cuando ofrece una disertación precisamente en Pomona College--explica y justifica la abultada y variada construcción de contextos los cuales son muy útiles y necesarios para descubrir y entender las fuerzas externas que mueven a los personajes. Sin estos contextos, la novela no sería posible, son su armazón, y demuestran, evidencian y ultimadamente pueden convencer al lector de que en la realidad histórica y objetiva desembarcaron en el golfo las naves japoneses. La intención de convencer a veces parece obsesiva, no solo para el narrador, sino además, me temo, para el propio Santillana como lo intentan confirmar muchas citas. Ésta, por ejemplo, es reveladora: “mientras tanto el submarino amarillo yace en una parte alta del Golfo de California ahí entre corales, ballenas y camarones. Esperando, esperando que alguien sepa de él. Que alguno cuente su verdadera historia” (Santillana 178). Este alguien sería el propio Santillana quien en esta novela, finalmente, está revelando la historia al mundo. Queda a juicio del lector si descartar la invasión, creer en ella, tomarla o no en serio, o si es solo una estrategia narrativa para crear el principio ficcional con el que arranca la trama. Yo me inclino a quedar convencido: después de esta presentación estoy a punto de partir con un equipo de buceo hacia Puerto Peñasco en cuya cercanía y fondo marítimo yace hundido ese sumergible nipón que finalmente fue bombardeado por la US Navy en completa secrecía según se nos cuenta. La curiosidad del narrador por demostrar la realidad de la leyenda, se le despierta en un primer contacto, en la época contemporánea de la trama, con Gardenia, una de las hijas de la pareja, viviendo tranquila en Phoenix, Arizona. Ella le revela su origen, la historia familiar, para despertar la curiosidad y asignarle la misión de indagar el antepasado del misterioso padre y su misión invasora. El narrador, sin mucha insistencia, asume la tarea y entonces la novela avanza a medida que sucesivamente reporta a la hija, a nosotros, los resultados de las pesquisas. Se construyen así los contextos directa o indirectamente relacionados con la llegada de los submarinos. A veces los utiliza para dar el efecto, no solo de verosimilitud, sino de verdad histórica, objetiva e irrefutable. Un ejemplo de ello, mezclando la realidad con la fantasía, es cuando incluye a Jacques Cousteau con su barco navegando por el Golfo de California, de repente, el narrador intercala la anécdota de que se encuentran sobre los restos del submarino hundido rodeado ya de arrecifes de coral a la altura de Puerto Peñasco. Como estrategia de convencimiento, agrega un diálogo sostenido con el guía sonorense que acompaña al explorador francés: “Arriba en la superficie una estampida de delfines rodeaba el Calypso, le preguntaron al guía que quién lo había hundido. –Unos gringos con cañones hace tiempo. En la guerra—les contestó sonriendo—pero nadie de la marina gringa ni mexicana quiere hablar de eso—agregó” (Santillana 161). Evidentemente, es histórico que Cousteau navegó por nuestro golfo, pero no existe evidencia documentada del diálogo, siendo aquí donde interviene el poder de la literatura con su efecto ficcional tratando de convencernos de una verdad histórica, o al menos ser verosímil dentro del mundo interno de la trama. Y como estas estrategias hay muchas. NOVÍSIMA NARRATIVA Esta estrategia narrativa que acude a los contextos, crea una novela fragmentada, alejada del tradicional discurso lineal, cercana a la narrativa del postboom y de lo que se ha dado en categorizar como novísima narrativa y posmoderna (Garganigo 670-671). Así, inicia con un capítulo O (cero), luego se intercalan extensos nueve capítulos titulados, con sus correspondientes subcapítulos, y magistralmente concluye con un capítulo 00 (doble cero). El inicio y el cierre señalados así, indica un tipo de novela circular, entrelazando el amor Ichiro-Berenice del principio, el cual continúa dentro de los capítulos, para revivirlo al final de la novela tras la muerte de ambos. Se crea así una secuencia amorosa más allá de la muerte y de la realidad temporo-espacial. En esta fragmentación, es de resaltar