Algunos apuntes de memoria
Víctor Manuel Pazarín Gabriel García Márquez El escritor colombiano Gabriel García Márquez, quien gran parte de su vida vivió en México y mantuvo una relación muy fuerte con la Universidad de Guadalajara y la Feria Internacional del Libro, el 21 de octubre de 1982 se convirtió en el primer escritor colombiano —y el cuarto latinoamericano— en recibir el Premio Nobel de Literatura. Su novela cumbre, Cien años de soledad, que se publicó en Argentina en 1967, fue escrita en la Ciudad de México, y es uno de los motivos por el cual la Academia Sueca se fijó en él y en su obra. La Academia Sueca al conceder el premio al narrador colombiano, en su declaración oficial, en la que argumentó las razones por las cuales motivaron la decisión, adujo que: “La publicación de su novela Cien Años de soledad en 1967 proporcionó a García Márquez un reconocimiento internacional de desacostumbrada magnitud. La novela se tradujo a un gran número de idiomas y se ha editado en millones de ejemplares. Nuevas generaciones de lectores siguen comprándola y leyéndola con un interés que no disminuye. Un éxito de tal calibre, conseguido con un solo libro, podía haber sido fatal para un escritor que no tuviese los recursos de que dispone García Márquez. […] Con sus narraciones García Márquez ha creado un mundo propio que es un microcosmos. En su tumultuaria, desconcertante y, sin embargo, convincente autenticidad, este microcosmos refleja, con gran claridad, un continente con sus riquezas y miserias humanas. Quizás más aún: Un universo donde las fuerzas unidas del corazón humano y de la historia desbordan una y otra vez los límites del caos —matando y creando.” La novela se había traducido y publicado a casi todos los idiomas, menos a uno: el chino, que fue quizás el último en traducirse, porque el escritor se había negado a ceder los derechos a ese país asiático. Sin embargo, en 2011 García Márquez dijo “Sí”. Harold Bloom La reciente muerte del crítico literario y ensayista Harold Bloom, vino a recordarnos la importancia de la lectura. Su leyenda dice que de niño devoró, literalmente, gran parte de los libros de la inmensa Biblioteca Pública de Nueva York, que alberga obras de todo el mundo y en casi todos los idiomas, como una especie de Babel ubicada en 476 5th Ave. de la Gran Manzana. Sus obras más importantes, y leídas en castellano, son: Shakespeare: La invención de lo humano (1998), El Canon occidental: Los libros y la escuela de las edades (1994) y Cómo leer y por qué (2000), en el que defendió el placer de leer por leer y de leer en orden, en el prólogo de este gran libro dice: Importa, si es que los individuos van a retener alguna capacidad de formarse juicios y emitir opiniones propias, que sigan leyendo por su cuenta. Qué lean y cómo —bien o mal— no puede depender totalmente de ellos, pero el motivo (el porqué) debe ser el interés propio. Uno puede leer meramente para pasar el rato o leer con manifiesta urgencia, pero en definitiva siempre leerá contra el reloj. Acaso los lectores de la Biblia, ésos que la recorren por sí mismos, ejemplifiquen la urgencia con mayor claridad que los lectores de Shakespeare, pero la búsqueda es la misma. Entre otras cosas, la lectura sirve para prepararnos para el cambio, y lamentablemente el cambio último es universal. Harold Bloom, fue hijo de una familia judía ortodoxa, cuyo padre era un trabajador de la confección, fue uno de los críticos literarios más influyentes del pasado y presente siglos, murió el pasado 14 de octubre en un hospital de New Haven (Connecticut) a los 89 años, y había nacido en el barrio neoyorquino de Bronx en 1930. Luisa Valenzuela Para la narradora y ensayista argentina Luisa Valenzuela, la escritura no es un asunto solamente mental, sino —y sobre todo— algo corporal. Y se podría decir que también una labor que pone en relevancia una postura política ante el mundo. Por esa razón toda su obra está en el punto del feminismo, del que ha dicho en una conversación con las periodistas Ángela Fernanda Vitale y Florencia Vidal Domínguez: Soy una feminista nata, me corre por la sangre. Me importa mucho la lucha de la mujer para alcanzar su verdadero y justo lugar en un mundo configurado por los hombres desde tiempo inmemorial. El papel de la mujer en estos tiempos es de enorme importancia. En su narrativa ha desarrollado historias que, luego en sus cuadernos de ensayos ha justificado de manera impecable, su sentir y su pensamiento sobre los temas que le son esenciales: el poder, el deseo y el lenguaje. Para Valenzuela es fundamental involucrar el cuerpo en la escritura, y ha declarado en esa conversación que “hace mucho que lo siento, que se escribe con el cuerpo, que el cuerpo está implicado en la escritura, absolutamente, porque estás escribiendo con tu respiración, con tu libido, con todas tus hormonas, toda la fisiología puesta en juego en el momento de la creación. Por eso mismo decimos que escribir puede ser peligroso…”. Lo mejor de su obra está en: Peligrosas palabras y Escritura y Escritura y secreto: viaje alrededor del misterio (ensayos); Aquí pasan cosas raras y Cambio de armas (narrativa). El domingo 1 de diciembre abrirá el Salón Literario Carlos Fuentes en el Auditorio Juan Rulfo de la FIL Guadalajara. David Huerta Hijo del poeta Efraín Huerta, David ha creado por separado de su padre una obra lírica que ha logrado convertirse en una propia voz. Se dio a conocer con El jardín de la luz (1972), un libro de juventud, pero quizás sus mejores libros sean Cuaderno de noviembre (1976), Versión (1978), Incurable (1987) e