LLENO DE VACÍO (*)
Manuel Murrieta Saldívar He sabido de ciudades y desiertos, de multitud de bocas y de libros y nada me conmueve tanto como el olor a nada del olvido. He llorado, y casi de rodillas, impostores me han acribillado con su vista y si acaso aún sostengo gravedad es porque conservo tu rostro a cada instante. (La noche en que escuché por vez primera el canto de los grillos fue cuando mi madre amó a su manera). (El día que quise ser distinto fue cuando escribí un verso en tu libro de química). (La tarde inolvidable no fue la de la lluvia, sino la del beso que te di con una mariposa y a cambio recibí el aire que me llevó a tu casa). (Todavía recuerdo la mañana en que mi cara buscaba el horizonte, sonreí a tu lado y juntos inventamos un lenguaje que conquistó un cometa). He sabido entonces de lejanías sin paraguas, solo de todo, incluso de primaveras y poemas, pero he sabido mucho mucho más de grandes hecatombes y miserias como llegar muy tarde a tu recinto y encontrarme tan sólo con tu ausencia tan rápido olvidado tan lleno de vacío como si nunca hubiera habido espacio para mí… © Manuel Murrieta Saldívar (*) Del poemario Alejados del instinto. 3ra edición. Más información en: https://www.amazon.com/gp/product/1931139792/ref=dbs_a_def_rwt_bibl_vppi_i2
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LA ESTATUA DE MANHATTAN WELCOMES YOU!
Por Manuel Murrieta Saldívar Yo te recibo sin preguntarte nada, tan solo porque vienes y has llegado aquí, así como abracé a italianos hambrientos, polacos invadidos, a los manipulados alemanes y judíos hostigados, todos desembarcando por millones aquí, bajo mis pies, en Ellis Island… Te recibo con un pan recién horneado, listo ya el primer almuerzo sencillo y nutritivo igual que el pavo aquel que serví al peregrino inglés al bajar extenuado del Mayflower… Tendrás de inmediato un trabajo simple solo para iniciar, de ti dependerá lo hagas progresar como ese mexicano que comenzó pizcando la lechuga… Tengo ya abiertas las escuelas donde tu hija e hijo podrá educarse desde las ocho en punto hasta los próximo diez o quince años cuando salgan triunfantes de la universidad igual que aquel niño hindú, sirio o japonés que se volvió astronauta, artista o ingeniero creando cohetes celestiales, redes de internet, música y películas globales… Llega hacia mí, sé que vienes demoliendo cercas, puteando policías y soldados, sangrando de tus pies y de tus labios igual que aquellos presos españoles, negros y árabes que llegaron en distintas carabelas después de Colón o Hernán Cortés huyendo de reyes asesinos, señores feudales y esclavistas, de inquisiciones necias y torturas… Aquí te espero serena, descansa en mi regazo y luego te subes a mi antorcha, a mi corona de rayos donde podrás visualizar tu horizonte de posibilidades, el brote de un futuro, la construcción de sueños y de mitos dorados, el edén! tu paraíso casero que miras a lo lejos como lo hace el cubano al pisar mi territorio dejando un mar de lágrimas atrás… Alcánzame pues, yo no me hago cargo del camino sino de tu llegada, cruza fronteras, derrumba el muro sube a mi hombro, tú mi catracho, nica, taíno y chapín unidos a mixtecos, huicholes, totonacos y generaciones de mestizos, esos descendientes de los reinos prehispánicos del sur que también son de mi raza… Y no temas, que no te intimide, please! el poder que vigila con armas la frontera, que te envía gendarmes ordena echarte gases, no escuches a esas caras pálidas que te gritan moreno, wetback, beener, greaser, go back to your country speak English this is America! sin saber que el español se habló primero en la mismísima Florida de Ponce de León, la Texas del Álamo o en la California de Chávez y de Joaquín Murrieta… Y si acaso te lo dicen con odio enrojecido me avisas en cuanto te repongas, me indicas quiénes son que yo habré de refrescarles la memoria, exigir te reconozcan y den la bienvenida, que recuerden en ti de dónde provinieron ellos mismos, sus padres o abuelos que antier, o hace un siglo, arribaron jadeantes desde la Europa devastada, de algún continente hambriento, vinieron hacia mí también hechos cadáveres, enflaquecidos, sin un dólar en la bolsa, se arrodillaron ante mí rogando por la oportunidad, por la última opción de vida así igual que ahora lo haces tú… © Manuel Murrieta Saldívar Modesto, California, Noviembre 2018 Leído por vez primera en la ciudad de Modesto, CA, durante la “Noches de Poesía” del 15 de noviembre de 2018 dedicada al tema de la migración y organizado por el grupo Movimiento Poético sin Fronteras. Además se instaló un tendedero poético con ese tema recibiendo textos de poetas de distintos países. Versos sencillos en rima/para eternizar La Habana/desde su gente y el clima
¡siempre tuve buena gana!. En Cuba por vez primera…gracias al Festival Internacional de Poesía de La Habana Por Manuel Murrieta Saldívar LA HABANA, CUBA.—Más de 300 poetas internacionales junto con cubanos participaron en el 22 Festival Internacional de Poesía de La Habana (FIPH) del 28 de mayo al 3 de junio de este 2018. Convocado por el Centro Cultural Cuba Poesía, con el auspicio de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC), el Instituto Cultural del Libro, la Universidad de la Habana, el Centro Iberoamericano de la Décima y el Verso Improvisado, entre otros organismos, el festival fue dedicado a la poesía oral y popular e incluyó un homenaje al revolucionario Ernesto Che Guevara por el 90 aniversario de su natalicio, acto celebrado en el icónico hotel Habana Libre. Poetas procedentes de Argentina, Brasil, Bolivia, Canadá, Cabo Verde, China, Colombia, Costa Rica, Croacia, El Salvador, Eslovenia, España, Estados Unidos, Rusia, Francia, Holanda, Honduras, Italia, Jordania, México, Nicaragua, Paraguay, Perú, Puerto Rico, República Dominicana, Irán, Túnez, Turquía, Uruguay, y del país anfitrión Cuba, participaron en hasta cinco intervenciones individuales. Lo hicieron con lecturas de poemas de una variedad de formatos y temáticas, en verso libres o rimados, clásicos y vanguardistas, de contenido social, derechos humanos, ecología, existencialistas, pacifistas, de reflexión, feministas, etc., y también en acciones poéticas, performance, musicalizados y hasta en rap y hip hop. Las presentaciones poéticas se llevaron a cabo en diferentes recintos dentro de la ciudad de La Habana y en localidades aledañas dando al festival una dimensión comunitaria y teniendo como público no solo al conocedor sino principalmente al cubano de la vida diaria. Así las y los docenas de poetas participaron en escuelas primarias y secundarias, como la primaria “Don Mariano Martí”, padre del poeta José Martí; en espacios públicos, como en el parque central de La Habana, contra esquina del gran Capitolio; en comunidades como en San Antonio de los Baños y en Güines; en centros culturales, como la Librería Cuba Libro, Centro Cultural Cuba poesía; en los barrios habaneros como el popular callejón de Hanmel, en recintos clásicos como la Basílica de San Francisco en pleno centro histórico además de la propia residencia de la unión de escritores, UNEAC, en el sector de El Vedado. Dado que el festival estuvo dedicado a la poesía popular, de gran arraigo en el pueblo cubano sobre todo en las zonas rurales, una de las actividades centrales fue trasladarse hacia la Casa de la Décima en Güines (provincia de Mayabeque), a unos 50 kilómetros hacia el sureste de La Habana. En un auditorio construido especialmente para la Décima y con capacidad para cientos de personas, se llevó a cabo la Fiesta de la Oralidad donde el verso sencillo, la estrofa de la décima, todo improvisado, tuvo su apoteosis. Así, poetas populares, desde niños jóvenes y adultos de ambos sexos, acompañados por músicos en vivo, expresaron sus creaciones originales, en una tradición popular ya legendaria, muestra de la vitalidad y vigencia del “repentismo” cubano que le ha dado fama mundial. Fue reveladora la asistencia de más de una veintena de poetas procedentes de Estados Unidos muchos provenientes de instituciones y universidades norteamericanas, exponiendo sus versos en inglés, en español y en spanglish. Es de resaltar que California fue representada por la poeta dominicana Vielka Solano, así como por Manuel