cómo Santillana enumera los subcapítulos dentro de los nueve capítulos. No solo lo hace de manera convencional marcando números arábigos a cada subcapítulo, sino que a veces lo hace con números fraccionados, ya sea señalándolos con letras, decimales o quebrados. A veces enumera “10 y un poco” en otras “6 y medio”, “7 & cuarto” o las geniales “6.999999”, emulando un poco el estilo cortazariano en su novela Rayuela de enumeración que ofrece varias lecturas. ¿Cuál es el propósito?, indica que la trama, es decir, la vida, no puede medirse de manera lineal y con unidades completas, que un 1 no siempre sigue el 2, sino que existe entre medio un fragmento de vivencia, de historia entrelazada que contar sin partirla en unidades. Otro propósito sería indicar que el narrador no es un investigador metódico y perfecto, sino uno lúdico, no es un científico social ortodoxo, sino un investigador divertido. Uno capaz de jugar y no restringirse a los rígidos cánones de la investigación, dispuesto no solo a dividir en fragmentos, sino además de sondear en todo tipo de fuentes de información, aun las más inverosímiles, para lograr su propósito: comprobar la leyenda de los submarinos. Por eso, llega a incluir pasajes, escenas improbables, no aceptadas por científico sociales rígidos apegados al manual, como se ve en las inverosímiles menciones a los OVNIS y asociaciones asombrosas: ¿qué tiene que ver la historia de san Felipe de Jesús, la guerra de las Malvinas, el islam, un monje budista o los gigantescos pinos de sequoias con esta leyenda del Mar de Cortés? Aunque no se crea, el narrador las incluye, hábi, irreverente y alternativo, en la búsqueda de explicaciones que de alguna manera contextualizan la leyenda o la historia de los sumergibles japoneses que trajeron más amor que guerra. Esta contextualizada forma de contar, resalta el carácter de novísima narrativa y posmoderna en la que una de sus características es la de incorporar temas y elementos de la cultura popular y de los medios masivos de comunicación. Y el narrador hace un desplazamiento de su conocimiento de la música popular, la radio, el cine, la literatura, el periodismo en su construcción de contextos pero a la vez, y aquí interviene más Santillana, para seducir y atraer al lector. En este sentido, desde el mismo título, caemos encantados y desde las primeras páginas andamos como locos buscando la referencia a la popular canción de Los Beatles aunque explícitamente no hay tal. Suponemos que lo amarillo le viene al submarino por el color de la piel de los asiáticos según el estereotipo, y no por la canción del cuarteto de Liverpool, pero es una estrategia inteligente para captar la atención. El narrador no se queda ahí y maneja, para seguir pegados a la trama, otras figuras como Al Capone, Frida Kahlo, Steven Spielberg, Louis Armstrong, Rod Stewart, Rolling Stones y hasta El Mago de Oz. Estas inclusiones nos producen fascinación, son hipnotizantes manejadas diestramente por Santillana sabedor de que la cultura popular y mediática seduce. La novela es también de la novísima narrativa y de la posmodernidad porque recupera de manera insistente el realismo en oposición a las dimensiones imaginarias, mágicas y fantásticas que explotó el boom latinoamericano, fórmula ya gastada. Santillana apuesta y regresa a la realidad, no a la aparición de fantasías en exceso, no a muertos interactuando en el plano de los vivos, no a diálogos con rencores o recuerdos, no al surrealismos onírico. El suyo es un discurso de lo real, tras haber creado la estrategia ficcional ya señalada, porque el narrador acude a infinidad de fuentes referenciales, es decir con relación explícita a tiempo y espacio concretos, en aras de demostrar la existencia de los submarinos. Es tan realista, que el narrador construye los contextos en base a documentos, archivos, la tradición oral, entrevistas, cartas, leyendas urbanas en su intento, a la manera de los detectives, el científico social o el periodista, de acumular evidencias convincentes que prueben la invasión nipona. Quizá el único pasaje de realismo mágico, podría ser en los capítulos 0 y 00, donde hace referencia a los