Historia (1990), en los que deposita su visión del mundo y, a la vez, sus temáticas más frecuentes. David ha creado una voz personalísima que describe las influencias de la filosofía que Huerta adquirió en sus estudios formales en la UNAM. Hace unas semanas fue declarado ganador del Premio Feria Internacional del Libro de Guadalajara (FIL) de Literatura en Lenguas Romances 2019. Sobre la poesía ha dicho que “siempre es vigente y siempre ha sido útil, aunque no pertenece al círculo de las grandes empresas de consumo masivo de entretenimiento”. Para David Huerta “la poesía no es solamente algo que se hace, como poner una palabra detrás de la otra en la computadora o en la hoja en blanco, sino es aprender a vivir de una manera que yo llamo vivir con los ojos y los sentidos abiertos”. “En la utilidad de la poesía está su vigencia y no es una vigencia inmediata; es una vigencia que se va desplegando a lo largo del tiempo”, agregó. © Víctor Manuel Pazarín
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Luisa Valenzuela
De la escritura a la verdad y viceversa por Víctor Manuel Pazarín De la escritora argentina Luisa Valenzuela (26 de noviembre de 1938, Buenos Aires), he leído cuentos sueltos y algunos de los capítulos de sus innumerables novelas, pero sobre todo he intentado aprehender de dos de sus más representativos libros de ensayos: Peligrosas palabras y Escritura y secreto: viaje alrededor del misterio, ambos publicados en los primeros años de este siglo, en los que vierte sus obsesiones narrativas a manera de pensamiento: el poder, el deseo y el lenguaje. Me agrada pensar en ella como la periodista que es (siempre he creído que los mejores son excelentes narradores) y la mujer viajera (para ver mejor nuestra propia realidad, la de nuestro país, son importantes los viajes), pero sobre todo saber que a sus ochenta años es una persona lúcida y una enormísima mujer de su tiempo. Sus estancias han sido en París, Nueva York, Barcelona y la Ciudad de México, como huyendo mas siempre quedándose: porque desde esos espacios ha sabido mirar los horrores de la dictadura de su país, mirarse, sentirse y saber sobre qué es el deseo y comparar los significados de su otra obsesión —que debería ser de todo escritor—: el lenguaje. Sobre su aprendizaje del oficio de la escritura, alguna vez le respondió a Victoria Ríos Castaño (Les Ateliers du SAL, 2017) lo siguiente, que da un panorama completo de los que es y será siempre Luisa Valenzuela: Fue sin quererlo. Soñaba con ser o hacer de todo, ser científica, trotamundos, aventurera. Era una lectora voraz y estaba rodeada de gentes de letras, pero la escritura no estaba dentro de mis planes. Hasta cuando, a mis 17 años, me aseguraron que el periodismo englobaba todo lo que yo quería ser o hacer, y les creí. Y me fui adentrando a tientas por ese camino periodístico, y un buen día escribí un cuento para demostrar que no era tan difícil hacerlo, y dicho cuento, que en un principio se tituló “Ese canto”, es hoy “Ciudad ajena” y sigue circulando. Como en mí sigue circulando la certeza de una vocación. En esa entrevista, se pinta a ella misma y nos ofrece sus secretos y nos adentra en la perspectiva de lo que es y significa para ella su propia escritura, sus viajes y sus obsesiones. Tal es su claridad de las cosas que rodean su vida que permite un doble aprendizaje: el conocerla y conocer el producto de su vida: la escritura. En 2001 definió lo que para ella ha sido —y es— su trabajo: “Escribo contra aquellos que creen tener todas las respuestas. Espero que cada uno de mis libros sea un semillero de preguntas que genere más preguntas y por suerte casi ninguna respuesta”. Sus palabras, al menos para mí, han sido un camino hacia mis propias preguntas, y son esenciales: nadie que considere que la escritura es un asunto trascendente en su vida puede dejar de lado preguntarse sobre la realidad de las cosas: su país, su cuerpo, su objeto-materia de trabajo. “El escribir con el cuerpo lo siento físicamente, como un fluir de la energía. Y lo del poder de la palabra, bueno… no necesita ejemplo, lo vemos a diario con el descaro con que circulan las posverdades y las falsas verdades”, ha dicho. La lectura de la obra de Luisa Valenzuela, en todo caso, ha sido una lección de rigor, una manera y un camino. Un espacio para la conversación sobre temas que, de uno u otro modo, son inherentes a todo ser humano que está atento a los acontecimientos de su propia realidad —exterior e interior. Porque, en definitiva, lo que ocurre adentro de uno está íntimamente ligado a la realidad de su circunstancia. Y se debe tratar de descubrir y domeñar lo que secretamente nos invade. Estos es, nuestra imaginación erótica pudiera ser trastocada por una circunstancia política equis de nuestro país; y nuestro lenguaje podría por tanto contaminarse por las mismas circunstancias, entonces es prioritario que cada uno de nosotros reflexionemos en cada tópico que incumbe al poder, el deseo y el lenguaje, ejes que nos circunscriben en un espacio-tiempo, pero también nos conforman como seres humanos. No pensar el poder, el deseo y el lenguaje, sería como no estar vivos. Sólo los muertos no se enteran de nada. Y no saber de nosotros y nuestra circunstancia es una muerte en vida. Y eso no, nunca. No nos lo permitamos, como Luisa Valenzuela no se lo ha permitido. Leer su obra, estoy seguro, nos ayudará y será de enorme provecho en ese camino. © Víctor Manuel Pazarín |
Víctor Manuel Pazarín
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June 2020
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