Murrieta Saldívar, auspiciado por la California State University, campus Stanislaus. Ambos han venido impulsando las Noches de Poesía en la ciudad de Modesto y durante el festival pusieron muy en alto la poesía escrita en español en el norte de California. El FIPH surgió en 1996 con el auspicio del Instituto Cubano del Libro, la Oficina del Historiador de la Ciudad, la UEAC y el Proyecto Cultural Sur, y ha tenido una gran proyección latinoamericana celebrándose cada dos años. Se dotó de una red de sesenta ciudades de América Latina, Estados Unidos y Europa y cuenta en la actualidad con un grupo de apoyo internacional. Este monumental y participativo festival, uno de los más concurridos de Latinoamérica, es realizado por un grupo ejecutivo integrado, entre otros, por el dinámico poeta Pierre Bernet, Coordinador de Programas del FIPH; por el también bardo, Karel Leyva, Coordinador general y por el poeta y editor, Alex Pausides, Presidente de la Asociación de Escritores de Cuba. En el espíritu del festival, contagiado por la poesía popular y la décima cubana, así como por “los versos sencillos” del poeta José Martí, gloria de las letras y de los movimientos independentistas cubanos, logramos escribir este poema titulado “Cuba por vez primera”. En octosílabos y en rima ABAB sintetizamos la experiencia no solo del magno evento sino también, a manera de crónica, de los recorridos realizados por La Habana y zonas circunvecinas. Se registra así mucho de las vivencias de haber visitado Cuba por vez primera, esa isla cuya literatura y revolución socialista ha tenido gran impacto en Latinoamérica y en el mundo. ¡Aquí lo tienen! CUBA POR PRIMERA VEZ! Para Pierre Bernet, las puertas de Cuba. Con aprecio para Vielka, que estuvo ahí. Por Manuel Murrieta Saldívar En Cuba por vez primera lo mejor que yo aprendí fue escribir a la manera del gran poeta Martí. Versos sencillos en rima para eternizar La Habana desde su gente y el clima ¡siempre tuve buena gana! Era salir de El Vedado cerca del Habana Libre caminatas sin enfado hasta que atacara el hambre. Por las calles populosas entre cerdo, arroz y olor nuestras bocas muy golosas se colmaron de sabor. Una noche de amistad por allá en el malecón se apareció una beldad cantando con mucho son. ¿No te conté del mojito, el daquirí, puro y ron? ¡nunca los goces solito es mejor en un fiestón! Vi la guerrilla del Che y de los hermanos Castro porque yo también soñé, era mi memoria un astro. Museos, parques y fuentes resuenan con heroísmo obras que construyen puentes de su propio socialismo. Me ofrecieron su cultura mulatos, blancos y negros, espíritu en las alturas tambores, danzas y libros. Siempre hubo poesía, mucha, enorme y sin final todo mundo sonreía era aquello un bacanal. Oh Cuba libre y hermosa vine a tu mar como un pez solo te pido una cosa ¡qué me invites otra vez!... La Habana, Cuba, Junio 2018 Palabras pronunciadas por el Dr. Manuel Murrieta Saldívar al recibir el reconocimiento por parte de la Universidad de Sonora por su “sólida carrera dentro de las letras regionales, su destacada labor como académico, escritor, periodista, editor y promotor cultural, y su notable labor en defensa del idioma español en el sur de Estados Unidos”. 23 de noviembre de 2017, Salón de Usos múltiples, Departamento de Letras y Lingüística, Universidad de Sonora, Hermosillo, Sonora, México
"TODO COMENZÓ, NO, PERDÓN, YO DIRÍA…! Por Manuel Murrieta Saldívar Todo comenzó la mañana cuando vi un anuncio en “El Imparcial” ofreciendo un puesto de asistente de redacción. Había una cola enorme y al llegar mi turno la hija de Rodolfo Barraza me empezó a entrevistar, quizá ya cansada. Entonces, en un osado atrevimiento, le dije, “ya, contrátame, no es necesario que entrevistes a los demás”…”bueno, pues, nos quedamos contigo!”, decidió resignada y me dieron el puesto!… No…perdón, yo diría que todo comenzó en el “Información” cuando por un arranque de ingenuidad acudí con la intención de que publicaran mis garabatos poéticos en el “Bogavante” de Alonso Vidal. Cuando el jefe de información Marco Antonio Soto me atendió, me dijo drástico pero amable, “aquí no necesitamos poetas, necesitamos reporteros”…Le fijé la mirada y una respuesta eficaz lo convenció: “Si puedo escribir poemas, fácil puedo escribir noticias y reportajes”, lo reté… al siguiente día ya estaba trabajando en el diario de Abelardo Casanova y de los hermanos Larios… Pero, no!, un momento, creo que todo comenzó en un pueblito del sur de México mientras hacía un servicio social con los campesinos. Una noche me invadió la soledad de mi choza y apareció una tristeza y una nostalgia profunda, decidiendo escribirle una carta a mi madre. A los minutos, me quedé aterrado, los renglones ya no le iban informando de mi quehacer sino, como lo supe después, iban saliendo versos líricos desconocidos que se posesionaban de mí. Al regresar a Hermosillo, acudí entonces al único taller de poesía que existía, el de José Juan Cantúa en la Casa de la Cultura…en una sesión clave me invitó: “suéltate Manuel!, saca las palabras, que fluyan libremente, sin control, sin pensamiento”, era la escritura automática surrealista…y, sí, vi ahí un acto mágico y solté mis palabras en una exaltación arrebatada… ¡No! ¡Disculpen otra vez!, yo diría mejor que todo comenzó durante una clase de física cuando, decepcionado por mis malas notas, observé que la maestra estaba embarazada. En un impulso de ternura, le escribí unos como versos y tuve la valentía de entregárselos a la salida. Luego de leerlos me ordenó casi a gritos…“¡qué estás haciendo aquí en ingeniería agrícola muchacho, vete a la escuela de letras!”…Yo todavía inocente, le pregunté que si cuántas materias me iban a revalidar!...En la cola de inscripción me topé con Pina Saucedo que, sin saber que reforzaría mi vocación, me confesó que tenía más finta de estudiante de letras que de ingeniero agrícola. Y sí, me inscribí en la carrera de literatura y entonces sí, el mundo se abrió, se me ensanchó, se hizo gigante y quise recorrerlo sin parar… Ahora, después de una maestría y un doctorado en Arizona, después de publicar unos ocho libros, fundar una editorial hispana y una publicación de letras y periodismo cultural, después de un matrimonio y dos hijos, después de diez años de docencia en California a puro enseñar nuestras literaturas, después de cronicar los Estados Unidos, Canadá, Europa, una punta de África, Centro y Sudamérica., regreso a la Unison, con ustedes, el alma del alma mater. Regreso satisfecho y orgulloso de haber pasado por estas aulas y pasillos, de haber tenido a Volker, González o a Darío como maestros, haber aprendido de las huelgas, de los jardineros, de haber noviado en sus plazas, en los coros y en los hot dogs… todo eso que me formó en los años más lúcidos y felices de nuestra juventud. Regreso, pues, plenamente agradecido para recibir este reconocimiento que valoro mucho porque detrás de él no estoy yo, no soy yo, sino los millones de hablantes, lectores y estudiantes fronterizos, migrantes, paisanos y latinos que aquí y en Estados Unidos me dan vida, motivación e inspiración teniendo siempre como base, como recuerdo original, como un génesis, que en la Universidad de Sonora y en Hermosillo, fue donde todo comenzó…. Gracias autoridades universitarias Gracias al Colegio Sonorense de Académicos de la Lengua y la Literatura Gracias profesora Rosa María, Gracias Raúl Acevedo, Gracias familia y amigos, a todas y todos los presentes por arroparme y hacerme de nuevo sentir en el vientre materno, en el ombligo del mundo, en mi ciudad irremplazable…" © Manuel Murrieta Saldívar MORIBUNDA NIEVE (*)