recuerdos, sueños, deseos y añoranzas del amor inicial y del final entre la pareja protagonista. Afortunadamente, y es digno de mencionar como una virtud, este realismo no acude al recurrente y super explotado tema, al que han endilgado a las letras del norte y el noroeste mexicano, de la violencia, el crimen organizado y de la cultura del narco. Mejor apuesta por un realismo original, novedoso, poco manejado: el amor interracial, la exploración marítima, las migraciones, las mezclas y costumbres culturales y hasta el thriller investigativo o académico . Este realismo va de la mano con el tema histórico lo cual es otra característica de la novísima narrativa y de la posmodernidad en el sentido de releer, reconstruir la historia por medio de una reflexión, de una parodia o una distorsión. Se pretende así deconstruir la historia oficial y Santillana lo logra en su aferramiento por demostrar la invasión japonesa, en contraposición, como se repite muchas veces, al discurso institucional que lo esconde, lo tergiversa, lo ignora o guarda silencio. El narrador, conocedor de teorías, acude por eso al mismísimo Michel Foucault al no encontrar dato alguno en los archivos de la nación. Interpreta así que la ausencia de información y los silencios sobre los sumergibles japoneses revelan mucho sobre los intereses y la capacidad de ocultamiento de los aparatos del estado. Concluye que la falta de evidencias se debe a que las autoridades mexicanas y norteamericanas quedarían en vergüenza si se revela que unos eficientes submarinos nipones penetraron el golfo y entonces la novela nos hace reflexionar. ¿Por qué revelar el hecho?, es mejor ocultarlo, silenciarlo, ya que lo contrario sería, como lo dice un personaje, “Porque eso quiere decir que se metieron a territorio mexicano sin permiso. A la brava. Pero dos veces, pues. Una, el submarino japonés que llegó hasta acá desde Los Cabos. O sea unos mil kilómetros de mar desde el sur hasta el norte bordeando las costas. Y dos, la patrulla de americanos que lo cañoneó. ¿Se imagina?” (Santillana 161). No existe registro oficial de esta invasión que pudo ser peor que el ataque a Pearl Harbor, es mejor negarla, esconderla, hasta que llega Santillana y nos pone a pensar sobre esa posibilidad al margen de los documentos gubernamentales. Nuestro autor, pues, se opone y se enfrenta a las versiones institucionalizadas. Sin embargo, si aceptamos como verdad histórica, si quedamos convencidos de que la leyenda existió como lo intenta la novela, o al menos damos el beneficio de la duda, habría aquí menos literatura y más testimonio. Estaríamos ante un discurso con referentes reales y concretos de lo que sucedió en el golfo, el noroeste mexicano y suroeste norteamericano durante la II guerra mundial y la posguerra. El narrador y los protagonistas fungirían ahora como testigos, observadores y recopiladores de una historia real confirmando la presencia de los submarinos japoneses y el amor de Ichiro y Berenice. Serían, pues, ya no personajes ficticios sino especies de cronistas que van reconstruyendo la historia no oficial y revelando una escondida realidad. Por ende, el héroe ya no serían ellos, los personajes, sino el narrador, y me atrevería a afirmar que el mismo Santillana, puesto que sus indagaciones estarían revelando y documentando una leyenda la cual, sin esta novela, seguiría siendo mito, rumor o chisme colectivo. Ambos, incluso, superarían a los investigadores oficiales, académicos dominantes, productores de esos mismos documentos que el narrador consulta y que más hacen en ocultar que en revelar--la novela documenta más de 30 fuentes de información en la página de Notas. Esta interpretación testimonial, convertiría, pues, a los involucrados en productores de un discurso alternativo y estarían continuando el género del testimonio y de la crónica en la región. Se emparentaría y serían los continuadores de los ojos de Alvar Núñez Cabeza de Caca con su Naufragios—de nuevo el mar—o la de los misionero del desierto con los Favores celestiales del padre Eusebio Kino a la cabeza, las crónicas de Agustín Zamora, de Francisco Luna y las mías propias. Dependerá del lector abordar la