Aroma a candado
Por Kepa Uriberri Al tercer día, luego de visitar los infiernos, montado en llave de fa, o sobre el número uno de Tchaicovsky, y enfrentar al demonio de siete cabezas y doce cornos, y batallar con Belcebú en un clavecín bien temperado, bajo la sólida mirada barroca de Bach, finalmente emergió de la muerte en un allegro maestoso el día veintiuno, acompañado de cuatrocientos sesenta y siete ángeles rebeldes y luminosos, atados con cadena y candados, el mayor de los cuales tenía por nombre Köchel. Entonces Violenta Lizt, su hermosa profesora, lo cubrió con su cabello verde y herrumbroso, con el que secó su traje de etiqueta mientras le besaba el pecho y dibujaba corcheas en su espalda con la lengua cálida. La brigada contra el rapto y la locura se retiró silenciosa. Ellos se amaron intensamente sobre el teclado, bajo los metálicos sonidos del futuro incierto, amparados por los rayos tibios de la clave de sol, y sí: bemol mayor. Se cree que aún se aman encerrados en su felicidad con pestillo, aldaba y candado, componiendo melodias melancólicas basadas en las tres notas del canto de los chincoles de madrugada. © Kepa Uriberri
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Kepa UriberriA mediados del siglo pasado, justo al centro de algún año, más frío que de costumbre, en medio de una nevazón inmisericorde, se dice que nació con un nombre cualquiera. Nunca fue nadie, ni ganó nada. Quizás sólo fue un soñador hasta comienzos de este siglo. Fue entonces cuando decidió llamarse Kepa Uriberri y escribir, también, para los demás. Hoy en día, sigue siendo un soñador y aún no ganó nada. Sólo siembra letras en el aire. Archives
August 2021
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