Por Manuel Murrieta Saldívar Bosque Yosemite, California I Escápate, huye de prisa, ahora que sólo quedan los resquicios del hielo… Te atraparán pinares resecos por el humo, te jalará el bosque horadado por túneles y rayas amarillas y no regresarás a tu estado material. Ven, por favor, desmantela el pavimento, corónate en la roca esculpida por la nieve y la luz, ahí, donde hace círculos y se impulsa de nuevo por el mundo, el viento... II ¿Has sido rodeado por estruendos naturales que duran gotas de siglos y superan a cualquier ruido humano? ¿Has escuchado la cascada puliendo en ese instante la piedra, el canto de los cuervos en el ojo del deshielo? Es el diluvio atrapado en un río autóctono sin fin, a cada ciclo de nieve apenas atestiguado por mis manos. Me recuesto ahora en goterones de espejos, sonrío al jardín arcaico y pregunto por los seres prehistóricos que se amaron en este mismo mineral. IV Ahora es la nube revolviendo coleópteros y hormigas, máquinas que arrastran risas hacia las cascadas de la altura, sí, es la atmósfera con su velo de espuma nadando en precipicios, sábana de amor cubriendo mi esqueleto… V Y todo es sostenido por años luna fértiles, pinos y alamedas meciéndose en el lago cansado de ser plácido. También hay un sonar del tiempo cobijado en sombras cristalinas, mecánicos paseos y faunas en astillas. Es el turno del sol, toda la tarde, uniendo pájaros con ramas, lagunas e islas miniatura. VI Y ahora estoy solo, rescatado por nevados moribundos y los últimos afluentes que le quedan a la Tierra, desesperada ya por sacudirse esta carga de partículas humanas que no la dejan girar, lechosa y fresca, como en aquel primer instante que decidió desprenderse del tumultuoso vientre planetario… VII Y si a horizontes voy, estoy atestiguando el porqué decidí espantar a las prisiones, enterrar el asfalto para posarme en esta luminosidad que cae líquida como vuelo de estrella. Hasta que al fin mi cuerpo te convoca, inmaculado oxígeno, que calmas y me unes sin razón al agua vertical, a la raíz, a esta brisa virgen que me hace parir el orgullo de sentirme humano vibrando entre los restos del último planeta que me queda… (*)Del poemario “Alejados del instinto” . 2da. edición general. 1ra. edición artesanal a cargo de Anna Georgina St. Clair. Santiago de Querétaro, México 2016. 114 páginas. ISBN: 978-9929-707-02-3. Más información y para adquirir ejemplares en orbispress.com: http://www.orbispress.com/imagenes/sentimiento/alejados_del_instinto2.htm En julio de 2015 visitamos por vez primera Guatemala. La experiencia fue tan impactante que nuestros sentidos e inspiración nos hicieron escribir una “poecrónica” inspirada sobre todo en la ciudad de Antigua Guatemala. En diciembre de 2016 regresamos a leerla ya incluida dentro de nuestra obra “Poecrónica en las urbes” publicada en versión artesanal precisamente en esa ciudad, la ciudad colonial donde se introdujera la imprenta en Centroamérica y viviera y falleciera el gran cronista Bernal Díaz del Castillo, autor de la crónica la “Historia verdadera de la conquista de la Nueva España”. Incluimos aquí el texto completo en exclusiva para “Peregrinos y sus letras”… LA MORADA DE BERNAL (*) Por Manuel Murrieta Saldívar [Antigua Guatemala] Para Esperanza, Hansen y Eynard I Entre la plaza que el volcán me anuncia van mis pasos como un vector de luz en busca de la historia que me niegan pero que ahora brota en cada huella que impregno en la calzada y en los empedrados… Voy en un silencio anónimo cuidando almacenar visiones aunque nadie pose sus ojos sobre mí porque me creen nativo o porque marcho veloz devorando cada signo, cada placa, cada arco del palacio o columnas derruidas por un temblor que nunca perdonó a las catedrales. No importa el riesgo de las curvas que devora un colorido autobús para arrojarme ingenuo a este vendaval de ruinas y reliquias, tampoco el pesar de los insomnios, la comodidad de las habitaciones o la pereza del mundo, no, he de ir a la fuente, a extasiarme en jade, a platicar con los nahuales y artesanos y experimentar cosmos precolombinos que hacen revolotear el corazón, no solo mío, sino también el de un triste novelista o el de turistas de otros continentes que se impactan aquí al verse cuestionada la simple razón de su existir. II Ahora estoy coronado por cúpulas sin techo, recibiendo astillas de rayos solares más puros y más altos que algún dios, halos que atraviesan portales, ventanas de hoteluchos, rendijas de algún bar y restos de murallas que cobijaron al primer cronista, o al terrible capitán, el que asoló pirámides, aniquiló a un fragmento de mi pueblo y que vigila aún amenazante desde su óleo colonial, al tiempo que yo deseo empuñar su espada paralizada, al fin, en esta vitrina de museo… Sí, te estoy hablando a ti, don Pedro de Alvarado, extensión de Cortés, continuador de matanzas, las primeras de un largo genocidio que llega hasta los patios de este Ayuntamiento, a ti, Alvarado, a quien descubro ahora acompañado de mi etnia que, después de todo, supo superarse y trascender porque ahora se conserva pura y más edificante que los chorros de sangre que iniciaste… Pero además te hablo a ti, Bernal, maestro de cronistas, admirable por haber descrito el origen de mi perfil racial, y por eso me brota iniciativa para esculcar la piedra de tu muerte, tu mesa de escriba, tu caserón de gran soldado imperialista donde escribiste relatorías pasmosas, como la de la insuperable Tenochtitlán que te cedió la gloria, Díaz del Castillo, para luego saquearla e imponer tu idioma… Vine, pues, a dar también las gracias y abrazar tu busto como colega del oficio en esta sala solitaria, recóndita, hecha como para mí, donde te conservan y eternizan tu proeza de letras castellanas y las de tus soldados hechos crónica… III Porque no fue en París, tampoco en Nueva York, sino aquí, Antigua Guatemala, donde la sangre y el cerebro se cimbraron saciando identidad, la nuestra, la pesada, la no light, la que recorro y recojo a raudales en menos de dos cuadras sin fortificaciones, donde bebo jugos de naranja más natural que un Tropicana, descubro la imprenta primigenia y el libro artesanal que no aparece en las listas del Amazon.com y me visto de colores, ropajes que escapan de manos imaginativas y que atraviesan el aire del poblado sin el sofoco de alguna pasarela de Milán… O me agito en tus galerías del barroco con la Guadalupana que me cuida a pesar de mis olvidos o la total indiferencia, al frente de volcanes de silencio apocalíptico cobijados por nublados inocentes mientras abajo, en callejones diurnos y nocturnos, un niño se aferra a la vida mercadeando golosinas y cigarrillos sueltos o despierta la alegría de la madre al lograrse una venta aunque sea en mínimos quetzales... IV Sí, es verdad, estoy como estaría un bendecido, no solo por el cielo que cae en mi cabeza y atraviesa iglesias huecas, haciendas sin paredes, sino también por ese olor natural de cacao y café que elegante baja sobre lavas frescas o desde tierras fértiles de indígenas, arropa mi rostro, me envuelve y acurruca como si recibiera un primer soplo de vida o de conciencia matutina… Estoy como sin sueño pero a la vez envuelto de una realidad embriagadora, la que hace vibrar mi cuerpo de mestizo porque mi piel, y las de ellos, son de un color de hermanos olvidados, porque con naturalidad disfruto del maíz, de un plato de pepián casero que excita las pupilas de manera más brutal —supongo—que una dosis de metanfetamina. Estoy así como la hembra que sufre un parto que se le vino encima en solo unos minutos y se queda pasmada, igual que yo, con todo el peso y fruto de este viaje, de este renacer, que se ha gestado, no en meses ni en las centurias de la América híbrida, sino en miles de siglos, esos que los mayas supieron calcular sin requerir jamás de nuestra incómoda presencia aquí, en esta exuberante Quauhtlemallan… ---------------- (*) De “Poecrónica en las urbes” pp 61-67. Antigua Guatemala, Guatemala: Proyecto Editorial Los Zopilotes, 2015. ISBN: 978-9929-707-02-3. Edición artesanal. Más información y para adquirir ejemplares en Amazon: https://www.amazon.com/Poecr%C3%B3nica-urbes-Manuel-Murrieta-Saldivar/dp/9929707026/ref=sr_1_1?ie=UTF8&qid=1483819589&sr=8-1&keywords=Poecronica+en+las+urbes Aquí se es anticastrista y republicano, y lo decimos con claridad, con la libertad conseguida a base de balsas, tomas de embajadas o marielitos, lo gritamos nítidamente, para que conste, para que no quepa duda: si en La Habana dominan los murales sobre el Che, en la Calle Ocho levantan monumentos a los caídos en el intento de rescate que fue Bahía de Cochinos. Si el Granma contraataca cualquier estornudo del imperio yanqui contra Cuba, los periódicos de la Pequeña Habana, como El Avisador, dan enormes encabezados a cualquier movimiento disidente contra los Castro —¡ahora sí va a morir Fidel!...