novela como un trabajo de ficción enmarcado de realidad y de historia, o como un relato cronístico rodeado de lo inverosímil, rayando en los linderos de la fantasía mítica y de la leyenda popular, que pudo suceder. ¿No se ha dicho acaso que la realidad a veces resulta más fantástica que la propia imaginación literaria? Estamos, pues, entre la ficción y la crónica, ante un hibrido discursivo, donde los contextos son necesarios y llevan al lector a inclinarse a abordar esta obra como ficción literaria, o como testimonio histórico…o ambos. Por otra parte, es imposible no destacar que el prolífico manejo de contextos, permite el registro de diferentes tipos de lenguajes produciendo una novela de perspectivas múltiples y multitud de voces. La titánica labor investigativa de Santillana canalizada en el narrador se traduce en una demostración de sus capacidades para maniobrar diferentes niveles discursivos. Desde el literario, sobre todo en las italizadas comunicaciones entre Ishiro y Berenice, en los capítulos 0 y 00, verdadera poesía y prosa poética con sus metáforas de amor, lirismo y capacidad simbólica. Y entre el resto de los nueve capítulos encontramos discursos de las ciencias sociales, explicaciones técnicas, el epistolar, discurso científico, burocrático, intercalamiento de haikus, tankas, fragmentos de canciones, etc. Es, pues, un arco iris de intertextualidad, ricura del lenguaje, mezcla de pasión y de temple, de intuición y raciocinio, de elucubración y método investigativo. Por ello la novela resulta polifónica y polisémica, reforzando su carácter de posmoderna y de novísima narrativa porque no se construye con una voz monótona, un yo cronista dictatorial, un yo ordenador de una sola visión, una voz poética de un solo sentir o un narrador dominante—de hecho es casi invisible, no es protagonista, es culto, erudito, curioso y discreto pues no acapara protagonismo, solo reporta, da la voz a otros y otras y resalta los contextos evidenciadores. MIGRANTE SOFISTICADOS Es de resaltar el tratamiento que se hace al tema migrante. La trama incluye a una Berenice que luego del regreso de Ichiro a Japón, se matrimonia por segunda vez con Oscar, un profesionista chicano económicamente exitoso. Ella emigra, se establecen en Arizona y vive feliz hasta fallecer a edad avanzada en Boston, disfrutando de museos, de vinos y de langostas. No son, así, migrantes tradicionales. En primer lugar, Santillana no se enfoca en las grandes metrópolis; en su carácter de escritor no capitalino prefiere los temas periféricos, no aborda epopeyas migratorias ni es ambicioso en imponer una visión universal del fenómeno. Más bien hace lo contrario: se enfoca en lo local, en los márgenes, en la cultura regional abordando la migración que sucede en el noroeste de México y de clases sociales más pudientes. Trata el exilio, sí, pero no de esas grandes temáticas apoteósicas, desgarramientos de abandonar los espacios familiares con dolor y sufrimiento, de continente a continente, de país lejano a país de desconocidos. Aquí no hay drama de muertos en el desierto, de persecuciones de la migra, de separaciones hirientes. Es la migración tranquila de las familias acomodadas del noroeste que cruzan como si nada, a veces cada fin de semana, para el shopping en las ciudades de California o de Arizona, ya familiarizados con la cultura anglosajona. Así, mientras gran parte de la literatura chicana clásica es recurrente respecto al tratamiento del migrante como campesino, sin documentos, baja cultura y educación, acabando de trabajador agrícola y obrero, la novela maneja, con Berenice y Oscar, migrantes sofisticados, educados, exitosos en lo económico y que han sabido incrustarse dentro de la clase dominante angloamericana. Santillana, así, se une a esta nueva tendencia más contemporánea, impulsada por autores fronterizos y migrantes educados o académicos, que reflejan otras caras de la migración. Aquí se dignifica y, sin tanto revuelo ni mensajes de autoayuda, se coloca a los migrantes, a Berenice y familia, en sectores exclusivos, como Scottsdale, el lado rico de Phoenix, habitando en mansiones con albercas, jardines y conocedores de