La novela "Háblame a tu regreso" de Manuel Murrieta Saldívar, con prólogo del reconocido poeta y cuentista de Chicago, Jorge Hernández, se presentará en el IX Encuentro de Escritores Iberoamericanos en Estados Unidos a celebrarse el 3 y 4 de noviembre en Chandler Gibert College y Arizona State University, Tempe. La novela llama la atención estudiantil porque el protagonista es un migrante académico cuya máxima preocupación no son los dólares, ni la legalización, ni el racismo, sino superar los obstáculos de las universidades norteamericanas. Presentamos aquí y en exclusiva los dos primeros capítulos de lo que el autor leerá durante su participación en el magno evento… HÁBLAME A TU REGRESO(*) Por Manuel Murrieta Saldívar I Entre los riesgos The written requirement for the course is a final seminar paper of approximately thirty pages related to the subject matter of the course and including library research … Entre los riesgos aparentemente inofensivos que a diario resolvías para evitar la caída, hubo uno que sentiste insuperable y amenazó sin piedad tu costosa aventura en los Estados Unidos. No fue que descubrieran, como muchos ahí lo desearían, las coartadas con las que burlaste a la “migra” en muchas ocasiones. No …Similar al personaje de un famoso corrido, a ti te hicieron varias veces “los mandados”. Tampoco representó una gran molestia comprobar sobre tu piel morena la discriminación, convencional o cibernética, cuando a ti, y solo a ti, te escogían para un chequeo computarizado en la garita fronteriza, a la entrada de un club nocturno o en plena autopista. El agente de la ley, siempre en búsqueda de evidencias, te pedía sin razón aparente tu identificación, luego la checaba en un aparatito electrónico y regresaba refunfuñando porque no había encontrado ningún asomo criminal en tu historial; medio molesto, te dejaba entrar a la cotizada nación, al “table dance” o a transitar tranquilo por las supercarreteras. En fin —pensabas— estará cumpliendo con su chamba... Como algunos otros pudieran sospecharlo, tu riesgo mayor ni siquiera consistió en la escasez de dólares, aunque encontraras vacíos los bolsillos, la cuenta bancaria casi en ceros —mas no la voluntad— sobre todo los días después del pago de la renta. Era entonces que rastreabas la recámara en busca de unos sobrevalorados pennies, pensabas en nadie para solicitar un préstamo instantáneo o surgía una novedosa estrategia para salir de apuros, incluyendo, por supuesto, laborar fugazmente en alguna franquicia de fast food. Mucho menos te sentiste intimidado, en desventaja intelectual, por no ser tan diestro con el inglés de altura. No, para nada, tú sabías lo suficiente para impresionar y convencer, pasar los exámenes orales y escritos de la universidad, así como las otras pruebas, sí, las más difíciles, las reales. Pruebas tan simples y cotidianas como las del encuentro con empleados de bancos, cajeras de centros comerciales, mecánicos o agentes de seguros que te miraban con cara de what!, de no te entiendo, a la espera de la pronunciación perfecta. Ni te venció la angustia de seguido, la frustración, al detectar en tu interior sentimientos de inferioridad porque, con cierto esfuerzo, apenas podías alborotar a una que otra gringa o chicana, logrando a duras penas que aceptaran un lunch. Tú eras muy distinto a todos tus amigos de ocasión, muy gandallas ellos, muy chingoncitos, cada vez más atraídos por el espectro infinito de amoríos reales o inventados; cada vez más seducidos por el confort del dólar. Unos ansiaban una cama de agua, otros un celular o un compact disc y los menos una cervecita artesanal con sus alitas de pollo a como diera lugar —sobre todo durante las impostergables borracheras de los viernes, aderezadas de derroche, desgastes y olvidos instantáneos. Vaya, vaya, incluso no pudieron dejarte por siempre en la desgracia, en la amargura, en el dolor perenne, las infidelidades ciertas o inventadas de tu novia de aquellos tiempos, la mujer que tenías conmigo, esa placentera imagen de amante perfecta, creyéndola encantada con tus desesperados regresos durante aquellas primeras vacaciones. Ni te hicieron tanta mella los llamados de alegría y ternura de los sobrinos que crecen, los años solitarios de tu madre, las risotadas y solidaridades de hermanos y hermanas, la enorme