mi miami mÍa, BAJO LAS AUTOPISTAS (*) Por Manuel Murrieta Saldívar Veo un solitario clavel rosado, muy fresco en la mañana, sobre la estrella artística de Celia Cruz. Lo entiendo como un combate a muerte contra el olvido, un botón de muestra de lo que encuentro en abundancia: la reiteración de la nostalgia que domina en la Calle Ocho de la Pequeña Habana al sureste de Miami. Los rostros que observo, las pláticas al paso, los letreros y murales, me indican que la memoria ahí es fuerte, el patriotismo alto y el orgullo indiscutible. Entonces comprendo que estas emociones llevan a colocar no sólo flores nuevas sobre luminarias idas, sino toda una colección de escenarios de vida que intentan reproducir lo que brilla allá, a lo lejos, tras las olas que separan. Porque si yo fuera cubano de Florida, mis recuerdos y presentes se magnificarían también a la distancia, lejos de aquella isla sagrada que no he podido sacar de mis sentimientos aunque ni siquiera la haya visitado. No importa que la cuarta generación cubano-americana guste exhibir autos y celulares de alta tecnología en Miami Beach y no en Varadero. Eso es así, ¡caballero!, Cuba en mi mente y corazón, aquí no es “patria o muerte, venceremos”, sino “patria y recuerdos, sobreviviremos” y por ello hay que reconstruir, por ejemplo, a Pinar del Río, instalando un puesto de frutas y vegetales, cocos fríos, yucas, ñames, plátanos, todo en cajas de madera ofertados en cartulinas con un estilo tan pueblerino como el nombre del establecimiento: Los pinareños…Pero es más seductor el restaurante El Pub el cual, a juzgar por los artículos reseñados en El Nuevo Herald, es toda una institución que ha sobrevivido quiebras económicas y remodelaciones. Sigue ahí, ofreciendo el menú cubano con todas las combinaciones posibles de arroz con o sin habichuelas, lechones asados, “tostones” o caldos gallegos sin garbanzo pero con frijoles blancos. Desde las ventanas y el mostrador que dan a la Calle Ocho, el establecimiento sirve el café cargado en tacitas blancas o debilitado con leche en tazones rebosantes de espumita oscura. Y sí, ¡coño!, en su interior también te vence la melancolía ajena, la añoranza histórica o la evocación territorial por haber dejado los orígenes isleños: las paredes centrales de El Pub han sido tapizadas con portadas, páginas y fotos de la revista Bohemia de hace más de medio siglo. Dominan las secciones de béisbol, proezas y dibujos de peloteros cubanos, junto con suplementos culturales declamando poemas románticos de nuestro José Martí, rostro impreso en sepia: pelo corto y bigote puntiagudo mirándome como felicitando mi visita no a “la entraña del monstruo”, sino a la antesala del paraíso donde ahora estoy, la Pequeña Habana, a unos cuantos nados de la madre de todos los cubanos, esa isla disputada y discutida que te espera y espera… Pero este sector es también, entre réplicas de fábricas de puros, duplicados de placitas para el dominó—como la “Máximo Gómez” siempre atestada—un baluarte ideológico, claro y diáfano, que se expresa sin ambages: aquí se es anticastrista y republicano, y lo decimos con claridad, con la libertad conseguida a base de balsas, tomas de embajadas o marielitos, lo gritamos nítidamente, para que conste, para que no quepa duda: si en La Habana dominan los murales sobre el Che, en la Calle Ocho levantan monumentos, estatuas, a los caídos en el intento de rescate que fue Bahía de Cochinos. Si el Granma contraataca cualquier estornudo del imperio yanqui contra Cuba, los periódicos gratuitos de la Pequeña Habana, como El Avisador o el Libertad, dan enormes encabezados a cualquier movimiento disidente contra los Castro —¡ahora sí va a morir Fidel!— llegada de balsero o cambios en Radio Martí que transmite desde cielos floridenses. Además, reproducen cartas triunfalistas de lectores a favor de republicanos, “Bush is real!”, echando pestes contra demócratas liberales, como al cineasta Michael Moore, cuestionando su autoridad por criticar a George W, “nuestro Comandante en Jefe de la democracia en el mundo”. Sin embargo, no todo es Cuba en Miami como no todo es tequila en Jalisco, prostitutas en Tijuana o toros en Madrid. Al final de la Calle Ocho, rumbo al norte, ya casi entrando a la zona de los rascacielos, al sector hotelero y financiero, el gas neón impacta mis sentidos: una enorme taquería, verde, blanca y colorada, con el nombre de “El Mexicano”, se ha incrustado en el reino del arroz y la habichuela como preámbulo a lo que voy a descubrir, anonadado, al ingresar a las otras Miamis que no aparecen en la televisión, en los periódicos o las guías de turistas… Bajo las autopistas A un costado del rascacielos del Bank of America, el edificio más alto que se ve en las postales maimenses, encontré un cansado hotel Clarion entre puentes levadizos, canales por donde navegaban barcos cargueros y carriles elevados para el trolebús eléctrico que adornaba al cielo. Lo menciono porque, en esa lucha por permanecer en el centro de Miami, el Clarion se da el lujo de atestarse de huéspedes como yo, víctimas de ofertas internet, pero sin ofrecer estacionamiento simplemente porque ya no hay espacio. Me queda entonces la opción de pagar 25 centavos de dólar por cada 10 minutos en los parquímetros, 22 dólares diarios en el estacionamiento del banco o 16 al valet parking. Al hacer cuentas, deduzco que estas tarifas harían millonarios a cualquier agente de bienes raíces sin vender propiedad alguna. Y no tengo escapatoria, a menos que me aventure a ingresar a las otras Miamis, esas donde encuentro, a cualquier hora, a dominicanos, colombianos o nicaragüenses resguardando estacionamientos formales o improvisados. En efecto, tras varias vueltas, entre las dos y tres de la mañana, encuentro un parking bajo el nudo de autopistas, entre columnas de concreto, lotes baldíos y enormes recipientes de basura. Es un estacionamiento milagroso, a unos pasos del hotel, ya que los otros, además de costosos, permanecen cerrados, están muy alejados o simplemente nadie los atiende. Entonces sí, al fin, introduzco mi auto blanco y por cinco dólares al día me las arreglo con el guardia quien, para mi buena suerte, ¡resulta mexicano! por lo que de inmediato empezamos la platiquita. Este paisano guanajuatense, se me revela como un experto conocedor del sur de la Florida, luego de más de 30 años de haber emigrado: ahora no canta rancheras sino cumbias caribeñas llegando incluso a componerlas y grabarlas en “demos”. También resulta un buen consejero gastronómico, guía sexual, maestro del “underground” y espía de luminarias a quienes les regala su compact disc “a ver si pego un hit musical”. Mientras tanto, al ir saliendo, me indica cómo esquivar tanto auto acomodado en aparente caos y me aconseja tener cuidado del panorama oscuro que se mueve por una de las salidas: alcoholitos, solicitantes de cigarros, drogadictos desesperados que consumen cápsulas encontradas en recipiente de vitaminas (el portero me informa que ha quedado prohibido, después de la última elección, alimentar pordioseos en la vía pública como lo venían haciendo más de ochenta iglesias que aceptan que la realidad de Miami no es sólo para magnates)… Es verdad, las otras Miamis empiezan ahí mismo, como en los “downtowns” de otras metrópolis léase Los Angeles o Phoenix, al desembocar la Calle 8 donde capto que lo cubano se diluye y desaparece rumbo al norte y al oeste. Porque en esa dirección, a unas cuantas cuadras, ingreso, por sabe qué accidentes de la suerte y vericuetos de asfalto, a zonas industriales, almacenes de químicos y madera o gimnasios de box. Ahí deambulan descendientes de africanos que a simple vista no distingo si son del Caribe o de Alabama, pero salen de tienditas, restaurantes caseros o lavanderías por lo general en solitario y en un silencio muy tenso. Luego penetro a zonas de explícito origen centroamericano, banderas azules con blanco, con lenguajes catrachos hondureños invitando a la compra de pan y envíos de dinero. Atravieso rieles de trenes cargueros o de Amtrak, cruzo puentes sin aguas abajo, cementerios urbanos de unos cuantos metros cuadrados…luego una informante me advierte: –Te vas a encontrar ahora con los más pobres, los de más dificultad al emigrar y los más discriminados. En fracciones de segundo, dada la velocidad del auto que me lleva, compruebo todo lo anterior, pero además se nota que, a pesar de todo ello, a la comunidad haitiana todavía la sostiene en pie un orgullo histórico: los postes callejeros de la gran avenida del barrio francocaribeño cuelgan mantas con la leyenda de que Haití es la “primera nación africana