la alta cultura. Son personajes que ingresan a restaurantes de lujo, pero no de meseros, sino como pudientes comensales; se introducen a museos metropolitanos, pero no como mozos a realizar la limpieza, sino como espectadores sensibles y educados capaces de experimentar la catarsis con el arte universal. Con este tratamiento, la novela dignifica al migrante mexicano, frente al estereotipo del típico indocumentado que acaba en fábricas y campos agrícolas. Se pone a Berenice y a Oscar como ejemplo a seguir, muestra del éxito y logro personal en un país extraño al cual se supo dominar. CONCLUSIÓN Por todo lo expuesto, concluyo que El submarino amarillo es un portento de novela, no solo por utilizar magistralmente características de la novísima narrativa y posmoderna latinoamericana, sino por su estilo de narrar contextualizado. Si la manera tradicional de contar historias es centrarse, microscópicamente, en los personajes, revelando el interior de lo humano, Santillana evoluciona al crear un narrador diestro en el manejo de información externa, macroscópica. No le basta con desarrollar solo la trama y las acciones de los protagonistas, sino que percibe la necesidad de incluir las fuerzas exteriores que los hacen mover. Por eso el narrador es culto, curioso, tipo investigador académico, el más propicio y adecuado para embarcar la tarea contextualizadora. Es, así, una novela vanguardista para nuestra región bifronteriza pero que apela a lectores contemporáneos globales interesados en buscar, digerir y asimilar esa información necesaria no solo para entender las tramas, sino la propia vida en general. No nos basta con conocer el protagonismo de los personajes, el inicio, desarrollo, clímax y el final de una narración, necesitamos lo externo que lo explique. Es, pues, un tipo de novela contextualizada que ofrece una prolífica información para una comprensión más integral y completa de la existencia humana y desde distintas perspectivas. El submarino amarillo, revela el poder de la historia real y objetiva, su impacto sobre nosotros, reconoce la correlación de las fuerzas políticas que nos mueven, la presión de los sistemas económicos que caen sobre nosotros, como el capitalismo paridor de guerras, las fuerzas sociales y culturales que nos hacen enamorar, emigrar, movernos por el mundo. Nos ayuda a comprender el microcosmos de una pareja japonesa y sonorense que se enamora en la periferia del planeta, movidos por costumbres regionales o la ambición de los imperios en pugna. Deberíamos felicitar a Santillana, por darle vitalidad al género novelístico, renovarlo, por experimentar y atreverse. Debería además preguntarle qué esfuerzos de tiempo, energía y lectura invirtió para escribirla, y luego, apelando a lo externo, para publicarla, tenerla en nuestras manos y organizar presentaciones. No le pregunto porque es obvio: hay un trabajo titánico de investigación, de organización, estructuración, y, sobro todo de redacción, empujado por la curiosidad y por el amor al lenguaje y al conocimiento. Es una exhaustiva labor intelectual para madurar esta forma novedosa de narrar contextualizada. Si la crónica no existe sin la realidad, si la literatura no es posible sin la imaginación, El submarino amarillo no sería posible sin la contextualización. A Santillana no le basta la realidad ni la imaginación, sino además requiere de la información que explique la existencia humana. Vamos pues a Puerto Peñasco a sacar el submarino amarillo, no importa si exista o no en la realidad objetiva, porque con todo lo expuesto en la novela, de seguro está ahí abajo, o al menos en el fondo de nuestra imaginación… Leído durante la presentación de la novela en Ensenada, Baja California, México, junio 2019 OBRAS CITADAS Garganigo, John F. et al. Huellas de las literaturas hispanoamericanas. 2nd. Edition. Prentice Hall. Upper Saddle River, New Jersey. 2002. Santillana, Manuel Alberto. El submarino amarillo. Primera edición. Editorial Garabatos y Universidad de Sonora. Hermosillo, Sonora, Mexico. 2019.
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Manuel Murrieta Saldivar
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