parentela, sumada al reguero de amistades y recuerdos, el ruiderío de noticias y novedades del mundo. Todo esto, pues, punzándote en el pecho, las protestas sociales, los asesinatos de políticos, los levantamientos armados o los triunfos electorales de alguna oposición falsa o auténtica …Y luego en soledad, exprimiéndote en tu habitación de lágrimas, encerrado ahí, en tu fachoso one room apartment, a lo lejos de la fiera multitud, todos empujando, entrando o saliendo por las fronteras del norte... II Redactar miles de cuartillas No. Nada de eso. Lo que en verdad te provocó un ancestral escalofrío casi desconocido, desangró pesimismos, te hizo echar madrazos y te trajo sustos de días enteros, fue la recurrente y obligada redacción de cientos y miles de cuartillas académicas escritas en español y en inglés. Había que hacerlas, aunque supieras que unas eran totalmente inútiles, otras absolutamente necesarias, pero, eso sí —muy exigentes— exprimieron tus neuronas, el corazón y tus vivencias, durante años y años irrecuperables. Todo con el único propósito, oculto o declarado, de explorar el templo de las aulas extranjeras, acumular sabiduría oficial y el conocimiento del mundo cualquiera que fuera. Pero escribir esas cuartillas escolares era también tu magnífica excusa y tu vehículo para introducirte en otras realidades, otros universos, los verdaderos, esos que apenas tú y yo sabemos en qué consisten. Redactar investigaciones, escribir ensayos, los terms papers, ¡quién lo diría!, era tu pendiente más grave en la Unión Americana …Sí, desde el momento mismo de tu inquietante llegada hasta las horas de insomnio y sin descanso de los últimos días en aquella State University que después supiste había un montón. Y si no las producías en sus fechas límites, intuías el comienzo de la caída, el desgane, tu degeneración y desaparición del mapa por completo. Por ello, en las sesiones previas o durante su escritura, por diferentes causas y situaciones, captabas el germen de la histeria, la invasión del nerviosismo y de la rabia, una especie de estremecimiento llegado a ti, sí, a ti, por vez primera... A veces te veías aún más extraño, no era posible que anduvieras así, tú, si entre nosotros portabas, ¿te acuerdas?, una jovialidad a toda prueba antes de tu partida. Ahora era un optimismo que desaparecía y luego revivía entre la revoltura de emociones sin control, sobre todo durante aquellos momentos de exigente y novedosa redacción que a gritos pedía alto método, mucha paciencia, impecable lógica y rigurosidad. Esas hojas —que solo medio importaban a un puñado de especialistas y donde anotabas reflexiones ajenas y breves opiniones tuyas— representaban un intento agotador para cumplir los retos académicos casi insostenibles ante la dificultad de siquiera concentrarse. Cómo no, si también a ti, por supuesto, te empezó a marcar el esclavizante jaloneo de la sobrevivencia, las cuentas por pagar, las bolsas del mandado que comprar y cargar, la ropa y los platos que lavar, el diminuto apartamento que hay que higienizar. Pero, sobre todo, no te dejaba escribir la seducción del mundo externo, esas autopistas, shopping malls, centros nocturnos luminosos, museos, cinetecas, esa región inédita que, aquí entre nos, era lo que a veces más te interesaba. Escribir entonces esas cuartillas era una proeza, era transformar el coraje en amor, convertir la necesidad en un placer, domar la curiosidad acelerada. Terminar las tareas mensuales de unas veinte páginas era el súmmum, el mero chuqui, el motivo de tu viaje. Y, en efecto, completar un ensayo de fin de cursos, simbolizaba el final y el origen, el yin y el yang, la paideia y el génesis, el Aztlán para unos, el ombligo del mundo para otros …la justificación vital de tu cuerpo anímico y terrestre. ¡Un ensayito terminado por el amor de Dios!, uno solo les pido, de uno en uno, para ingresar al inicio del fin, acercarme lentamente al principio de mi liberación... ---------------- (*) Más información y para adquirir esta obra, consulte Amazon: http://www.amazon.com/H%C3%A1blame-regreso-Spanish-Murrieta-Sald%C3%ADvar/dp/1523480912/ref=sr_1_1?ie=UTF8&qid=1457201693&sr=8-1&keywords=hablame+a+tu+regreso
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Manuel Murrieta Saldivar
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