en independizarse en el mundo”. Yo siento estar en una nueva dimensión, encantado de la ignorancia que aún, a estas alturas, me queda por resolver; estoy como que no entiendo, en un enojo conmigo mismo por no saber un poquito más de estos otros territorios que requieren de mí para desentrañarlos. Como un ex marine y ex agente del DEA me lo confesó, durante la suerte de la noche anterior que nos sentó en Coral Gables frente a un par de “mojitos”: —Cuando me mudé de Texas para acá hace unos diez años—lo dice en un inglés perfecto que sale de su piel anglosajona—Florida era un dominio cubano. Ahora ya no, el boom es brasileño y centroamericano y poco a poco mexicano, échate una vuelta por Homestead y lo notarás. Pero el auto blanco me pide más autopista, ya, cansado de no desayunar y de tantas iglesias adventistas y metodistas que aparecen a los costados, con letreros en inglés o francés, en donde entran señoras muy morenas en busca de dioses nuevos, o antiguos como en Haití, no lo sé… ---------- (*) De la obra: La gravedad de la distancia. Historias de otra Norteamérica. http://www.orbispress.com/imagenes/imaginacion/la-gravedad-de-la-distancia.htm La novela "Háblame a tu regreso" de Manuel Murrieta Saldívar, con prólogo del reconocido poeta y cuentista de Chicago, Jorge Hernández, se presentará en el IX Encuentro de Escritores Iberoamericanos en Estados Unidos a celebrarse el 3 y 4 de noviembre en Chandler Gibert College y Arizona State University, Tempe. La novela llama la atención estudiantil porque el protagonista es un migrante académico cuya máxima preocupación no son los dólares, ni la legalización, ni el racismo, sino superar los obstáculos de las universidades norteamericanas. Presentamos aquí y en exclusiva los dos primeros capítulos de lo que el autor leerá durante su participación en el magno evento… HÁBLAME A TU REGRESO(*) Por Manuel Murrieta Saldívar I Entre los riesgos The written requirement for the course is a final seminar paper of approximately thirty pages related to the subject matter of the course and including library research … Entre los riesgos aparentemente inofensivos que a diario resolvías para evitar la caída, hubo uno que sentiste insuperable y amenazó sin piedad tu costosa aventura en los Estados Unidos. No fue que descubrieran, como muchos ahí lo desearían, las coartadas con las que burlaste a la “migra” en muchas ocasiones. No …Similar al personaje de un famoso corrido, a ti te hicieron varias veces “los mandados”. Tampoco representó una gran molestia comprobar sobre tu piel morena la discriminación, convencional o cibernética, cuando a ti, y solo a ti, te escogían para un chequeo computarizado en la garita fronteriza, a la entrada de un club nocturno o en plena autopista. El agente de la ley, siempre en búsqueda de evidencias, te pedía sin razón aparente tu identificación, luego la checaba en un aparatito electrónico y regresaba refunfuñando porque no había encontrado ningún asomo criminal en tu historial; medio molesto, te dejaba entrar a la cotizada nación, al “table dance” o a transitar tranquilo por las supercarreteras. En fin —pensabas— estará cumpliendo con su chamba... Como algunos otros pudieran sospecharlo, tu riesgo mayor ni siquiera consistió en la escasez de dólares, aunque encontraras vacíos los bolsillos, la cuenta bancaria casi en ceros —mas no la voluntad— sobre todo los días después del pago de la renta. Era entonces que rastreabas la recámara en busca de unos sobrevalorados pennies, pensabas en nadie para solicitar un préstamo instantáneo o surgía una novedosa estrategia para salir de apuros, incluyendo, por supuesto, laborar fugazmente en alguna franquicia de fast food. Mucho menos te sentiste intimidado, en desventaja intelectual, por no ser tan diestro con el inglés de altura. No, para nada, tú sabías lo suficiente para impresionar y convencer, pasar los exámenes orales y escritos de la universidad, así como las otras pruebas, sí, las más difíciles, las reales. Pruebas tan simples y cotidianas como las del encuentro con empleados de bancos, cajeras de centros comerciales, mecánicos o agentes de seguros que te miraban con cara de what!, de no te entiendo, a la espera de la pronunciación perfecta. Ni te venció la angustia de seguido, la frustración, al detectar en tu interior sentimientos de inferioridad porque, con cierto esfuerzo, apenas podías alborotar a una que otra gringa o chicana, logrando a duras penas que aceptaran un lunch. Tú eras muy distinto a todos tus amigos de ocasión, muy gandallas ellos, muy chingoncitos, cada vez más atraídos por el espectro infinito de amoríos reales o inventados; cada vez más seducidos por el confort del dólar. Unos ansiaban una cama de agua, otros un celular o un compact disc y los menos una cervecita artesanal con sus alitas de pollo a como diera lugar —sobre todo durante las impostergables borracheras de los viernes, aderezadas de derroche, desgastes y olvidos instantáneos. Vaya, vaya, incluso no pudieron dejarte por siempre en la desgracia, en la amargura, en el dolor perenne, las infidelidades ciertas o inventadas de tu novia de aquellos tiempos, la mujer que tenías conmigo, esa placentera imagen de amante perfecta, creyéndola encantada con tus desesperados regresos durante aquellas primeras vacaciones. Ni te hicieron tanta mella los llamados de alegría y ternura de los sobrinos que crecen, los años solitarios de tu madre, las risotadas y solidaridades de hermanos y hermanas, la enorme parentela, sumada al reguero de amistades y recuerdos, el ruiderío de noticias y novedades del mundo. Todo esto, pues, punzándote en el pecho, las protestas sociales, los asesinatos de políticos, los levantamientos armados o los triunfos electorales de alguna oposición falsa o auténtica …Y luego en soledad, exprimiéndote en tu habitación de lágrimas, encerrado ahí, en tu fachoso one room apartment, a lo lejos de la fiera multitud, todos empujando, entrando o saliendo por las fronteras del norte... II Redactar miles de cuartillas No. Nada de eso. Lo que en verdad te provocó un ancestral escalofrío casi desconocido, desangró pesimismos, te hizo echar madrazos y te trajo sustos de días enteros, fue la recurrente y obligada redacción de cientos y miles de cuartillas académicas escritas en español y en inglés. Había que hacerlas, aunque supieras que unas eran totalmente inútiles, otras absolutamente necesarias, pero, eso sí —muy exigentes— exprimieron tus neuronas, el corazón y tus vivencias, durante años y años irrecuperables. Todo con el único propósito, oculto o declarado, de explorar el templo de las aulas extranjeras, acumular sabiduría oficial y el conocimiento del mundo cualquiera que fuera. Pero escribir esas cuartillas escolares era también tu magnífica excusa y tu vehículo para introducirte en otras realidades, otros universos, los verdaderos, esos que apenas tú y yo sabemos en qué consisten. Redactar investigaciones, escribir ensayos, los terms papers, ¡quién lo diría!, era tu pendiente más grave en la Unión Americana …Sí, desde el momento mismo de tu inquietante llegada hasta las horas de insomnio y sin descanso de los últimos días en aquella State University que después supiste había un montón. Y si no las producías en sus fechas límites, intuías el comienzo de la caída, el desgane, tu degeneración y desaparición del mapa por completo. Por ello, en las sesiones previas o durante su escritura, por diferentes causas y situaciones, captabas el germen de la histeria, la invasión del nerviosismo y de la rabia, una especie de estremecimiento llegado a ti, sí, a ti, por vez primera... A veces te veías aún más extraño, no era posible que anduvieras así, tú, si entre nosotros portabas, ¿te acuerdas?, una jovialidad a toda prueba antes de tu partida. Ahora era un optimismo que desaparecía y luego revivía entre la revoltura de emociones sin control, sobre todo durante aquellos momentos de exigente y novedosa redacción que a gritos pedía alto método, mucha paciencia, impecable lógica y rigurosidad. Esas hojas —que solo medio importaban a un puñado de especialistas y donde anotabas reflexiones ajenas y breves opiniones tuyas— representaban un intento agotador para cumplir los retos académicos casi insostenibles ante la dificultad de siquiera concentrarse. Cómo no, si también a ti, por supuesto, te empezó a marcar el esclavizante jaloneo de la sobrevivencia, las cuentas por pagar, las bolsas del mandado que comprar y cargar, la ropa y los platos que lavar, el diminuto apartamento que hay que higienizar. Pero, sobre todo, no te dejaba escribir la seducción del mundo externo, esas autopistas, shopping malls, centros nocturnos luminosos, museos, cinetecas, esa región inédita que, aquí entre nos, era lo que a veces más te interesaba. Escribir entonces esas cuartillas era una proeza, era transformar el coraje en amor, convertir la necesidad en un placer, domar la curiosidad acelerada. Terminar las tareas mensuales de unas veinte páginas era el súmmum, el mero chuqui, el motivo de tu viaje. Y, en efecto, completar un ensayo de fin de cursos, simbolizaba el final y el origen, el yin y el yang, la paideia y el génesis, el Aztlán para unos, el ombligo del mundo para otros …la justificación vital de tu cuerpo anímico y terrestre. ¡Un ensayito terminado por el amor de Dios!, uno solo les pido, de uno en uno, para ingresar al inicio del fin, acercarme lentamente al principio de mi liberación... ---------------- (*) Más información y para adquirir esta obra, consulte Amazon: http://www.amazon.com/H%C3%A1blame-regreso-Spanish-Murrieta-Sald%C3%ADvar/dp/1523480912/ref=sr_1_1?ie=UTF8&qid=1457201693&sr=8-1&keywords=hablame+a+tu+regreso En las profundidades (literarias) de México
Pude reflexionar que un tipo de felicidad es el conocimiento de nosotros mismos, es aportar y regresar un poco de lo que hacemos a nuestros paisanos, es la mutua retroalimentación. Y que a veces esta felicidad es tanta y tan intensa que sabes que será efímera y por eso hay que aprovecharla al máximo, como lo hice y me sucedió durante estos días memorables en los que me sumergí en las entrañas de México y construí un poco más mi mexicanidad sin fronteras…… CRÓNICA En Jalpan de Serra, Querétaro. (Todas las imágenes, archivo de Culturadoor.com) Por Manuel Murrieta Saldívar manuelmurrieta@orbispress.com Para Anna, 30 años después… Extasiado, sólo comencé a ver cómo de manera espontánea y entusiasta, iban subiendo al escenario y hasta el micrófono, muchachas, señoras, jóvenes, adolescentes cargando en sus manos nuestro poemario Alejados del instinto. Habían previamente marcado la página y seleccionado el poema que leerían frente a un fogoso público acostumbrado a la bohemia esa noche del 6 de agosto que se convertiría en una de las experiencias poéticas más memorables. Y lo fue tanto que la concebí como una especie de apoteosis de nuestra gira de presentaciones “Mexicanidad sin fronteras”, sobre todo porque había sucedido en un lugar emblemático: en Dolores Hidalgo, Guanajuato, cuna de la independencia, café la Taberna, la más popular del centro histórico y frente a la estatua del cura Hidalgo. ¿Cómo entonces no sentir este catártico delirio?… Supongo que mi cómplice y culpable, Anna Georgina St. Clair, estaría sintiendo algo de lo mío, no importara que ella ya estuviese acostumbrada, cuando también leían con igual intensidad las crónicas de su libro Mientras crecen los árboles… Cuando escuchaba mis versos leídos por esas voces diversas, sentí como si se derrumbaran las grises e impasibles teorías, las de la recepción del lector, la del compromiso social, las de la experimentación lingüística; o los debates sobre el apoyo del estado a la cultura, las del libro digital vs. el impreso, los “grants” de las universidades gringas o los debates sobre los concursos literarios o del elitismo cultural. En ese instante nada de esto tenía sentido, simplemente la literatura en viva voz se imponía, la gente la exprimía, la gozaba ahí, en ese pequeño auditorio semioscuro… era como la culminación definitiva del trabajo literario, como regresar la palabra hecha arte a la boca de quienes usan el lenguaje de la vida diaria…Todo había sido resultado de una presentación aparentemente sencilla, Anna había utilizado esta fórmula: que el autor y presentadores no acaparen la voz, sino que sea el público asistente el que participe leyendo fragmentos de los textos presentados, en un ambiente propicio para ello, con imágenes y música adecuada si es necesario. Sin pena, la audiencia alegremente y bajo su propia iniciativa subía a la tarima y leía en voz alta nuestro trabajo… era entonces que la realidad triunfaba sobre las teorías; era como hacer el amor, en lugar de escribir sobre el amor. La magia se había logrado en cuestión de horas. Al llegar alrededor de las 7 pm desde Querétaro, nos estacionamos en la plaza, frente a la iglesia donde Hidalgo diera su Grito libertador y de inmediato acudimos a la Taberna. Adentro nos concentramos en preparar el evento hasta culminarlo a la altura de la media noche para iniciar un rápido regreso… sí, apenas unas cinco o seis horas de estancia. El pueblo de Dolores, cuna además del músico poeta José Alfredo Jiménez, quedaría sin ser explorado, perdiéndonos sus cautivadores atractivos que nos habían revelado los bohemios que nos acompañaron. Todavía con el sabor de las lecturas, al retirarnos en el auto buscamos a la salida lo que se ofreciera de cenar, tacos de lo que fuera, madrugadores, al pastor o de suadero, no importaba, ya que eran útiles para energizarnos y sobre todo para despertar los sentidos y poder conducir sin pausa hasta Querétaro. Recargados, ingresamos entonces a la oscuridad de la carretera, con una soledad tal que, lo pensé por un momento, temí la aparición de algún sicario o secuestrador trasnochado (me era difícil olvidar el estado de violencia que suponía pululaba por todo el país). Sin embargo, lo que apareció no fue un riesgo contra nuestras vidas, sino una maravilla, uno de los tesoros más preciados de México: el resplandor de San Miguel de Allende en toda su magnificencia. Las torres de su catedral semi iluminadas, los faroles sobre puentes y casonas coloniales, la visión de un pueblo mágico como incrustado en algún hoyo del universo. Atravesamos a vuelta de rueda los callejones y callecitas empedradas, todo para nosotros ante la soledad que dominaba contrastando con los tumultos que se forman durante el día. Nos atrapó rápidamente su embrujo, entre medieval europeo o colonial churrigueresco, paramos y enfilamos directo hacia la plaza y solo para la foto. Toda la catedral y las esquinas adyacentes se exponían en exclusiva, mientras el bullicio de discotecas y antros lejanos, paraíso de queretanos, defeños y extranjeros noctámbulos, estaba en su esplendor y nosotros sin poder entrar lo que nos produjo una infinita tristeza. Es que debíamos avanzar, siempre avanzar, primero para pernoctar en lo que ya serían las 3 am y porque por la tarde tendríamos nuestra presentación cumbre en el Museo de la ciudad de Querétaro… Creo que lo dije o lo pensé, pero nos retiramos con el récord de visitar San Miguel de Allende en menos de diez minutos y solo para la toma de gráficas digitales, dándonos el lujo de rechazarlo, contrario a lo que hace la turba de turistas de todo el mundo atrapados por su encanto… Señoras migrantes, aguacates y pavorreales en Tequisquiapan Pero hubo otras apoteosis o momentos cumbres. De hecho, surgían en cada lugar, aunque no necesariamente literarios; todo para mí era un descubrimiento vivencial, de nuestra mexicanidad, de preservación ecológica, convivencia humana, recorrido turístico o lo que fuera. Incluso si no hubiese ninguna actividad, el solo hecho de conducir desde la congestionada Querétaro hasta los confines del México central, la expedición era un éxito. El simple hecho de volvernos a ver con Anna luego de más de 30 años era ya grandioso. Nuestras vidas se habían separado en la ciudad de Hermosillo, Sonora, por las distintas vocaciones, rumbos geográficos y vivenciales. Ella había emigrado hacia el sur mexicano siguiendo su activismo político y quehacer periodístico y, claro, amoroso. Y uno hacia el norte estadunidense, combinando la academia, el periodismo cultural, las letras y también mis querencias. El reencuentro, que se había calentado a través de las redes sociales, era ya real, una vez que meses atrás acordé publicarle a la St. Clair sus crónicas sobre la ciudad de Querétaro y ella haría lo propio con mis poemas, en una edición artesanal brotada de su taller de empastado, una maravilla de libro objeto. Estas dos obras, pues, eran la mancuerna perfecta para abrazarnos de nuevo. Y no solamente como amigos o turistas, sino como autores presentando ambas obras entre nuestros paisanos, lo que visualicé desde California como una catártica experiencia al hacerlo entre gente y lugares nunca antes explorados. Así nació entonces la idea de bautizar la gira como “Mexicanidad sin fronteras”. Y ya desde el momento en que Anna fue por mí a la eficiente terminal de autobuses queretana, percibí que sería todo un gozo. Porque nos aventamos a lo desconocido, inyectándonos de adrenalina, como lo hicimos décadas atrás de reporteros en Sonora cuando nunca se tenía la seguridad de que surgiera una noticia o si nos la publicarían. Sin importarnos los riesgos, que siempre están latentes, el primer día nos dirigimos a Tequisquiapan. Anna ya se había echado la soga al cuello, organizando la gira sin contar con presupuesto propio, confiada en las experiencias anteriores de presentar sus libros artesanales que habían sido todo un éxito de venta y de público; y sin trámites, papeleo, relaciones burocráticas con los altos jerarcas de la cultura oficial. Ella hizo lo que más importaba: contactar lugares y recintos que nos pusieran en directo con la gente, concretizar ahí un auditorio con los operadores de cultura sensibles e interesados realmente en servir a la población. Y lograría no solo eso, como estaba a punto de comprobarlo, sino además recibió equipo electrónico para las presentaciones, promoción, alimentación y a veces hasta hospedaje!… Así fue que en Tequisquiapan se produjo una primera apoteosis. Y comenzó cuando observé las grandes letras con nuestros nombres y el de la gira sobre la pared del gran auditorio de Los Leones. ¡Habría evento y yo estaría ahí!… mi primera presentación en el México profundo, una zona totalmente desconocida para mí, alejada de mi zona de confort. No se trataba, pues, de un recinto académico, bohemio o literario del Noroeste mexicano o del suroeste norteamericano, era para ponerme los pelos de punta. Pero vino la tranquilidad cuando nos recibieron operadores de la cultura municipal, empezó a llegar público y confirmamos el acomodo de sillas, paneles, aparatos dentro de ese edifico semi colonial rodeado de flores de la huasteca y árboles tropicales. Luego iniciamos, aun considerando cualquier imprevisto, apoyados más por la espontaneidad que seguir un riguroso programa. Y esa fue una de las claves. El público leyó los fragmentos preparados por Anna, seguía con precisión las imágenes del audiovisual acompañado de la música ideal para el caso. Con eso hubiera sido suficiente…sin embargo, cuando un par de señoras supieron de nuestra calidad de migrantes, sus ojos comenzaron a brillar aún más… El tema se amplió, confesaron haber vivido en la Florida y preguntaron sobre nuestra obra con tema sobre los mexicanos que emigran dentro de México o hacia los Estados Unidos; entre otras cosas, mencioné de nuestra novela Háblame a tu regreso la cual fue, sin jamás pensarlo, comentada, solicitada y hasta vendida! Con estos caprichos del azar, nos despedimos no sin antes recibir sendos aguacates frescos cortados en el patio y la invitación a un restaurante de lujo, cortesía de la casa de la cultura. Ahí relajamos los primeros nervios, comeríamos y beberíamos rodeados de albercas, esculturas, jardines impecables y, claro, pavorreales coloridos como sabiendo que así darían un cierre apoteósico a esta primera mexicanidad sin fronteras… Jalpan, entre los manantiales y madre de las Californias Distinta fue la experiencia en Jalpan de Serra, el lugar más intrincado para llegar. Hubimos de atravesar durante horas no solo kilómetros hacia arriba y hacia las profundidades de la sierra Gorda, sino varios sistemas ecológicos. Dejábamos semidesiertos, con sus mezquites enormes solo vistos antes en Sonora; despedíamos las “gorditas” preparadas con maíz azul en la Peña de Bernal, otro pueblo supermágico; traspasábamos el trópico húmedo y sofocante; ingresábamos a las montañas con sus manzanas y pinos ponderosa más las cascaditas al lado de la carretera, así, hasta llegar a la huasteca queretana con su amplio verdor, manantiales de cristal y una exuberante vegetación con todo y su calorcito. Esto, ya, sería una vivencia inolvidable, estar en el corazón de México, pero la gira nos tendía otra sorpresa… En el segundo piso de la biblioteca, encontramos la mañana siguiente una cuadrilla de trabajadores colocando el amplio letrero de Mexicanidad sin fronteras con los títulos de nuestras obras y nombres, un letrero monumental más impactante que el anterior. También, se instalaban los equipos de sonido y video mientras ingresaba parte del público y la presencia constante de empleados de cultura jalpenses. En lo que me pareció impecable escenario, dimos inicio pero lo destacado ahora no fue la participación del público, la cola para leer nuestros textos, sino la presencia de una prensa local muy animosa. Creí que al cumplir con su labor de recabar información se retirarían de inmediato pero tanto camarógrafos, reporteros y locutores no solo permanecieron durante el evento, sino que pusieron micrófonos y grabadoras sobre el presídium y fueron los primeros en hacer preguntas. Gracias a ello, se disparó la participación general surgiendo hasta preguntas sobre cómo uno se inspira y desarrolla el quehacer literario. El hielo así se había roto y lo demás fue convivencia en medio de firma de libros, intercambio de direcciones y fotos instantáneas. Pero fue en Jalpan donde la estancia se extendió. Tres días con sus dos noches fue más que suficiente para descubrir, gracias a la insistencia de nuestros anfitriones, elementos inspiradores que inquietaran a nuestras musas. Por ejemplo, descubrí el gel de peyote con marihuana reforzada, contra dolores musculares, producido en la huasteca y de venta en el mercado público local, ahí, sí, entre artesanías, frutas, tejidos y vestimentas locales; recorrimos extasiados la iglesia construida por Junípero Serra y las rebeldes tribus chichimecas y jonacas; su museo revelador indicando que de ahí partió para fundar las icónicas misiones de California, desde la de San Diego hasta la de San Francisco. Es decir, ¡la gran madre de la California hispano mexicana es este poblado!…concluí con orgullo transcultural. Como si faltara aún mayor inspiración, nuestros anfitriones nos hicieron atravesar la huasteca queretana, penetrar en las entrañas de la sierra Gorda sobre impecables carreteritas hasta llegar a uno de sus tesoros mejor escondido. No me refiero a la comunidad de Concá, otra misión de Serra, ni a la confluencia de dos ríos, uno de agua caliente y otro fría, sino a un gigantesco árbol de sabino con alrededor de mil años de antigüedad. Esto sería ya de por sí apoteósico, pero bajo su tronco brotaba un manantial, como si las raíces hubieran perforado el subsuelo para sacar esa agua cristalina y virginal… era el destino de aquella lluvia que veíamos a los lejos cayendo sobre las inmensas montañas y cañones y que luego se filtraba hacia los yacimientos acuíferos. Sobre la superficie cristalina, veía lirios, hojas verdes y flores blancas tan puros e inocentes que hasta concluí sería uno de los últimos manantiales que le quedan al planeta. Abrazar ese sabino milenario me recordó el mismo abrazo que le diera a un pino de sequoia de cerca de 2 mil años en un bosque californiano, figurándome que así, de nuevo, ambas tierras quedaban hermanadas…desde Jalpan a California, como lo hiciera hace unos 250 años atrás el mismo Junípero. Museos y luciérnagas en la urbe de Querétaro El nervio de presentarnos en la ciudad de Querétaro, apareció sin remedio incluso cuando ya habíamos hecho las presentaciones previas. Era normal, estaríamos ahora en la capital queretana frente a un público acostumbrado y expuesto a las letras y al arte en general. Así lo indicaba no solo la arquitectura de la ciudad, con su largo acueducto que aun señorea sobre las avenidas, sino el mismo Museo, donde se programaba lo nuestro. Es un enorme edificio colonial de varias plantas que puede perturbar a cualquiera; observarlo, atravesar su umbral, es ya intimidante, con sus altas paredes, escaleras de piedra, atascado de anuncios de actividades, un verdadero complejo para el quehacer cultural enclavado en el centro histórico. Y unos espacios enormes, de muros encalados, vigas a lo alto, puertas medio barrocas y de poca iluminación como dejando primero que la luz del sol haga lo suyo. Así que para atenuar el nerviosismo, hubimos de preparar un programita cuidando que no se escapara algún punto clave, aunque también cabía la imprevisión. Por ello pude sentirme tranquilo, lo suficiente para relajarme y gozar de la velada. A la llamada “Sala de Cristo”, en el segundo piso, nos llevaría Anna quien ya coordinaba a los encargados de preparar el escenario. Al mismo tiempo, comenzaron a aparecer lentamente concurrentes varios, jóvenes, damas, parejas y hasta personas de la tercera edad que al final llenarían medio recinto puesto que siguieron llegando durante el transcurso del acto. Luego de nuestras intervenciones, se llegó el momento de la lectura por parte de esa audiencia y es entonces que volví a sentirme arrobado: eran voces que tenían ya experiencia en la lectura, resultando una altamente armoniosa, respetando pausas, entonaciones, la melodía o el volumen de nuestra prosa y poesía. Definitivamente, estábamos frente a un público familiarizado con las letras, proveniente sabe de qué sectores de esta ciudad con su millón de habitantes. Nuestro placer continuó durante la sección de preguntas y durante la convivencia, entre la compra y firma de nuestros libros, ya que de nuevo preguntarían sobre nuestro carácter de migrantes. Unos, incluso, casi exigieron que leyera un capítulo de nuestra novela Háblame a tu regreso que narra precisamente eso: los emigrantes contemporáneos que ya se incrustan en el mundo académico y profesional norteamericano, a diferencia del típico “wetback” o “espalda mojada”. Estos momentos cumbres habrían de continuar de manera más relajada en el recinto casero de Anna a donde acudió parte de la audiencia y un grupo de escritoras llamado “Las Luciérnagas”; acabarían arropándonos y sentirnos en nuestro ambiente, una cálida noche bohemia en la que me empapé un poco de la vida cotidiana y literaria de Querétaro. Multitud de itinerarios, visitas y planes se vislumbraron pero yo, con pocas horas ya de estancia, no podía dejar que sucediera lo de Dolores Hidalgo o San Miguel de Allende, eso de estar ahí y no asomarse siquiera a los lugares emblemáticos. Así que el amanecer, en la última mañana antes de tomar el autobús de regreso al aeropuerto de la ciudad de México, exigí a Anna: —Por lo menos llévame al Cerro de las Campanas, donde fusilaron a Maximiliano, ¿no? Estaba seguro que lo haría, como antes lo hizo al sorprenderme con la barbacoa del mercado del Tepetate acompañado de músicos diestros en el huapango. En efecto, fui testigo del lugar exacto donde cayera el cadáver del invasor europeo y creí que con esto bastaría. Pero no. Anna se convirtió en guía de turistas experta y sagaz: en horas y minutos acelerados hizo que la historia mexicana me cayera como cascada, fresca y abundante, así, revitalizadora. Me impresionó con la estatua gigantesca de Benito Juárez; la casa de Josefa Ortiz de Domínguez con sus frescos enormes, coloridos y sofisticados murales de la Independencia y la Revolución, incluyendo a los héroes más representativos. Recorrimos también los mercados públicos, las plazas y plazoletas centrales y, exhaustos, los dos pisos del hermoso edificio del Teatro de la República, donde se firmara la constitución de 1917. Y, claro, echamos un vistazo al Museo Casa de la Zacatecana para culminar con una opípara ensalada y el típico platillo de pollo en mole de tamarindo, exclusividad de un restaurante emblemático del centro histórico. El ajetreo fue tal que, en lugar de hacerlo al medio día, hube de regresar a la ciudad de México al anochecer y solo para dormir… a la mañana siguiente debía tomar el avión de regreso a California totalmente arrepentido de no haber hecho antes estos viajes a la profundidad mexicana. Y es que a veces no los hacemos porque seguimos deslumbrados por las metrópolis europeas y norteamericanas, dominados por una visión eurocéntrica y consumista aspirando ser primermundistas. Gastamos así fortunas en hoteles, jets, suvenires, en lugar de recorrer de forma más sencilla nuestro país— o Latinoamérica—siempre tan cercano, hospedarse con familiares o amigos para que nos faciliten profundizar en nuestras identidades. Así, mientras venía en el avión, con ojos humedecidos, pude reflexionar que un tipo de felicidad es el conocimiento de nosotros mismos, es aportar y regresar un poco de lo que hacemos a nuestros paisanos, es la mutua retroalimentación. Y que a veces esta felicidad es tanta y tan intensa que sabes que será efímera y por eso hay que aprovecharla al máximo, como lo hice y me sucedió durante estos días memorables en los que me sumergí en las entrañas de México y construí un poco más mi mexicanidad sin fronteras… Querétaro, Querétaro-Modesto, California, Agosto de 2016 © Manuel Murrieta Saldívar VISITA A UN REINO ANDRÓGINO
Para Darío Galaviz, víctima de la homofobia Por Manuel Murrieta Saldívar I Al visitar tu sangre derramada me recibe una órbita de letras y sonrisas que encanta al pensamiento, y cuando te pregunto dónde estás me dices que tu refugio es la existencia que aparece en cada vaivén del golfo. Ahora entiendo que el puñal que busca eliminarte se disuelve en tu vientre fantástico y en la inteligencia perpetua de tu nuca superior al fugaz mandato de los hombres que en silencio te niegan. También aquí descubro el arma de tu boca diluyendo el sentido antiguo de la muerte, y por eso aún te veo entre los libros, en cada palomilla que sondea la noche y en cualquier aposento de ternura. Además, tu cielo de carcajadas y disfrutes continúa vibrando en la ciudad distante y en el puerto aquel donde bailas y miras el tumulto sin máscaras que desnuda la vida: ¡mentira entonces que estés muerto y que tu historia acabe en polvo!... Afuera no llora el hielo del despido, sino que anda oculta tu pavorosa sonrisa sin dolores… II ¿Tu cadáver es el fin de los respiros? ¿Lo que has vivido no incomoda las calles?: quien no huele tu sombra no sabe de reflejos ni bebe la cátedra que te mantiene vivo, y si no captan el paso de tu filantropía suspenden el rumbo natural de la amistad que en ti reside. Quien no indaga en la democracia del amor ignora la verdad de un beso, te viola en seco y no sabe jugar contigo a la ironía porque el poder lo paraliza, arrasa tu derecho a la vida y se vuelve eternidad de nada... ¿Quién eres entonces y dónde has estado si el mundo se diseña para que tú no acabes?, ahí andas todavía atareado en pendientes, entre escándalos, convocatorias, tugurios, bibliotecas e iglesias eyaculando neuronas sobre la escasa fantasía de los hombres... Ábreme, pues, tus diccionarios que la palabra sin ti es pasión seca, mensaje solitario, botín de aficionados y triunfo de lo efímero, refréscame de nuevo las ideas con tu sol de justicia que incinera lo débil, agítame las musas de todos los géneros y especies aunque sea para hacer de mi cuerpo el último poema… ¡Revélame lo incierto, arrójales la crítica, inspíranos un cuento y vente después a fornicar la noche alcohólica con tu carnaval de sexos! III La universidad de tus días de gloria ahora es un silencio que a veces se trastoca solo para encausar la pena que a muchos nos abruma, pero yo sigo el revuelo de tu lengua creadora y en el hueco que dejas veo pasar opiniones opacas, diatribas que no igualan la lluvia luminosa, el desfile de páginas y las revelaciones despertadas por ti: Son simples alborotos que produce la ira en su afán de olvidarte queriendo silenciar tu libertad de cuestionar el vicio de dioses y señores que niegan tu querida lucidez ... ¿Porque a quién se le ocurre derramar su talento en el vacío ciego de las mentes arcaicas? ¿A quién se le ocurre llevar siglos de sabiduría a la mente asesina que espera tu descuido en el instante mismo de la pasión amorosa? A ti, únicamente a ti, se te ocurre en la edad del patriarca mostrarte femenino y violeta con tu imaginación apuñalada, eres la mariposa entre coyotes que buscan saciarse en cualquier orificio o sentenciar a los débiles, eres el que ofrece una danza de niña, alimenta los pechos y seduce a los desamparados que ruegan por gotas de cariño. Sólo tú anuncias intrépido al Eterno Femenino que subyace feliz en el varón más temible. IV Ahora soy testigo de la fiesta que zumba en tu Pueblo Prohibido donde también combates la conjura, el fácil intelecto y el ardor sin cerebro que te deja en el aire, pero aún revoloteas, espías mi mesa y te sorprende que yo no te despida porque hoy más que nunca me das la bienvenida entre la atmósfera y el plancton. (Pero no mires, por favor, a la Ciudad Legal que impávida te desvanece en pesadillas de féretros, ni a las autoridades que quieren al instante hacerte un mito y darte un homenaje como última palabra; ellos entienden que viajar a tu mundo es temer lo distinto, lo difícil, lo raro y por eso te requieren póstumo mas no muerto de risa). En cambio, yo sigo escuchándote, sé que no existe tu cadáver saliendo del teléfono y ya te inmortalizo en lo tuyo porque, al igual que el cosmos, entiendo al fin que tu reino andrógino es inquieto, no se cansa ni reposa del semen ni del verbo que agitan al planeta de carne en que me dejas, a donde vienes, a donde vuelves, donde ya estás corrigiendo conmigo la eternidad de este poema que no te llevará de Aquí jamás... © Manuel Murrieta Saldívar |
Manuel Murrieta Saldivar
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